sábado, 31 de enero de 2009

Kirchner, el peronismo y la mancha venenosa


Desde que se inició el año 2009 Néstor Kirchner ha dedicado buena parte de su, digamos, horario de trabajo a entrevistarse en Olivos con gobernadores, intendentes y jefes políticos distritales del justicialismo.

Por Jorge Raventos

Podría enunciarse el siguiente postulado: el tiempo de la agenda de Kirchner entregado a esos menesteres crece de manera directamente proporcional a su debilitamiento. En los momentos en que la fortuna le sonreía (los precios de los commodities ascendían, las encuestas le aseguraban el respaldo de la opinión pública, la batalla con el campo no se había desplegado ni su derrota se había consumado), Kirchner empleaba sobre todo el teléfono y, por cierto, mucho menos para oir que para ordenar. Pero los tiempos han cambiado y la necesidad tiene cara de hereje.

La mancha venenosa

Ahora hasta le ha dictado una amnistía a Alberto Fernández, a quien le cascoteaba el rancho purgándole seguidores y durante semanas no le dio ni la hora: al parecer llegó el instante en que necesita otra cabeza para ver si puede revertir lo que los estudios demoscópicos le auguran para los comicios de octubre en la Capital. El peso de Mauricio Macri y de Elisa Carrió –Pro y Coalición Cívica- en el distrito porteño es abrumador, y los viejos aliados del kirchnerismo han venido ahuecando el ala. Jorge Telerman lanza flores hacia Carlos Reutemann y no descuida ni a Felipe Solá ni a Francisco De Narváez. ¿Se avecinará un reencuentro de Kirchner con Aníbal Ibarra? Las dotes de Alberto Fernández como rabdomante capitalino siempre lo orientan hacia esa fuente de agua. Pero Ibarra es una luz para la aritmética electoral y saca la misma conclusión que –salvando las distancias- vienen meditando la mayoría de los gobernadores y líderes provinciales del justicialismo: ir a las urnas de la mano de Kirchner es como perder a la mancha venenosa.

Efectivamente, los líderes peronistas de provincias no quieren saber nada con desarrollar en las próximas elecciones una estrategia nacional, inevitablemente atada a la familia Kirchner; quieren actuar con criterio local, que se los juzgue por lo mal o bien que ellos mismos hayan hecho en sus propios distritos. Quizás exagera Luis Barrionuevo cuando afirma que "un 99 por ciento de los peronistas odia a Kirchner". El asunto ni siquiera tiene esa cuota de pasión, sino más bien un cálculo frío y racional: "con Kirchner perdemos". Diagnóstico de Carlos Reutemann: "Santa Fe será un distrito muy difícil. Junto con Córdoba, son los más débiles para el kirchnerismo. Hoy no se puede salir a hablar del Frente para la Victoria en el interior santafesino. Ahora, si hablamos del Partido Justicialista, éste preserva un piso histórico del 28 al 30 por ciento del electorado. La cuestión es quién suma el otro 15 por ciento que se necesita para ganar con comodidad". Obvio: Reutemann considera que él puede ser quien sume ese 15 por ciento decisivo, pero le molesta que Olivos haya dejado trascender que lo hará como satélite de Kirchner, y sale velozmente a tomar distancia. Anticipa que no piensa competir bajo el emblema kirchnerista del Frente para la Victoria y amenaza con abstenerse de participar si pretenden condicionarlo desde Buenos Aires: "Hoy la situación es así: un 50 % de posibilidades de que me postule para senador como otro 50% de que no lo haga".

La agenda de Kirchner tuvo un espacio dedicado al gobernador cordobés Juan Schiaretti. "La reunión fue pedida por Kirchner", hizo saber el gobernador, quien también puntualizó –con especial dedicación a los medios de su provincia que le había aclarado al marido de la presidente que “el peronismo de Córdoba tiene características propias", (por cierto: los principales referentes justicialistas, empezando por José Manuel De la Sota, levantan posiciones adversas al kirchnerismo). "Vamos a defender la provincia, el campo y una ley de coparticipación. Córdoba está poniendo más que lo que recibe", agregó Schiaretti.

El titular del Pejota se vio también, entre otros, con el gobernador sanjuanino José Luis Gioja. Trascendió poco de la reunión, pero Gioja le dijo a los medios sanjuaninos que "la mejor campaña en cualquier elección, es tratar de gobernar bien, y es lo que estamos tratando de hacer en San Juan, que es para lo que los sanjuaninos nos han elegido". La misma música localista que silban otros caudillos de distrito.

Ante estas novedades, Kirchner recibe las debidas instrucciones del jefe de la Unidad Presidente de la Casa Rosada, que es su rastreador para la política partidaria, Juan Carlos El Chueco Mazzon. La fórmula, para usar los términos que emplean en los Estados Unidos es "relax and enjoy" (traducible como "relájate y goza"). En otras palabras, el consejo le prescribe a Kirchner aceptar la realidad como viene y ejercitar el control de daños. Eso se lee más o menos así: "es inevitable que los líderes de provincias tomen distancia y se autonomicen; disimulemos las divergenciasy hagamos como si fuéramos una familia unida, así el día siguiente de la elección contamos los votos de ellos como si fueran votos de la conducción nacional". Habrá que ver si esa verónica engaña a algún toro de la política nacional. Lo que es seguro es que no va a confundir a los propios jefes de distrito: ya mismo, sin esperar al día después de la elección sacan la conclusión de la llave para liberarse del cepo kirchnerista, que los mantuvo trabados durante tantos meses, está ahora en sus propias manos.

Ni piso ni techo

Esa conclusión alcanza a dirigentes peronistas que están más allá de los límites distritales. Por ejemplo, los jefes del sindicalismo. Hugo Moyano, el dirigente gremial más próximo a los Kirchner (al menos si se atiende a sus dichos públicos) dejó claro que no está dispuesto a seguir la estrategia K en materia de ingresos. Anunció que no se guiará para discutir salarios por las estadísticas del INDEC, sino por "el índice de las amas de casa". Más claro: "no vamos a aceptar ni el techo del 10 por ciento de aumentos que quieren las empresas, ni el del 15 por ciento del que habla el gobierno". Más claro aún: los gremios trabajarán en las paritarias cercanas por incrementos del orden del 20 por ciento. La cifra tiene bastante que ver con "el índice de las amas de casa". Según un estudio del Centro de Investigación en Finanzas (CIF), 20 por ciento es la inflación prevista por la sociedad para el año que corre. El mismo trabajo señala que la "inflación percibida" por la gente correspondiente al año que termina (con datos parejos de todo el país) fue de 30 por ciento: cuatro veces más que la que midió el INDEC. "La magnitud de la brecha indica que el IPC oficial ha subestimado los incrementos en los precios al consumidor", destacan los analistas. Es claro el motivo por el cual Moyano le cree más al Indec de las amas de casa.

Aunque el liderazgo del camionero está en cuestión, uno de sus principales desafiantes, Luis Barrionuevo, admite que "en los grandes temas, que tienen que ver con los trabajadores, siempre hubo estrategias en común". Barrionuevo apunta contra Moyano porque "fue funcional a los Kirchner y se sacó la foto con ellos congelando el salario de los trabajadores", pero agrega que si este año la CGT se juega por las paritarias libres y sin techo, "si él me demuestra que está con los trabajadores, le vamos a creer". Moyano ha salido a proclamar paritarias "sin piso y sin techo". En resumen: también en el campo sindical el realismo empuja a sus dirigentes a tomar distancia de Kirchner y su esposa, la presidente.

Otros índices, más allá del salarial los empujan en ese rumbo: los índices de pobreza (personas cuyos ingresos no superan el costo de la canasta básica) han superado el 30,5 por ciento (una tasa más alta que la de dos años atrás). El país cuenta con 12 millones de personas bajo el límite de la pobreza y 4.200.000 personas relegadas por debajo del nivel de la indigencia, que no pueden afrontar el costo de la canasta básica alimentaria. Aunque la crisis endógena e importada no ha alcanzado un punto de clímax, hay analistas que estiman que si la economía argentina sigue sin crear empleo durante todo este año, unos 300.000 argentinos pasarían a engrosar las filas de desocupados, que hoy superan el millón doscientos mil.

Tranqueras adentro

El campo no ha tomado distancia del oficialismo. Allí es al revés: es el gobierno K el que toma distancia del campo. Hace jueguito para la tribuna, y produce anuncios referidos al campo sólo destinados a exhibir ante la opinión pública una presunta vocación negociadora que, a los ojos de los productores, es más bien una voluntad provocadora. Los chacareros comentan con amarga ironía que no les sirve de nada que les ofrezcan créditos para comprar maquinaria cuando el gobierno dinamita la rentabilidad con sus retenciones, sus regulaciones y sus prohibiciones. Alegan que es una broma de mal gusto prometer la rebaja de un punto adicional de retenciones por cada millón extra de toneladas de maíz o trigo que se coseche por sobre la media, cuando es obvio que este año ambos cultivos van a caer a la mitad de su producción anual por el desaliento que genera el propio gobierno con su política. Agricultores, ganaderos, lecheros están indignados porque el gobierno no sólo no los escucha, sino que ni siquiera los oye, ni oye a los asesores que podrían ilustrarlo sobre la dramática situación que vive el campo, brutalmente agravada por la sequía. De esa indignación cabe esperar un retorno a las medidas de lucha del campo, que en lugar de empezar en marzo, se adelantarán a febrero.

Los meses próximos serán escenario de esa renovada pelea del campo, de la pulseada sindical por las paritarias, del desarrollo de la crisis que ya se expresa en suspensiones y despidos, y también de las tensiones que emergen de la pura lógica política. El zapatazo lanzado por Luis D'Elía contra el jefe de gabinete, Sergio Massa, acusándolo de "lamer las botas" de Estados Unidos, Inglaterra e Israel es otra muestra de las pugnas intestinas que padece el menguado frente oficialista. El kirchnerismo ha zigzagueado entre distintas posturas: en rigor, sus definiciones ideológicas son irrelevantes; lo que lo determina todos sus movimientos, en escenarios locales o internacionales, es su objetivo de hegemonía doméstica. Como lo describió Luis Barrionuevo: "Destruyó los partidos políticos con el cuento de la transversalidad, hizo un rejunte y terminó volviendo al peronismo. Ahora está con la vieja política de la que el matrimonio renegaba, terminó necesitando de los intendentes del Conurbano y hoy los besa y los abraza en Olivos". El verdadero problema de Kirchner es que esa necesidad ya empezó a ser no correspondida.

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