Los muy dolorosos casos de muertes de niños por desnutrición –que cobraron estado público a nivel nacional- pusieron en evidencia el cuadro de miseria y subdesarrollo estructural, que en forma crónica caracteriza a Misiones y al Norte Grande (NEA y NOA).
Por el C.P.N. Carlos Andrés Ortiz
Ese marco de situación no es nada nuevo para quienes de un modo u otro conocemos los cuadros de pobreza extrema que se encuentran en las muchas villas miseria que se insertan en los aledaños de la macrocefálica capital provincial, así como en otras ciudades de Misiones, y en las chacras y montes. Hace unos años –en plena crisis terminal a la cual nos condujo el perverso “modelo” neoliberal (apátrida y extranjerizante por definición)- había definido a Posadas como una gigantesca villa miseria, crudamente visible fuera del “centro” y más allá de algunos barrios residenciales o de clase media. Pero en esos años terribles (que hoy parecen tan lejanos y de los que muchos desmemoriados políticos parecen haberse olvidado), el cuadro de miseria era patético, y se colaba por todos lados, con gente hurgando la basura, con niños flacos y esmirriados pidiendo limosna, con esforzados cartoneros en carros o en notables remolques arrastrados por bicicletas; y con multitudes de desocupados disfrazados, atareados como quinieleros, chiperos, o vendedores de baratijas en las esquinas o en los colectivos urbanos (con todo el respeto que esos luchadores de la vida merecen).
Esa miseria también se veía –y dolía- a poco de adentrarse en las chacras, o incluso era visible desde las principales y turísticas rutas; y también golpeaba a las familias de laboriosos colonos, cuyos productos valían miserables moneditas que ni cubrían los costos.
Hoy la situación mejoró, para algunos un poco, en otras áreas económicas mucho, e incluso en determinadas actividades de servicios especializados (electricistas, plomeros, instaladores – reparadores de electrodomésticos, oficiales albañiles, etc.) puede llegar a ser problemático conseguir rápidamente mano de obra calificada. También los precios pagados a los productores de los cultivos básicos de la provincia (yerba mate, té, madera, tabaco, esencias, etc.), serían al menos satisfactorios.
Además la ganadería –antes solo de subsistencia, desaparecida como actividad comercial importante en la época post jesuítica-, se está desarrollando, posiblemente facilitada por el corrimiento de las fronteras pecuarias que produce el boom sojero.
El reverdecer del turismo interno –producto de los mejores ingresos de amplios sectores sociales nacionales-, favorece el crecimiento de los sectores vinculados a los servicios turísticos, sobre todo aquellos que operan fuera del segmento “premium” en el que se mueve el turismo internacional; este último de mayor poder adquisitivo pero restringido a las grandes cadenas hoteleras y centrado casi excluyentemente en Iguazú.
Las fuertes obras públicas –muy visibles y concretas en las terminaciones de las “obras complementarias” de Yacyretá (tratamiento costero, nuevos puentes, etc.), más otras como la autovía Posadas – Santa Ana, la nueva línea de Media Tensión en el tramo Posadas – Puerto Mineral, otras obras varias; se suman a las muchas construcciones particulares, impulsando un efecto multiplicador que empuja la demanda de mano de obra, materiales y servicios.
Pero la estructura socio económica y productiva de Misiones no varía. Seguimos siendo una provincia estructuralmente pobre, de economía primaria, con muy escaso desarrollo industrial, con baja aplicación de tecnología; y con grandes “pasivos sociales” solo parcialmente resueltos o aplacados por paliativos.
Dentro de ese cuadro, integrar efectivamente a los pobres estructurales, es una labor gigantesca y una gran tarea pendiente, de muy compleja solución. En muchos casos se trata de analfabetos totales o funcionales, poco o nada calificados para otra cosa que no sean changas mal pagas. Un universo estrecho –hijos, nietos y bisnietos de desocupados o excluidos socio económicos-, malnutridos y en muchos casos enfermos crónicos, en un entorno en el que “los dientes no se arreglan, se sacan”…como algo instaurado culturalmente y fácticamente ineludible, en el que el embarazo adolescente es moneda corriente y las familias sin padre pueden ser la norma; no es de sorprender que las muertes por desnutrición sean “la punta sobresaliente del témpano”, ocultando otros males vinculados, como el enanismo, el deterioro cognoscitivo, las muertes prematuras, etc.
Parte tal vez menos visible del subdesarrollo estructural de Misiones, es la evidente dificultad de asegurar trabajo digno y bien pago, no solo a las cercanas generaciones futuras, sino al millón docientas mil personas que ya somos a la fecha. En eso, todo el Norte Grande se diferencia acentuadamente del “País Central” y de las vastedades patagónicas casi despobladas. Las diferencias salariales –tanto del sector público como el privado- pueden llegar a ser abismales, e incluso las facilidades para conseguir trabajo tanto calificado como no calificado.
Modificar ese cuadro de situación, industrializarnos, tecnificarnos y desarrollarnos, es una tarea gigantesca pero ineludible. ¡Y requiere de mucha energía! Energía humana, intelectual y física, para acometer los cambios, por lo general frenados por el propio entorno; y energía eléctrica abundante y segura, que esté disponible para abastecer adecuadamente los requerimientos del consumo.
En ese contexto, siendo acuciantes las necesidades y necesitando implementar una profunda transformación estructural en la matriz productiva provincial, debiendo incorporarse necesariamente nuevas ramas de actividades fabriles y tecnológicas, para ampliar el horizonte productivo y desarrollar las fronteras productivas, incrementando en cantidad y calidad la demanda de mano de obra; es una incoherencia total que aún no se hayan definido Políticas de Estado Provinciales que –con visión preclara de estadistas y patriotas- hayan definido las líneas de acciones conducentes a utilizar nuestro enorme potencial hidroeléctrico – el mayor del país- para sustentar y potenciar una cuantiosa y muy profunda transformación positiva socio económica; de forma tal de insertarnos firmemente en el desarrollo, y en base a ello eliminar los terribles flagelos de la miseria crónica estructural.
Posiblemente el aspecto menos evaluado, es el conjunto de enormes rentas permanentes, que Misiones percibirá al terminar los períodos de concesiones de las obras de Garabí, Panambí y Corpus; pues en ese momento la parte argentina de esas obras debe pasar a ser de propiedad y usufructo de las provincias que aportan caudal y altura a las mismas. Compartido con Corrientes en el caso de Garabí, pero únicamente de Misiones en Panambí y Corpus.
Serán montos cuantiosos, con los cuales con recursos propios, la provincia podrá solventar diversos planes de acciones para el desarrollo económico, la inclusión social y la dignificación de toda nuestra población.
Por supuesto que en el mediano plazo –al terminarse las obras- se deberán percibir las regalías, a cobrarse en efectivo o mediante importantes cuotas de energía, sean estas para consumo provincial o para venderlas al resto del Sistema Argentino de Interconexión. Y el proceso de desarrollo e industrialización que podrá concretarse, requiere de acciones concretas, que deberían estar definidas, para maximizar los beneficios y minimizar los contratiempos que toda obra implica.
La simple declamación rimbombantes de tergiversadas pautas pseudos ecologistas, solo servirá para mantenernos sumidos en la miseria y el subdesarrollo crónicos.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Investigador de temas económicos y geopolíticos
Ex Investigador y Docente = Facultad de Ciencias Económicas = UNaM
Especialista en Gestión de la Producción y Ambiente – Fac. de Ing. = UNaM
Tesista de la Maestría en Gestión de la Energía = UNLa – CNEA
Docente de Economía – Esc. Normal 10 – Nivel Terciario
Docente de la Diplomatura en Geopolítica – Inst. Combate de Mbororé
Más información http://www.politicaydesarrollo.com.ar/
Contacto: politicaydesarrollo@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario