lunes, 9 de mayo de 2016
CAPONES SUICIDAS
Por Enrique Guillermo Avogadro
El compañero Camión Moyano dijo esta semana que el Presidente sabe menos de política que él de capar monos. Ignoro, por supuesto, cuál es la experiencia del Secretario General de la CGT "Azopardo" en ese arte quirúrgico, pero evidentemente su vocación por el poder -y los beneficios crematísticos que éste conlleva aquí- lo ha hecho olvidar su (teóricamente) principal deber: la defensa de los intereses de los trabajadores.
Me refiero, por supuesto, al proyecto de ley para duplicar las indemnizaciones por despido, agravado por la pretensión de imponer la reincorporación forzosa de quienes hubieran perdido el empleo. Felipe Solá, para apoyar la iniciativa, habló de "sensación de desempleo"; con ello, ratificó que la oposición no puede justificar las cifras de pérdida de puestos de trabajo que declama, pese a que el oficialismo (Massot) le ha pedido que identifique a las empresas en que se hubieran producido. Toda la idea es tan disparatada que hasta la propia Cristina Kirchner, cuando era Senadora, se opuso fuertemente a ella por las mismas razones que hoy enarbola el Gobierno, con elemental razón, para intentar frenarla.
Lo que supera toda capacidad de asombro es que los paladines de este dislate sean los mismos que, durante años, sirvieron como verdaderos eunucos a sus amos, mientras éstos saqueaban el país obscenamente, como quedó demostrado también esta semana con la aparición de miles de sillas de ruedas ya oxidadas en manos del Pami o la facturación al mismo por clínicas inexistentes. Ese modelo de ejercer el poder sólo para robar produjo un verdadero genocidio en la Argentina, confirmado nada menos que por Unicef, que informó que tres de cada diez niños es pobre al terminar la década relatada, y más de uno de esos tres se encuentra en la miseria más extrema. ¿Quedarán fanáticos capaces de seguir apoyando a la jefa de la asociación ilícita responsable de tamaña iniquidad u otros, como Forster, que confesó desear que a Macri le vaya mal?
El mundo, después de la asunción del Presidente y, en especial, de la salida del default, está ansioso por invertir en la Argentina, pero huye despavorido cuando se entera de este tipo de adefesios, que no hacen más que agravar la inseguridad jurídica que caracteriza a nuestro país desde hace décadas. Si le agregamos la falta de estadísticas y de energía a las que nos condenó el kirchnerismo, es fácil prever que esas inversiones productivas en fábricas y empresas, tanto de extranjeros cuanto de los propios nacionales que conservan sus divisas en el colchón, no llegarán y la demanda de trabajo registrado no crecerá. Es más, la mera iniciativa debe haber acelerado la concreción de despidos, para evitar producirlos cuando esa norma rija.
Las buenas noticias -desperdiciadas por el ineficaz aparato de comunicación gubernamental- han comenzado a llegar desde el exterior: la Corporación Andina de Fomento (CAF) ya hizo punta con créditos muy blandos para infraestructura, pero la seguirán otros como el BID y el Banco Mundial, y hasta la CFI, ésta para proyectos privados. Si no se cambia el destino de esos fondos -por ejemplo, utilizándolas para financiar el enorme gasto público heredado- crecerá la demanda de trabajo rápidamente, dado que la construcción es la industria con mayor efecto multiplicador.
Pero el peronismo, la mayor fábrica de pobres que el país ha producido, ya ha comenzado a afilar sus uñas y, aún invertebrado por la falta de líderes y la consecuente disputa interna, a menos de cinco meses de la asunción de Macri está preparando la resistencia al cambio. Porque, si bien es cierto que aún no se han escuchado discursos de ruptura en boca del propio Camión o del Senador Pichetto, su nueva y lábil conducción -Gioja/Scioli/Caló- ha endurecido sus modos.
A pesar de todo, creo que esta vez le resultará difícil lograrlo por una razón muy sencilla: las bombas y minas que la ex Presidente dejó armadas, que comenzaron a explotar tan pronto ella se refugió en su lugar en el mundo, han hecho que el país no tenga una moneda, mientras que sus fuentes habituales de recursos -la Venezuela de Chávez y la Rusia de Putin- se han desaguado por completo, e Irán está tratando de hacer buena letra. Se me podría responder que siempre queda mirar hacia China, pero ese país no es un prestamista ingenuo y, como lo pueden narrar el Ecuador de Correa o la Venezuela de Maduro, exprime a sus deudores hasta la inanición.
Entonces, ¿cómo haría el PJ, en cualquiera de sus ricas variantes (montonerismo, menemismo, duhaldismo, nestorismo, cristinismo, massismo), para volver a financiar la loca fiesta populista? ¿Aumentaría aún más la presión impositiva? ¿Volvería a emitir indiscriminadamente? ¿Se apropiaría de toda la renta nacional? ¿Entregaría más territorio, como la base militar de Neuquén? Porque, si bien la Argentina de hoy ha vuelto al mundo civilizado, sólo podrá permanecer en él en la medida en que cumpla los standars internacionales en materia de información acerca de sus finanzas públicas, recupere la confianza mundial en sus instituciones y haga honor a sus compromisos, todas conductas harto difíciles de soportar para estos troncos secos a los cuales, según parece, les han retoñado los atributos masculinos, que estuvieron sin uso alguno durante el largo período kirchnerista.
Dado que enfrente no tiene niños de pecho sino verdaderas fieras rapaces, me permito insistir en que el Gobierno, al que accedió Cambiemos con gran esfuerzo y no por mera herencia familiar, debe ponerse las botas ya mismo y decirle a la sociedad claramente y con los números en la mano cómo estaba la Argentina que recibió, la razón de las medidas adoptadas hasta ahora, qué piensa hacer con la inflación y con el desempleo, y cuándo se podrá recuperar la devastada economía; la Justicia, por su parte, cuándo irán presos quienes tanto robaron y se recuperarán esos dineros.
Porque es innegable que las clases menos favorecidas ya la están pasando verdaderamente muy mal, y es necesario convencerlas de lo acertado del rumbo elegido, precisándoles cuánto más desierto deberán atravesar hasta llegar a la tierra prometida; si así no se hiciera, serán fácil presa de los políticos y dirigentes de siempre, los que nos trajeron hasta aquí en un suicidio nacional que al mundo entero le resulta inexplicable.
La luna de miel, que aún se prolonga, no durará mucho si la propuesta es "contigo, pan y cebolla". Los argentinos nos hemos acostumbrado a recibir todo del papá Estado sin que ello implique cumplir con obligación alguna, y cambiar ese concepto llevará generaciones, siempre y cuando no nos equivoquemos más en las elecciones.
Enrique Guillermo Avogadro
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