Con escaso margen de maniobra, el Gobierno retrocedió ayer ante la dura estocada que pretendía darle al campo y, sobre sus pasos, convocó a una reunión formal con la Comisión de Enlace que no estaba en los planes.
Por Mariana Verón
El violento giro que dio la Casa Rosada fue consecuencia, según fuentes oficiales, de que la estrategia de aquella primera reacción de contar con detalles los diálogos reservados entre el ministro Julio De Vido y el ruralista Hugo Biolcati no había dado resultados. Directamente, en los pasillos de la Casa Rosada se hablaba de un error.
Con esa actitud, el Gobierno apostó a dos frentes: quebrar la unidad de las cuatro entidades que conforman la Comisión de Enlace y mostrarse como la víctima de la falta de diálogo. Pero todo se dio vuelta. El campo acusó a los funcionarios nacionales de "violar los códigos" y decidió un paro después del gesto imprevisto de la Casa Rosada de llamarlos a dialogar. Ya no había tiempo. En Balcarce 50 decidieron aguantarse en estricto silencio el malestar que causó la nueva convocatoria a una protesta cuando la presidenta Cristina Kirchner ya había dado la orden de comenzar las reuniones formales.
Sólo en la intimidad, varios funcionarios hablaron de una actitud "contradictoria" de la Comisión de Enlace. Pero con la jugada de "matar al mensajero", o sea, a Biolcati, quedaron sin poder para salir a reprochar la protesta. Con el conflicto al rojo vivo, los únicos que tomaron las decisiones fueron Cristina y Néstor Kirchner. Gran parte de los hombres del poder estaban ayer perplejos con los movimientos del matrimonio, que encontraban "inexplicables" . Lo resolvían con una expresión corporal que se repitió ayer por igual: hombros en alto, labios hacia abajo y silencio ante la consulta del porqué de la demora a convocar al diálogo y de las idas y venidas de las últimas decisiones.
Compasión
En el análisis de los funcionarios consultados por LA NACION había una suerte de compasión por De Vido, que quedó expuesto al fracaso con la fallida negociación que había comenzado con Biolcati. Tampoco podían explicar el efecto de desgaste de la figura de la ministra de la Producción, Débora Giorgi, ausente total de los primeros movimientos del poder que quedaron a cargo de De Vido, mano derecha de Néstor Kirchner.
Según reconstruyó LA NACION, el comunicado de anteanoche que leyó el vocero presidencial, Miguel Núñez, lo redactó Cristina Kirchner junto con el secretario legal y técnico, Carlos Zannini, y el propio De Vido. Hubo voces disonantes entre algunos funcionarios. Quedaron ahí.
A partir de ahora, el Gobierno intentará una nueva negociación que, según fuentes oficiales, espera que concluya bien. Al menos, sacaron de la mesa de diálogo al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, enemigo número uno del campo. El tiempo esta vez corre como nunca en contra de la Casa Rosada. La cercanía de las elecciones será un límite clave para acordar.
En los despachos oficiales está en estudio la segmentación entre pequeños, medianos y grandes productores de soja para que con un esquema diferenciado se bajen las retenciones a la oleaginosa según el nivel de producción. Pero los funcionarios encuentran "complicada" la instrumentació n de esa medida.
Giorgi se reunió ayer a la mañana con De Vido. Ambos fueron después a ver a la Presidenta a la quinta de Olivos. "Vamos a construir un marco de diálogo y ponerle los límites al campo", instruyó Cristina Kirchner. En la explicación de un funcionario, significa hacerles entender a los dirigentes agropecuarios que no podrán llevarse todo lo que pidan.
Según el Gobierno, de las reuniones entre el ministro de Planificación y Biolcati estaba cerrado un acuerdo para carnes, leche y trigo. Entre los cerca de 12 puntos que estaba negociando la Casa Rosada también estaba avanzado el de flexibilizar la política de exportaciones de carnes.
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