jueves, 8 de noviembre de 2018

ALFONSÍN Y DESPUÉS­

Los errores del líder radical y su familia ideológica en toda la región son innumerables. El interrogante es ¿por qué hay quienes todavía lo elogian y toman por "fundador de la democracia recuperada" tras la ida de los militares? 

Por Sergio Crivelli

Resulta pedagógico el contraste entre la evocación nostálgica del triunfo de Raúl Ricardo Alfonsín en el 83 y el gimoteo de los sectores 'progres' por el de Jair Bolsonaro en las presidenciales del domingo. Aunque entre ambos median 35 años y dos países distintos, no están totalmente desvinculados. Más aún, la dirigencia 'progre', socialdemócrata, izquierdista, etcétera, pasa por alto que el segundo es, en una larga cadena de causas y efectos, consecuencia del primero

Los errores de Alfonsín y su familia ideológica en toda la región son innumerables. Baste recordar que el líder radical debió abandonar la presidencia antes de que venciera su mandato en medio de la primera hiperinflación que asoló hasta los cimientos la economía nativa. Esa catástrofe fue su lápida; a partir de ese momento sólo conoció la decadencia a la que arrastró a su propio partido. Coronó esa declinación con la firma del pacto de Olivos que permitió la continuidad de uno de los gobiernos más cuestionados hasta entonces por actos de corrupción. El pacto fue negociado en secreto y a espaldas de su propio electorado.­

¿Por qué hay quienes todavía lo elogian y toman por "fundador de la democracia recuperada" tras la ida de los militares? Porque lo que siguió fue igual o peor. Después de 35 años de votar en libertad y sin proscripciones la pobreza se catapultó por encima del 30%, la educación pública está en ruinas, el Congreso es apedreado por costumbre, los piqueteros y otros grupos violentos reciben financiamiento del Estado, el deterioro institucional es inocultable y la justicia acumula sospechas de proteger a funcionarios delincuentes. Hay dos justicias, una para el ciudadano común y otra para los políticos impunes.­

Otros fenómenos que crecieron son la violencia social, la inseguridad pública, la marginalidad y el narcotráfico. El gobierno de los Kirchner rompió todos los récords conocidos en materia de corrupción hasta el punto de que se lo caracteriza frecuentemente como una 'cleptocracia'. No hay semana que no aparezcan bolsos, arrepentidos, cuentas 'off shore', enriquecimientos siderales, etcétera.­

EL MERITO NEGATIVO­

De todas maneras, el ejercicio democrático irrestricto tuvo un mérito que tal vez pueda ser considerado negativo, pero que es pedagógico: funcionó como un espejo en el que pudo verse la cara toda la sociedad, le guste o no lo que ve. Ya no se puede responsabilizar a los militares, los Estados Unidos, a la "trilateral comission", la sinarquía internacional o al FMI. En otras palabras la causa de los males está en la sociedad que con su voto generó una dirigencia de una incapacidad y venalidad abrumadoras. Una 'casta' que lo primero que hace es protegerse y proteger a los suyos con cargos públicos y otros privilegios; que no sufre las crisis y para la que el 'bienestar común' es una expresión sin significado real.­

Y es ahí donde aparecen los Bolsonaros. No son 'antisistema', porque al sistema lo destruyeron sus antecesores generando una crisis de representatividad monumental.­

La corrección política, esa santurronería laica que muchos medios han vuelto su religión oficial, debería preguntarse qué hizo mal la democracia para merecer a los Bolsonaros. La respuesta es sencilla: votar a incompetentes y corruptos durante décadas.


La Prensa



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