sábado, 6 de diciembre de 2008

Mondo Cane

“Debo confesarles que esta es una reunión que no hubiera querido tener, pero cuando los argentinos estábamos manteniendo e incrementando los niveles de crecimiento y reactivando políticas de promoción a la industria, la crisis nos llegó de afuera”.
Cristina F. de Kirchner.


Por Héctor B. Trillo

“La culpa es del otro si algo les sale mal...”
J.M. Serrat.


Dicen los que saben que reconocer un problema es comenzar a resolverlo. Y vemos en los diarios que no son pocos los comentaristas que aseguran que, finalmente, el gobierno argentino ha reconocido la crisis y, por lo tanto, está decidiendo tomar medidas para corregir sus efectos tanto como sea posible.

Nos permitimos disentir profundamente de esas afirmaciones. El gobierno argentino no ha reconocido la crisis en lo que atañe a los habitantes de este país. Y en materia internacional no estamos para nada seguros de que lo haya hecho. Nos explicamos.

Lo que ha ocurrido y está ocurriendo en el mundo es que se gestó una enorme burbuja financiera originada en los malos créditos, esencialmente. La Reserva Federal norteamericana y varios bancos centrales de los principales países del orbe han digitado a lo largo de muchos años las tasas de interés con el objeto de producir el mismo efecto que intentan provocar nuevamente: el crédito blando para activar las economías. El mundo en su conjunto está intentando resolver el problema echando literalmente más nafta al fuego. Es por esa razón que el problema se prolonga en el tiempo y ya lleva, en su conjunto, un año largo pese a todos los anuncios de “ayuda” de todo tipo, garantías incluidas.

La Argentina, que ahora según palabras de la presidenta, se ve perjudicada por la crisis que “nos llegó de afuera”, vio sus arcas hinchadas de dólares durante el último lustro gracias a esa burbuja a la que nos referimos. Porque fueron los elevados precios de las commodities los que permitieron sumar una impresionante masa de recursos. Baste recordar que productos tales como la soja costaban hacia fines de los 90, no más de 140 dólares la tonelada y llegaron a cotizarse a más de 600 en la segunda mitad de este año. O el petróleo, que de 10 u 11 dólares el barril llegó a valer 160.

Fueron los altos precios de las materias primas los que posibilitaron la recuperación de la economía a niveles incluso superiores a los alcanzados en 1998, cuando la burbuja aún no existía. El superávit fiscal fue el producto del alto precio artificial del dólar, que pudo sostenerse merced a la capacidad ociosa luego de la crisis de 2001, que superaba en muchos casos el 50% de las instalaciones, con una desocupación superior al 25%. Es decir que la economía argentina se recuperó en realidad como consecuencia básica de dos artilugios intervencionistas: en el marco internacional la suba de las commodities cuyas causas explicamos someramente a continuación, y en el marco local, merced a la emisión de moneda espuria para adquirir divisas a precios superiores a los de mercado.

El famoso apalancamiento ha tenido su origen, precisamente, en la potenciación de las subas de los precios de las materias primas. Conseguir créditos blandos para comprar productos que subieran más de precio que lo que debería pagarse de interés por los créditos obtenidos. Así de sencillo. Quienes creían que todo se debía al incremento de la demanda de alimentos en China, suponían, tal vez, que anteriormente los chinos se morían de hambre. Y eso es un error increíble. Los chinos tienen y han tenido innúmeros problemas entre otras cosas por el régimen autocrático en el que viven y el racionamiento permanente, incluyendo el núcleo familiar. Pero no es que no comían y ahora sí lo hacen. Es decir que ha habido incremento de demanda alimentaria o de combustibles en el mundo, claro está, pero no para justificar que un precio se multiplique por 5 o por 10 o por 15, como fue el caso del petróleo.

Esa potenciación de subas de precios ha ocurrido efectivamente, y es lo que ahora los líderes del mundo más avanzado dicen que no ocurrirá nuevamente, porque esta vez sí las regulaciones darán resultado. De más está decir que nos permitimos dudar de tales aseveraciones.

Cuando las posiciones financieras debieron comenzar a desarmarse, los precios apalancados comenzaron a ceder. Y hoy la soja (el “yuyo” diría nuestra señora presidenta) vale menos de 300 dólares la tonelada y nadie se aventura a asegurar lo que puede llegar a valer el año próximo. Y el petróleo está por debajo de los 50 dólares el barril.

El gobierno argentino prefirió creer que lo que nos ocurría se debía al “dólar competitivo” y a los controles de precios. También a la “mano dura” de un ignoto secretario de comercio. O a las acusaciones y diatribas lanzadas desde el atril por un presidente fuera de sí cada vez que algún empresario no repetía como una versión grabada el sonsonete oficial. Prefirió creer que alterando índices la cosa seguiría y nadie notaría nada (muchas veces en la historia de la política los líderes han creído eso, y lo creen aún en ciertas dictaduras). Prefirió creer que no hacía falta un “fondo anticíclico”. Prefirió creer que a los holdouts había que hacerle el proverbial “pelito al campo”. Y que no hacía falta ajustar tarifas porque todo se podía subsidiar. Prefirió creer que aplicando su criterio en la quita del canje de deuda todo estaría bien y que nada había que negociar porque (Lavagna dixit) quien le presta a un país a tasas imposibles debe saber el riesgo que corre. Y por lo tanto si ese país, en cuyo nombre hablamos, ahora les hace un “corte de manga”, bien merecido se lo tienen.

La Argentina prefirió violar contratos. Prefirió acusar a la francesa Suez de “poner dos caños y llevarse 5.000 millones de dólares de ganancias”. Y a las “privatizadas” de extorsionadoras. Y los productores agropecuarios de “avaros”. Y a los supermercadistas de “meterle la mano en los bolsillos a la gente”. Y podríamos seguir en una larguísima lista más propia de un monólogo del gran Tato Bores que de un comentario como este.

Los derechos de exportación eran transitorios y distorsivos, hasta que luego fueron sancionatorios para aquellos sectores díscolos, y finalmente meramente recaudatorios para “hacer hospitales”. El impuesto al cheque dejó de ser recesivo para pasar a discutirse su distribución. El sistema tributario nacional dejó de intentar ser un sistema justo (si es que alguna vez lo fue) para volcarse de lleno a ser un sistema de delaciones y denuncias anónimas y no tanto. Los sistemas tributarios provinciales fueron copiando poco a poco el estilo de información cruzada a cargo de los contribuyentes, sumado a los regímenes de retenciones y percepciones de todo tipo. Reiterados planes de pagos se subieron a la espada de Damocles de los embargos de cuentas bancarias sin intervención judicial. El secreto bancario y fiscal dejó de ser tal en la práctica. La teoría de la prueba diabólica se hizo realidad: quien traía fondos prestados de los llamados paraísos fiscales, debía probar su origen o caía en la penal tributaria por simple presunción (quién te ha visto y quién te ve, dirán ahora los promotores del “blanqueo”).

Antes le había llegado el turno a las prohibiciones de exportaciones. Primero de carnes. Luego de trigo. Y de vidrio. Y de cobre (porque al parecer no había otra forma de controlar los robos de cables). Y de lo que fuera. Y hoy por hoy la famosa ONCCA merece como emblema en dedo pulgar hacia arriba o hacia abajo, porque es quien decide quién exporta qué y cuándo y cuánto y cómo. Si es que exporta. Como los recordados barquilleros en la playa hacían girar la flechita para ver si nos tocaba uno o dos barquillos, así la ONCCA decide en la práctica si podemos vender nuestros productos al mejor postor o no. Todo ello en nombre de “la mesa de los argentinos” (en un país con 6.000.000 de extranjeros) , o de lo que sea, pero no de la Constitución Nacional. La frutilla de la torta fue, sin duda, la apropiación de los fondos de las AFJP apenas un año después de haberlas ratificado por ley de la Nación. Y si alguien quiere repetir el postre no tenga dudas de que vendrá también la estatización de las ART. Luego del “blanqueo” y de la moratoria.

Los industriales están que trinan porque necesitan devaluaciones y créditos blandos. No están en condiciones e sostener sus negocios con eficiencia, en parte por culpa de la presión tributaria de un Estado insaciable. El gobierno arma planes de apuro para intentar satisfacer a todos, o a casi todos. En el tiempo quedaron los anuncios de créditos blandos para la primera vivienda. También quedaron atrás los discursos sobre que el crédito en lugar de ir al consumo debe ir a la producción, como si una cosa no fuera consecuencia de la otra.

Los problemas en el sector primario se multiplicaron rápidamente. La carne, las oleaginosas, los lácteos, el petróleo. La derivación en los combustibles se hizo un lugar en la charla cotidiana: ¿habrá luz este verano?, ¿tendremos gasoil para la próxima siembra? ¿para cuántos años tenemos reservas de petróleo? ¿lograremos el gas de Bolivia?

Nuestros gobernantes se cansaron de repetir que todo marchaba bien y que el país crecía y crecía. E insistimos: se atribuían méritos de los que carecían absolutamente. Más bien al contrario. Estaban gastándose rápidamente las “joyas de la abuela” en materia energética. Soportando un índice de inflación con mentiras y subsidios. Intentado mostrar que todo funciona haga frío o haga calor. Se rifaron mercados internacionales que llevó años ganar. Mermó la producción ganadera. También lo hizo la láctea. Bajaron los porcentajes de siembra de granos y oleaginosas. Nadie tiene muchas ganas de producir para que luego venga un oscuro funcionario a levantar o bajar el pulgar respecto de lo que tiene que hacer con lo suyo. Esa es la verdad. Cuando la política se hace cargo del mercado so pretexto de que lo hará mejor, no hay previsión posible. Es realmente el sumun de la inseguridad jurídica en materia comercial.

La falta de financiamiento externo se hizo evidente. Venezuela prestó a tasas superiores al 15% en dólares. Fue necesario afirmar que se les pagaría al Club de París y a los holdouts. Pero no se ha hecho. Y dudamos de que se pueda hacer.

Leemos en el diario El Cronista de hoy “El discurso de la Presidenta para anunciar el paquete de estímulos crediticio esta vez no recorrió el camino de la negación o del voluntarismo...Afortunadamente no intenta ocultar los despidos o adulterar índices para mostrar estadísticas de una economía que no se condice con la realidad palpable”... ¿Están seguros los muchachos del Cronista?

El “estímulo crediticio” se obtendrá de la masa de recursos colocados en plazos fijos de las ex AFJP (7.500 millones), más 2.700 millones de la Anses, y el resto, hasta completar los 13.200 millones de pesos disponibles, provendrá de LEBACS en poder también de la Anses. En otras palabras, el dinero de los futuros jubilados que estaba colocado a tasas aproximadas a las de mercado, será ahora recolocado a plazos más largos y a tasas ridículas para disponer de fondos para el “estímulo crediticio” de: los electrodomésticos, $ 3.500 millones (¿no era que los aires acondicionados consumían mucha energía eléctrica y el proverbial secretario de comercio había pedido un “relevamiento” a los encargados de edificios?), para la compra de autos nuevos, $ 3.100 millones (¿pero no era que tenemos problemas con los combustibles y con la saturación de las vías de acceso a las grandes ciudades y que hacían falta medios de transporte como el subterráneo y ferrocarriles que lleguen a destino con razonable comodidad?), para estimular nuevas inversiones de Pymes $ 3.000 millones (¿no estaba ya en eso desde el año pasado la señora Marcó del Pont, luego de detectar que mucho crédito iba al consumo y poco a las empresas?. En realidad, ¿no hace más de 50 años que estamos en eso?), y para la adquisición de “utilitarios” $ 650 millones (¿estos estarán destinados a las empresas que se gestarán con los créditos blandos que se les otorgarán, o a las ya existentes?)

Sabemos que resultamos negativos para quienes no gustan de nuestro modo de ver las cosas. Pero, ¿Y el tren bala?, ¿y Aerolíneas-Austral? , ¿y los hospitales, viviendas y rutas prometidos con los excedentes de las retenciones de la resolución 125? Ahora la mano viene diferente. Parece que es prioritario esto y no lo otro, o viceversa.

En fin. La realidad es que el gobierno no parece estar viendo el problema sino echándole la culpa al perro mundo. Un mundo que no era perro cuando nos compraba nuestros productos a precios carísimos, pero lo es ahora que se derrumba.

Terminaremos entonces con una reflexión que no por reiterada deja de ser necesario recordar: lo que dejan de pagar algunos, lo pagan todos los demás. Los que reciben créditos subsidiados, cargan en la cuenta de los subsidiadores el dinero que reciben a tasas negativas. Salarios y jubilaciones seguirán siendo magros. Porque si no son magros, no hay fondos para prestar ni precios “competitivos”. Por eso la pobreza y la indigencia siguen acechando.

Dólar caro equivale a sueldos bajos. Fondos confiscados a AFJPs equivale a jubilaciones de hambre. Préstamos baratos equivale a tasas bajas a quienes colocan su dinero y por lo tanto huída de éstos a los dólares. Y tal huída provoca suba del tipo de cambio y más miseria. No hay ya mucho misterio.

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