martes, 14 de julio de 2009

Perdieron todos

Es difícil comprender tantos festejos y declaraciones de políticos argentinos. Culminada la elección del 28 de junio, algunos insisten en retorcidas interpretaciones que acomoden el resultado electoral a lecturas tan rebuscadas como alejadas de la realidad.

Por Alberto Medina Méndez

Cierto sector de la clase dirigente se volcó por los discursos exitistas y grandilocuentes, celebrando supuestos éxitos presentes y vaticinando los triunfos que vendrán. Otros, más audaces, pretendieron convertir derrotas en victorias desde una ingeniería argumental y matemática realmente incomprensible.

Es paradigmático, pero en esta elección PERDIERON TODOS. Nadie puede seriamente ufanarse del resultado electoral. Para las aspiraciones que tenían muchos dirigentes, lo que hemos presenciado, fue una estrepitosa derrota.

Perdieron los aparatos, claramente. Frente a tanta leyenda vinculada al clientelismo y al asistencialismo electoral, pese al obsceno despliegue económico público y privado, los porcentajes obtenidos por determinados partidos y frentes, solo demuestran que el dinero, la publicidad, la logística pesan y mucho……..…pero no alcanzan. De hecho, si esa fuera la fórmula, otros hubieran sido los resultados. Algunos dirán que sin ese ardid, mucho peores hubieran sido algunos desempeños, y también estarían en lo cierto

No solo el oficialismo nacional hizo lo suyo, con una catarata de recursos públicos, de la mano de obras de infraestructuras distribuidas con la típica discrecionalidad unitaria de estos tiempos, subsidios por doquier, numerosas prebendas, incontables promesas y lanzamientos e inauguraciones a mansalva.

Los gobiernos provinciales y municipales hicieron lo propio. No se quedaron atrás. Apostaron fuerte, y desplegaron todo su arsenal de propaganda oficial, con dineros cuyo origen quedan poco transparentados, amplificando hechos del pasado reciente atribuidos a la gestión propia, mostrando rostros con nombres y asociándolos a la campaña.

Muchos ciudadanos estaban seguros que con el soporte gubernamental pulverizarían a cualquier opositor. Se equivocaron. En varios casos, aun así, fueron superados, y en otros lograron triunfos insignificantes frente a rivales mucho menos dotados de recursos para la difusión de sus propuestas.

Los encuestadores también se llevaron su merecido en los más de los casos. Quedó en claro, que la inmensa mayoría sumo más errores que aciertos, y que algunos deberán buscarse otra actividad, ante la irrefutable evidencia que esto no es lo de ellos. Resultó demasiado elocuente que la complejidad de la política, si queremos pensar bien, no les ha permitido proyectar con claridad y mucho menos con la linealidad que estas metodologías sugieren. Unos pocos, mostraron su profesionalismo demostrando que son los únicos que pueden caminar por la calle con la frente alta, al menos en este rubro.

Algunos opositores que aparecieron festejando en tribunas, danzando frenéticamente y vociferando encendidos discursos, tampoco tienen demasiado para enorgullecerse.

Habría que recuperar un poco de humildad, si es que alguna vez la tuvieron. En todo caso, valdría la pena enfocarse en porque no consiguieron cautivar a mas electores si sus propuestas eran tan claras e interesantes, o si seriamente creen que sus campañas estuvieron plagadas de inteligencia y buena selección de los mensajes y métodos.

Algunos demagogos de los medios de comunicación, que también los hay, han preferido caer en la trampa de adular al electorado, intentando meterse a la gente en el bolsillo, con elogios desproporcionados, otorgándoles méritos por supuestos triunfos de “la gente” y erigiéndolos como los grandes triunfadores de este proceso electoral.

Habrá que decir que esta sociedad sigue sin involucrarse y que solo se siente motivada por desplazar a los oficialismos de turno, para reemplazarlos por otros nuevos, con idéntico vacío de ideas y propuestas, a lo que se agregan similares modalidades de campaña, parecidas formas de hacer política, a las de los desplazados.

Por triste que sea la conclusión, la sociedad también quedó del lado de los perdidosos. Con mucha suerte, y siendo generosos en el análisis, podrá afirmarse que obtuvo un modesto empate. Si hubiera que rescatar un aspecto positivo cabría decir que la sociedad logró ponerle freno, parcialmente, a cierto despliegue impune de muchos dirigentes, pero aún no ha conseguido mostrarles el camino adecuado, tal vez porque tampoco la comunidad lo tiene suficientemente claro.

Esta elección dejo un tendal de derrotados. En definitiva, perdieron todos. Cada uno de los protagonistas de esta historia, dirigentes, partidos, gobernantes de todos los niveles, funcionarios públicos, y fundamentalmente la sociedad toda, se deben un profundo replanteo, una contundente autocrítica. Suponer que solo “los demás” perdieron, que existe algún sector que esté recorriendo el camino ideal, sería mucho presumir, y por lo tanto ignorar una parte del problema, tal vez significativa, sin la cual la solución no puede aparecer de modo alguno con claridad.

La foto que nos muestra la realidad, lo cotidiano que resulta evidente a los ojos de cualquier observador, está reflejando lo mucho por corregir, y esa misma imagen nos habla de que NADIE se está ocupando de ello. Ni los dirigentes, ni la ciudadanía.

La comunidad y la política siguen viviendo el día a día, enfrascados en las urgencias y pretendiendo debatir sobre ello, con la prioridad puesta absolutamente en la coyuntura.

De las reformas estructurales no se ocupa nadie, ni la política, ni la sociedad. Por lo que no se pueden pretender soluciones sobre aquello que no nos ocupa en lo más mínimo.

La seguridad, la educación, la justicia, la pobreza, la salud, la institucionalidad, casi todos estos aspectos siguen pendientes, esperando que alguien se encargue de ellos, que se discuta a fondo y que se implementen acciones, que todos sabemos, no rendirán sus frutos en el corto plazo. Pero alguna vez habrá que arrancar. Y no iniciará este debate la política, si la sociedad no reacciona, si no hace el quiebre, si no fuerza ese punto de inflexión necesario para cambiar el rumbo de la historia.

Por eso, por estas circunstancias, ninguno puede seriamente festejar. Nadie consiguió dar pasos firmes en algún sentido positivo, Nuestro debate sigue siendo superficial. Por lo tanto, no se puede esperar demasiado, sin ese cambio que la sociedad recita pero no ejerce. Los ciudadanos de esta Nación no hemos asumido todavía la necesidad de liderar ese indispensable giro que posibilite obligar a la política a ponerse las barbas en remojo, los pantalones largos para empezar a caminar como no lo ha hecho hasta ahora.

No es tiempo de festejos. En todo caso, debiera ser, de serena reflexión. Otro turno electoral ha pasado. La continuidad democrática aprobó otro examen y eso es saludable como valor, pero debe quedar suficientemente claro, que esta vez no tenemos ganadores… perdieron todos.

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