"Con una Justicia honesta, seria, independiente y rápida, todo será posible; sin ella, nada lo será"
Por Enrique Guillermo Avogadro
A menos de un mes de haber escrito yo "Los doce del patíbulo", la prensa ha confirmado que el Consejo de la Magistratura tratará la destitución de los nefastos jueces Eduardo Freiler, Daniel Rafecas y Carlos Rosanski por la comisión de diferentes delitos y muchas faltas gravísimas, para lo cual ya se habrían reunido los votos necesarios; innegablemente, se trata de un muy buen principio, ya que varios otros de estos personajes sentirán el aliento en la nuca, pero deberá estar acompañado por la aceleración de la auditoría dispuesta sobre los juzgados federales, dotando a quienes deban realizarla de los medios físicos y del personal necesarios.
El lunes, después de la ya injustificable feria de invierno -que este año, al menos, fue bastante movida-, el Poder Judicial volverá al trabajo y comenzarán a reactivarse muchas de las causas de corrupción que tanto han escandalizado a la enorme mayoría de la sociedad; una reciente encuesta determinó que el 70% quiere a Cristina Kirchner presa y que devuelva el dinero robado, pero también que un preocupante 23% aún confía en su honestidad.
La ex Presidente demostró claramente cuál de ellas es la que más le preocupa: la denuncia de Nisman por encubrimiento del terrorismo, instrumentado con el memorandum firmado con Irán. La AMIA y la DAIA, desde la sociedad civil, y el Fiscal General, Germán Moldes, pedirán la nulidad del insólito archivo, sin producir ninguna de las medidas de prueba solicitadas, ordenado por Rafecas. Cuando la investigación sea reabierta, Cristina Elizabet Fernández y su ex Canciller, Héctor Timerman, no encontrarán lugar en el mundo, hoy tan golpeado por los atentados permanentes, un lugar donde esconderse.
En una nueva catarata de mensajes por Twitter, la noble viuda una vez más se dijo víctima de una persecución judicial, orquestada por los "medios concentrados"; me pregunto cómo tiene tal cara de piedra después de haber acosado, con la notoria complicidad de Estela Carlotto, a los hijos de Ernestina Herrera de Noble, a quienes ni siquiera pidió disculpas, o a tantos empresarios a los que intentó vincular con la represión al terrorismo, seguramente con la intención de quedarse con sus compañías.
El jueves, nada menos que un miembro de la Cámara Nacional de Casación Penal, Juan Carlos Gemignani, ordenó la detención de una funcionaria de ese Tribunal por negarse a cumplir una orden explícita, que le exigía inventariar aparentes "donaciones" de Julio de Vido al cuerpo que integra, sin consultar a otros jueces de esa bolsa de gatos en que la nefasta "Justicia Legítima" ha convertido al más alto Tribunal penal; la afectada denunció al Juez, que fungía como Presidente durante las vacaciones, por privación ilegítima de la libertad ante un Juzgado federal, y el Fiscal interviniente, que pertenece al mismo grupo militante kirchnerista, dio impulso a la causa. Hasta allí, los hechos; pero lo curioso, en el contexto actual, fue que el propio Gemignani se quejara, en un reportaje radial, por la inexistencia de una verdadera justicia en la Argentina.
Porque, si quienes ejercen tan altos cargos en el Poder Judicial dicen que no la hay, qué podemos esperar quienes estamos en el llano y, además, resulta obligatorio recordarles que ellos mismos mantienen secuestrados, en privación ilegítima de su libertad, nada menos que al 70% de los casi 2000 presos políticos (desde la asunción de Macri, han muerto 28) que se pudren en las cárceles comunes de todo el país con prisiones preventivas que exceden en mucho el límite máximo (dos años, prorrogable por uno más cuando existan motivos fundados) que los tratados internacionales y americanos de derechos humanos establecen; desde la reforma de 1994, éstos han sido elevados a rango constitucional. Espero que los abogados defensores de los militares, policías y civiles que se encuentran en esta situación, varios por más de quince años, formulen prontamente las denuncias del caso.
Si no fuera por cuánto nos ha afectado, resultaría hilarante la distinción entre terroristas "buenos" -aquéllos asesinos a los cuales tanto los funcionarios argentinos cuanto los mandatarios extranjeros que nos visitan rinden homenaje- y los "malos", que matan a tiros y bombazos -como aquí hicieron, por ejemplo, dinamitando el comedor de Coordinación Federal, con decenas de muertos y cientos de heridos- a multitudes en Estados Unidos, Europa y los mismos países árabes.
El otro tema de la semana fue la "pelea" entre el Presidente y Marcelo Tinelli, que dio tanto que hablar. Pese a que critiqué duramente que Mauricio Macri se rebajara a discutir con un personaje tristemente mediático por una irrespetuosa imitación, debo confesar que he cambiado de postura. Y lo hice en virtud de una curiosa protesta que se formuló en la radio de Electroingeniería, la empresa que tanto medró, en virtud de la amistad entre uno de sus dueños (Gerardo Ferreyra) y Carlos Zannini, ex Jefe de Gabinete, forjada cuando ambos estaban presos por terrorismo. El comentarista se lamentó porque, según su particular interpretación, ese episodio había ocupado tanto la atención social, que había permitido al Gobierno tomar algunas medidas, presuntamente impopulares, ocultándolas bajo ese manto de neblina; a partir de entonces, pese a no saber cuáles habrían sido tales disposiciones adoptadas silenciosamente, entendí el rédito político que había obtenido Macri, más allá del triplete (Tinelli y Moyano fuera de la AFA y el contrato de Fútbol para Todos rescindido) que lo convirtió en ganador.
La descarada hipocresía del kirchnerismo quedó ratificada por su reacción frente a la utilización de la base de datos de la Anses para la comunicación directa que el Gobierno pretende mantener con la población. Basta recordar las innumerables cadenas nacionales que utilizó Cristina para denostar públicamente a un abuelo que pretendía regalar US$ 10 a su nieto, pidiendo autorización para hacerlo por la existencia del cepo, o a un empleado que se hacía eco de la caída en el mercado inmobiliario, para lo cual usó los datos que le había suministrado la AFIP sobre la morosidad de su empresa.
Con su nueva visita a la Capital Federal, nuestra abogada exitosa puso un clavo más a su ataúd político: llegó para conmemorar un nuevo aniversario del nacimiento de Hugo Chávez, el siniestro cómplice de su marido muerto que, a semejanza de éste, sumió a su patria en el quinto infierno.
Por eso, antes de quejarnos del gobierno de Cambiemos por las inevitables medidas que se ha visto obligado a adoptar para permitir a la Argentina sobrevivir a la devastación que dejó el kirchnerismo, recordemos que nos ha salvado por un pelo de transformarnos en la tristísima Venezuela actual, un país quebrado en el cual impera la más feroz violencia asesina, no se respeta ningún derecho humano y la población carece de alimentos y medicinas, pese a que flota sobre un mar de petróleo.
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