jueves, 30 de mayo de 2019

¡BINGO! ESTA VEZ SÍ CREO TENER LA SOLUCIÓN



Acaso la solución a los problemas argentinos esté al alcance de la mano y no nos hemos dado cuenta. Increíble que ninguno se haya percatado. 

Por Carlos M. Reymundo Roberts

Pero, antes de decir cuál es, analicemos el devenir político de estos días. Sin exagerar, se viven tiempos de angustia y desolación que nadie representa mejor que Sergio Massa. El destino está siendo muy injusto con él. La Providencia debería revisar sus planes: no se lo puede someter a este escarnio. ¿ Tajaí, Todopoderoso? Si tajaí, si todavía estás gobernándonos desde el más allá (si no lo estás, te reentiendo), pido que te apiades de él. De onda te lo pido.

Estoy hablando, claro, del tortuoso derrotero que lo está llevando nuevamente al kirchnerismo. Sergio fue intendente de Tigre. En términos electorales, poca cosa. Fue jefe de Gabinete de Cristina. La nada misma. O peor. Hasta Aníbal Fernández, una suerte de falla geológica, y Coqui Capitanich, una falla, sin más, lo fueron. 

Cuando Cristina, en su perversión política infinita, quería castigar a alguien, exponerlo, degradarlo, lo hacía jefe de Gabinete. Sergio, pícaro como pocos, se dio cuenta y le renunció. Antes lo había hecho Alberto Fernández, que después de huir despavorido se convirtió en uno de los más agudos críticos de la señora [N. de la R.: sí, es el mismo Alberto Fernández que hoy la acompaña en la fórmula]. 

Les decía: Sergio escapó de las garras del enemigo, o de la enemiga, y a partir de ahí se convirtió en la gran estrella del firmamento local, que cortaría los sueños de eternidad de Cristina y amassaría sus propios sueños presidenciales. Ya sabemos que esa historia no terminó como a él le hubiese gustado. Pobre, con lo lúcido que es. Una noche, comiendo un asado en casa, cuando Macri llevaba un año en el poder, me hizo ver, antes que nadie, que el Gobierno lo había sorprendido: "Políticamente se mueve bien, pero económicamente es un desastre. Lo contrario de lo que todos esperábamos". Profético el tigrense de los llanos. Profético y seductor: las mujeres de casa estaban encantadas con su discurso.

Después, a medida que sus horizontes se estrechaban, que su "ancha avenida del centro" devenía sendero intransitable, empezó a coquetear con el kirchnerismo en el Congreso. Se ganó entonces el apodo de Ventajita, acaso el mayor acierto político de Macri (también le reconozco como hallazgo lo que dijo el lunes al inaugurar el Paseo del Bajo: "Este pavimento no es relato, es real"). Ventajita: una verdadera lápida que Sergio se dedica a honrar. Ya no está pensando en si vuelve o no a los brazos de Cristina, sino en qué términos lo hace. Es ahí donde pido que la Providencia obre con misericordia. Alberto Fernández, Felipe Solá y ahora Massa tomaron en su momento lo que parecía más una decisión de vida que una estrategia política: ellos son peronistas, peronistas de Perón, y no camporistas, no hebedebonafinistas, no chavistas, no iranistas del Hezbollah. El economista de sus sueños es alguien como Lavagna y no alguien como Kicillof, al que calificaban de "zurdito". Alguno de ellos ha dicho, en la intimidad, que el peor error de Perón fue Isabelita, y el de Néstor, Cristina. Todos ellos, como Pichetto, Urtubey, Schiaretti y tantos otros, no se identifican ni con las ideas, ni con los amigos, ni con el tipo de liderazgo de la señora. ¿Por qué la suerte, esquiva y cruel, los vuelve a poner en sus fauces? ¿Por qué quedan otra vez a tiro de sus vejámenes? Si algo hicieron mal, ¿no podrán purgar sus penas con prisión domiciliaria y no en las cárceles patibularias que ella les tiene preparadas? Al Todopoderoso me dirijo: entre el cielo y el infierno, ¿no se les podrá conseguir en Airbnb un purgatorio con vista al río?

Por supuesto, no ignoro que Sergio se ha ido quedando sin alternativas -hasta las mujeres de casa lo miran ahora con desdén- y que su coartada es la inclusión de Alberto en la fórmula. Un anticristinista rabioso como conjuro del cristinismo, diseñado por Cristina. Jugada genial, con la salvedad de que es la misma jugadora que ya tiró varios penales a la tribuna.

La referencia futbolera me da pie para ir a la médula de esta columna: de qué forma nuestro país puede solucionar sus problemas. Hemos probado con Néstor, racinguista; con Cristina, hincha de Gimnasia; con Mauricio, bostero. Dicen que Alberto F. es hincha de Argentinos Juniors, pero sospecho que ya se debe haber hecho de Gimnasia. Massa es el alma mater de Tigre, que acaba de descender. Lavagna es hincha de Lavagna, que no se está clasificando para ninguna de las Copas. Urtubey seguramente es de Juventud Antoniana o de Gimnasia y Tiro, y una vez lo vi en una foto con la camiseta de Boca. También María Eugenia Vidal es bostera. Lo mismo que el Pichichi Scioli. Ya se imaginan adónde estoy yendo, ¿no? Me pregunto: ¿y River? ¿Qué lugar tiene hoy River en la política argentina? Concretamente, propongo que le demos una oportunidad al Muñeco Gallardo, o a Rodolfo D'Onofrio, que tienen un gran equipo (ese sí es el mejor equipo de los últimos 50 años) y ganaron todo. ¿Suena extravagante? No más que Trump o Bolsonaro. No más que Alberto F. precediendo a CFK. No más que la fórmula Kicillof-Magario.

Digo, ya estamos hartos de perder por goleada. Qué difícil se nos está haciendo conseguir un buen DT.

LA NACION


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