El aborto parece haberse transformado en una cuestion de principios que forma parte del combo de ideas "progresistas". Los que, por el contrario, piensan que existe un bebe y que ese hecho debe al menos ser tenido en cuenta, son depositarios de los peores epitetos: derecha ultramontana, conservadores y, si hay tiempo, partidarios de la dictadura y el genocidio.
Por Gonzalo Neidal
Alguna prensa está enfurecida. Indignada.
Dice Clarín: "En Mendoza no dejan abortar a una nena de 12 años que fue violada por su padrastro".
Dice Página 12: "La segunda violación de una nena". Esta segunda violación sería el impedimento judicial para abortar.
Dice Crítica, en tapa y con foto de panza de embarazada: "Será injusticia".
Un diario local titula a seis columnas: "Deniegan el aborto a una niña violada". Y en bajada asegura: "Para la Justicia, la chica no quería dañar el feto".
A esta altura los hechos son bien conocidos: una niña de 12 años fue embarazada por su padrastro, en Mendoza. La madre quiere que su hija aborte pero ella, la joven embarazada, quiere tener a su hijo. Además, un juez ha decidido que el embarazo continúe.
La prensa, en general, omite un dato esencial, o lo aporta como una insignificancia: la niña de 12 años quiere que su hijo nazca. Pequeño detalle. No ha sido el juez quien ha decidido tal cosa. No: por lo que se sabe, el magistrado mendocino no ha hecho más que respaldar la voluntad de la embarazada y respetar su derecho a la maternidad.
No corresponde que abordemos aquí el tema del aborto en todas sus dimensiones: legal, ética, emocional, psicológica, física. Hablemos de este caso concreto y revelador.
Aquí tenemos a una niña embarazada, que elige tener al hijo concebido en circunstancias que, con justicia, muchos podrán juzgar como terribles y desafortunadas.
Las organizaciones de derechos humanos están preparadas a concurrir allí donde suceden hechos como éste y desplegar sus pancartas a favor de la interrupción del embarazo y en contra de los jueces que se oponen a él.
El aborto parece haberse transformado en una cuestión de principios que forma parte del combo de ideas "progresistas". Los que, por el contrario, piensan que existe un bebé y que ese hecho debe al menos ser tenido en cuenta, son depositarios de los peores epítetos: derecha ultramontana, conservadores y, si hay tiempo, partidarios de la dictadura y el genocidio.
Pero en este caso de Mendoza, ha habido un pequeño problema: es la madre la que quiere que su hijo nazca, que viva, que vaya a la escuela, que trabaje y que, quizá con el tiempo, tenga hijos.
Pero ¡ay! alguna prensa no estaba preparada para eso. Ya tenían todas sus notas redactadas contra el juez derechista y reaccionario cuando apareció la niña, pidió la palabra y dijo: "Yo quiero que mi bebé nazca".
Entonces, cuando correspondía meter violín en bolsa hasta la próxima oportunidad, cierta prensa se resiste a ello e intenta dar una explicación a esta decisión de la madre, que les resulta inconcebible. Dice que la joven ha sufrido un "lavado de cerebro" a manos de grupos reaccionarios. Los fundamentalistas anti natales no conciben que exista otro modo de decidirse por la maternidad -aún en circunstancias tan duras como ésta- que no sea un forzamiento de la voluntad de la madre. Les resulta increíble que alguien pueda elegir la maternidad en condiciones como las que describimos.
No se trata, ciertamente, de un concepto demasiado democrático.
Si la niña quiere continuar con su embarazo, el Juez no ha hecho sino ratificar su derecho a la maternidad. ¿Qué fallo pretendían los grupos "progresistas"? ¿Que se obligue a la niña a abortar? ¿En defensa de qué bien social?
Aún en su complicada y difícil situación, la joven obtuvo dos victorias: una, que su hijo nazca; la otra, dejar confundido y sin argumentos al "progresismo". No es poco.
¿Merecerá también esta madre una canción de León Gieco?
"Hasta que un día el paisano acabe con este infierno, y haciendo suyo el gobierno con sólo esta ley se rija: es pa´todos la cobija, o es pa´todos el invierno".
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Alguna prensa está enfurecida. Indignada.
Dice Clarín: "En Mendoza no dejan abortar a una nena de 12 años que fue violada por su padrastro".
Dice Página 12: "La segunda violación de una nena". Esta segunda violación sería el impedimento judicial para abortar.
Dice Crítica, en tapa y con foto de panza de embarazada: "Será injusticia".
Un diario local titula a seis columnas: "Deniegan el aborto a una niña violada". Y en bajada asegura: "Para la Justicia, la chica no quería dañar el feto".
A esta altura los hechos son bien conocidos: una niña de 12 años fue embarazada por su padrastro, en Mendoza. La madre quiere que su hija aborte pero ella, la joven embarazada, quiere tener a su hijo. Además, un juez ha decidido que el embarazo continúe.
La prensa, en general, omite un dato esencial, o lo aporta como una insignificancia: la niña de 12 años quiere que su hijo nazca. Pequeño detalle. No ha sido el juez quien ha decidido tal cosa. No: por lo que se sabe, el magistrado mendocino no ha hecho más que respaldar la voluntad de la embarazada y respetar su derecho a la maternidad.
No corresponde que abordemos aquí el tema del aborto en todas sus dimensiones: legal, ética, emocional, psicológica, física. Hablemos de este caso concreto y revelador.
Aquí tenemos a una niña embarazada, que elige tener al hijo concebido en circunstancias que, con justicia, muchos podrán juzgar como terribles y desafortunadas.
Las organizaciones de derechos humanos están preparadas a concurrir allí donde suceden hechos como éste y desplegar sus pancartas a favor de la interrupción del embarazo y en contra de los jueces que se oponen a él.
El aborto parece haberse transformado en una cuestión de principios que forma parte del combo de ideas "progresistas". Los que, por el contrario, piensan que existe un bebé y que ese hecho debe al menos ser tenido en cuenta, son depositarios de los peores epítetos: derecha ultramontana, conservadores y, si hay tiempo, partidarios de la dictadura y el genocidio.
Pero en este caso de Mendoza, ha habido un pequeño problema: es la madre la que quiere que su hijo nazca, que viva, que vaya a la escuela, que trabaje y que, quizá con el tiempo, tenga hijos.
Pero ¡ay! alguna prensa no estaba preparada para eso. Ya tenían todas sus notas redactadas contra el juez derechista y reaccionario cuando apareció la niña, pidió la palabra y dijo: "Yo quiero que mi bebé nazca".
Entonces, cuando correspondía meter violín en bolsa hasta la próxima oportunidad, cierta prensa se resiste a ello e intenta dar una explicación a esta decisión de la madre, que les resulta inconcebible. Dice que la joven ha sufrido un "lavado de cerebro" a manos de grupos reaccionarios. Los fundamentalistas anti natales no conciben que exista otro modo de decidirse por la maternidad -aún en circunstancias tan duras como ésta- que no sea un forzamiento de la voluntad de la madre. Les resulta increíble que alguien pueda elegir la maternidad en condiciones como las que describimos.
No se trata, ciertamente, de un concepto demasiado democrático.
Si la niña quiere continuar con su embarazo, el Juez no ha hecho sino ratificar su derecho a la maternidad. ¿Qué fallo pretendían los grupos "progresistas"? ¿Que se obligue a la niña a abortar? ¿En defensa de qué bien social?
Aún en su complicada y difícil situación, la joven obtuvo dos victorias: una, que su hijo nazca; la otra, dejar confundido y sin argumentos al "progresismo". No es poco.
¿Merecerá también esta madre una canción de León Gieco?
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