martes, 14 de junio de 2016

PENOSA CONFIRMACION

"La amenaza es el arma del amenazado"
Leonardo Da Vinci

Por Enrique Guillermo Avogadro


Hace dos semanas alerté acerca del indignante plan de desestabilización que el kirchnerismo, ante la inminencia de la cárcel, está organizando contra la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires y, en una carambola, afectar la gobernabilidad del propio Presidente; el objetivo es amenazar a los jueces federales, que aceleran ahora las causas de corrupción (en defensa propia), con un imaginado y vengativo retorno. Lo que hemos visto esta semana, con piquetes y cortes de calles y avenidas, que requieren de ingentes sumas para transporte y alimentación (se pagaban con "cajas" oficiales y ahora lo hace Cristóbal Timba López, también con nuestros impuestos robados), no ha hecho más que confirmar ese pronóstico: no sólo han vuelto los encapuchados armados con garrotes sino que, de la mano de los Moyano, los gremios que representan a los trabajadores mejor pagados realizan huelgas salvajes e irrazonables, que dejan a la población sin combustibles y sin aviones.

No niego, obviamente, que la situación económica está muy complicada para muchos de nuestros conciudadanos, pero no está de más recordar que los aumentos en la energía y el transporte no han impactado sobre los más débiles, que continúan recibiendo subsidios, inclusive mayores, mediante la tarifa social y la tarjeta SUBE, sino sobre las clases medias, tradicionalmente pasivas; entonces, y más allá de la terrible inflación en los precios de la canasta básica, no puede comprenderse la protesta sino atribuyéndola a intencionalidades políticas. Por ello, la Casa Rosada está extremando los cuidados porque es harto probable que regresen los violentos saqueos a supermercados. Algunos caciques vinculados a lo peor del kirchnerismo residual, como Fernando Espinoza y Verónica Magario, ambos de La Matanza, tratan de encender la hoguera, como ya hicieron en 2001, cuando el fuego y la sangre, que tanto promovieron, llevaron al cajón de la historia al gobierno de Fernando de la Rúa.

Mauricio Macri ha tenido, en algunos campos, mala suerte. Su indisposición, mal manejada desde el punto de vista comunicacional, opacó hasta la invisibilidad el imprescindible informe que, con el título de "El estado del Estado" (puede verlo en http://tinyurl.com/z7yc8rq), hubiera debido ser la noticia del semestre, ya que en él se describe, área por área -por cierto, no está completo- cómo la desidia, la ignorancia, la torpeza y, sobre todo, el más descarado latrocinio influyeron en el lamentable legado que la "noble viuda" dejó a su sucesor. Si no fueran tan trágicos, moverían a risa muchos episodios conocidos recientemente, como el viaje de una comitiva de Fabricaciones Militares al Festival de Cannes para aprender cine o la falsificación de facturas de hoteles y traductores por Guita-rrita Boudou.

Lo mismo sucedió con muchas otras buenas noticias -la recuperación de Cresta Roja, el arreglo con los holdouts, las extraordinarias medidas para pagar la eterna deuda previsional (el cobro irá directamente al consumo), la escasa repercusión de la inevitable devaluación, la incorporación a la Alianza del Pacífico como observadores, la devolución del IVA a los más necesitados (como deben exigir factura, impedirá la evasión y favorecerá la recaudación y, por eso, no comparto la imposición de un límite máximo), etc.- que no tuvieron la trascendencia que merecían por la irrupción de brulotes informativos, como fueron los Panamá Papers, otro caso de flagrante mala comunicación. Recuerdo que un colega brasileño me comentó que lo sorprendía que los argentinos estuvieran más preocupados por saber qué hizo Macri con su dinero que por lo que hizo Cristina con el de todos; más asombroso aún es que estén reclamando al Presidente soluciones mágicas, y como tales inexistentes, para los gravísimos problemas generados, en muchos casos adrede, por la asociación ilícita que nos gobernó durante los últimos doce años y medio.

Sin embargo, los opositores, incluso aquellos que parecen más colaborativos, se quejan por la falta de inversiones productivas, pero ¿cómo podrían venir si la monumental crisis energética que gestó el kirchnerismo para robar YPF -y, de paso, en la importación de gas licuado- no puede solucionarse de un plumazo? Para regresar al perdido autoabastecimiento y, con ello, tranquilizar a los interesados en venir, se necesita tiempo y continuidad en las políticas para el sector. En ese mundo no hay locos; por eso, sería desconcertante el arribo de capitales para instalar nuevas industrias mientras los cortes en el suministro de energía continúen siendo recurrentes.

A pesar de todo, la ciudadanía sigue acompañando al Presidente, que registra un nivel de aceptación enorme (56%, según encuestadoras peronistas) aún cuando, con toda lógica, el heredado desmadre de la economía y las medidas adoptadas para intentar corregir su rumbo de colisión final, todas muy antipáticas pero indispensables, hubieran debido hacer caer mucho la apreciación popular. Pero, insisto: esta prolongada luna de miel sólo subsistirá si la sociedad percibe que se terminó la impunidad, que todos somos iguales ante la ley, que ya nadie tiene privilegios y que quienes robaron tanto a tantos terminan en la cárcel; la mera comparación con lo que está sucediendo en este tema en Brasil, al menos por ahora, nos hace pasar vergüenza como país. Pero, además, Macri debe recordar que los votos que le permitieron vencer provienen de varias canteras de pensamiento pero tienen denominadores comunes en materia de exigencia: la transparencia y la decencia de su equipo; la vara con que se lo medirá estará entonces infinitamente más alta que la que usamos con sus antecesores.

En otros terrenos, en cambio, se percibe ya una brisa favorable: las commodities agropecuarias mantienen sus altos precios después de la debacle del año anterior, la industria de la maquinaria agrícola ha vuelto a despegar y los tonelajes de granos que sobrevivieron a las lluvias e inundaciones siguen trayendo buenas noticias y, a pesar que el alza en las cotizaciones del petróleo encarecerá las importaciones de energía, ese daño se verá bastante compensado con la reducción de los subsidios internos a las compañías. Además, la exportación de servicios informáticos ya supera -cinco veces más- a nuestras ventas de vinos finos al exterior. Y el lanzamiento del muy ambicioso plan de obras públicas mejorará la deteriorada infraestructura que recibió el Gobierno de su antecesora y generará miles de puestos de trabajo genuinos; resta saber qué sucederá cuando los actuales beneficiarios de planes "no-trabajar" deban tomar el pico y la pala, ya que al menos dos, sino tres, generaciones de ellos nunca han tenido una ocupación digna de tal nombre.

No me preocupa que el Ejecutivo deba negociar cada proyecto legislativo y efectuar en muchos casos concesiones a los adversarios, porque en esa negociación, créase o no, está en el ADN de la democracia. El inconveniente actual es que la oposición está manifiestamente desmembrada y carece de líderes ciertos, por lo cual los votos necesarios se obtienen de a uno, pero no es menos cierto que no hay partido o "espacio" alguno que pueda ignorar a los otros y, salvo los impresentables (Diana Conti, Máximo Kirchner, Carlos Kunkel, Guillermo Patotín Moreno, Luis ¡Amor, amor! D'Elía, Fernando Garrote Esteche y algunos pocos más) nadie quiere que el Gobierno descarrile. Porque lo que evitamos en las últimas elecciones fue transformarnos en un miserable país, como el que han convertido a Venezuela los corruptos tiranos Hugo Chávez (q.e.p.d.) y Nicolás Maduro, totalmente aislada del mundo civilizado y sumida en el hambre más pavoroso y la violencia más sanguinaria.

Tengamos paciencia. Es claro que las medidas económicas duelen, y mucho, pero debemos saber a qué y a quién debemos tener que adoptarlas, y exigir el condigno castigo para los responsables.

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