miércoles, 18 de febrero de 2009
Energía eléctrica: Entre la ficción y la injusticia
Para no caer en la demasiado relativa discusión de los aumentos de tarifas es preciso ir un poco más allá. El tema es árido, pero tal vez valga la pena ahondar un poco más e ir al fondo de la cuestión o al menos aproximarse. Ojala todo esto sirva para leer, reflexionar y difundir.
Por el Prof. Carlos A. Méndez-Thort
…”Una cosa lleva a la otra
y ambas al precipicio”…
Coronel Rod Serling
Piloto de Combate
U.S.A.F.
Para no caer en la demasiado relativa discusión de los aumentos de tarifas es preciso ir un poco más allá. El tema es árido, pero tal vez valga la pena ahondar un poco más e ir al fondo de la cuestión o al menos aproximarse. Ojala todo esto sirva para leer, reflexionar y difundir.
El aumento de la tarifa eléctrica pasó a ocupar el centro de la escena mediática en nuestra criolla prensa amarillenta. La indignación de la mayoría ganó la calle. Usuarios enojados y la siempre parasitaria horda de los eternos oportunistas, siempre a cargo de las redacciones de los periódicos, tapizan los medios de comunicación.
La problemática de la energía eléctrica es peor que compleja. Tiene raíces profundas en el estatismo argentino, a partir de 1945, que explican lo que nos pasa en torno al tema, y su sensiblero abordaje a través de tan amarillos medios siempre se queda a mitad de camino.
La infame Mitomanía del Estado Patrón
Las tarifas eléctricas, como las del resto de los servicios “Públicos” estatizados en este país a partir de 1945, fueron casi siempre reguladas por los aterradores gobiernos militares de turno, y luego del fin de los mismos, mucho peor aún, y así, de mal en peor hasta la crisis del 2001, y aun peor desde entonces en adelante, con un lúgubre pronóstico a mediano plazo.
El criollo argumento franquista de la emergencia económica de Guerra de 1943, sentó las malintencionadas bases para que toda medida excepcional se convirtiera en eterna, como casi todo lo provisorio en estas Pampas tan nuestras desde que terminó la Segunda Guerra Mundial hasta hoy.
De la mano del congelamiento de tarifas del año 2003 llegaron, la desinversión, y, también, el desacople de una oferta inflexible y una demanda creciente que nos dejó nuevamente vulnerables, por no decir en Pampa y la vía.
Vivir en una infame obsesión estatista, y tapar el sol con la mano, no resuelve los problemas, sino todo lo contrario, los agrava lentamente, hasta llegar, paso a paso, al estallido sociológico masivo que tanto anhelaba Antonio Gramsci, para así lograr su revolución sangrienta, y con ella, el asalto a la suma absoluta del poder del Estado, la cual es el sueño montonero de los criminales conocidos como “Dictadores del Proletariado”.
Con todo nuestro más supino masoquismo nacionalista, los argentinos decidimos sumergirnos en esa fantasía mitómana. Oficialismo y oposición avalaron con acciones y omisiones esta infame forma de perpetrar las cosas. Así, el masificante populacherismo montonero dio paso al indiscreto encanto de la tontería de la incorrección de lo “Políticamente Correcto”. Después de todo, sugerir aumentos de tarifas hubiera sido impopular, e iría a contramano del pan y del circo que pretende la masa futbolera. La taimada politiquería criolla no comete semejante error, solo perpetra una ruleta rusa que organiza para el mañana los desastres que pretende evitar hoy, y así logran torcer nuestros derechos humanos.
Nuestra oclocrática demagogia se ganó nuestra adicción una vez más. La rapiña del poder montonero, amparado en su obscena recaudación decidió subsidiar esa estructura artificial de precios. La chusma así les aplaudiría a ellos, a los infames demagogos de siempre, quienes cosecharían los frutos electorales de esta “Simpática” decisión populachera de no modificar tarifas en tiempos de los evidentes procesos inflacionarios que el INDEC nos pretende ocultar.
Tal cual lo previsto en la olla a presión de Arquímedes, un día “La caja” no soporta mas. Es entonces el momento de que los subsidios lleguen a su fin, y aquí estamos, con este abrupto incremento intolerable. El sinceramiento a medias no es mas que el impacto de retirar la tapa de esa olla que, oficialismo y oposición, decidieron sostener obturada durante demasiado tiempo. Ellos sabían cuales eran las consecuencias que se derivarían del final de la fiesta de la recaudación, y el pervertido efecto esperable de la devaluación. Sin embargo prefirieron repetir este lamentable camino tan largamente recorrido en el pasado reciente por nosotros mismos, los charabones de dos patas que poblamos la chatura de estas Pampas…
…Recordemos que en muchas oportunidades, a partir de Pompeyo el Grande en adelante, a las legiones romanas les bastó la táctica de una simple olla a presión, obturada al final del túnel cavado bajo una torre almenada, para así demoler las murallas de ciudades fortificadas sitiadas, y luego, en medio de la noche, masacrar a sus defensores dormidos…Y, al decir del Coronel Rod Serling, cualquier semejanza con nuestra Argentina de hoy es tan solo una mera y tétrica coincidencia aterradora que nos hunde en las sombras tenebrosas de la oclocracia estatista…
La mentalidad colectiva de nuestra gente está cada vez más lejos de la triste verdad en materia de precios, porque decidimos vivir durante muchas décadas en una fantasía suicida alejada de la realidad. Esa ficción construida por técnicos colaboracionistas e irresponsables dirigentes políticos, está llegando a su horrendo fin. Este repentino sinceramiento es infinitamente peor que aceptar el progresivo incremento que se hubiera derivado de acompañar a los tiempos naturales de este deterioro inflacionario…y la brutal descompresión final nos proyectará, violentamente, al fondo del vórtice electromagnético de ese aterrador “Agujero Negro”, el cual el citado Coronel Rod Serling tan magistralmente nos describiese en sus obras literarias…
La injusticia de la “Justicia Social”
Pero más allá del tétrico incremento de tarifas aun en progreso, el cual sigue lejos de transparentarse, existe otra arista no menos importante que es esencial en esta sensación de indignación popular.
Alguien decía que es fácil ser bueno, también lo es ser malo, pero lo difícil es ser justo. Este concepto de justicia, de equidad, es el que debería imperar en los ámbitos sociales y públicos, lo cual con nuestra mentalidad bananera es imposible.
Cuando se subsidia la tarifa de algunos usuarios y la de otros no, cuando se permite a algunos no abonar el costo sin interrumpirles el servicio mientras al resto no se les concede esa privilegio, se cae en el pecado de la injusticia de la justicia social, propia de los punteros electorales del “Voto Cadena”.
Cuando se establecen rangos caprichosos para que algunos paguen más porque consumen mucho, como si eso fuera un pecaminoso hecho repudiable, también somos injustos.
Cuando se paga mas en los hogares que en los comercios, o a la inversa, bajo el paraguas de querer fomentar o castigar a ciertos consumidores, tampoco somos justos.
El costo de la energía no debería distinguir a los usuarios, y mucho menos aún cuando se presenta como una pretendida prestación “Pública”. Los privilegios, las supuestas formas de incentivar determinados consumos, solo logran corromper a la sociedad toda, fomentando una perversa creatividad para esquivar los controles, dando paso a una comunidad que se criminaliza invariablemente, consiguiendo que la transparencia desaparezca y abriendo paso a una corrupción masiva e incontenible, esa fue nuestra Historia Argentina desde 1945 hasta hoy.
Usuarios clasificados de forma subjetiva, rangos de consumo fijados arbitrariamente, sumados al hecho de que haya conjuntos de ciudadanos a los que se hace pagar para que otros no lo hagan, con la complicidad política del poder electoral de los punteros, que incluye a oficialistas y a radicales opositores. Este es un fariseo sistema inmoral que pretende encontrar justificaciones cuasi-religiosas para sus permanentes injusticias.
Pánico al Final del Hilo
Alguna vez nuestra farisea población se animará a discutir las cuestiones profundas de las causas y no de la forma superficial de los efectos. El tan anhelado monopolio estatista en la administración de los servicios mal denominados como “Públicos”, y la pavorosa intervención del Estado en estos mercados, ha generado un daño psico-sociológico adictivo muy difícil de revertir, ha evitado que se genere competencia y que se recorran caminos alternativos en la búsqueda de soluciones más eficientes, más democráticas, menos corruptas y mucho más justas socialmente.
Las desastrosas consecuencias están a la vista. Un servicio pobre que nos pauperiza gradualmente hasta la peor miseria, una oferta inflexible, desinversión crónica, sistemas de concesión sospechados de mafiosos, organismos de control que son una utopía, y que solo terminan siendo funcionales a este sistema pervertido. La lista se completa con empresas ineficientes repletas de estructuras que han sido el botín de la política, primero militar y luego civil, y un federalismo ausente que solo encarece los costos, haciendo que paguemos fletes de transporte de energía cuando la disponemos mucho mas cerca.
En definitiva un sistema que, siendo rechazado por la sociedad toda, no conforma a nadie, pero que persiste en el tiempo a través de las décadas, desde 1945 hasta hoy, sin que en nuestro nacionalismo masoquista reaccionemos para producir ni el más mínimo progreso, ni un giro en favor de la vida, que nos devuelva nuevas oportunidades de volver a ser aquello que nunca debimos dejar de ser: Individuos humanos en libertad, pues esa es la única dignidad posible.
En este tema, como en tantos otros, nadie se atreve a tirar la primera piedra. Los circunstanciales detentadores del poder montonero del Estado tienen sus responsabilidades, pero, los ex-militaristas, hoy opositores, siguen sin proponer una idea diferente debido a que su infame nacionalismo les impide pensar. Han sido capaces de criticar pero solo abogan por mejoras marginales que no resuelven las raíces del asunto. La sociedad toda sigue defendiendo sistemas que han demostrado ser inmorales e ineficientes. Las mayorías siguen creyendo obsesionadas en esa farisea mitomanía cuasi-religiosa del Estado justo, equitativo y eficiente. Tal vez sea tiempo de darse cuenta que son solo un espejismo estas absurdas premisas punteriles, las cuales nos siguen dejando atrapados entre la miseria y la injusticia.
Prof. Carlos A. Méndez-Thort
Buenos Aires City
ARGENTINA
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