domingo, 3 de julio de 2016

LOS DOCE DEL PATÍBULO


"Y donde haya crimen, el hacha caerá"
William Shakespeare
 
Por Enrique Guillermo Avogadro

Tal como se preveía, el jueves y bajo una enorme presión social, el Consejo de la Magistratura dispuso finalmente la realización de una auditoría en los juzgados federales penales para determinar, en cada causa por corrupción, si ha habido demoras injustificadas -es decir, protección judicial a los delincuentes- en su tramitación. Por la renuncia de Oyarbide, cuya actuación podrá ser revisada por su comisión de muchos delitos, hubiera debido modificar el título de la película de Aldrich, ya que los magistrados que ocupan los despachos de Comodoro Py son ahora once; varios de ellos deberían dejarse la barba, como ya hizo Casanello, para poder ponerla en remojo.

Por mi parte, espero que esa auditoría se extienda a la Cámara Federal de Apelaciones, donde los integrantes de la Sala I, Ballestero y Freiler, son verdaderas lacras; el último, en particular y con menos "inocencia" que la que demostró el Juez Martínez de Giorgi al descartar rápidamente una denuncia por enriquecimiento ilícito, debería explicar de dónde sacó el dinero para construir la mansión-bunker de la esquina de Villate y Catamarca, frente a la residencia presidencial de Olivos, y para comprar el barco y los automóviles fantásticos que integran su colección y su tropilla de caballos de carrera. Y, por supuesto, ampliarla también a todos los verdaderos asesinos togados que, mediante procesos fraguados y utilizando testigos amañados, mantienen en prisión a dos mil militares y civiles que cometieron el incalificable crimen de defender a la Nación, y que han matado ya a cuatrocientos en cautiverio.

Los probos magistrados de la Sala II apretaron fuertemente a don Tortuga para que avance, de una buena vez, en la investigación sobre Cristina Elizabet Fernández y su entorno familiar. Pero no fue sólo esa la única mala noticia que recibió la emperatriz de Calafate en la semana: Bonadío allanó propiedades y oficinas vinculadas a la ex Presidente y a su hijo, y encontró aún más pruebas de las vergonzosas relaciones de éstos con pseudo empresarios como Lázaro Báez y Cristóbal López, lo cual aproxima mucho a los Kirchner a las rejas carcelarias.

Todo esto vale aún más para el actual gobierno, ya que la ciudadanía ha elevado la vara con que se medirá su decencia y su transparencia. Macri terminó con la práctica de enviar sobres desde la SIDE a Comodoro Py y, también -sea por voluntad propia, sea por el feroz ataque de Lilita Carrió-, con la costumbre de tener "operadores" judiciales; así, los jueces federales han quedado librados a su suerte y, en defensa propia, han desatado el tsunami que hoy inunda páginas y pantallas. Contra el natural escepticismo de la población, acostumbrada desde siempre a que los poderosos zafen, estoy convencido que esta vez el proceso resultará imparable, aunque la gigantesca ola se deba llevar puestos no sólo a funcionarios de toda laya sino, como sucedió en Italia y pasa hoy en Brasil, a muchos grandes empresarios, cómplices esenciales de la monumental corrupción y del saqueo más desaforado.

Los papelones de Méndez (ex titular de la UIA) y Chediak (Presidente de la Cámara de la Construcción), que licuaron ante los jueces sus confesiones públicas, no hicieron más que ratificar la catadura moral de nuestros maravillosos "capitanes de la industria". Para justificar el pago de las escandalosas coimas, transformadas en gigantescos sobreprecios para el Estado, alegan que una negativa a la presión de los funcionarios implicaba la imposibilidad de trabajar, y recurren al efecto que eso tendría sobre el empleo. Es el mismo argumento extorsivo que utilizaron históricamente para obtener del Estado prebendas y protecciones aduaneras que siempre redundaron en perjuicios para la sociedad obligada, por los sucesivos cepos al comercio internacional, a comprar malo y caro.

Todos ellos, cegados por la desmesurada apetencia por el dinero, prefirieron olvidar que sus robos tenían una trágica contrapartida: los "negocios" de Néstor, Jaime y los Cirigliano asesinaron a cincuenta y un argentinos en Once, los chicos mueren por desnutrición, la población carece de agua potable y de cloacas, las escuelas se caen a pedazos, los hospitales carecen de lo más elemental, no tenemos luz ni gas, millones de jóvenes han perdido la cultura del trabajo y son presa del narcotráfico, y los más humildes pierden sus magros ingresos buscando una esperanza en los cientos de casinos y bingos instalados en toda la geografía nacional.

Entrando ahora en el terreno económico, que tanto nos preocupa a todos, Gobierno incluido, me parece que a pesar del excesivo optimismo oficial y de su pecado de pronosticar fechas para el resurgimiento, el panorama es mucho mejor que lo que percibe la sociedad. La inflación ha comenzado a ceder y el campo, una vez más, se ha transformado en motor del despegue; la bonanza se ha trasladado a los pueblos y ciudades del interior, donde no sólo las fábricas de maquinaria agrícola están trabajando a todo vapor, ya que sus ventas crecen geométricamente, sino que se ha recuperado la actividad en todos los comercios, desde tiendas hasta restaurantes, desde ferreterías a librerías.

Es cierto que las economías regionales aún sufren enormemente, pero su recuperación no debiera depender tanto de las medidas oficiales de promoción sino del valor que puedan agregar a sus producciones. Argentina, precisamente por su ubicación geográfica de contraestación respecto a los mercados centrales, está en condiciones óptimas para ofrecer a éstos alimentos procesados, con extrema calidad y con buen diseño en sus envases; es decir, no debe limitarse a las exportaciones primarias sino que debe llegar a las góndolas europeas y norteamericanas para ofrecer, por ejemplo, excelente producción orgánica, que tiene precios que superan en mucho (30/50%) a la tradicional.

Para concluir, un breve párrafo sobre otro problema crucial de nuestro país: la educación de calidad. El empleo privado en el sector de mayor requerimiento tecnológico no crece por la inexistencia de postulantes que puedan acceder a él. Alieto Guadagni lleva años predicando en el desierto y mostrando, por ejemplo, qué pocos ingenieros se gradúan en comparación con los abogados y contadores, que forman nuestras universidades. Cuando recordamos que, por obra de Domingo F. Sarmiento, Argentina no tenía analfabetismo en 1880 y hoy quienes ingresan a los claustros ni siquiera comprenden lo que leen, no podemos menos que llorar. Lo que todos hemos hecho, por acción u omisión, en esta materia ha sido un suicidio colectivo.

Es mucho, muchísimo, lo que las actuales generaciones deberán hacer para volver a ser nación pero deberán empezar, conjuntamente con el saneamiento judicial y la inaplazable regeneración moral de nuestra corrupta sociedad, por encarar seriamente el tema de la educación. Sin eso, Argentina no tendrá futuro alguno ya que la presente centuria es, sin duda, el siglo del conocimiento.

Enrique Guillermo Avogadro
Abogado

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