Linchamos al que roba un celular, o mata una anciana. Ignoramos al que se roba un país y condena a generaciones a la miseria y la ignominia. La Argentina draconiana que supimos conseguir en esta década. Gracias, Mamá Cristina.
No cuenten conmigo.
En rigor, ni siquiera somos draconianos. Dracón proponía las mismas severísimas penas al que robaba una gallina que al que mataba a otro ser humano.
Este post no tiene el cuidado y tiempo de escritura que merecería, pero quería expresar aquí esa postura: No cuenten conmigo.
Permitanme una alocada asociación en este lamentable tema de los linchamientos, especie de justicia por mano propia del Neanderthal. Yo no descartaría tener en cuenta el fenómeno "Pablo Escobar, El Patrón del Mal". La observación no viene de mi mente febril, sino de un comentario que le escuché a una persona mayor, de quien recibí muchos de mis valores más nobles como el respeto a las ideas del otro, y aún de la vida de los demás. Una persona no sólo pacífica, sino lúcida, consciente de que en el "todos contra todos" y en el "ojo por ojo", los que pierden son los que menos recursos tienen para defenderse.
Esa persona me dijo, mientras veía "Escobar, el Patrón del Mal": "Acá tiene que venir un Escobar que se cargue a todos los políticos chorros. No puede ser que se afanen el país y que nadie haga nada, que un juez acepte presiones del Ejecutivo como si nada. Pagando con la vida es la única manera que los que nos gobiernan van a aprender que con nosotros no se jode. Mientras tanto, dale que va".
Este razonamiento derrama, por cierto, a toda la sociedad. Y ahí están los linchamientos que se vienen sucediendo en todo el país para atestiguarlo. Si el Estado se fue y los gobernantes no cumplen su función de representantes del pueblo, y sólo estan allí para hacer negocios con total impunidad, la conclusión es obvia: estoy solo. Y, en esta Argentina miserabilizada, "solo" es "solo contra los chorros".
No hay linchamientos "de derecha" o "de izquierda". Un linchamiento es un acto cobarde y fascista. Y sin pretender caer en analogías fáciles, creo que hay una línea que va de los saqueos a los linchamientos. Así como una que llega allí desde la delación institucionalizada que en definitiva es el Plan Mirar Para Cuidar. Pues el Mirar para Cuidar no es más que la aceptación del Estado de que no es capaz de controlar la inflación; la economía, en fin. Todo tiene que ver con todo.
El linchamiento es la respuesta bruta(l) del ciudadano de a pie a ese abandono del Estado de cumplir sus funciones básicas (el neoliberalismo es el estadío actual del capitalismo; cada vez está más claro). Si el Estado no da señales de combatir el delito -y hasta incluso muestra lo contrario, en este ridículo debate de reforma del Código Penal que propone rebajar penas, sosteniendo que la cárcel no sirve para nada- y respetar la vida de todos, la "sociedad civil" emite, sin más mediaciones que la de sus propios y concretos puños y patadas, la señal. Pero la señal obra sobre la vida, o la muerte, del otro: la señal que se emite es la guerra. La señal es que ya no hay sociedad, que ya no hay comunidad posible. Que el eslogan oficial "La patria es el otro" es un insultante chiste del poder.
Si la vida no vale nada, imagínense la palabra... ¿O habría que pensarlo al revés, y en una relación causa efecto? En efecto, consecuencia de que la palabra no vale nada (la Constitución es nuestra máxima palabra dada, pactada), la vida no importa nada. Y es claro: en ese cuadro que pintamos todos también perdemos todos.
Pobreza miserable y riqueza que se junta "en pala"; anomia total y desigualdad social. Los extremos conviven en esta Argentina que relata una "década ganada" pero esconde los números estadísticos que confirman la miseria que se ve por todos lados. En esta Argentina que entre la corrupción del poder y el dinero fácil del narcotráfico se encamina a velocidad crucero a la descomposición social total; una panorama nada distinto del que se avizoraba en los noventa, y más aún en 2001.
Las señales, en fin, que la sociedad civil emite a la clase política por su abandono representativo, por su ombliguismo cortoplacista y mezquino, son peligrosas. Y nada "progresistas". Al contrario: estamos involucionando.
El linchamiento es la respuesta bruta(l) del ciudadano de a pie a ese abandono del Estado de cumplir sus funciones básicas (el neoliberalismo es el estadío actual del capitalismo; cada vez está más claro). Si el Estado no da señales de combatir el delito -y hasta incluso muestra lo contrario, en este ridículo debate de reforma del Código Penal que propone rebajar penas, sosteniendo que la cárcel no sirve para nada- y respetar la vida de todos, la "sociedad civil" emite, sin más mediaciones que la de sus propios y concretos puños y patadas, la señal. Pero la señal obra sobre la vida, o la muerte, del otro: la señal que se emite es la guerra. La señal es que ya no hay sociedad, que ya no hay comunidad posible. Que el eslogan oficial "La patria es el otro" es un insultante chiste del poder.
Si la vida no vale nada, imagínense la palabra... ¿O habría que pensarlo al revés, y en una relación causa efecto? En efecto, consecuencia de que la palabra no vale nada (la Constitución es nuestra máxima palabra dada, pactada), la vida no importa nada. Y es claro: en ese cuadro que pintamos todos también perdemos todos.
Pobreza miserable y riqueza que se junta "en pala"; anomia total y desigualdad social. Los extremos conviven en esta Argentina que relata una "década ganada" pero esconde los números estadísticos que confirman la miseria que se ve por todos lados. En esta Argentina que entre la corrupción del poder y el dinero fácil del narcotráfico se encamina a velocidad crucero a la descomposición social total; una panorama nada distinto del que se avizoraba en los noventa, y más aún en 2001.
Las señales, en fin, que la sociedad civil emite a la clase política por su abandono representativo, por su ombliguismo cortoplacista y mezquino, son peligrosas. Y nada "progresistas". Al contrario: estamos involucionando.
Tal vez eso envalentonó a Cristina Fernández, ex presidenta de la Nación, a decir por cadena nacional que "la violencia genera violencia" (frase que ya había utilizado para defender la represión de Maduro al pueblo venezolano) y que se necesitan "miradas y voces que traigan tranquilidad". En buen romance: la culpa del odio creciente y de la miseria -que también genera odio- la tienen los medios. Cristina parecía, en su cadena, presidenta de Suecia, y recién asumida y no hace 12 años (o hace 25, sin tomamos como referencia al partido de gobierno).
El hombre es un animal político, como sabemos desde Aristóteles, y la política es la forma más sublime y civilizada de resolver la multiplicidad de intereses que afloran en las sociedades cada vez más complejas en que vivimos. La Argentina animalizada de los linchamientos parece poner en duda ese saber elemental que el hombre ha aprendido hace más de 2500 años. La Argentina animalizada de los linchamientos evidencia, en primerísimo plano, de defección de la clase política toda, y la decepción y desesperanza del argentino medio respecto de su propia tierra y sus propios... ¿hermanos?
El linchamiento no es la respuesta a nuestros problemas.
No cuenten conmigo para ello.
El hombre es un animal político, como sabemos desde Aristóteles, y la política es la forma más sublime y civilizada de resolver la multiplicidad de intereses que afloran en las sociedades cada vez más complejas en que vivimos. La Argentina animalizada de los linchamientos parece poner en duda ese saber elemental que el hombre ha aprendido hace más de 2500 años. La Argentina animalizada de los linchamientos evidencia, en primerísimo plano, de defección de la clase política toda, y la decepción y desesperanza del argentino medio respecto de su propia tierra y sus propios... ¿hermanos?
El linchamiento no es la respuesta a nuestros problemas.
No cuenten conmigo para ello.
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