jueves, 30 de julio de 2009
CRISTINA, EL CAMPO Y LA CRISIS DE 2011
La caída electoral ha sido dura y el Gobierno ha tardado un mes para digerirla, aunque recién este viernes se verá si ha terminado de reponerse, cuando los principales dirigentes del campo sean recibidos en la Casa Rosada.
Por Ceferino Reato (*)
La caída electoral ha sido dura y el Gobierno ha tardado un mes para digerirla, aunque recién este viernes se verá si ha terminado de reponerse, cuando los principales dirigentes del campo sean recibidos en la Casa Rosada, en principio sólo por el nuevo jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, aunque no se descarta que la presidenta Cristina de Kirchner decida sentarse a la cabecera de la mesa en la entrevista más esperada del diálogo político forzado, precisamente, por el resultado de los comicios del 28 de junio.
Es un encuentro clave para la gobernabilidad de la que tanto hablan los funcionarios nacionales en los últimos días, es decir, para evitar el surgimiento de una crisis institucional, debido a que el campo es el sector con el que más se ha enfrentado el Gobierno en su afán de mantener su hegemonía. Como se sabe, ese conflicto comenzó el 11 de marzo del año pasado y todavía no se ha cerrado, a pesar de la derrota de los Kirchner hace un año, cuando el Senado rechazó su controvertido proyecto para modificar las retenciones a las exportaciones agrícolas.
El intento del Gobierno de polarizar con el campo para perpetuarse en el poder fracasó hace tiempo, pero los Kirchner han perseverado en el error. Este viernes tendrán una nueva oportunidad para dar marcha atrás con el hostigamiento a un sector, que es la columna vertebral de la economía. Esa centralidad que tiene la producción agropecuaria explica que sea difícil imaginar un diálogo político serio y eficaz, si las demandas de este sector no son atendidas por la Casa Rosada.
El problema es que, para eso, los Kirchner tendrán que cambiar el estilo verticalista con el cual han conducido los asuntos públicos. Algo ya han hecho con la convocatoria al diálogo político tras los resultados en los comicios legislativos. Más difícil será restañar las heridas provocadas durante un conflicto tan largo e inútil, como lo prueba el tono belicoso, por momentos agraviante, utilizado el lunes por algunos dirigentes agropecuarios.
Para colmo, los reclamos sectoriales se agudizan cuando los recursos del Gobierno escasean debido a un conjunto de factores: la crisis internacional y su repercusión en la economía nacional, los gastos de la campaña electoral y las erogaciones imprevistas por la gripe A.
Hay problemas también en las provincias. El mejor ejemplo es el déficit que acaba de reconocer el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli. "Llegaremos a diciembre con un déficit anual de 5.500 millones de pesos", le dijo a Francisco de Narváez y a otros dirigentes del peronismo disidente, los ganadores junto al PRO de Mauricio Macri en las elecciones bonaerenses.
De Narváez ya se ve como candidato a gobernador en los comicios de 2011 y corrió rápido en su ayuda, haciéndose eco del pedido de Scioli de nuevos fondos del Gobierno nacional, que podrían tener la forma de una mayor participación en la recaudación por el impuesto al cheque o en la creación de otro fondo de ayuda especial para la principal provincia del país.
El déficit bonaerense es un dato político muy importante porque, por ejemplo, fue un componente de primer orden en la crisis de gobernabilidad de 2001/2002. Todavía no se ha estudiado bien ese convulsionado período y muchas veces se insiste en la responsabilidad primordial del entonces presidente Fernando de la Rúa, pero los problemas de caja de Buenos Aires no deberían ser subestimados.
En aquellos meses de los cuales nadie quiere acordarse, la virtual alianza entre Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín tuvo un fuerte protagonismo en la resolución de la crisis, que, como se sabe, terminó en la llegada de Duhalde a la Casa Rosada y en una fuerte devaluación del peso, con una formidable transferencia de ingresos.
El Gobierno recibe al campo en el medio de todos estos problemas y ya no puede permitirse el lujo de que los dirigentes agropecuarios salgan descontentos de la Casa Rosada y convoquen a nuevas medidas de fuerza, en simultáneo con la crítica situación de las finanzas bonaerenses.
Los Kirchner deberían tener en cuenta la historia reciente de la crisis de 2001 para encarar esta reunión clave.
(*) Periodista y Licenciado en Ciencia Política
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