Emplear a la ex SIDE en tareas de proselitismo entraña una malversación de fondos y muestra un ejercicio desviado del poder
Una extrema síntesis de la historia de la Secretaría de Inteligencia (SI, ex SIDE) la muestra tan oscura como el secreto que rodea sus tareas y, al mismo tiempo, tan plena de fracasos en lo que hace a su misión específica de inteligencia -por caso, evitar el atentado a la AMIA y luego esclarecerlo- como plena de operaciones políticas y desvíos de dinero estatal.
Un ejemplo más de esta última actividad ilegal lo reveló LA NACION al informar que el jefe de la SI, Héctor Icazuriaga, se dedica a hacer proselitismo para la campaña electoral de Néstor Kirchner y que, en esa tarea, el funcionario hace las veces de privilegiado consultor político de candidatos oficialistas, como gobernadores e intendentes, para quienes, entre otras cosas, contrata encuestas a cargo del organismo oficial.
Fuentes que pasaron por el despacho de Icazuriaga deslizaron a LA NACION que, además de encuestas gratis, ciertos candidatos también obtendrían allí alguna ayuda monetaria.
Como habría ocurrido con el caso de las presuntas coimas pagadas a senadores con dinero de la SIDE durante el gobierno de la Alianza, ahora también estaríamos ante una nueva desviación de fondos oficiales desde la secretaría.
Significaría la configuración del delito de malversación, que también comprende el empleo del personal y los recursos del organismo para elaborar encuestas por completo ajenas a su función específica.
Pero, al mismo tiempo, hay otros hechos que generan aún más preocupación. El piquetero Luis D´Elía lucía furioso contra el Gobierno por no haber obtenido lugares en las listas de candidatos oficiales, hasta que una visita a la sede central de la SI lo amansó por completo. La campaña del Gobierno para perjudicar al candidato opositor Francisco de Narváez, canalizada por medio de la AFIP y del juez federal de Zárate-Campana, Federico Faggionato Márquez, también incluyó, según reveló la revista Noticias , la introducción de espías en el seno de su campaña.
Otros dos hechos graves parecen llevar el sello de los servicios de inteligencia. Por un lado, el extraño corte en la provisión de agua que sufrió el fin de semana largo del 1° de Mayo la ciudad de Mar del Plata, cuyo intendente se negaba a incorporarse a la lista de candidatos testimoniales que promueve el ex presidente. Con el corte del agua cesó su negativa. Por otro lado, el extraño robo de documentación que la jueza federal Servini de Cubría, también jueza electoral, guardaba en su despacho.
El mal uso o uso delictivo de la ex SIDE se remonta a otros gobiernos y continúa porque buena parte de los gastos de su presupuesto de alrededor de 500 millones de pesos no deben ser rendidos. Pero ahora esta situación registra un dato agravante, porque en un primer momento el kirchnerismo quiso ponerle freno a esta realidad y luego no pudo o perdió las ganas, y finalmente terminó usando a la SI como herramienta de poder.
En 2002, el matrimonio Kirchner denunció una campaña de persecución y desprestigio en su contra orquestada desde el organismo, dirigido en aquella época por Carlos Soria. La entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner presentó el proyecto de resolución 1659/02, "instando al funcionamiento inmediato de la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia". Esa comisión está a cargo de la auditoría de las acciones que se realizan con los fondos secretos. Pero es sabido que la comisión controla poco y nada, y tiene acceso a una muestra contable inferior al cuatro por ciento del presupuesto de la SI.
Hubo también, en los comienzos de la gestión de Néstor Kirchner, un intento de desplazar a una de las mayores autoridades de carrera de la secretaría y una de las más controvertidas, intento que también quedó en la nada.
Es sabido que Icazuriaga no maneja la secretaría que lo tiene de jefe, función que ejerce Francisco Larcher, otro kirchnerista tan incondicional como él. Pero no se trata de nombres. En un gobierno en el que nada se hace sin la orden de Néstor Kirchner, la malversación de fondos y equipos del principal organismo de inteligencia del país, más allá de su costado delictivo, ofrece un ejemplo más, tan preocupante como los otros, de la forma patológica que tiene el kirchnerismo de concebir el ejercicio del poder.
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