Hermindo Luna, asesinado por terroristas Montoneros |
Por Ceferino Reato (*)
El soldado Hermindo Luna, el "Negro" Luna, uno de los hijos de un matrimonio de campesinos pobres del interior profundo de Formosa, estaba sentado un sillón con el fusil sobre las piernas, como le habían ordenado. Debía vigilar la cuadra, el galpón donde sus compañeros dormían la siesta aquel domingo 5 de octubre de 1975, en plena democracia peronista.
¿En qué habrá estado pensando Luna cuando se le aparecieron dos guerrilleros de Montoneros y le gritaron un más bien contundente "¡Rendíte; dame el arma, que la cosa no es con vos!".
¿Pensaba en los vinitos que se tomó el sábado a la noche con el par de billetes que le dio otro soldado, al que le "vendió" el franco que justo le tocaba a él aquel fin de semana? Había sido un buen negocio si el "Negro" no tenía un peso para viajar a Las Lomitas a ver a sus papás y a sus hermanos, y por eso parecía condenado a pasar todo el año en el regimiento, hasta que terminara el servicio militar, que era obligatorio.
Por si fuera poco, había almorzado varios platos de fideos con estofado, la mejor comida que preparaban —cada tanto— en el Regimiento de Infantería de Monte Número 29. Los pobres también se divierten. Seguramente, estaba contento Luna cuando lo despabiló la orden de esos dos jóvenes como él, armados como él.
—¡Acá no se rinde nadie, mierda! —les contestó el Negro Luna, mientras se levantaba de un salto y apuntaba con su fusil.
No alcanzó a usarlo; unos disparos de FAL lo partieron en dos y quedó tendido en el suelo, con las vísceras que comenzaban a escurrirse por los agujeros de los balazos. Tardó varios minutos en morir y sufrió tanto que les pedía que aceleraran su muerte, cuentan sus compañeros.
El gesto de Luna sirvió para alertar al resto de sus compañeros, que se despertaron por el ruido de esos gritos y esos balazos, y pudieron huir hacia los baños del fondo del dormitorio. Un comportamiento heroico.
El soldado Hermindo Luna, el "Negro" Luna, uno de los hijos de un matrimonio de campesinos pobres del interior profundo de Formosa, estaba sentado un sillón con el fusil sobre las piernas, como le habían ordenado. Debía vigilar la cuadra, el galpón donde sus compañeros dormían la siesta aquel domingo 5 de octubre de 1975, en plena democracia peronista.
¿En qué habrá estado pensando Luna cuando se le aparecieron dos guerrilleros de Montoneros y le gritaron un más bien contundente "¡Rendíte; dame el arma, que la cosa no es con vos!".
¿Pensaba en los vinitos que se tomó el sábado a la noche con el par de billetes que le dio otro soldado, al que le "vendió" el franco que justo le tocaba a él aquel fin de semana? Había sido un buen negocio si el "Negro" no tenía un peso para viajar a Las Lomitas a ver a sus papás y a sus hermanos, y por eso parecía condenado a pasar todo el año en el regimiento, hasta que terminara el servicio militar, que era obligatorio.
Por si fuera poco, había almorzado varios platos de fideos con estofado, la mejor comida que preparaban —cada tanto— en el Regimiento de Infantería de Monte Número 29. Los pobres también se divierten. Seguramente, estaba contento Luna cuando lo despabiló la orden de esos dos jóvenes como él, armados como él.
—¡Acá no se rinde nadie, mierda! —les contestó el Negro Luna, mientras se levantaba de un salto y apuntaba con su fusil.
No alcanzó a usarlo; unos disparos de FAL lo partieron en dos y quedó tendido en el suelo, con las vísceras que comenzaban a escurrirse por los agujeros de los balazos. Tardó varios minutos en morir y sufrió tanto que les pedía que aceleraran su muerte, cuentan sus compañeros.
El gesto de Luna sirvió para alertar al resto de sus compañeros, que se despertaron por el ruido de esos gritos y esos balazos, y pudieron huir hacia los baños del fondo del dormitorio. Un comportamiento heroico.
Todo esto pensé yo el viernes por la mañana, mientras me sacaba una selfie con una de las hermanas de Luna, Jovina, en el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, en la Costanera porteña. De espaldas a las placas que homenajean a los guerrilleros que mataron a su hermano en "Operación Primicia", el espectacular ataque que marcó el debut del Ejército Montonero, con el cual la guerrilla pensaba conducir al pueblo a la toma del poder y a la revolución socialista.
Luna y sus compañeros resistieron aquel ataque; los guerrilleros, que llegaron desde otras provincias y provenían de familias con más dinero y más educación, pensaban que los soldados formoseños entregarían rápidamente el cuartel; no imaginaron que entablarían un recio combate, que duró media hora y dejó 24 muertos, 12 guerrilleros y 12 defensores del cuartel: 10 soldados conscriptos, un sargento primero y un subteniente.
En las entrevistas a ex soldados para mi libro Operación Primicia apareció rápidamente la razón principal por la cual estos soldados no se rindieron: "Estábamos sirviendo a la Patria", me dijeron todos.
Los guerrilleros entendían que, siendo tan pobres, no dudarían en plegarse a ellos, que, precisamente, habían decidido dedicar sus vidas a la revolución; es decir, a la lucha por un orden social justo, que liberara de la pobreza y de la explotación también a esos jóvenes formoseños.
Pero, también me pregunté en qué estaría pensando Jovina Luna frente a las placas de los guerrilleros que atacaron el cuartel y provocaron la muerte de su hermano. Por ejemplo, los santafesinos Reinaldo Briggiler y Oscar Boero.
La contradicción —para usar una palabra setentista— me parece clara: los guerrilleros murieron en combate, en democracia, pero el Estado (de Alfonsín a Macri pasando por Menem, De la Rúa, Duhalde y los Kirchner; todos los gobiernos) los considera "Víctimas del Terrorismo de Estado". Por lo tanto, sus familiares han cobrado una indemnización de unos USD 220.000 (la cifra varía con el cambio de cada época) y ellos son homenajeados en ese monumento y en tantos otros.
En cambio, del Negro Luna y de sus once compañeros no se acuerda casi nadie, salvo en Formosa, y los parientes de estos muertos no cobraron ninguna indemnización.
Oro y bronce para unos; pobreza y olvido para los otros
Un dato central es que ese ataque fue realizado seis meses antes del golpe de Estado que inauguró el último gobierno cívico-militar; es decir, en pleno gobierno constitucional encabezado por María Estela Martínez de Perón, la viuda del general.
La intención original del Monumento fue honrar a las personas desaparecidas y asesinadas durante el último gobierno cívico-militar, pero luego el criterio se amplió hasta abarcar a todos "los que murieron combatiendo por los mismos ideales de justicia y equidad", como dice la placa principal. Sin importar cuándo, dónde y cómo murieron: incluye a los guerrilleros que cayeron mientras atacaban cuarteles o se tiroteaban con policías, en democracia o en el gobierno de facto; a quienes fallecieron accidentalmente mientras preparaban bombas y hasta a los fusilados por sus mismos compañeros, acusados de traidores y delatores.
Esta ampliación de criterios se hizo durante los doce años y medio del kirchnerismo, pero con el aval expreso de dirigentes del peronismo, el radicalismo, la Coalición Cívica y el PRO. Una verdadera política de Estado que, sin embargo, nunca fue explicada en forma pública.
Con Jovina Luna y su esposo, Roberto, estábamos yendo al despacho de Nora Hochbaum, la directora del Parque de la Memoria, donde está emplazado el Monumento. Para llegar a esas alturas, hay que subir un sendero serpenteante, mientras se atraviesa el impactante memorial.
Hace un tiempo, en una charla pública en la muestra ArteBA, Jovina Luna le había preguntado a Hochbaum sobre los motivos del homenaje a los asesinos de su hermano, y la funcionaria la había invitado a conversar sobre ese tema en su despacho.
Dado que a Jovina Luna, comprensiblemente, la pone triste recordar las circunstancias de la muerte de su hermano, me pidió que la acompañara como autor de Operación Primicia por si se trataba en el relato de esa trágica historia.
Cuando llegamos a la antesala del despacho de la funcionaria, un par de asesores de prensa y otro par de investigadores del Parque —todos muy amables— nos dijeron que yo no podría participar de la audiencia porque "no estaba invitado y era un periodista muy conocido". Pero que, con gusto, Hochbaum me daría una entrevista, algún día. Por las dudas me la den, pedí esa entrevista.
—Usted, Jovina, sí puede pasar, y también su esposo —agregaron. Y me invitaron con un café. Me senté, pero no tuve que esperar mucho; la audiencia duró unos diez minutos.
—¿No te gustó el café? —me preguntó una de las asesoras de la funcionaria.
—Sí me gustó.
—Pero, no lo terminaste.
—No me dieron tiempo, fue todo tan rápido.
Mientras descendíamos del despacho de Hochbaum, Jovina Luna me contó que la funcionaria estaba muy enojada porque había circulado mucho en las redes sociales el videíto con el episodio en ArteBA, y que, si bien le recibió una nota con un pedido formal de explicaciones sobre el homenaje a los asesinos de su hermano, le anticipó que no se la contestaría. Que ésa no era su función, que, en todo caso, era el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Rodríguez Larreta) el que tenía que informar. Y que tampoco se sacaría una foto con ella.
—Y eso que parece que le gusta mucho sacarse fotos —le comenté, en alusión a las imágenes con Obama, Hollande y tantos otros visitantes desplegadas en las blancas paredes del corazón burocrático de esa dependencia oficial.
—¿Sabés por qué no quiso que entraras? Me dijo que sos un periodista muy conocido, que estás en "Intratables", y que ellos no quieren ser expuestos a la sociedad de esa manera.
Era todo tan absurdo que se nos escapó una sonrisa.
*Periodista, su último libro es "Salvo que me muera antes".
Luna y sus compañeros resistieron aquel ataque; los guerrilleros, que llegaron desde otras provincias y provenían de familias con más dinero y más educación, pensaban que los soldados formoseños entregarían rápidamente el cuartel; no imaginaron que entablarían un recio combate, que duró media hora y dejó 24 muertos, 12 guerrilleros y 12 defensores del cuartel: 10 soldados conscriptos, un sargento primero y un subteniente.
En las entrevistas a ex soldados para mi libro Operación Primicia apareció rápidamente la razón principal por la cual estos soldados no se rindieron: "Estábamos sirviendo a la Patria", me dijeron todos.
Los guerrilleros entendían que, siendo tan pobres, no dudarían en plegarse a ellos, que, precisamente, habían decidido dedicar sus vidas a la revolución; es decir, a la lucha por un orden social justo, que liberara de la pobreza y de la explotación también a esos jóvenes formoseños.
Pero, también me pregunté en qué estaría pensando Jovina Luna frente a las placas de los guerrilleros que atacaron el cuartel y provocaron la muerte de su hermano. Por ejemplo, los santafesinos Reinaldo Briggiler y Oscar Boero.
La contradicción —para usar una palabra setentista— me parece clara: los guerrilleros murieron en combate, en democracia, pero el Estado (de Alfonsín a Macri pasando por Menem, De la Rúa, Duhalde y los Kirchner; todos los gobiernos) los considera "Víctimas del Terrorismo de Estado". Por lo tanto, sus familiares han cobrado una indemnización de unos USD 220.000 (la cifra varía con el cambio de cada época) y ellos son homenajeados en ese monumento y en tantos otros.
En cambio, del Negro Luna y de sus once compañeros no se acuerda casi nadie, salvo en Formosa, y los parientes de estos muertos no cobraron ninguna indemnización.
Oro y bronce para unos; pobreza y olvido para los otros
Un dato central es que ese ataque fue realizado seis meses antes del golpe de Estado que inauguró el último gobierno cívico-militar; es decir, en pleno gobierno constitucional encabezado por María Estela Martínez de Perón, la viuda del general.
La intención original del Monumento fue honrar a las personas desaparecidas y asesinadas durante el último gobierno cívico-militar, pero luego el criterio se amplió hasta abarcar a todos "los que murieron combatiendo por los mismos ideales de justicia y equidad", como dice la placa principal. Sin importar cuándo, dónde y cómo murieron: incluye a los guerrilleros que cayeron mientras atacaban cuarteles o se tiroteaban con policías, en democracia o en el gobierno de facto; a quienes fallecieron accidentalmente mientras preparaban bombas y hasta a los fusilados por sus mismos compañeros, acusados de traidores y delatores.
Esta ampliación de criterios se hizo durante los doce años y medio del kirchnerismo, pero con el aval expreso de dirigentes del peronismo, el radicalismo, la Coalición Cívica y el PRO. Una verdadera política de Estado que, sin embargo, nunca fue explicada en forma pública.
Con Jovina Luna y su esposo, Roberto, estábamos yendo al despacho de Nora Hochbaum, la directora del Parque de la Memoria, donde está emplazado el Monumento. Para llegar a esas alturas, hay que subir un sendero serpenteante, mientras se atraviesa el impactante memorial.
Hace un tiempo, en una charla pública en la muestra ArteBA, Jovina Luna le había preguntado a Hochbaum sobre los motivos del homenaje a los asesinos de su hermano, y la funcionaria la había invitado a conversar sobre ese tema en su despacho.
Dado que a Jovina Luna, comprensiblemente, la pone triste recordar las circunstancias de la muerte de su hermano, me pidió que la acompañara como autor de Operación Primicia por si se trataba en el relato de esa trágica historia.
Cuando llegamos a la antesala del despacho de la funcionaria, un par de asesores de prensa y otro par de investigadores del Parque —todos muy amables— nos dijeron que yo no podría participar de la audiencia porque "no estaba invitado y era un periodista muy conocido". Pero que, con gusto, Hochbaum me daría una entrevista, algún día. Por las dudas me la den, pedí esa entrevista.
—Usted, Jovina, sí puede pasar, y también su esposo —agregaron. Y me invitaron con un café. Me senté, pero no tuve que esperar mucho; la audiencia duró unos diez minutos.
—¿No te gustó el café? —me preguntó una de las asesoras de la funcionaria.
—Sí me gustó.
—Pero, no lo terminaste.
—No me dieron tiempo, fue todo tan rápido.
Mientras descendíamos del despacho de Hochbaum, Jovina Luna me contó que la funcionaria estaba muy enojada porque había circulado mucho en las redes sociales el videíto con el episodio en ArteBA, y que, si bien le recibió una nota con un pedido formal de explicaciones sobre el homenaje a los asesinos de su hermano, le anticipó que no se la contestaría. Que ésa no era su función, que, en todo caso, era el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Rodríguez Larreta) el que tenía que informar. Y que tampoco se sacaría una foto con ella.
—Y eso que parece que le gusta mucho sacarse fotos —le comenté, en alusión a las imágenes con Obama, Hollande y tantos otros visitantes desplegadas en las blancas paredes del corazón burocrático de esa dependencia oficial.
—¿Sabés por qué no quiso que entraras? Me dijo que sos un periodista muy conocido, que estás en "Intratables", y que ellos no quieren ser expuestos a la sociedad de esa manera.
Era todo tan absurdo que se nos escapó una sonrisa.
*Periodista, su último libro es "Salvo que me muera antes".
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