sábado, 25 de mayo de 2019

EL SOFISMA DEL NEOLIBERALISMO


A lo largo de las últimas décadas, principalmente en Sudamérica, el término “neoliberalismo” ha cobrado un llamativo fervor y es usado únicamente por los lobbies izquierdistas. 

Por Santiago Junes y Lucas Junes

Cualquier persona que tenga conocimientos en la literatura y teoría de la doctrina del liberalismo, sabrá que el neoliberalismo no figura en ninguna de sus partes. No existe un “nuevo liberalismo”- Si bien la doctrina se va modificando, estructurando o mejorando a lo largo del tiempo, siempre sus ramas se basan, principalmente, en defender los tres derechos naturales-.

El término suele ser usado principalmente de dos maneras, las dos con el objetivo de descalificar a toda persona o a toda norma que opine o se aplique de una forma políticamente incorrecta. Aquél que esté abogando por una sociedad con estado limitado, un comercio libre de regulaciones y un sistema laboral manejado en su totalidad por los individuos fuera del aparato estatal, es el Leviatán de los SJW: social justice warriors (apodados de esta forma en los países anglosajones), o guerreros de la justicia social- y toda la “new left” (nueva izquierda). Estos segundos calificarán a los primeros como “neoliberales”, por más que no tengan ni la más pálida idea de la etimología ni el significado del término.

La segunda manera usada de forma despectiva de la expresión se da cuando el ente político de una determinada sociedad impone una serie de normas cuyo propósito de las mismas es reducir el gasto público, reformar el estado para mejorar su eficiencia reduciendo su tamaño, limitar drásticamente la expansión monetaria y abrir el comercio. Nuevamente las personas con ideales políticamente intervencionistas estarán mortificando con su palabra fetichista.

Ahora bien ¿De dónde surge el término “neoliberalismo”? ¿Qué políticas defienden los “neoliberales”? ¿Es una rama del liberalismo o del socialismo? Esas son las preguntas que intentaré responder en esta columna para desdecir todo tipo de argumento descalificador que posea este sofisticado término.

Las investigaciones hechas por el abogado y presidente de la FPP Axel Kaiser indican que el origen de la palabra neoliberalismo aparece por primera vez en 1938, el primero en usarla fue el pensador socialista Alexander Rustöw.

Rustöw, consciente de las atrocidades causadas por el sistema totalitario, que en toda literatura de la misma propone tácitamente las restricción de libertades naturales, y el progreso recíproco en los sistemas que se basan en la división del trabajo fundado en la propiedad privada de los medios de producción, estructura y sugiere un sistema entrelazando principios fundamentales de estos sistemas.

Así es como nace, teóricamente, unas de las variaciones de lo que Mises llamaba “el tercer sistema”, es decir, una serie de políticas intervencionistas que atentan contra las libertades de las personas pero no llegan a la aplicación del totalitarismo preservado en un sistema socialista soviético.

Entonces el neoliberalismo teórica y prácticamente es lo contrario al “respeto irrestricto a los proyectos de vida del prójimo” y no es más que una de las variables de sistemas intervencionistas, como lo es por ejemplo, la socialdemocracia.

Una vez plasmado esto, debería quedar claro que las políticas neoliberales son intervencionistas, y como toda norma intervencionista y coactiva, está destinada a llevar al decrecimiento económico. Y como un ejemplo de esto describiremos la situación de la Argentina.

Argentina hace exactamente un siglo estaba alejándose de las normas y políticas basadas en la libertad que llevaron al país a ser potencia mundial. Luego de los años 20’ el país adoptó medidas intervencionistas de mayor o menor grado, ya sea en el año 1946, con Perón al poder o con las dictaduras militares que se dieron más adelante, cuyas características fueron medidas como los controles de precios, aumentos de salarios ignorando los precios relativos, regulaciones laborales, la toma deuda y la emisión de moneda por encima de su demanda. Esto penetró profundamente en la economía a tal punto de destruirla.

A principios de este siglo el populismo tomó lugar no sólo en el gobierno, sino también en los ideales de las personas. Actualmente, el gobierno es un ejemplo del anti-liberalismo: en lugar de corregir los errores hechos por el régimen anterior y adoptar medidas radicalmente contrarias, se dedicaron a seguir con la emisión monetaria, aumento de impuestos, aumento del gasto público y sobre todo, toma de deuda. Como consecuencia, para no ir directos al default, el gobierno se vio obligado a realizar recortes en distintos sectores de manera estrepitosa.

Estas últimas medidas generaron en los defensores acérrimos del populismo y la justicia social un clima de odio profundo, calificándolos como un régimen “neoliberal”, obviamente, la descalificación nace desde la deducción de que se trata de un gobierno liberal. Como explicamos anteriormente, el gobierno de turno no tiene absolutamente nada que ver con la libertad. Pero en cierto sentido y sin ellos mismos darse cuenta, tienen razón al calificarlo de esa manera si tenemos en cuenta las raíces de la palabra “neoliberalismo”.

Los neoliberales son los populistas, los intervencionistas, los socialistas, aquellos gobiernos con una economía planificada casi en su totalidad. Lo que sucede al fin y al cabo, es que los que usan el término para descalificar carecen de los conocimientos necesarios para determinar la veracidad de si un sistema es neoliberal o no.

El gobierno actual es neoliberal, los que lo descalifican tienen razón, pero tienen un concepto radicalmente errado de lo que es, de donde viene y cómo son sus ideales (neoliberalismo). Ahora bien, cualquier persona que se califique de neoliberal o está sumamente confundida o desconoce de la literatura del liberalismo. El término usado como un neologismo es aceptado, pero teóricamente es algo inexistente para autodenominarse como tal. El neoliberalismo, como bien sostienen liberales como Friedrich Hayek o von Mises, no es más que una rama del intervencionismo.


El Club de los Viernes


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