domingo, 1 de mayo de 2016

UN JEFE DE GABINETE QUE RESPETA AL CONGRESO





Por Jorge R. Enríquez




El artículo 101 de la Constitución Nacional, incorporado en la reforma de 1994, impone al Jefe de Gabinete de Ministros la obligación de “concurrir al Congreso al menos una vez por mes, alternativamente a cada una de sus Cámaras, para informar de la marcha del gobierno”.

Ese deber es consistente con una de las funciones que motivaron la creación de la Jefatura de Gabinete como una de las diversas herramientas que la reforma introdujo con el objeto de atenuar el presidencialismo. El Jefe de Gabinete fue concebido como un nexo entre el Poder Ejecutivo y el Congreso. Inclusive, se estableció que, si bien sería designado por el presidente y removido por este, también el Poder Legislativo podía removerlo mediante una moción de censura. Un cuño del parlamentarismo en un sistema que sigue siendo presidencialista.

Por eso, es importante que la concurrencia del Jefe de Gabinete al Congreso se cumpla efectivamente. No es lo que ha sucedido habitualmente desde 1994. Las visitas han sido esporádicas, como si estuviera en el marco de atribuciones de ese funcionario decidir con qué frecuencia habrá de sujetarse a la Constitución. De ahí la grata impresión que causó el Licenciado Marcos Peña cuando se presentó ante la Cámara de Diputados y contestó todas las preguntas que se le formularon.

Peña respondió exhaustivamente el extenso cuestionario, que incluyó el tema del proyecto de doble indemnización para los despidos, sobre el cual explicó claramente que conspira contra los nobles propósitos que pueden inspirarlo, ya que generará estímulos negativos para la creación de empleo. También anticipó que en los próximos días el Poder Ejecutivo presentará un proyecto de ley para modificar las escalas del impuesto a las ganancias y dar lugar a un sistema más justo.

Pero el Jefe de Gabinete no rehuyó el debate político más intenso y no vaciló en responder a las chicanas que surgían del Frente para la Victoria, que meneaba los “Panamá Papers” como si la mención de Mauricio Macri como director de alguna sociedad off shore constituida por su padre tuviera algún margen de reproche legal o ético. Marcos Peña ratificó que no lo hay, que esas sociedades no tenían actividad y que, por lo tanto, en nada involucraban al presidente de la Nación.  No obstante, no se quedó ahí. Respondió a las chicanas con un mero dato de la realidad. Dijo que imaginaba los duros momentos que estarían viviendo los miembros de ese bloque cuando veían por televisión las escenas de las estancias, automóviles y demás muestras de lujo extravagante de Lázaro Báez.

En definitiva, Marcos Peña ejerció su función con corrección  técnica pero también con eficacia política. Lejos de amilanarse por los ataques del kirchnerismo, le pidió a esta fuerza política que se haga cargo alguna vez del desastre que dejó. El Jefe de Gabinete es, por lo general, un dirigente y funcionario de estilo cordial y moderado, que no incurre en ataques personales ni en descalificaciones fáciles. No dejó de serlo en esta oportunidad, pero le sumó a su intervención una densidad política muy necesaria en virtud del rol que ejerce y, en especial, del ámbito en el que se hallaba. También en ese aspecto hemos cambiado para bien. El Congreso vuelve a ser la caja de resonancia política, condición que, paradójicamente, quienes decían que habían reinstalado la política le negaban.


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