Las actitudes del Gobierno en relación al conflicto con el sector agropecuario no muestran una verdadera voluntad de conciliación.
Por Roberto Cachanosky
Mi fallecido amigo y economista Adrián Guissarri tenía una frase muy divertida cuando debatía y no se llegaba a nada. En un momento del debate, solía decir: “¿Vos qué querés, encontrar la solución o ganar la discusión? Porque si querés ganar la discusión, te la regalo. No me interesa”.
La misma frase le correspondería al Gobierno cuando uno ve cómo, sistemáticamente, torpedea cualquier acuerdo con el campo. Todo indica que no quiere encontrar la solución al problema. No le importa. Lo que le interesa es ganar la pulseada y poner de rodillas a los productores agropecuarios. Basta con recordar los innumerables desplantes que les hizo a los dirigentes agropecuarios el año pasado en el peor momento de la crisis.
A un año del inicio del conflicto, el gobierno sigue con la misma tesitura. No busca la solución sino ganar la discusión o, para adecuarlo a este contexto, doblegar a los productores. Ningunearlos. Descalificarlos. Hacerles chicanas. Todas cosas que en una negociación franca no se hacen, si es que uno quiere llegar al final de una negociación feliz.
La última jugada fue la de mandar al vocero Núñez a informar públicamente de las reuniones que había tenido Biolcati con De Vido, a pedido del gobierno y también a pedido del gobierno de la confidencialidad. A nadie escapa que De Vido no actuó por su cuenta sino que tuvo que recibir el visto bueno o la orden de Néstor, tanto en lo que hace a la reunión como al pedido de confidencialidad del mismo.
¿Cuál fue el error de Biolcati? Creer en la palabra de un gobierno que ha demostrado que nunca la cumple. Con los datos que fueron publicados en los medios, me pregunto qué hubiera hecho yo en ese caso. Siempre hablando en base a la información publicada, tal vez hubiese ido a la primera reunión y luego de escuchar le hubiera dicho a De Vido que toda negociación continuaría con la Mesa de Enlace informada, pero esa es una idea que doy sin conocer los detalles de las charlas. De todas maneras, tampoco Biolcati negoció algo en contra del resto de las entidades. Insisto, su único pecado es haber creído en un gobierno desleal, que claramente intentó destruir la unidad del campo. ¿Por qué? Porque si la negociación no llegaba a ningún acuerdo no implicaba romper la confidencialidad pedida por parte del gobierno. Al no llegarse a un acuerdo y romper la palabra dada de mantener la confidencialidad, queda claro que lo que se buscaba no era un acuerdo, sino hacer caer en una trampa a Biolcati para generar conflictos dentro de la Mesa de Enlace. En el barrio, a un comportamiento similar, lo calificarían de sucio, de bajeza, y demás palabras irreproducibles.
¿Cuáles han sido los beneficios y los costos de semejante comportamiento por parte del gobierno? La Mesa de Enlace no entró en el juego y no se dividió. Por el contrario, le contestaron con un nuevo paro. Pero lo más grave es que el gobierno dejó en claro que no cumple con la palabra prometida. Que puede llegar a mentir con tal de ganar la discusión.
Si el gobierno ha demostrado jugar sucio a la hora de cumplir con la palabra empeñada, la pregunta es: ¿por qué alguien se va a acoger al blanqueo de capitales si mañana pueden dar vuelta sus promesas y castigar al que creyó? ¿Por qué alguien va a invertir bajo la administración kirchnerista si mañana le cambian impunemente las reglas de juego? Si ya mintieron con el IPC del INDEC, los datos de pobreza, indigencia, actividad económica, desocupación presentan distorsionados los números de recaudación, inventan planes de reactivación que no funcionan y demás historias conocidas, con este último comportamiento ha terminado de perder lo más valioso que puede tener una persona: la credibilidad. El valor de su palabra.
Esto quiere decir, como ya lo he sostenido en infinidad de veces, que bajo el gobierno de Néstor no hay respeto por las instituciones. Lo que rige es su capricho y su comportamiento arbitrario, llegando a cualquier límite con tal de ganar la discusión. En este contexto pensar en inversiones, crecimiento y prosperidad en Argentina es una ilusión imposible de cumplir.
Pero lo que más alarma es que en su deseo por confrontar permanentemente y doblegar a los que no piensan como él o no quieren dejarse atropellar, Néstor está dispuesto a destruir la misma economía. Veamos el siguiente ejemplo. Hoy tenemos una feroz recesión interna y externa. El consumo interno se desploma y la inversión brilla por su ausencia. Una devaluación tradicional para impulsar las exportaciones no tendría demasiado efecto por la caída de la demanda internacional. Sin embargo, dentro del contexto recesivo del mundo, lo que menos va a caer o caerá en menor medida es la demanda por alimentos. La gente podrá postergar la compra de un auto, una propiedad, un televisor o un celular, pero no postergará en primer lugar el consumo de alimentos. Si esto es así, en momentos en que en el mundo se matan por exportar algo, Néstor prohíbe las exportaciones de carne, trigo y castiga las de soja y otros granos. Hoy sería más fácil intentar mover la economía vía el sector agropecuario que buscar exportar algunos productos industriales. Por lo menos, la eliminación de las retenciones mejoraría la actividad agropecuaria, con su derrame sobre otros sectores, y amortiguaría una recesión que hoy ya luce inevitable para el 2009. Sin embargo, Néstor se empecina en boicotear la actividad agropecuaria, aún a costa de perjudicar al país en su conjunto hasta niveles insospechados.
El problema que tiene Néstor (en realidad son muchos los problemas que tiene) es que, entre los horrores que cometió, fue quedarse sin financiamiento externo. Luego del falso acto de soberanía de pagarle al contado toda la deuda al FMI, cayó en las garras de Chávez que nos costó mucho más caro. El problema es que el autócrata venezolano ya no tiene billetera por la caída del precio internacional.
Una salida sería bajar las retenciones al campo para amortiguar la recesión y compensar la merma en la recaudación (la que igual va a caer si el campo sigue paralizado) con un préstamo del FMI combinado con una baja del gasto público. Pero aquí chocamos con otro problema. Las mentiras estadísticas sobre los números de la economía lo inhiben de acordar con el FMI, más allá de que tendría que guardarse en el bolsillo la famosa frase: “chau, Fondo”. Para poder acordar con el FMI habría que blanquear todas las mentiras estadísticas.
En síntesis, si tuviera que describir hoy la situación, diría que estamos en un avión en emergencia, con un piloto que no sabe cómo pilotearlo pero cree que sabe y, encima, está ebrio de poder.
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