En su discurso en la fortaleza de La Cabaña, sede central de la Feria, la presidenta del país austral no habló de derechos humanos. Tampoco lo hizo en el resto de sus discursos durante su visita a Cuba. Ni se dio por enterada de que aquí hay disidentes, censura y presos de conciencia.
Por Luís Cino
Una antología de poetas chilenos y El Libro Mayor de Violeta Parra me consuelan de todo lo que no dijo la doctora Michelle Bachelet, en calidad de presidente del país invitado, en su discurso en la Feria del Libro de La Habana. Supongo haya ocurrido igual al resto de los cubanos que no pertenece al muy selecto linaje verde olivo que aspira a perpetuarse en el poder. Quiero decir, los cubanos aficionados a la lectura que no frecuentan Punto Cero, el Palacio de la Revolución o el Ministerio de las Fuerzas Armadas.
En su discurso en la fortaleza de La Cabaña, sede central de la Feria, la presidenta del país austral no habló de derechos humanos. Tampoco lo hizo en el resto de sus discursos durante su visita a Cuba. Ni se dio por enterada de que aquí hay disidentes, censura y presos de conciencia. Digo, no sabemos si habló algo de eso en sus conversaciones con el Máximo Líder y su sucesor dinástico.
Con lo útiles que nos hubiera sido escuchar sus experiencias al respecto, Bachelet nos dejó con las ganas de escuchar cómo Chile pasó, por medio de un plebiscito, de una cruenta dictadura militar a la democracia.
No nos engañemos. La presidenta chilena con nombre francés y de canción de los Beatles (que apuesto no sabe que una vez estuvieron tan prohibidos en Cuba como lo están hoy Jorge Edwards o Roberto Ampuero) vino también a La Habana a poner su granito de arena en la legitimación de los sucesores del Comandante en Jefe.
Sabrá Dios por qué presidentes latinoamericanos electos democráticamente y que no deben favores públicos al régimen cubano, se esmeran en consolidar la heredad castrista.
De haber intenciones ocultas de compromiso constructivo y de creer en milagros, unas palabras sobre democracia y derechos humanos de parte de la presidenta Bachelet pudieran haber conseguido algún efecto en los gobernantes cubanos.
La doctora Bachelet no fue demasiado original al compartir el secreto de Estado y diagnosticar que “Fidel está muy bien”. La presidenta argentina Cristina Fernández lo dijo semanas antes y trató de probarlo con una foto, justo cuando por la intensidad de los rumores, urgía anunciar al mundo que el Comandante gozaba de una salud que envidiaría el ex-presidente Kishner.
Fue mejor y mucho más bello el desempeño de la presidenta Bachelet cuando logró salvar la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile de un bando de energúmenos vociferantes con disfraz de presidentes. Luego, la doctora Bachelet (“Michelle, ma belle”), para celebrarlo sumó su voz al canto de un coro de niños y el conjunto Inti Illimani. Prefiero recordarla así que pasando revista a la tropa, en pose marcial, al lado del general Raúl Castro en el Palacio de la Revolución.
Después de todo, la Sra. Bachelet, que además de médico y Ministra de Salud, fue Ministra de Defensa, está acostumbrada a tratar con militares. Incluso a tolerar, pactos con Pinochet mediante, a los milicos asesinos del que su padre (también un general, pero pundonoroso) fue víctima. Los mismos militares que la encarcelaron y la forzaron a marchar al exilio, como a otros millares de chilenos, con una L acuñada en el pasaporte.
La Sra. Bachelet, si no olvidar, supo o tuvo que perdonar a los represores. El perdón y la reconciliación son cosas de las transiciones democráticas. Los cubanos necesitamos aprender al respecto pero Michelle Bachelet, que alguna vez luchó por los derechos humanos contra una dictadura militar, no parece dispuesta a enseñar.
Es una lástima que el tiempo sea largo y la memoria tan corta. No sé si la frase se me acaba de ocurrir a mí o si leí eso o algo parecido en la antología de poesía chilena que compré en la siniestra fortaleza que sirve de sede a la Feria del Libro. Como sea, la frase viene como anillo al dedo a la desmemoriada (en cuestiones de dictaduras) Michelle Bachelet.
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