domingo, 2 de agosto de 2009

Populismo Latinoamericano, otra forma de terrorismo

Se han mimetizado tras la noción de "derechos humanos" y bajo esa bandera sentencian con más autoridad que los jueces haciéndose dueños de la definición del bien y del mal. Lo curioso es presenciar cómo, frente a ese despropósito, la razón retrocede, se repliega y teme.

Por María Zaldívar

En los años ´60 desembarcaron en la región las primeras células de guerrilla urbana entrenadas en la Cuba castrista y en Líbano. El país elegido en primer término fue la Argentina, donde un grado de violencia desconocido asoló a la población durante una década. Derrotado el brazo ejecutor pero no la ideología, brotes de similares características se reprodujeron a lo largo del continente: Chile, Uruguay, Brasil, Guatemala, Colombia y México para nombrar algunos ejemplos debieron soportar también el flagelo del asesinato en nombre de una supuesta causa liberadora. Con mayor o menor suerte, dichos focos terroristas, todos de izquierda radicalizada, fueron sofocados pero importantes secuelas de su accionar persisten en las sociedades que los sufrieron.

El hambre encabeza el sembrado de padecimientos. La pobreza regional es resultado de administraciones irregulares, muchas veces de facto, escaso respeto por las leyes y falta de garantías al capital y la inversión, único mecanismo de creación de riqueza. El legado ideológico es el otro cáncer, probablemente aún más nefasto que el económico pues no se revierte sólo con políticas públicas correctas.

La manipulación de amplios sectores sociales que, en grado de indigencia, están privados de educación, orienta con perversa intencionalidad a una falsa utopía socialista que los confunde con la esperanza de un mejor pasar de la mano de un estado proveedor y protector que los va a rescatar de las garras del perverso sistema capitalista que, se les inculca, los abandonó.

Incoherencias de la guerra de guerrillas del siglo XX: los que perdieron por las armas y no pudieron instalar a la fuerza regímenes políticos totalitarios, en la actualidad ganan terreno en el plano de las reivindicaciones sociales "políticamente correctas". Allí se han mimetizado tras la noción de "derechos humanos" y bajo esa bandera sentencian con más autoridad que los jueces haciéndose dueños de la definición del bien y del mal. Lo curioso es presenciar cómo, frente a ese despropósito, la razón retrocede, se repliega y teme.

El reciente episodio de Honduras es un claro ejemplo. Pocas fueron las voces, todas aisladas, que se atrevieron a pronunciarse a favor de las decisiones tomadas en ejercicio pleno de la libre determinación, por un país soberano. Sin llegar al extremo del ridículo en el que cayó por voluntad propia la Presidente argentina Cristina Kirchner de sobrevolar el territorio hondureño reclamando el respeto a las instituciones que ella y el partido gobernante que la respalda avasallan a diario desde hace décadas, el continente entero intentó forzar la reivindicación del dictador impulsado más por el castigo que recibirían de la izquierda que por genuina convicción. Todos sabían que el modelo Zelaya era una dictadura encubierta orientada a perpetuarse en el poder. Todos sabían del apoyo estratégico que recibe de Chávez y nadie reclamó por las libertades conculcadas mientras eran las de "los otros". Como nadie aúlla por el atropello chavista a los medios de comunicación, o por la masacre que impusieron las FARC en Colombia a la población civil.

Las airadas voces que, invariablemente, se levantan en la Argentina cuando el revés de los hechos le toca a la izquierda, nada dicen hoy que Alfredo Solari, prestigioso profesor de Derecho Constitucional, es perseguido sin descanso para que abandone la universidad luego de décadas de enseñanza porque se animó a ejercer la defensa de algunos de los militares que lucharon contra el terrorismo. Nada dicen esos militantes del terror sobre la negación de justicia que se practica en la Argentina como nada dicen en favor de la libertad de expresión, de la libertad de cátedra o de la libertad a secas.

Quiera Dios que despierten en esta parte del continente americano los defensores de la libertad y murmuren, como Jorge Luis Borges "Mi carne puede tener miedo; yo no" y se embarquen definitivamente a su conquista, sin descanso.

María Zaldívar Blog

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