viernes, 24 de octubre de 2008

De huérfano de guerra a Almirante: Manuel Domecq García

"Yo contaba entonces nueve años de edad. Centenares de criaturas hambrientas y desparramadas llegaban de la campaña a la capital, tras los peregrinos que regresaban de los desiertos, extraviados por causas múltiples, de nuestras familias o tutores, rastreándolos inútilmente. Y amedrentados por los que robaban niños en la ciudad, los que podíamos escapar a estas persecuciones huíamos de nuevo al interior, vagando hasta encontrar alguna persona piadosa en las poblaciones cercanas, que habían sido abandonadas y empezaban de nuevo a ser pobladas"
"Esta caza de menores había durado de 1869 a 1870, o hasta más tarde. Yo retrocedí hasta el pueblo de Capiatá, amparándome en una señora de la familia de Mongelós, hasta que una única hermana mía regresó de Cerro Corá, y hubo de recogerme consigo en la capital. Mis hermanos varones sucumbieron todos. El hecho que dejo relatado no puede considerarse un caso aislado, porque lo realizaban sistemáticamente, pues los mismos soldados argentinos salían a recorrer las calles, en busca de pequeños errantes, o de los hijos de los mismos vecinos, que habían vuelto a ocupar sus casas, para llevarlos a distribuir después, en son de dádiva, a sus familiares, como trofeos vivientes o como "cautivos". He tenido ocasión de conocer a muchos de esos desgraciados, tanto en la capital federal argentina, como en los pueblos de las provincias, antes y después que permanecí en el ejército de dicho país".

Este dramático relato lo hizo Bartolomé Yegros, un niño sobreviviente de la Guerra contra la Triple Alianza. La suya fue una de las tantas tragedias vividas por la sociedad paraguaya en los días finales de la contienda internacional que ensangrentó Suramérica entre 1865 y 1870.

Los niños de la guerra

La historia nos da varios nombres de niños que fueron secuestrados y llevados a los países vecinos, como los casos de Ramón Grance, Mateo Rivas, José Cantero o Manuel Domecq García. Otros quedaron perdidos en las negras páginas del pasado, pues no solo fueron secuestrados sino robadas sus propias identidades.

Relato de sobrevivientes refieren que a los pocos días de tomada Asunción por las fuerzas aliadas, además de los muebles, joyas y demás objetos saqueados, eran transportados en los barcos que zarpaban del puerto asunceño, cientos de harapientos y famélicos niños que habían sido secuestrados por la soldadesca y llevados aguas abajo por miembros de los ejércitos invasores, en medio de dramáticas escenas de parte de sus parientes, imposibilitados de evitar tal despojo, pues fuertes cordones de soldados no dejaban acercarse a parientes y conocidos para despedirse de los desgraciados.

El caso del niño Manuel Domecq García es bastante curioso, pues, con el tiempo, llegó a ser una personalidad notable y respetadísima en la sociedad argentina. Había nacido en el pueblo de Tobatí el 12 de junio de 1859 y, con apenas seis años, fue arrastrado por la vorágine de la guerra. Su padre, Tomás Domecq, médico militar, perdió la vida en el cerco de Humaitá, en 1868, y su madre, doña Eugenia García Ramos de Domecq, habría fallecido en la batalla de Piribebuy del 12 de agosto de 1869 o a causa de las penurias siguiendo al ejército paraguayo como residenta.

Rescatado de las fauces de la esclavitud

Con las fuerzas aliadas llegaron al país numerosas familias que, hasta entonces, vivían en el exilio, como el caso de la familia Decoud Domecq, conformado por don Juan Francisco Decoud, segundo jefe de la Legión Paraguaya, y su esposa, doña Concepción Domecq de Decoud, padres ambos de importantes protagonistas de la resurrección nacional, como don José Segundo Decoud Domecq, periodista, convencional de 1870, ministro de estado y principal ideólogo de la Asociación Nacional Republicana, partido político fundado en 1887. Sus hermanos Juan José, Adolfo, Diógenes y Héctor Francisco Decoud Domecq se destacaron en diversas actividades, entre ellas la literatura y el periodismo, siendo los fundadores del primer periódico independiente que conoció el país.

Según un informe proporcionado por la propia señora Concepción Domecq de Decoud, al doctor Estanislao S. Zeballos, el niño Manuel Domecq García había sido recogido por soldados de las fuerzas brasileñas de ocupación. "Después del regreso de las familias a la Asunción, cuenta el doctor Zeballos, una noche que en la casa del señor Decoud (Juan Francisco) se celebraba una comida en regocijo de la reunión de la familia, llamaron a la puerta unos brasileños. Salió el joven José Segundo a inquirirse del objeto de la visita, y ellos dijeron que querían hablar con la señora”.

Cuando doña Concepción se presentó ella, con dos de sus hijos, se desarrolló el siguiente diálogo: "Usted busca un sobrino, señora; nosotros lo tenemos". "Traiganlo, pues". "Es necesario que nos pague el servicio" "Tráiganlo, les daré una libra esterlina (una cifra elevada, en la época)".

Los brasileños se negaron a entregar al niño por esa suma y recién luego de varios minutos de puja, se acordó la entrega, cuando la señora de Decoud ofreció entregar ocho libras esterlinas por el rescate del niño, quien se encontraba escondido en una carpa en el campamento brasileño.

Nuevo extravío

Ante la ausencia de los padres del niño Manuel Tomás Domecq García y de su hermana Eugenia, de unos cinco años, también rescatada por sus tíos, y ante el clima de desolación que se vivía en Asunción, los niños fueron enviados a la Argentina para ser criados por un tío materno, don Manuel García Ramos, fuerte estanciero de la época. En un momento dado del largo viaje a la Argentina, el pequeño Manuel Domecq se extravío, ante la desesperación de la persona a cuyo cargo estaban los niños. Infructuosos todos los esfuerzos para hallarlo, continuaron viaje a Buenos Aires y comunicaron al don Manuel García Ramos de la desaparición del niño.

Ante esta situación, don Manuel recurrió a cuanto recurso estaba a su alcance para recuperar a su sobrino.. Apeló a muchos amigos, tanto en la Argentina, como en el Uruguay y el Brasil. Inclusive logró que las autoridades emitieran un bando que decía así: "Circular. Dirigida a varios Jefes y Oficiales del Ejército Aliado en operaciones en el Paraguay y otras personas residentes en el mismo País, pidiendo noticias del niño Manuel Domecq que se ha extraviado.

Se suplica a cualquiera persona a cuyas manos llegue este impreso, que si tiene alguna noticia del paradero del niño Manuel Domecq de diez años, blanco, ojos negros, pelo negro; tenga la bondad de transmitirla al señor Comisionado Argentino en la Asunción Coronel D. Pedro José Agüero, directamente si le es posible y si no al jefe más inmediato, a quien también se pide que haga llegar la noticia a dicho Coronel.

Este niño venía con la señora a cuyo cargo hallaba, entre un grupo de familias que fueron recogidas por las fuerzas aliadas en el mes de agosto próximo pasado. Durante la marcha a pie para la estación de Ferrocarril el niño se cansó o se enfermó y un oficial brasilero lo tomó en ancas de su caballo y en la confusión se extravió, no pudiendo darse con él hasta ahora.

"La familia que se encuentra desolada con la pérdida de este niño agradecerá profundamente y gratificará a la persona que le proporcione indicaciones sobre su paradero. "En Buenos Aires puede ocurrirse a la calle Perú esquina Rivadavia". Este bando se repartió por todas partes, pero, por suerte, tuvo efecto y, luego de cuatro meses de angustiosa espera, el niño Manuel Tomas Domecq García pudo reunirse con la familia de su tío.

¿Qué pasó con el niño, el tiempo que estuvo nuevamente desaparecido? Cuando viajaba para reunirse con su tío Manuel García Ramos, con la inconciencia propia de su edad, el niño decidió subirse a la grupa del caballo de un oficial brasileño, quien le llevó al Brasil, donde fue recogido por mariscal Luis Alves de Lima e Silva, duque de Caxías, quien llegó a encariñarse tanto con él que quiso adoptarlo. Por suerte, sus familiares le localizaron y el tío estanciero viajó al Brasil a rescatarlo.

En Buenos Aires, el niño Manuel y su hermana Eugenia, pasaron a vivir en la casa de una hermana de su madre, doña Demofila García Ramos de Lanús.

Manuel el marino

En 1873 se fundó la Escuela Naval argentina, que funcionó en el buque General Brown. Llamado por su vocación, en 1877, el joven Manuel García Domecq ingresó en la flamante escuela, iniciando así una larga y proficua carrera. Se destacó como estudiante y se recibió de guardiamarina con excelentes calificaciones que le destacaron como el primero de su promoción.

En esos años, el gobierno argentino encaró numerosas expediciones exploradoras de su territorio, entonces desconocido para las propias autoridades y con la necesidad de definir sus límites con los países vecinos.

De varias de estas expediciones (incluyendo algunas al Pilcomayo) participó el joven Domecq García, explorando lejanos territorios y realizando relevamientos hidrográficos, de importantes cursos fluviales como el Paraná y el Yguazú. Estas misiones le llevaron a convertirse en uno de los importantes expertos en esas cuestiones.

En 1886 integró la comisión argentina de límites con el Brasil a las órdenes del comandante Valentín Virasoro e integrada, además del joven capitán, por los hidrógrafos Niederlein y Brackhauser, el mayor Rohde y el teniente Montes. Esta comisión trabajó con su par brasileño para delimitar, mediante el relevamiento de los ríos Pepiry-Guazú y San Antonio, la verdadera línea demarcatoria de la frontera entre el Brasil y la Argentina.

La innegable capacidad del joven paraguayo, nacionalizado argentino le llevó a cumplir importantes misiones encargadas por sus superiores, entre ellas el ser enviado a contratar la construcción de la fragata Sarmiento, destinada a ser buque escuela de la Armada argentina.

Luego de estudiar las diversas propuestas de astilleros europeos, finalmente, en 1896, se contrató con la firma Laird Brothers, establecida en Birkenhead, Inglaterra. Terminada la construcción de la fragata Sarmiento, Domecq retornó a su país, siendo designado comandante en Jefe de la División del Río de la Plata.

Domecq García en el Japón

Por encargo del gobierno del general Julio Argentino Roca, el capitán Manuel Domecq García fue designado presidente de la comisión argentina para la construcción de los cruceros acorazados Moreno y Rivadavia en los astilleros Gio Ansaldo de Genova. Pese a ciertos problemas familiares -la muerte de su hija mayor-, se dedicó de lleno a la fiscalización de la construcción de estos dos buques, los más avanzados de la época en materia naval, además de otros ya entregados a la Armada argentina: Garibaldi, San Martín, Belgrano y Pueyrredón.

Pero el destino de los buques cuya construcción estaba fiscalizado por Domecq García iba a ser totalmente diferente del planeado.. En 1902 la Argentina firmó con Chile un pacto de desarme y de equiparación del poder naval de ambos países.

Los dos acorazados se terminaron de construir en 1904 y de incorporarse a la flota argentina, resultaría violado el pacto mencionado. Por esta razón, se tramitó la venta de los buques al Imperio del Japón.

Domecq García, como jefe de la Misión Naval en Génova, fue el encargado de entregar los buques a los enviados japoneses, que rebautizaron los acorazados con los nombres de Kasuga y Nisshin.

La guerra ruso-japonesa estaba en pleno desarrollo y el Imperio japonés había invitado al Gobierno argentino para que designase un oficial de la Armada para asistir como observador de la guerra. La designación recayó en Manuel Domecq García, quien desde Génova se trasladó hasta el escenario de guerra.

Observador en la guerra ruso-japonesa

La misión de observador de la guerra ruso-japonesa fue muy provechosa en la carrera del marino, quien se ganó la confianza de los japoneses y tuvo ocasión de recorrer las instalaciones de diversos arsenales, la escuela naval, la escuela de maquinistas, etc., además de estar a bordo de diversos buques de guerra y asistir a más de una batalla naval, algunas de ellas francamente cruentas.

Después de casi dos años en el Japón, Domecq García retornó a la Argentina en mayo de 1906.

El paraguayo Domecq García, almirante argentino

Luego de una azarosa vida, conociendo los horrores de una guerra en plena niñez, de realizar expediciones exploratorias, de cumplir importantes misiones en el extranjero, entre otras cosas, el 19 de mayo de 1908, a los cuarenta y nueve años, Manuel Tomás Domecq García recibió las palmas del almirantazgo al ser ascendido a contralmirante, luego de una larga postergación como capitán de navío, prestando servicios en la Armada en diferentes destinos.

Domecq García, el factor

Ya con las palmas del almirantazgo, su larga experiencia en temas navales determinó que el 17 de diciembre de 1908, el presidente Figueroa Alcorta le designara presidente de la comisión naval en Europa. Esta comisión debía estudiar las propuestas y recoger informes de los distintos astilleros que construirían buques para reforzar el poder naval argentino.

Para el efecto, viajó nuevamente a Europa y Estados Unidos, donde encargó la construcción de los dos buques de guerra más grandes del mundo en ese momento y que costaron al país cinco millones de libras esterlinas. Estos dos acorazados fueron nuevamente bautizados con los nombres Moreno y Rivadavia.

Luego de tres años al frente de la misión naval en los EE.UU., Domecq García retornó a la Argentina, siendo designado comandante en jefe de la Escuadra de Mar. Comandó el acorazado Moreno y, ya con el grado de vicealmirante, comandó el buque insignia argentino, el acorazado Rivadavia.

En 1922, el doctor Marcelo Torcuato de Alvear fue elegido presidente de la República y designó ministro de Marina al marino más prestigioso del momento: Manuel Domecq García. Desde sus funciones ministeriales, Domecq García fue el factor de la modernización de la Armada del vecino país, que vio incrementar su flota, especialmente por la adquisición de submarinos, que se sumaron a la flota argentina, algunos años más tarde.

Tanto el presidente Alvear como el almirante Domecq García alentaron la construcción de submarinos por la Armada Argentina y promovieron el equipamiento de un astillero especial. Ese astillero fue bautizado con el nombre de su principal mentor: "Astillero Ministro Manuel Domecq García", recientemente reacondicionado y reinaugurado por el gobierno del presidente Néstor Kirchner.

En el Ministerio de Marina

En su juventud, Manuel Domecq García fue uno de los fundadores del Centro Naval argentino. En 1912, fue uno de los propulsores de la creación de la Aeronáutica del país vecino y, años después, como ministro de Marina de la República Argentina, Manuel Domecq García fue el redactor, entre otras cosas, del proyecto de acuerdo con la República del Uruguay para la determinación de la jurisdicción de ambos países sobre las aguas que los separan; del anteproyecto de formación de la Marina Mercante argentina de ultramar; de la remodelación del puerto de Quequén y la construcción de otro en la bahía Uruguay; del proyecto de explotación de minerales ferrosos y plumbíferos de la mina Valcheta, entre otras realizaciones.

Siendo ministro, y por cumplir el límite de edad, con el reconocimiento de toda la institución, se retiró de la actividad naval, luego de cincuenta y ocho años, cuatro meses y catorce días de servicios continuados. Su gestión no solo fue reconocida en su país, sino también en el extranjero: El rey Jorge V de Inglaterra le honró con la condecoración de Caballero del Imperio Británico. Retirado de la actividad pública, los gobiernos que vinieron luego no dudaban en recurrir ante el viejo almirante para requerir sus sabios consejos.

Cuando estalló la guerra que ensangrentó a nuestro país y a Bolivia (1932-1935), el almirante Domecq García, tan unido al Paraguay por lazos de sangre y amistad, adhirió a la suerte paraguaya y fue uno de los principales promotores de la ayuda argentina al Paraguay.

Personalmente fue fundador de la Asociación Fraternal Pro Cruz Roja Paraguaya, que envió al frente uniformes, frazadas, alimentos, etc., e integró, como asesor especial, la comisión argentina que, presidida por el canciller argentino, Carlos Saavedra Lamas, logró finalmente el acuerdo de paz entre los beligerantes, firmado en Buenos Aires el 12 de junio de 1935.

En la posguerra, el almirante Domecq García siguió demostrando su amistad hacia el Paraguay. Ante el desesperado pedido del general José Félix Estigarribia, prisionero luego del derrocamiento del presidente Eusebio Ayala, acogió en su domicilio a la esposa y a la hija del héroe paraguayo y se ocupó en movilizar a las autoridades de la Argentina y de Brasil, a la opinión pública, sin olvidar a los grandes banqueros y hombres de negocios, hasta obtener finalmente la libertad de ambos prisioneros.

En 1938, Domecq García fue uno de los propulsores de la candidatura del general Estigarribia a la presidencia de la República del Paraguay, diciéndole, entre otras cosas: "...así como en la guerra pasada se movilizó el pueblo entero del Paraguay para defenderlo, Ud. debe movilizar en su gobierno, si es que llega como lo deseo, a ese mismo pueblo para el trabajo, para que la pala y el pico, en lugar del fusil, sean las armas del progreso".

Luego de una larga vida, el 11 de enero de 1951, a los noventa y dos años, Manuel Domecq García, aquel niño nacido en un pueblito paraguayo, que conoció los horrores de la guerra en la que perdió a sus padres y cuyo destino le llevó a la Argentina, país al que sirvió con heroísmo desde las agrestes florestas misioneras, los inhóspitos páramos chaqueños, que contribuyó activamente a engrandecer el poderío naval de su país de adopción, entregó su alma, luego de hacerse merecedor de los máximos galardones y honores profesionales, dejando al morir en herencia una casa hipotecada y un automóvil de veinte años de antigüedad, sus uniformes, sus cartas y el recuerdo admirado de sus compatriotas argentinos. Es hora que sus compatriotas paraguayos, empecemos a conocerlo.

Por Luis Verón

Más información http://www.politicaydesarrollo.com.ar/

No hay comentarios:

Publicar un comentario