viernes, 30 de enero de 2009

Actualización de un pronóstico


Tal como confesé en un reciente artículo, nunca imaginé que podía producirse una crisis económico-financiera de la magnitud de esta que está haciendo entrar en recesión a economías como la alemana, la española o la británica.

Por Enrique Guillermo Avogadro

Hace ya tiempo, como se puede ver en mi blog, realicé un pronóstico acerca de qué podía esperar Argentina este año, signado por las elecciones legislativas de mitad del período presidencial, que tienen ya marcada su fecha para el 25 de octubre.

Tal como confesé en un reciente artículo, nunca imaginé que podía producirse una crisis económico-financiera de la magnitud de esta que está haciendo entrar en recesión a economías como la alemana, la española o la británica.

De cualquier modo, esa crisis se ha transformado en un dato de la realidad y, como tal, amerita su inclusión en el escenario nacional.

Pues bien, entonces: creo, como ya he dicho, que la llegada real –hasta ahora, ha sido muy tenue- del tsunami importado a las costas argentinas se producirá a fines de febrero, o principios de marzo.

Su arribo traerá aparejado, sin lugar a dudas, un aumento sideral del desempleo en Argentina, y un crecimiento geométrico de los índices de inseguridad ciudadana. Es decir, golpeará sobre los dos temas que, según todas las encuestas, preocupan más a los argentinos.

Además, encontrará al Gobierno totalmente inerme, ya que ha desperdiciado la mejor coyuntura internacional desde la primera mitad del siglo XX.

¿Qué significa esto? Que Argentina, que carece de redes sociales de contención, tampoco podrá hacer frente a la necesidad de atención de miles y miles de hogares, que se quedarán sin sustento. Para comprobar esto, basta con recordar que los famosos ‘planes’ del Gobierno hoy tienen un monto mensual de $ 150, cuando la canasta familiar, mal que le pese al Indec, se aproxima a los $ 1.000.

Por otra parte, el anunciado “rodrigazo” que el Gobierno está implementando –con la luz, el gas y el transporte- en estos días, hundirá aún más en la miseria a muchos argentinos que habían alcanzado, a los arañazos, el status de clase media.

Sobre todo en el conurbano bonaerense, bastión del voto clientelista de Kirchner, los intendentes y caudillos no saben de qué disfrazarse para explicar a toda esa gente, a la cual el Gobierno convenció de comprar sus primeros equipos de acondicionamiento del aire -1.500.000 en los dos últimos años- que no podrán usarlos puesto que, si lo hacen, deberán dejar de comer.

Pero hay otro elemento a considerar en este escenario, que considero inevitable: la actitud de los ‘barones’ de ese conurbano y de los caciques sindicales, encabezados por don Hugo “Camión” Moyano. De todos los movimientos políticos que conozco, y son muchos, el más caníbal es el peronismo. Siempre he comparado la situación de sus transitorios líderes –obviamente, no me refiero al propio Perón- con la de esos nadadores que, en los mares tropicales, bailan con los tiburones bajo la superficie.

Pese al riesgo que un deporte tan extremo conlleva, practicarlo y salir indemne es posible. Sin embargo, basta que el nadador –o uno de ellos mismos- sufra una herida, por mínima que sea, para que el cardumen de tiburones lo despedace.

Y no hay que olvidar el efecto sobre la realidad del paro agropecuario que se desencadenará el 10 de febrero ni, mucho menos, las consecuencias de la histórica sequía que está destruyendo tanto a los productores cuanto a la caja del Gobierno.

Diseñemos, imaginariamente, el escenario de marzo: desocupación masiva, paro agropecuario, creciente inseguridad, cortes de energía a quienes no hayan podido pagar el aumento, desesperación de los ‘barones’ ante el suicidio que se les pide, incapacidad de reacción del Gobierno central, inflación en aumento (la temida “estanflación”), monstruosa caída en la recaudación, descontrolados reclamos salariales, y un posible default explícito (más allá del que trae aparejado, desde hace ya dos años, la manipulación dolosa de las cifras por el Indec y el reciente fallo del Juez Griesa, en Nueva York).

Con ese tan complicado escenario -ruego a Dios equivocarme y, con ello, convertirme en el hazmerreír de todos-, sólo es esperable una conmoción social de magnitud desconocida, con saqueos fogoneados por esos ‘barones’ que, por supuesto, pondrán cara de inocentes, y que convertirá a los sucesos de diciembre de 2001 en un mero ensayo de la obra real.

A partir de entonces, es dable esperar la renuncia, o la fuga, de doña Cristina y de su egregio cónyuge, el usurpador, a la cual intentarán sumarse los de Vido, los Jaime, los Boudou, los Randazzo, los Fernández (cualquiera sea su bigote), los Kunkel, los Conti, y tantos etcéteras. Espero que la sociedad entera lo impida porque, al menos una vez, los responsables deben pagar sus robos, sus estafas y sus crímenes en nuestra sociedad.

¿Qué sucedería en ese momento? Mi deseo será que asuma don Julio César Cleto, que éste llame rápidamente a elecciones, y que un nuevo liderazgo surja de las cenizas de esta Argentina que, pese a que “está condenada al éxito”, según Duhalde el bueno, no ha hecho otra cosa que fracasar durante los últimos 60 años.

Un último anhelo, como antes de una cirugía: si tiene que pasar, que sea rápido.

De todas maneras, si doña Cristina y don Néstor consiguieran capear ese temporal inédito, es altamente probable que pierdan las elecciones de octubre, traducida esa derrota en la resignación de las mayorías propias en las cámaras del Congreso. En la medida en que la filosofía y la lógica interna del modelo K impide que sus ejecutores puedan gobernar en minoría, el otro cuello de botella de la situación del país, y de su Presidente, se producirá entonces.

Enrique Guillermo Avogadro
Abogado

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