Por fin parece que despierta en la conciencia de un considerable número de hombres el hecho de que la lucha por la esencia argentina y por el Pueblo Argentino debe comenzar ya.
Ante la cada vez más descarada y violenta avanzada por parte de las organizaciones criminales y pseudo-revolucionarias sostenidas por la Alta Finanza Internacional y apañadas por el Estado, y ante las cada vez más evidentes muestras de desprecio y burla por parte de la clase política para con la Nación, todas las fuerzas sanas del Pueblo Argentino claman por una agrupación activa y por una enérgica y definitiva sublevación.
Algunas veces, sin embargo, impresiona curiosamente ver que también algunos de estos hombres creen ciegamente que es preciso para lograr estos objetivos, mirar hacia la “gran Revolución Francesa” como ejemplo para la revolución argentina, y que no se han liberado aún del funesto engaño de la “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, consigna tras la cual se han cometido los más perversos crímenes y se han elucubrado las mas inhumanas ideas de las que ha sido testigo el hombre.
Lamentablemente, los hipócritas y criminales que se esconden tras este contradictorio y falaz eslogan nunca han fallado hasta ahora al utilizarlo para captar a las masas ingenuas, produciendo invariablemente una desgracia tras otra. Las generaciones producidas tras la imposición mundial de estas ideas son las actuales, compuestas de hombres ultra-individualistas, materialistas, insignificantes, ignorantes, facilistas y totalmente ajenos a un destino nacional común, o a cualquier tipo de valor trascendental.
“Igualdad”. Esto no es ni más ni menos que un llamamiento a los instintos más bajos de los hombres. A través de la obsesión con esta consigna, se legitima y se fomenta el odio constante y permanente por parte del vago y del impotente contra toda grandeza, contra toda excelencia o personalidad ideal. La doctrina de la igualdad roba al hombre de antemano la aspiración a la perfección y anula la posibilidad de aspiración a una comunidad basada en ideales superiores. Con la “igualdad” de por medio, no se aspira a la elevación de los más pequeños al nivel de los más altos, sino que se derriba lo elevado al nivel de lo más bajo, se lo arrastra por el barro. Es así como hoy tenemos a criminales e infrahumanos dirigiendo nuestro destino nacional, cuando ese puesto le corresponde a los mejores, a aquellos con capacidad innata de liderazgo y con espíritu de sacrificio.
“Libertad”,en cambio, es para nosotros un concepto más venerable. Sin embargo, en relación con la igualdad, se convierte simplemente en la predicación de la arbitrariedad. Son el basamento sobre el que se erigen los “Derechos Humanos”, esos mismos que legitiman el accionar de los criminales, de los corruptos, de los enviciadores del Pueblo y de los demás protegidos del sistema, oprimiendo cualquier intento de reacción sana contra ellos por parte de los argentinos de bien. En el contexto creado por la Revolución Francesa, a la Libertad se le quita la Justicia, y se la convierte en simple libertinaje.
No hay ninguna duda de que en 1789 el antiguo sistema de Francia estaba ya maduro para el ocaso. Sin embargo, su lugar no fue ocupado por ninguna gran nueva idea ética, sino por una gran estafa moral, social y cultural, disfrazada tras vacías frases de apariencia noble. Frases que, a pesar de las constantes desilusiones, continúan hasta el día de hoy creando en las masas falsas esperanzas.
Hoy la doctrina de la Revolución Francesa es defendida, repetida y machacada desde la educación primaria hasta la universitaria, con el propósito deliberado de darle continuidad al insostenible mito en las conciencias de las actuales y futuras generaciones. Es así que el 1789 (año del comienzo de la Revolución Francesa), es glorificado hoy en día por ilusos e inocentes embriagados por sus frases y engañados por sus conceptos. Los atroces resultados de la aplicación de estas ideas en el mundo real son, mientras tanto, aprovechados por personajes oscuros y usureros, y por sus cipayos locales disfrazados de políticos.
La Revolución Francesa no significó de ningún modo la libertad del pueblo, sino más bien la emancipación de los usureros. Sus representantes, que financiaron y desarrollaron la revolución, destruyeron las fronteras y abrieron paso a la Alta Finanza Internacional, que desde ese entonces impone su voluntad a los Estados, dominando los asuntos políticos, culturales, sociales y económicos del Mundo, arrasando con sus valores, destruyendo las identidades nacionales y fomentando el superindividualismo, la superficialidad y la mediocridad. Eso no es lo que queremos para Argentina. Se nos exige cambiar el rumbo. El sentido de la venidera Revolución Nacional Argentina está en suplantar el “orden” de hoy por uno que realmente tenga como objeto la protección, la elevación y la superación del Pueblo Argentino. Se tiene que crear una base más pura y tiene que imperar un ambiente espiritual más claro, con el fin de que podamos hacer que vea la luz, de una vez por todas y para siempre, la grandeza de nuestro Pueblo.
M.J.L Movimiento por la Justicia y Libertad
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