domingo, 30 de abril de 2017

RÉMORAS ARGENTINAS



Falta tomar conciencia colectiva sobre las limitaciones que impone la realidad; no es viable un país donde los lastres superan a quienes deben alimentarlos

Rémora: pez marino de color gris o negro, cuerpo alargado, aletas largas y escamas pequeñas; se adhiere fuertemente a otros vertebrados acuáticos para ahorrar esfuerzo, alimentándose de sus despojos; es voraz y vive en aguas tropicales.

Desde hace muchas décadas, la República Argentina sufre la proliferación de rémoras, que viven en los intersticios de la sociedad y con sus escamas pequeñas logran protección legal, política y aún cultural, impidiendo su extirpación. Las rémoras, unidas, proclaman que "jamás serán vencidas".

Todas las inconsistencias entre el tipo de cambio, la tasa de interés y el déficit fiscal tienen su causa en las millones de rémoras que bloquean las reformas, el aumento de productividad y, en última instancia, el progreso de la sociedad en su conjunto. Digámoslo ya. No son rémoras quienes necesitan en forma genuina la solidaridad de los demás: los pobres, los ancianos, los excluidos.

El presidente Mauricio Macri advierte que para el cambio profundo no basta estar juntos, ni viajar al exterior, ni licitar autopistas. El cambio requiere enfrentar intereses creados, de dimensiones colosales, por la acumulación geológica de privilegios, prebendas y canonjías que nadie jamás enfrentó. Por el contrario, el deporte nacional ha sido la pesca de rebusques para vivir de los demás. Convertirse en rémoras, con obras públicas, con incisos confusos o con empleos difusos.

Cuando se aproximaba el primer paro general contra su gestión, el Presidente dijo, por primera vez, que "hay mafias en sindicatos, empresarios" y otros sectores. Poco después, el sindicalista Omar Viviani pareció darle la razón cuando instigó a "dar vuelta los taxis" que no se acoplaran a la huelga. El primer mandatario también sentenció: "El Estado no debe ser un aguantadero". Mafias o rémoras, distintos grados del mismo pez marino, que puede ser gris o puede ser negro.

El camionero Pablo Moyano le respondió con ironías, sugiriendo corrupción en el macrismo y que deberían disculparse con Báez. Pero ni él ni su padre han hecho públicas sus declaraciones juradas de impuestos, ni han abierto sus patrimonios para desmentir vínculos con empresas que les son atribuidas a través de testaferros. El sindicalismo maneja cuantiosos fondos públicos y tiene que responder por ellos, al detalle.

Hay rémoras en el Estado, en los sindicatos, en las empresas. El ministro de Cultura de la Nación denunció la existencia de quioscos, maxiquioscos y polirrubros en el Instituto Nacional de Cine. De inmediato, la corporación de directores, artistas y productores se lanzó al ataque, como si la denuncia pusiese en peligro el cine argentino. Como en tantos organismos creados para fines loables, las rémoras logran cooptarlos manejando asesores, compras y contrataciones, dejando apenas monedas para los auténticos destinatarios de su creación.

Una carta de lectores en LA NACION sobre los costos que imponen los sindicatos a quienes emplean en blanco, echó luz sobre las rémoras que viven en las entrañas sindicales, extrayendo plusvalías de las obras sociales, de sus ingresos para "capacitación" o de sus múltiples aportes especiales, debido a convenios homologados por ministros simpáticos a las rémoras. Por culpa de éstos surgió el empleo en negro y la evasión de aportes. Una ley de blanqueo laboral no debe solamente implicar costo fiscal, sino eliminar los quioscos, maxiquioscos y polirrubros listados en cada recibo de sueldo. Los sindicalistas deben mostrar "manos limpias" en lugar de "frotarse las manos" con la llegada de nuevos aportantes.

Hay rémoras en la administración central y no solamente "ñoquis". Una sociedad sólo puede mantener un sector estatal en armonía con la productividad de su economía. Cuando se establece un organigrama con 21 ministerios, 87 secretarías, 207 subsecretarías y 687 direcciones nacionales, aunque sus integrantes sean personas íntegras y dedicadas, muchísimas son rémoras. Sueldos que la sociedad no puede pagar, sin flaquear a través de cierres de comercios, concursos, despidos o quiebras. Hay rémoras en la docencia, como quedó de manifiesto durante la huelga de maestros. Son rémoras cuando abusan de los estatutos docentes ausentándose con certificados médicos falsos o mediante acomodos políticos. Hay rémoras en la investigación científica cuando, por presión política, se costean becas para indagaciones que carecen de simetría con la situación de las arcas públicas.

Hay rémoras en los demás poderes del Estado, nacional y provincial. Se acumulan rémoras en las 23 provincias y sus municipios, además de la ciudad de Buenos Aires. Cuando los gobernadores reclaman coparticipación, no es para realizar obras, sino para atender nóminas de personal y mantener cadenas de quioscos, maxiquioscos y polirrubros. Ni qué hablar de la exención del impuesto a las ganancias en la provincia de La Pampa: son verdaderas rémoras "vernáculas".

Existen 257 diputados y 72 senadores en el Congreso de la Nación. ¿Cuántos recursos públicos se destinan a bolsillos de personas que no crean valor para la sociedad? ¿Cuántos quioscos, maxiquioscos y polirrubros operan bajo las augustas bóvedas del Palacio de la avenida Rivadavia? Son rémoras intocables, en nombre de la democracia, para emplear a correligionarios.

Hay rémoras en el Poder Judicial, tanto por las exenciones fiscales de empleados, funcionarios, fiscales, defensores y jubilados, como por su destacado aporte a la "industria del juicio" cuyas rémoras de distintas profesiones se alimentan durante años en peritajes, audiencias, alegatos y apelaciones. Tabuladas en rígidas normas de aranceles, defendidas por corporaciones de rémoras.

Hay rémoras en el sector privado cuando se obtienen, gracias al Estado, ganancias extraordinarias sin relación alguna con la riqueza aportada a la sociedad. En el pasado se han visto casos obscenos, como avales públicos millonarios impagos, créditos oficiales incobrables, promociones industriales para disfrute de contadores y protecciones inmorales a costa del sueldo de los trabajadores. Ahora se renueva el Compre Nacional, una concesión política a ciertos sectores fabriles para compensar desquicios provocados por rémoras que no pueden atacarse. Con ese mecanismo se amasaron fortunas saqueando a YPF, ENTel, Segba, Gas del Estado y tantas empresas públicas que desvirtuaron, a favor de rémoras poderosas, el ingenuo propósito de esa legislación.

Falta una toma de conciencia colectiva acerca de las limitaciones que impone la realidad. No es viable un país donde la cantidad de rémoras supera a quienes deben alimentarlas. Se requiere un acuerdo serio, con la indispensable participación del peronismo republicano, para adoptar reglas básicas de convivencia que eviten una nueva crisis y permitan el crecimiento de la Nación. Una de ellas, muy simple, es que cada cual debe vivir de su trabajo y que cada trabajo debe ser productivo y no ficticio, inventado como subterfugio para apropiarse del esfuerzo ajeno. Como lo hacen las rémoras.

Editorial La Nación

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