En un tiempo convulsionado, que se caracteriza por los acelerados cambios resultantes de las variadas innovaciones, se percibe el debilitamiento de los lazos, que unen defendiendo ante la agresividad de los entornos, por ello el sentido de conservación, impone rescatar el patriotismo como el más sublime gesto de amor.
Por el Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila (LMGSM 1 y CMN 73)
Argentina, Patria amada
Cuna de mis mayores dorada
Recuerdo de mi pasado
Esperanza nunca olvidada.
Dios te hizo bandera
Sobre cumbres elevada
Llamando al mundo
Para ser mi idolatrada.
Nunca olvidare a aquellos
Que en cada alborada
Elevaban voces pidiendo
Calor de las llamaradas.
Un día el cielo nos diste
En las montañas encerrado
Junto a los ríos rumorosos
Nuevo paraíso tan soñado.
Dios en su gran grandeza
Esta tierra santa nos dio
Para hacernos grandeza
Azul y blanco concedió.
Nuestros héroes inmortales
Con sangre y sus aceros
La libertad prometida
Fue su legado sincero.
Hombres de todo el mundo
Llegaron a las praderas
Para hacer del desierto
Un erial tan verdadero.
Si un día tu me llamas
A defender los colores
Pues mi vida inmolare
Como ofrenda sagrada.
Muchas son las voces que, en inspiradas poesías o atractivos cantares, encierran lo que cada pueblo siente en relación a la Patria. En esos versos o estrofas, se desgrana el sabor de un sentimiento que no tiene parangón y que, el repetirlo, causa una gran emoción. Casi se diría, que este afecto es un milagro no divino, pues no es fe ni atractivo, sino una sensación que aflora sin testigos. Sin embargo, ese don de amor, en el presente, parece estar amenazado, en una suerte de olvido o marginación, que lo aparta de sus raíces y motiva se enturbien sus frutos.
La idea o los ideales de Patria, han sido expresados por intelectuales, poetas, filósofos, músicos, dirigentes, maestros, religiosos, militares y todo tipo de pensador. Todos, con frases encerradas en versos o melodías o en exaltadas palabras ante los más variados auditorios, llegan al corazón y hacen tremolar los sentimientos. Desde el lejano pasado, encontramos brillantes expresiones, como en el caso de Seneca que nos dice “No se ama a la Patria porque es grande, sino porque es mía”, Cicerón expresa: “Donde quieras que estés bien, allí está tu Patria” y “La Patria, después de Dios, tiene derecho a que nuestra alma, nuestro talento y razón le consagre sus mejores y más nobles facultades” o bien Confucio nos dice : “Cuando se trata de la salud de la Patria, es un crimen titubear en arriesgar por ella la vida”. Conrad Adenauer señalo “Todos vivimos bajo un mismo techo, pero no tenemos el mismo horizonte”. Nuestro San Martín, a su vez, dice: “Cuando la Patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”. Belgrano expresa: “La Patria necesita sacrificios, es ara, no pedestal. Se la sirve, no se la toma para servirse de ella”.”. Otros pensadores nos dicen, por ejemplo:” La Patria se concibe como un ámbito cultural haciendo del hombre en el cual le está permitido ser, hacer y realizarse”, o bien “Patria es esencialmente un tema de conciencia y como tal está regido por la razón y la lógica de los valores”, “El patriotismo es una comunidad de sentimientos que nacen del amor propio para alcanzar el amor colectivo en el que se siente pertenencia e identidad que reconoce un pasado y tiene la búsqueda de un futuro común (Ángela Garzón Ojuela).
En el presente, existe un proceso maligno que lleva a perder el patriotismo, aparece en diversas comunidades, aun en países con larga tradición, con una fuerza destructiva tal, que alarma y que obliga conocer sus causas y motivos, para actuar en consonancia, ante la evidente destrucción que su crisis conduce. La destrucción del “patriotismo” tiene efectos similares en los valores y la moral, provocando un “giro ético” que nos alcanza a todos. Solo los imprudentes o aquellos que son, voluntaria o incidentalmente, parte de este proceso de deterioro, ya sea por fines inconfesables o mera conveniencia circunstancial, pueden hacer “oídos sordos” ante el torrente que brama con sus consecuencias deletéreas. El problema de la distorsión de las características tradicionales del patriotismo. con la conformación actual que se hace del mismo, tiene una de sus facetas mas claramente visibles, en el proceso de migración que busca mejora de vida en otros lugares pero que no logra su adaptación plena a los nuevos medios y se contrapone con las realidades, debido a sus resabios originarios.
El amor a la Patria es, básicamente, uno de los amores o sentimiento propios de los seres humanos o sea una de las características que configuran a la Humanidad. El amor en la Humanidad, a lo largo de la historia, es uno de los factores que han caracterizado la evolución de la sociedad y aparece en todos sus tiempos y culturas. Quizás estas expresiones de José Marti y Agustín Ulivam Rodó, respectivamente, nos traiga aun más idea, cuando dicen: “Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consola, don de amores y esperanzas” y “Educar es amar al prójimo y garantizar una gloriosa Patria futura, aprender es amar la verdad y recordar a una Patria pasada y aplicar lo aprendido en crecer en uno mismo y contribuir a una exitosa Patria presente”.
Recientemente, en ocasión de recibir el premio Nobel de Literatura, en su exposición, Vargas Llosa, dice: “El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre si”.
El amor es un arte y como tal se desenvuelve, aprende, realiza y concreta siendo necesario cultivarlo, fortalecerlo y mantenerlo con adecuada vida. Ello se debe a que lo conforma una serie de elementos físicos, espirituales e intelectuales, dentro de una determinada lógica, basada en su racionalidad. Toda teoría sobre el amor, para realizarse, debe contar con un medio que siempre tendrá una presencia humana. Ello se debe a que el ser humano necesita para su existencia de otros seres, físicos o espirituales, que lo complemente, asistan o apoyen en el logro de sus acciones o la obtención para materializar sus sueños. Amar es, básicamente, dar con la aspiración que alguien lo reciba y la posibilidad de que ello se retribuya, con lo que este fluir, actúa como amalgama que une como es característico de la familia, la conciudadania y la nacionalidad. Al amor se llega por una acción humana física, espiritual y/o intelectual, que prevalecen conforme su tipo y característica. Si bien todos los amores son idénticos en su carácter de humano, en el mismo prevalece lo intelectual cuando actúa desde el conocimiento (Amor a la Patria), lo físico que se origina en los sentidos (Amor personal y grupal) y lo religioso que tiene su basamento espiritual en la fe. (Amor a Dios).
El amor a la Patria (Patriotismo) ha sido descripto en las más diversas maneras pero, casi siempre, en sus consecuencias o efectos, pero poco en relación a su origen, conformación o raíces. Es aquí donde concurre la “sociología” para dar una respuesta científica, como un aporte para su estudio y valorización,- conforme a las conductas humanas. La sociología es y se la define como: “ la ciencia de la conducta colectiva (R. Park y E. Burgues)”, “la ciencia de la sociedad o de los fenómenos sociales (Ward)”, “ en su conjunto la teoría de la convivencia humana (Tonnies) o “una ciencia especial que estudia la conducta interhumana en los procesos de sociacion, asociación y disociación (Von Wisse), pudiendo destacarse el que dice que “la sociología procura descubrir los principios de cohesión y de orden dentro de la estructura social; la forma como se arraiga y crece dentro de su medio; el equilibrio móvil de su estructura cambiante y su medio también cambiante; las principales tendencias de su continua transformarse, las fuerzas que determinan su dirección en cierto momento dado, las armonías y los conflictos, los ajustes y desajustes dentro de la estructura tal como se revelan a la luz de los deseos humanos,y, de ese modo, la aplicación práctica de los medios a los fines de las actividades creadoras del hombre social (Maciver).”
El patriotismo o amor a la Patria tiene, como hecho de la conciencia humana, por lo tanto, un inicio. Ese inicio puede ser de variados orígenes, pero, conforme aparece en general, se observan clásicamente dos, a saber: el interés o la costumbre. El interés lleva a la figura del inmigrante y la costumbre a la del nativo.. El inmigrante es quien, por su interés, está dispuesto a abandonar lo que ya tiene (desarraigo) y trasladarse en busca de un algo mejor, en cambio, el nativo es quien acepta naturalmente su realidad y no desea cambiarla. A partir de este punto diferencial, las acciones se asemejan en una corriente casi idéntica, ya que comienza a actuar la voluntad ante la situación. En la medida que la sensación señala conveniencia, el proceso se fortalece, en cambio, si surgen dudas o conflictos, se debilita y regresa a su punto inicial. En el caso del inmigrante, el “interés” se transforma en “costumbre”, cuando se siente igual al nativo o percibe que no tiene posibilidad de retorno o de un nuevo cambio. Ello, sin embargo, casi siempre, no se completa totalmente, necesitando crear una suerte de “refugio”, ya que busca a otros de su origen, se agrupa con ellos, trata de mantener sus tradiciones y, en lo posible, trasladarlas a sus descendientes o entornos. En un país de inmigrantes, como es nuestra Argentina, ello se comprueba fácilmente por las asociaciones extranjeras, las escuelas diferenciales, etc. De todas maneras, el elemento más potente de acercamiento, es el idioma, que mantiene en su tonalidad las características de los países de los que son origen o aun de las regiones en las que se nació como es clásico en nuestra Argentina.
El habitante, ahora como nativo o inmigrante incorporado, para conformar su patriotismo, siempre se pensó que necesitaba saber de su pasado para que los personajes y los hechos del lugar se conozcan como herencia o legado que modifica lo recordado de sus propios antecesores. Allí aparece la necesidad del conocimiento que ofrece la historia. El habitante argentino “tiene” que sentir que un San Martín o un Belgrano, o que una Batalla de Salta o Tucumán o una campaña de los Andes, es parte original de cada uno por lo que siente orgullo y lo demuestra. Al mismo tiempo, debe surgir la idea del futuro común con los que le rodean y así, el habitante, se siente con deberes y derechos dando lugar al ciudadano. En ambos accionares, juega rol importante la educación. La educación, por lo tanto, es el medio por el cual cada persona se sabe parte de un todo y aprende como convivir en el presente sobre las bases de un pasado y las esperanzas de un futuro. La educación diferencial, sea incluyendo otros idiomas o enseñando otra historia o costumbres, que aparece como una tendencia positiva bajo la “globalización” tiene efectos negativos si no está justamente balanceada con el objetivo principal que debe ser la propia nacionalidad.
En nuestro tiempo, ya no basta con el conocernos a nosotros mismos, pues el desarrollo del progreso acerca a las personas, y ellas tienen, cada vez más, la posibilidad de comparar lo que tiene y lo que tienen los otros, con lo que brota de nuevo el punto de inicio o sea atractivo del interés que penetra culturalmente en las mentes y, por lo tanto, lleva a la reflexión sobre nuevas posibilidades. La noción de posesión, que se viene creando en cada habitante, ahora ciudadano, que le llevo a la idea de preservación de lo que tiene acumulado o las oportunidades que se le brindaran, comienzan a flaquear bajo las capacidades diferentes de las que toma conocimiento. Si bien este accionar está llevando a la Humanidad a la “universalización”, al mismo tiempo, está despertando la “individualización”, como balance equilibrador, que muestra las ventajas de lo globalizado y los beneficios de lo particular. Vemos que surge la figura del “europeo” que busca asimilar con sus instituciones a los españoles, franceses, ingleses, etc. o la del “asiático”, el “oriental” o el “latino” que trata de reunir a los vecinos territoriales, pero, por otra parte, aparece el resurgimiento potenciado de los regionalismos que pretende fortalecer las raíces ante la sensación de invasión cultural generalizada.
El amor, en general, es frágil y, lo es tanto más, cuando no está unido a materias, como es el caso del amor a la Patria, ya que está en la conciencia y es evaluado conforme lo analiza el intelecto. Esta fragilidad, crece a medida que la tentación, las modas o los sueños modifican los estados de vida y convivencia. Las corrientes “progresistas” chocan con las bases “fundamentalistas”, en un proceso de liberación del amor, que rompe los compromisos y no asegura la vigencia de la continuidad. La persona, sin llegar a la “traición”, es atraída hacia el olvido o la negación, con la oferta de la fácil justificación. Esta ofensiva al cambio, requiere acciones de defensa, que busquen, esencialmente, proteger y fortalecer el razonamiento que evite la lógica de la desviación.
En el presente, el problema de la preservación del patriotismo toma aristas sorprendentes. En varios países de Europa, los descendientes de pobladores de las colonias, se muestran más cerca de las patrias de sus progenitores que de la que ellos integran y se transforman, de esa manera, en una suerte de virulencia que puede mostrarse hasta como violencia contra sus actuales “compatriotas”. El respeto a los símbolos, la veneración a los próceres y el recuerdo a los actos de heroísmo del pasado, se alejan de las poblaciones, que los reemplazan con nuevos iconos o figuras de actualidad, pero, dudosa permanencia en el mañana.
En el caso de nuestra Argentina el “patriotismo” adquiere la forma de búsqueda de la “identidad nacional” ya que por su origen histórico, cuasi feudal, los habitantes respondían mas a sus pueblos que la nación que se formaba. Esta situación, adquiere nuevas incidencias, por el masivo proceso de inmigración que surge de la política de “gobernar es poblar” y abre el país al mundo. Las dos guerras mundiales (1914/1918 y 1939/1945) mostraron el desequilibrio subyacente, cuando, hijos argentinos nacidos de padres extranjeros, prefirieron irse a sus países de origen a combatir por ellos y dejaron, de esa manera, de ofrecer sus capacidades y calidades a nuestra Patria. Se dio así la paradoja que “amigos sociales” o “estudiantes unidos” localmente, olvidaron sus lazos y se alejaron para combatirse mutuamente en las batallas de las guerras.
En nuestra historia, se desataca la figura del General Manuel Belgrano, por ser el prócer que concibe el símbolo de unión, materializado por la bandera, pero, también hay que destacarlo, pues es uno de los que alienta con énfasis la educación para que ella sea la cimiente del conocimiento y, consecuentemente, la unidad. Sin dudas la educación ha sido, es y será el medio para aproximar, en nuestro país, a caracteres tan dispares como son los habitantes de las diversas regiones e incorporar en plenitud a los descendientes de los inmigrantes. En tal sentido, se debe destacar el papel que ha jugado el “servicio militar obligatorio” que hacía del habitante ciudadano bajo la imposición que los derechos que ganaba tenían como contraparte obligaciones, entre ellas, la “defensa de la Patria”. Es de observar que, en Argentina, todas las acciones destinad as a la formación de la “identidad nacional”, fueron fijas por leyes que “obligaban”, tales como son, además de la del servicio militar, la de la educación y las normas electorales. Pero, todo este esfuerzo oficial, ha tenido como basamento para su realización, la oferta de avance que ha brindado Argentina, dentro de un escenario de paz, concordia y convivencia singular. Este es un aspecto que debemos señalar con énfasis ya que comprender las calidades de vida que brinda Argentina ante los desvaríos del mundo es esencial y, por ello, preservarlo, es esencial para nuestro mañana.
La evidencia del materialismo, junto con un creciente egoísmo, que muestra nuestro tiempo, está modificando las conciencias con los supuestos de capacidades y calidades diferenciales comparativamente. La lógica de las tendencias de estos atractivos, está creando un movimiento migratorio singular hacia aquellos lugares donde aparecen mejores oportunidades y ofrecen una calidad de vida diferente. En Argentina se observa con claridad que ella, comparativamente, tiene aspectos que la califican en relación con los países vecinos, lo que mueve, naturalmente, al desplazamiento poblacional. Este tema, como lo fuera en el pasado, se materializa en aquellos sectores de las poblaciones linderas, que no encuentran cabida en su propia comunidad, generalmente por su menor capacidad, lo que crea un flujo que cubre en nuestro país las actividades de menores exigencias. Este fenómeno también se presenta en otros países, tal el caso de los Estados Unidos de América, en la corriente de trabajadores manuales que se necesitan para tareas agrícolas que rehúye el norteamericano. En general, en todo el mundo, el inmigrante reemplazo o reemplaza al nativo en actividades o tareas necesarias que este no accede pero que se requieren en la conformación de actividades de la sociedad.
Los países de economías medias y periféricos, como es el caso de nuestra Argentina, se encuentran a principios del Siglo XXI con la problemática de atracción desde los países centrales de calidades profesionales y, al mismo tiempo, ser a su vez atracción para los vecinos en calidades artesanales, lo que implica un cambio de escala de calidad poblacional que puede ser con efectos de envergadura en el mañana. Esta reflexión, nos conduce a la idea de la necesidad de estudiar y considerar “sociológicamente” la evolución de la sociedad argentina, partiendo de la base que su “amor a la Patria” puede estar condicionado por el “interés” y, en ocasiones, por la “necesidad”, que se impondrá a la sensación del “patriotismo” cuando se comparan las posibilidades y oportunidades.
Si volvemos a las páginas del pasado, allá por principios del Siglo XX, veremos como que las corrientes migratorias que buscaron en Argentina un ambiente mejor y una posibilidad diferente, lo hicieron por un claro “interés” que estaba sustentado por las “capacidades y posibilidades” que brindaba un país joven, pujante, que valoraba el esfuerzo, no ponía barreras y permitía usufructuar los beneficios del accionar fecundo y, aun, del sacrificio aplicado. Allí estaba el inicio del proceso que, al correr de los tiempos, permitió que el inmigrante, hecho habitante, se transforme en ciudadano y que este logro lo aliente a que se despierte en plenitud el “amor a la Patria”. En el diario LA NACION (1112-2010) Beatriz Sarlo, escribe:” Los migrantes extranjeros, por su parte, nos recuerdan que el cosmopolitismo argentino es un cosmopolitismo de abajo. Primero fueron nuestros antepasados europeos, que las elites del primer Centenario no les parecieron ni suficientemente europeos ni suficientemente rubios, ni suficientemente entrenados en los oficios científicos. Esos italianos, españoles, rusos, polacos, judíos, representaban el peligro de una mezcla que no ajustaba a la idea de extranjero “deseable”. Hoy sus descendientes son argentinos típicos, resultados de historias exitosas cuyo motor fue el mercado de trabajo, la escuela, la ciudadanía política y la extensión de los derechos sociales. El cosmopolitismo despreciado por las elites de 1900, hoy nos parece la esencia misma de la argentinidad, “. “Pero ahora llegan otros hombres y mujeres, que, a diferencia de los migrantes del milnovecientos, no están en los planes de nadie, ni del Estado ni de los gobiernos, ni de los ideólogos. En el mundo globalizado las migraciones no son deseadas, salvo cuando hace falta alguien haga determinado trabajo que los locales rechazan o no son suficientes para realizarlos. Acá, con el cortoplacismo que es la enfermedad senil de la política argentina (aunque ataque a los políticos relativamente jóvenes), nadie pensó en los migrantes que seguirían llegando. Los paraguayos y los bolivianos son los nuevos extranjeros sospechosos. Hay que recordar que la Constitución les asegura igualdad de derechos. El Preámbulo no hace diferencias, fue escrito también para “todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Es de aclarar que lo manifestado en el texto que se transcribió, en realidad, no se ajusta a la realidad institucional. Se debe recordar que en nuestro país existe una Dirección Nacional de Población que parte en su accionar de la premisa de que “ningún ser humano es ilegal” por el que se reconoce que priva el derecho a la persona sobre lo que puede o no accionar la autoridad. . Surge como conveniente, además, tener presente que existe en Argentina la Ley Nro. 25.871 que en su artículo 4to. dice: “El derecho a la migración es esencial y inalienable a la persona y la Republica Argentina lo garantiza por la igualdad y universalidad”. Este supuesto legal, posiblemente sin que ello fuera intención de los legisladores, contiene la posibilidad individual del “arraigo” o “desarraigo” en el que influye en sobremanera el factor distancia o sea la posibilidad simple de volver al lugar de origen. En el pasado, para un europea que emigraba a Argentina, le era casi imposible su retorno, en cambio, en nuestros días, para un paraguayo o boliviano, el desplazamiento es tan fácil como lo es para un misionero o un jujeño, respectivamente, por lo tanto, priva en los intereses el factor facilidad legal que se impone a las ventajas que le puede dar circunstancialmente el cambio de residencia..
Se desea destacar la diferencia que hay entre el “nacionalismo” con el “patriotismo”. El nacionalismo surge como la resultante de la existencia de la nación como organización regida por las leyes, en cambio el patriotismo es un sentimiento de conciencia voluntario que no se ajusta a ninguna norma y por lo tanto esta dentro de lo que son valores, moral y ética de las personas.. Esta diferencia sociológica, debe ser tenida en cuenta cuando se observa la presencia de agrupamientos de individuos de idéntico lugar de nacimiento en nuestro país,
como fueran en el Siglo XX las colonias europeas o sus obras sociales especificas (alemanes, ingleses, españoles, italianos etc.) o en el Siglo XXI los barrios o asentamientos en los que priva una nacionalidad dada. (bolivianos, paraguayos, etc.).
La realidad actual muestra un cambio en la determinación de los “valores” que afecta directamente al “patriotismo”. Este cambio es tanto más profundo cuanto más avanzada sea la sociedad en la que se produce. El tema es de tanta importancia que se le debe reconocer pues excede a las capacidades de las acciones generales y se materializa en las posiciones de cada individuo. La aparición constante de nuevas posibilidades que atraen y, por lo tanto, despiertan los intereses, motiva, particularmente en los jóvenes, la “necesidad” de nuevos horizontes. La situación exige a la sociedad “global” su consideración, ya que sus efectos desbordan las fronteras geográficas y tiene permanente tendencia a crecer aceleradamente. Si bien este fenómeno aun no está calificado sustantivamente, si es posible determinarlo en su generalidad. La nueva dimensión de posibilidades lleva a un nuevo modelo de “convivencia”, de diferentes “costumbres”, que conducen a modificar el pensamiento y las acciones. El efecto es tan fuerte que, en el tema del “patriotismo”, lleva a poner, en su consideración, más énfasis en el futuro que en el pasado. Antes se pensaba que conocer las glorias y los éxitos que nos habían llevado a “ser” era la base del patriotismo, ahora, con este profundo “giro de los valores”, lo que se busca en como “fortalecer el ser” en la prospección del futuro.
La evolución de los aspectos morales, en contraposición con los avances materiales, está influyendo en la mayoría de los campos del saber humano, lo que hace que el sentimiento ético adquiera nuevas proporciones. Este proceso conduce a una situación conflictiva, aun no resuelta, en la que se deforma los alcances del “ser individual” en una valorización del “ser colectivo”. Como hemos señalado que el “patriotismo”, es un gesto o un sentimiento absolutamente individual, que tiene básicamente origen intelectual (interés, conveniencia, convencimiento, elección, etc.) el mismo está bajo la influencia de este “giro”. En general, los gobernantes están sintiendo los efectos de este proceso, pero, aun no se muestran acciones que actúen para entenderlo y conducirlo. Sin embargo, parece conveniente citar el caso de Francia donde sus autoridades dedican esfuerzos para recuperar y recomponer el amor a la Patria con una serie de inteligentes y lógicas disposiciones. En cambio, en nuestra Argentina, se observa que se alientan movimientos o gestos de aparente reivindicación que a la larga pueden conducir al desmembramiento y división de la sociedad. En el Siglo XIX y aun al principio del Siglo XX, en nuestro país, había clara determinación (“gobernar es poblar”, “hay que educar al soberano”, etc.) pero, en el presente, el tema adquiere la búsqueda de soluciones de infraestructura (habitación, salud pública, servicios comunales) por los desbordes de necesidades que surgen de las concentraciones urbanas, sin investigar por qué no se entiende en el origen “sentimental” del problema. La sociedad percibe que los gobernantes actúan sobre las “superficies” de los temas y no consideran sus “bases” en profundidad, con lo que se trata de un “trasladar las soluciones” con lo que la crisis se mantiene aplacada convulsionadamente.
Una posible solución para lograr resurgir el “patriotismo” debe comenzar `por la conveniencia social que deriva del mismo y no agredirlo socavándolo con finalidades sectarias o ideológicas. Se acepta que en nuestro tiempo los estadistas se encuentran ante un escenario al que confluye un proceso ambiental global que hace aflorar las necesidades de equidad y justicia practica que no son fácilmente conciliables. La aparición de esta exigencia de actuar practica, recoge las voces de los que ofrecen lo que no es de ellos como solución (redistribución) y la de los que están en la necesidad o los que han logrado algo por su esfuerzo, no deseando compartirlo y perder lo logrado. No es fácil apelar al “patriotismo”, como un aporte de sacrificio, cuando los que lo hacen no son el ejemplo de lo que pretenden alcanzar, máxime cuando se percibe una “doble moral” que afecta la ética en aquellos. Jorge Etkin, sintetiza esto al decirnos:”La sociedad no puede crecer en democracia y en justicia con organizaciones que tienen practicas destructivas, La ética es una cuestión de conciencia, no es un acto de fe (dogmatismo) ni de conveniencia personal” y luego aclara “Hablamos de organización dual en el sentido que produce, pero en un ambiente de injusticia y marginacion, Aunque no sea su propósito en realidad. También es dual porque hay oposición entre el discurso y la acción. Es la escuela que dice buscar la excelencia, pero reduce salarios de sus maestros y evita enseñazas costosas. Esta dualidad es destructiva para todos los integrantes de la organización, los usuarios, los clientes, el medio social. No hablamos de la dualidad como una complejidad, como el estado de duda o incertidumbre de los directivos. En cambio nos preocupa la dualidad como estrategia, como hipocresía, como enfermedad”. Carlos Cullen, a su vez, señala: “Jamás se ha hablado tanto de ética y de moral, nunca, quizás, nunca hemos estado los hombres tan desorientados para poder definir y sostener la moralidad de nuestras accionar”, “Lo primero que debate hoy la ética es la cuestión de la fundamentación racional posible de las normas y los valores, frente al escepticismo y el fundamentalismo” y “En tiempos de sociedades abiertas y pluralistas,¿ tienen sentido las tradiciones morales particulares? En tiempos de globalización y de autopistas informáticas ¿quién o que da valor a los valores?. ¿Tiene algún sentido hablar de resistencia o de alternativas y , si lo tiene, en que se fundan?,” a lo que da como respuesta: “Es decir educar: construir narrativamente una identidad histórica, deconstruirla críticamente desde los principios normativos y desde los derechos humanos encarnados en la singularidad y volver a educar, resistiendo la imposibilidad de la tarea y realizando cada vez y de nuevo su utopía”.
Sintetizando, el “patriotismo” es “amor a la Patria”, es un sentimiento ético que surge desde el interés y se fortalece en el conocimiento y la esperanza, que en un mundo globalizado, expectante y competitivo esta puesto a prueba constantemente, que es vulnerable y frágil, por lo que requiere de permanente atención para que la conciencia lo sienta, alimente y proteja considerandolo un don preciado que, poseerlo, significa felicidad y bienestar.
En un mundo, como el actual, en el cual la verdad se desnuda exitosa ante las evidencias de desvíos o los juegos bastardas de los dirigentes, el hombre común, aquel que nace, vive y muere en la bullente sociedad, además de los bienes y alimentos materiales, necesita que su mente pueda encontrar refugio en la sinceridad y afecto en las realizaciones en un ámbito muy especial que su conciencia llama Patria y, por lo tanto, su amor es una dicha de la que no puede ser privado pues en él está la esencia de la racionalidad y la lógica humana.
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