viernes, 20 de febrero de 2009

La dura disyuntiva de Williamson ante la religión de Tertuliano

El famoso 'creo porque es absurdo' de Tertuliano ha sido una máxima recurrente a lo largo del tiempo y en especial en épocas de profunda decadencia como la actual, habiendo contado en los tiempos últimos con una serie de sostenedores y de discípulos adecuados.

Por Marcos Ghio

Cada vez que una religión ha entrado en crisis ello ha sido en el momento en que hizo primar sobre los principios que la informaban, así como sobre las distintas vías para acceder a los mismos, una postura de conformismo consistente en considerar que el hecho religioso se reduce simplemente a una actitud de sumisión y de pasiva aceptación de ciertas 'verdades' ante las cuales, debido a nuestra inferior condición, deberíamos someternos silenciando definitivamente cualquier conato de reflexión en contrario. El famoso 'creo porque es absurdo' de Tertuliano ha sido una máxima recurrente a lo largo del tiempo y en especial en épocas de profunda decadencia como la actual, habiendo contado en los tiempos últimos con una serie de sostenedores y de discípulos adecuados.

El antecedente moderno se lo ha encontrado en una cierta interpretación del dogma de la infalibilidad papal por la cual se ha considerado erradamente que la auténtica réplica del libre examen de Lutero y del protestantismo se encontraba en una actitud de acatamiento pleno y absoluto a la autoridad del Papa cada vez que éste opinara sobre cuestiones religiosas considerándose en algunos casos que la virtud cristiana consistía en una postura pretendidamente 'ascética' de ser capaces de silenciar aquello que la razón nos indica como verdadero, pero al mismo tiempo contrastante con dicha autoridad, consistiendo la perseverancia en tal conducta en la verdadera santidad a través del doblegamiento de la 'soberbia'.

Esta actitud de aceptación cadavérica de la voluntad del Papa, aun cuando ésta se contraponga a lo que uno considera como los principios de la propia religión, fue sustentada en el siglo pasado por el principal exponente del modernismo cristiano, Jacques Maritain, quien influyera decididamente en Paulo VI, principal gestor del Concilio Vaticano II. En su obra Primacía de lo espiritual, escrita en ocasión de la condena papal a la Acción Francesa de Maurras, -una resolución realmente canallesca que chocara con un gran sector del catolicismo francés- sostenía en defensa de la misma que la virtud propia del cristiano y que lo diferenciaba del protestante era su actitud de obediencia extrema aun de aquello que en apariencias resultaba contrario a las propias convicciones ya que en esto consistía la adhesión al dogma de la infalibilidad: en ser capaces de hacer aquello que contradijera las conclusiones de nuestro libre examen, a diferencia en cambio de lo que harían los protestantes (1). Sin embargo lo que el modernismo no entendía ni antes ni ahora era que la discrepancia principal con tal herejía estribaba en la negación por parte de ésta, en su enfática asunción del dogma del pecado original, de poder acceder a una dimensión de carácter metafísico por parte del hombre; es decir que, en aras de una libertad reducida a un plano puramente humano y moral, se le vedaba aquella otra libertad más profunda perteneciente a la esfera de lo sagrado a lo cual según ellos no se podía acceder por cuenta propia en razón de nuestro carácter pecaminoso y mortal. Una postura tradicional en cambio sostiene en preciso contraste la capacidad del hombre de poder alcanzar tal dimensión a través de una vía purificatoria que éste sea capaz de realizar. En la negación de esta perspectiva superior es en el fondo en lo que coinciden modernistas y protestantes, esto es, en su rechazo conjunto de concebir en el hombre una capacidad de poder alcanzar libremente y por sus propios medios una dimensión metafísica sin tener que ser acusado por ello de hereje, pagano o 'luciférico'.

Es dentro de esta misma óptica de la incondicional infalibilidad que el padre Guillermo Marcó, representante vaticano local de la oficina por el diálogo interreligioso, en un reciente artículo publicado en el diario La Nación (4/2/09) lo critica al lefevrista Monseñor Williamson en relación a su rechazo por el dogma del Holocausto, dogma este último recientemente ascendido por la Iglesia católica a la categoría de un verdadero misterio divino "que nos permite comprender el de la Cruz". El lefevrista se defiende diciendo que cuando el Papa ha reconocido autenticidad al gaseamiento de 6 millones de hebreos, es decir el llamado Holocausto, ha emitido una opinión meramente personal, parecida a cuando, en el diferendo por el Beagle, falló a favor de Chile en contra de la Argentina sucediendo así en esa instancia que cuando un ciudadano de tal país se oponía a tal laudo no por ello dejaba de ser católico. Que por lo tanto no habría hablado ex cathedra (2), en tanto que no habría utilizado tal locución en sus declaraciones, por lo que uno no estaría obligado a acatarla. Pero Marcó le hace notar con razón al 'descarriado' sacerdote que aun sin haber utilizado tal formulismo, el Papa no se ha reducido a emitir una opinión personal, sino que ha comprometido su autoridad infalible en tanto que ha conminado a aquellos que no acepten tal nuevo dogma de la religión católica a retractarse bajo pena de ser excomulgados. Así es como ha acontecido en lo inmediato con el padre Abramovich en Italia mientras que a Monseñor Williamson se le ha dado un tiempo prudencial para reflexionar a causa de su rango superior, aunque provisoriamente se lo ha suspendido de sus funciones debido al grave peligro que representa para la fe católica y para los feligreses que reciben cotidianamente su influjo (3).

Para salir de tal difícil situación y salvarse de ser excomulgado muy piadosamente el padre Marcó le da un par de consejos a Monseñor W. a fin de enmendar sus errores. El primero hacer como el Papa que visitó Auschwitz y el segundo irse a Luján en donde se encontrará con reliquias pertenecientes a los prisioneros de los campos de concentración.

Como nosotros no somos modernistas ni protestantes ni le tenemos miedo a la excomunión (es más la consideramos ineficaz en tanto emitida por un 'papa' que no es tal) queremos contestarle al padre Marcó. Hemos estado en Auschwitz y no vimos nada de lo que pretenden hacernos creer. No existe allí no solamente una sola prueba de que hayan muerto 6 millones de judíos (o 4 o 2 o 1,5, tal como dijeron en sucesivas rebajas las mismas fuentes judaicas que no pudieron nunca terminar de ponerse de acuerdo en las cifras), sino que tampoco allí vimos cámaras de gas. Que lo que se nos quiso hacer pasar como tal eran una ruinas que podían haber sido cualquier otra cosa. Recordemos al respecto que Auschwitz fue 'liberado' por el ejército rojo de Stalin quien no se ha caracterizado propiamente por decir siempre la verdad. Que en cambio, tal como hemos reseñado en otra oportunidad, nos llamó la atención del lugar la solidez de las construcciones que presentaban los pabellones de prisioneros con paredes de 30 cm de espesor, perfectamente aisladas de la humedad del ambiente y con muy buena calefacción. No entendemos por qué se iba a calefaccionar a aquellas personas que iban a ser posteriormente gaseadas. Pero esto entra dentro de las tantas explicaciones que no debemos pedir a fin de no vulnerar el dogma de Tertuliano en el que el padre Marcó está dispuesto a creer con la finalidad de no disgustar a sus 'hermanos mayores'. Y podríamos abundar en ejemplos por lo que con seguridad, si realmente va con la intención de informarse, Mons. Williamson no modificará sus opiniones visitando dicho campo, sino que muy probablemente fortalezca su hipótesis contraria. Menos aun la debilitará ni consolidará su fe contemplando las 'reliquias' de los prisioneros de los campos de concentración que se encuentran en la basílica de Luján. ¿Qué tendrá que ver ello con el gaseamiento de seis millones de personas? Como si acaso también los norteamericanos no hubiesen tenido sus campos similares para la comunidad japonesa, o antes de ellos los ingleses con los boers en Sudáfrica. Claro está que éstos no perdieron la guerra: quizás de haber sucedido lo contrario la Iglesia de Tertuliano nos estaría ahora hablando del genocidio yanqui o israelí como camino necesario para comprender el misterio de la Cruz. *

(1) Recuerdo que en una tónica similar, cuando en 1995 en la publicación nacionalista güelfa Patria Argentina formulamos una crítica al Papa por una razón parecida a las actuales, alguien perteneciente a su staff de apellido Belcastro nos retrucó con esta histórica advertencia: "al Papa no se lo discute, se lo obedece".

(2) El la página Tsunami Político hemos debatido con un lefevrista con respecto a la mágica locución ex cathedra que para ellos resolvería el inconveniente relativo a la infalibilidad papal por lo cual cuando fueron en su momento excomulgados, ello en el fondo no habría sido así en tanto no se usara tal expresión. Ahora se les ha levantado la excomunión por razones claramente proselitistas. Las Iglesias europeas, gracias principalmente a su modernismo judaizante, se encuentran vacías y sin fieles por lo que no pueden darse el lujo de dejar a alguien afuera. A los lefevristas se les aceptó que sigan dando misa en latín siempre y cuando no nieguen el Holocausto. Ante tal gratificación han inmediatamente obedecido echándolo al padre Abramovich y suspendiendo a Williamson.

(3) Curiosamente M. Williamson además de ser negacionista respecto del Holocausto, también lo es en relación a los atentados del 11/S. Circula por internet un sermón en donde asume abiertamente las tesis del dirigente del partido radical, Tierry Meyssan, relativas a que en el Pentágono no estalló un avión, sino un misil. El hecho de que no se le haya exigido también una retractación respecto de tal temática es todo un signo. En realidad la mejor manera de desprestigiar la tesis de la negación del Holocausto es acompañarla simultáneamente con la historieta antes aludida, carente de cualquier valor científico y al mismo tiempo funcional a los intereses norteamericanos e israelíes.

* Habíamos terminado de redactar esta nota cuando nos enteramos que Monseñor Williamson ha sido expulsado de la Argentina por haber negado el Holocausto, verdad que, se aclara, ‘se encuentra demostrada históricamente’. En realidad el gobierno, más que apelar a medidas ‘fachistas’ y represivas, debería encargarse de hacer conocer esas ‘verdades históricas’ que dice poseer y que muchos de nosotros ignoramos. Posiblemente ello sea porque no las tiene y su deseo sea en cambio hacer buena letra con el sionismo del cual forma parte a pesar de su pública exaltación del presidente Chávez quien se ha manifestado varias veces en contra de tal tiranía. También nos enteramos que el INADI (organismo de lucha en contra de la discriminación) está elaborando una ley que pena con hasta 2 años de prisión a quien niegue el Holocausto. Como tal ley aun no ha sido promulgada estamos todavía a tiempo como para oponernos a tal dogma de fe.

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