Por el Dr. Alfredo Raúl Weinstabl
Cada vez se está configurando más claramente la probabilidad de una estruendosa derrota del oficialismo en las próximas elecciones del 28 de junio.
Kirchner, como un consumado tahúr, para el cual el fin justifica cualquier medio y que no admite la derrota ni el juego limpio, comenzó a intensificar la utilización de sus ya conocidas tramposas artimañas y artilugios para enlodar la situación y descalificar a sus adversarios políticos.
Pone todos sus esfuerzos en estas maniobras, porque una derrota significa el fin de muchísimos años en la cima del poder, de un poder hegemónico, personalista, de un escandaloso autoritarismo, primero en la provincia de Santa Cruz y luego en todo el país.
Y además, seguramente le esperarán muchos años de cárcel.
El gobierno en estos largos períodos de absolutismo, trajo aparejado como una consecuencia lógica, un resquebrajamiento de las instituciones del país, una corrupción descomunal y una verdadera denigración y envilecimiento en el juego político de un país que pretende ser democrático.
Hay numerosos actos del gobierno que reflejan su actual desesperación y creciente inquietud.
Desde las increíbles candidaturas testimoniales, el “yo o el caos”, el aparente inocente cambio en los padrones de los lugares de votación que se utilizaron casi desde ya hace casi dos décadas, la confección de millones de documentos de identidad (DNI) con irregularidades y sin la adecuada e imprescindible verificación de la misma, las operaciones judiciales contra Narváez, Macri y otros candidatos opositores, la impugnaciones a las listas, el espectacular allanamiento en el domicilio de un prestigioso militar, abogado y escritor, el Dr. Carlos Marcelo Shäferstein, por estar presuntamente complicado o en conocimiento de un plan para asesinar al candidato a diputado nacional por Buenos Aires.??
Pero para que en una campaña una operación política sea creíble, debe ser realizada de manera tal que tenga un mínimo de coherencia y verosimilitud. Lo que hace el oficialismo es cada vez más burdo, torpe y evidente. En realidad no deberíamos sorprendernos, es un fiel reflejo de cómo gobernaron todos estos años.
La campaña es cada vez más sucia, agresiva y encierra el germen de una violencia contenida.
Todos estos hechos hacen que flote en el ambiente, no solo el político, sino de la ciudadanía en general, la certeza de un probable fraude electoral como un último intento de los Kirchner de aferrarse al poder y evitar la cárcel.
A ello se suma la violencia verbal de funcionarios del gobierno y la del propio Kirchner que tratando de emplear una nueva imagen personal, provocó que un dirigente agroganadero, como reacción a sus torpes expresiones, pronunciase un grueso exabrupto, calificando al ex presidente con un adjetivo no reproducible en esta nota.
Hechos como estos son producidos por el gobierno para complicar y enturbiar la situación política previa a los comicios. Es sabido que “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
No hay sector de la ciudadanía que no este alterado, disgustado o violentado con los procedimientos, actitudes y expresiones del gobierno.
Desde el que representa al campo por el largo conflicto ampliamente conocido, hasta el empresarial por su falta de reacción ante las nacionalizaciones de empresas argentinas realizadas recientemente en Venezuela y las sospechas de que el gobierno pudiera seguir las medidas económicas del dictador bolivariano.
Donde se busque y se mire, hay un verdadero hartazgo de la ciudadanía sobre los Kirchner y sus oscuros y tortuosos procedimientos. El clima negativo, el mal humor y malestar generalizado se percibe inclusive en el segundo y tercer cinturón del conurbano, bastión de la clientela del déspota.
Todas estas groseras y burdas irregularidades, nunca vistas en los últimos comicios en nuestro país, constituyen una verdadera afrenta y burla a los ciudadanos. El argentino es en esencia un hombre pacífico, manso de espíritu y rechaza la violencia en todas sus formas.
Pero todo tiene un límite. Nuestra historia demuestra que nuestro pueblo, pese a su pacifismo, cuando la gota rebalsa la copa, su mansedumbre puede llegar a convertirse en una violencia desenfrenada y sanguinaria.
Es una obligación perentoria del gobierno no llegar a esa situación y producir un ambiente propicio de tranquilidad y normalidad, para lograr unos comicios ordenados, transparentes y en paz.
Pero lamentablemente, el gobierno fogonea el ambiente y hace exactamente lo contrario. Pareciera que busca el caos al cual, sabiamente, se refería el ex presidente hace unas semanas atrás.
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