martes, 28 de mayo de 2019

LA ESCUELA AUSTRÍACA DE ECONOMÍA (3° PARTE)


El objetivo de la economía no es profetizar, sino comprender lo que sucede como fruto del humano actuar. En definitiva, analiza y se interesa por conocer los resultados prácticos de la conducta humana. 

Por Gabriel Boragina ©

"Proposición 3: Los “hechos” de las ciencias sociales son aquello que las personas creen y piensan. A diferencia de las ciencias físicas, las ciencias humanas involucran los planes y propósitos de los individuos. Mientras que la eliminación de los propósitos y planes en las ciencias físicas condujo al progreso en la investigación, en la medida en que ello permitió superar el problema del antropomorfismo, en las ciencias sociales, la eliminación de los planes y propósitos de los individuos da como resultado la extirpación, en la ciencia de la acción humana, de su materia de estudio primordial. En las ciencias humanas, los “hechos” del mundo son lo que los actores creen y piensan" [1]

Este párrafo alude a la discrepancia en materia de metodología de la investigación entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Las primeras operan bajo el sistema hipotético deductivo, en tanto que en las sociales la sistemática de investigación es a través del procedimiento axiomático deductivo. Se inicia el análisis desde un axioma básico -que es la acción humana- y, a partir del mismo, se van desarrollando los otros teoremas que se deducen de la ciencia. En ciencias naturales se comienza con hipótesis, que pueden ser de las más diversas entre sí. Cabe puntualizar que estas hipótesis se basan en observaciones, pero siempre hay un trabajo teórico previo necesario (por mínimo que este pudiere parecer) para elaborar tales hipótesis. Es decir, la volición humana y la actividad mental ocupan un lugar preponderante, tornándose -desde nuestro punto de vista- en un elemento común a ambos campos de investigación.

"El significado que los individuos dan a las cosas, las prácticas, los lugares y las personas determina la forma en que se orientarán a sí mismos en la toma de decisiones. El objeto de las ciencias de la acción humana es la inteligibilidad, no la predicción. Las ciencias humanas pueden lograr este objetivo porque nosotros mismos somos lo que estudiamos, o porque somos capaces de tener un conocimiento intrínseco de la acción humana. Por el contrario, las ciencias naturales no pueden perseguir un objetivo de inteligibilidad intrínseca puesto que se apoyan en un conocimiento extrínseco. Nosotros somos capaces de comprender los planes y propósitos de otros actores porque nosotros mismos somos actores humanos" [2]

El objeto de estudio de la acción humana es el hombre, considerado en su faz autoexhortativa. Se lo supone dotado de libre albedrio, y lo que concierne a ella no son las motivaciones psicológicas de la acción, sino la acción en sí misma, no tanto lo que provoca la acción, sino las consecuencias de ella. Tampoco busca predecir la acción.

Frente a determinados fenómenos sociales, no es competencia del campo de la acción humana predeterminar ni explicar de qué manera los hombres se comportarán ante los mismos en el futuro. El objetivo de la economía no es profetizar, sino comprender lo que sucede como fruto del humano actuar. En definitiva, analiza y se interesa por conocer los resultados prácticos de la conducta humana. El objeto de estudio (a contraste de las ciencias naturales) es el hombre mismo en su interacción social, es decir, nosotros nos estudiamos a nosotros mismos. Y esto es posible porque el concepto de acción es esencialmente inteligible, desde el momento que podemos proceder por introspección. Somos capaces de observarnos a nosotros mismos y, además, conscientes de que actuamos y -a partir de esta premisa- podemos elaborar los teoremas dentro del campo de la acción.

"El ejemplo clásico utilizado para ilustrar esta diferencia esencial entre las ciencias de la acción humana y las ciencias físicas es el siguiente: imaginemos a un marciano analizando los “datos” que le ofrece la observación de la Estación Central (Grand Central Station) de New York [
4]. Nuestro marciano podría observar que cuando la pequeña aguja de un reloj que cuelga en la pared apunta hacia un número, el ocho, se produce un gran movimiento de cuerpos que salen de unas cajas en movimiento. Asimismo, cuando esa pequeña aguja señala el número cinco, el marciano observa que un gran número de cuerpos vuelven a introducirse en esas enormes cajas. El marciano podría desarrollar toda una teoría predictiva acerca de ese pequeño círculo colgado en la pared –el reloj– y la relación de movimiento de los cuerpos con respecto a las cajas. Pero, a menos que el marciano logre entender los planes y los propósitos de esas personas (el significado de expresiones como “ir al trabajo”, “volver del trabajo a casa”), su comprensión “científica” de los datos obtenidos en la Grand Central Station será muy limitada" [3]

Lo que limita al marciano en las conclusiones de su "teoría" no son ni el reloj, ni las cajas, que -en suma- no se tratan más que de objetos que no revelan (ni pueden hacerlo) "comportamiento" de ninguna naturaleza. Sino el elemento restrictivo es su falta de comprensión o desconocimiento completo de la capacidad de decisión que está guiando a esos "cuerpos", que no son más que seres humanos, cada uno con su propio impulso de la voluntad e intencionalidad. La tarea del marciano se complicaría aún más si descubriera que cada uno de esos "cuerpos" difieren entre sí en cuanto a propósitos y planes (todos van a "trabajar" en el ejemplo, pero no todos van al mismo trabajo, y esos trabajos se han elegido -a su vez- por muchas desiguales razones de cada una de esas personas).

Las teorías deterministas se oponen a las de la acción humana, porque llegarían conclusiones similares a la del ejemplo del marciano que nos pone el autor que estamos comentando. Establecen relaciones causales que prescinden de los elementos volitivos humanos y que diversifican el estudio de ambos campos de la ciencia. El establecimiento de nexos causales en ciencias sociales no puede desechar nunca la premisa del libre albedrío en el hombre, de lo contrario la conducta humana debería ser estudiada de la misma manera que se lo hace por ejemplo del comportamiento de los animales, pero esto -a su turno- sería imposible, porque supondría que hay un observador externo que no se comporta como un animal. Y ese observador externo es el ser humano.


[1] Peter J. Boettke. *Hacia una Robusta Antropología de la Economía**La Economía Austriaca en 10 Principios* Instituto Acton Argentina. Trad: Mario Šilar..

[2] Boettke, ibídem.

[3] Boettke, ibídem.


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