domingo, 7 de diciembre de 2008

¡Vaya totalitarismo, discriminación y otras yerbas!

Buenos Aires, 1 de diciembre de 2008

Sra. Decana de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino Católica de Tucumán

Dra. María Gilda Pedicone de Valls

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De mi consideración:

No salgo de mi asombro por la decisión de “levantar” el curso del Profesor Héctor Hernández. Pero mucho más me asombran las razones que usted aduce. Si le parece mal que se diga que hubiera sido mejor aplicar el Código de Justicia Militar, juzgar a los guerrilleros y fusilar a quienes lo merecieran, dentro del más estricto orden ético y jurídico (que tal es lo que expresó el Dr. Hernández en consonancia con la doctrina católica) se puede deducir que usted es partidaria de la desaparición de personas y de la represión ilegal.

Los asesinos de mi padre, Jordán B. Genta, y de Sacheri enviaron por escrito las razones por las que los eligieron para morir: “ser soldados de Cristo Rey”. Todavía me estremezco al recordar el papel membretado con la estrella del ERP. La diabólica carta está publicada en el libro sobre Sacheri del Dr. Hernández. En 1975 se publicó en el diario La Prensa.

La UNSTA supo ser una Universidad Católica. Mi esposo, el Dr. Mario Caponnetto, fue invitado varias veces a disertar. ¿En qué la quiere convertir usted, ahora? ¡Cuánta razón tenía Gramsci! Con sus métodos los terroristas marxistas -hoy en el gobierno- han logrado lo que no pudieron hacer con las armas en los años setenta.

Todo esto es triste. Usted pudo “despegar” (si tanto miedo le dio) de una manera más digna. Decir en su nota a La Gaceta, por ejemplo, que hubo amenazas (esa fue la razón que usted le dio al Dr. Hernández) y que para resguardar a los alumnos y a la Universidad creía prudente que no se dictara el curso.

En cambio, al actuar como lo hizo mostró usted, primero, una absoluta falta de respeto a la libertad académica (si no se piensa como la Decana, no se habla. ¡Vaya totalitarismo, discriminación y otras yerbas!); y segundo, una pusilanimidad poco elegante y, claro, nada propia de los “soldados de Cristo Rey”.

Atentamente

María Lilia Genta

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