Leyendo en la mañana de hoy a Federico Lorenz, vuelvo a sentir como la inmensa publicidad oficialista intenta parcializar arteramente la historia de los años de plomo de la Patria, que cierto sector pretende sintetizar y encapsular en el muy parcial recuerdo de lo que se dio en llamar el “genocidio” de la dictadura militar de 1976.
Desde hace ya más de treinta años, los sectores que inconstitucionalmente atacaron al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón y luego al de María Estela Martínez de Perón y terminaron entregando, con su ilegal accionar, las excusas perfectas para que los sectores antinacionales terminasen dando el golpe de estado han ido instalando –medios mediante- la equivocada y muy falaz idea de que ellos fueron las “únicas y verdaderas víctimas”, cuando la historia objetiva y los hechos acaecidos demuestran que fueron por lo menos copartícipes necesarios para que el sector más reaccionario y antiperonista de las fuerzas armadas argentinas pudieren derrocar al Gobierno Constitucional.
Cuando por fin los argentinos todos, y muy especialmente los historiadores serios, terminen por investigar y comiencen a difundir la verdad total, y no como hasta ahora parcializada, llegaremos a la triste conclusión que durante aquellos nefastos años se llevó a cabo un enfrentamiento faccioso entre sectores que poco y nada se preocupaban por las carencias y los requerimientos del Pueblo Argentino. Es más, en la enorme mayoría de los casos, sus intereses e intenciones estaban guiados por espúreos intereses, contrapuestos abiertamente con las necesidades populares y las costumbres de nuestro pueblo.
Argentina, desde los aciagos años de la mal llamada Revolución Libertadora había abandonado los destinos de superación y desarrollo nacional, para supeditarse nuevamente y como casi durante toda su vida institucional a los designios de los imperialismos de turno. Y es así durante los casi cien años que mediaran desde la asunción de los gobiernos supeditados al Imperio Británico hasta la llegada de Juan Perón al poder en 1946, luego de aquel nefasto golpe de estado las sucesivas administraciones –llamarlos gobiernos es un error- se supeditaron al nuevo imperialismo dominante, que no era ni es otro que el Imperialismo Norteamericano.
Ante el regreso añorado y luchado por el Pueblo peronista todo, y apoyado por muy amplios sectores nacionales, aquellos sectores que hoy intentan reivindicarse como “las víctimas” enfrentaron decididamente al gobierno constitucional surgido de las más grandes y libres elecciones realizadas en la nación. Dos días antes llevaron a cabo un terrible, cobarde y artero asesinato sabiendo que con él atacaban directamente al General del pueblo, para como ellos mismos confesaran en las publicaciones realizadas sobre el hecho lograr “apretar a Perón”.
Las cúpulas de aquellos sectores, muchos de ellos al servicio de los organismos de inteligencia de las fuerzas armadas argentinas y otros al servicio de los organismos de inteligencia extranjeros, llevaron a cabo ataques y asesinatos durante el período constitucional atacando a las instituciones de la república, cuarteles donde asesinaron soldados conscriptos, bombas que mataban y lesionaban indiscriminadamente a sectores populares, participando asimismo en acciones antipopulares como la guerra desatada ante la llegada definitiva de Perón a Ezeiza el 20 de junio de 1973. Todos ejemplos reales e indiscutibles de que ellos no sólo no eran “las víctimas inocentes” que nos quieren vender hoy, sino los “victimarios” más cobardes y arteros del pueblo de la patria.
Es importante que se aprenda a recordar la lucha popular contra las bandas antinacionales, y para ello es necesario que se esclarezcan y difundan los hechos del bombardeo a Plaza de Mayo de junio del 55, las jornadas de luchas callejeras del 16 de setiembre de aquél año, los intentos de recuperación de soberanía popular que acabaron con los fusilamientos de la Penitenciería Nacional de 1956, y los asesinatos de militantes y obreros peronistas de los basurales de José León Suárez y las comisarias del conurbano de ese mismo año.
Los caídos durante los años de la Resistencia Peronista, y tantos y tantos compañeros obreros y dirigentes caídos durante el Rosariazo y el Cordobaso, así como las víctimas inocentes de aquel 20 de junio del 73 y los caídos durante la lucha por el regreso del Líder en 1972; también integran las listas de mártires de la causa nacional.
Pero parcializar aquella historia, queriendo reescribir la misma desde la óptica sectorial de quienes enfrentando al gobierno constitucional intentaron imponer las ideas, no peronistas, mediante las armas y los atentados es realmente muy poco serio.
Aquellos años donde los sectores enfrentados intentaron imponerse mediante la violencia, por lo general muy exacerbada desde los ámbitos de poder nacional y provinciales, terminaron por permitir que las fuerzas de la oligarquía amparados detrás de nuestras Fuerzas Armadas terminaran por consumar aquello que el pueblo les había arrebatado. Es así que leer que seudo historiadores intenten psicoanalizar la memoria atrofiada por los medios masivos de información de un pueblo desinformado es realmente muy fuerte.
Trabajar en el edificio de la Escuela de Mecánica de la Armada, instituto señero de la enseñanza de la profesión marinera nacional, que fundara -aquel que muchos consideran el “gran maestro”- Domingo F. Sarmiento en el siglo XIX; y que fuera utilizado para fines inconfesables por un sector de la Armada Argentina, que respondía a los sectores más antinacionales y antipopulares de la Patria, no entrega diploma para que los mismos que coadyuvaron con aquel genocidio hoy pretendan utilizarlo como “espacio para la memoria” y mucho menos todavía para erigirlo como el espacio de la “promoción y defensa” de los derechos humanos, que ellos ayudaron a bastardear y desconocer con su accionar antidemocrático.
El pasado realmente encarna en personas, fechas y lugares, y es muy cierto que aquellos espacios que fueron centros de detención y tortura “arden con fuerza”, pero lo hacen recordando no sólo a los caídos sino a quienes los llevaron a esa situación por acción y por omisión, a los victimarios y a las víctimas, no importa de que signo político e ideológico sean o hallan sido.
Porque aquel sitio, lo mismo que el Olimpo, la Perla, la Escuelita, los Basurales de José León Suárez, la Penitenciaria, la estepa Patagónica, los quebrachales santafesinos y tantos otros son parte de la memoria viva y doliente que nos obliga a repensar la historia argentina como una sucesión de combates entre los nacionales y los antinacionales, por lo general también antipopulares; una lucha que tuvo contendientes, amanuenses, traidores y entregadores además de victimarios y víctimas, por lo que parcializar la historia intentando victimizarse cuando en muchos casos han sido victimarios –como mínimo- es muy hipócrita, lo haga quien lo haga.
Recordar los vuelos de la muerte y desconocer el asesinato de José Ignacio Rucci, de los conscriptos caídos durante los ataques a los regimientos militares en la década del 70, o las víctimas de los bombardeos de Plaza de Mayo, es por lo menos ahistórico. La polisemia contradictoria de la que se jactan al parcializar los sucesos trágicos no es sólo para quienes tienen una cercanía de vida o de interés con esos temas, sino de la enorme mayoría del sufriente pueblo argentino que fue permanentemente atacado, torturado y hambreado –que es quizá la peor de las torturas y muertes- por los personeros de la oligarquía (financiera e improductiva) y la sinarquía internacional, patrones de una dirigencia que creyéndose iluminada pretendió y arrastró a miles de jóvenes incautos o idealistas a una confrontación armada contra un Gobierno Constitucional libremente elegido por una abrumadora mayoría popular.
Llevar a la juventud para terminar de desinformarlos y tergiversarles la historia nacional, es un verdadero delito de “lesa humanidad”, pues les están aniquilando la memoria y al deformarles el pasado, les niegan el presente y les tuercen el porvenir. El Estado argentino no sólo no se prueba a si mismo, sino que colabora al parcializar la realidad, y en lugar de reconstruir los tejidos sociales y producir vida, intenta recrear a más de treinta años una lucha fratricida, plagada de odios y rencores, revolviendo el pasado desde visiones parcializadas, y lo más peligroso y triste, abriendo la puerta a que en el futuro otros con otras ideologías también pretendan parcializar la historia pero en sentido contrario.
El peronismo, única víctima de los atropellos desde hace más de 60 años, mantiene vivos todos los momentos históricos desde los sentimientos y a través del legado popular y transmitido boca a boca, no intentando imponerlo desde el Estado, el Gobierno de turno o los medios masivos de comunicación. Así es que sigue cada vez más viva la memoria de sus mártires del 52, del 55, del 56, del 68, del 72, del 73 y del 76; pero muy especialmente a los mártires generados día a día por la inacción de aquellos gobiernos que desatendiendo sus obligaciones para con el pueblo, permiten la desatención de la niñez, la ancianidad y los excluidos.
“Las inmersiones en el pasado reciente” y no tan reciente, más allá del obligatorio e impuesto “olvido” a que son sometidas desde el poder maniqueo, por aquellos mismos que se han jactado de matar a Rucci y a tantos otros compañeros obreros, aunque pretendan ocultarlas siguen estando allí, donde no se la puede borrar ni ocultar, y ese es el corazón y la mente de un pueblo peronista siempre muy esclarecido, y con muy buena memoria, aunque a veces se haga el distraído. Los “sitios de la memoria” deben ser remarcados para contar la totalidad de la historia nacional, sin parcialismos ni agujeros negros, por donde intentar ahistorificar el pasado para acomodarlo a bajos intereses.
Nuestra historia oficial, siempre pretendió –y muchas veces logró (reconozcamos)- malversarnos los hechos y los personajes para poder arrodillarnos ante los imperialismos de turno, políticos o ideológicos y siempre antinacionales y antipopulares; esa historia que negó o bastardeó la “Vuelta de Obligado”, la “Reconquista de 1806 y 1807”, la que ensalzó el genocidio de la Guerra del Paraguay y que manipuló el abrazo de San Martín y Bolívar sirvió históricamente para conducirnos por los caminos de la dependencia y la desunión. Dependencia y desunión preanunciada por Juan Domingo Perón y desoída por una enorme cantidad de seudo dirigentes peronistas, que terminaron por traicionar al Pueblo y a Perón; al ocultar el legado que nos dejara para que con trabajo y claridad doctrinaria nosotros legáramos a quienes quizá aún no han nacido.
El peronismo, y los peronistas especialmente, no necesitamos recordar a Jorge Semprún –sobreviviente de Buchenwald- evocando los bosques mudos, porque tenemos miles de sobrevivientes del hambre y la miseria abandonadas y superadas gracias a la conducción señera de hombres como Rucci, Ubaldini y tantos otros que supieron dar su vida en la construcción de una Patria más socialmente justa, más económicamente independiente y más políticamente soberana, todo ello imbuido de una muy profunda cultura nacional y popular.
Es muy cierto que entre los “espacios de la memoria” de los niños y la historia que estudiemos los argentinos sin sectarismos ni parcialidades, entre los deseos de los sobrevivientes y el resto del pueblo todo, en esa tierra de nadie y de los ausentes, de los presentes y de los antepasados, están los relatos por construir sobre el pasado, pero “la totalidad” de los relatos y no parcialidades hipócritas y malsanas.
Para quienes la historia funciona como testigo de sus crímenes, la salida debemos hacérsela difícil, y al no olvidar y recordar impedir que opten por la salida fácil de callar y ocultar, u ocultarse tras fueros y cargos. Para el Pueblo todo que hace de la memoria y el recuerdo permanente de los mártires, los muertos y los héroes su bandera, es una tarea diaria y permanente, tediosa pero sencilla y fácil, porque aunque les exija exponer sus historias personales y los rostros de sus seres queridos –familiares, amigos y compañeros- a procesos de reapropiación y resignificación, hasta a riesgo de que ya dejen de pertenecerles.
El trasvasamiento que se nos impusiera no es otro que el de tender puentes entre los nuevos y los viejos como una forma de probar que la vida vence a la muerte, y que la ideología y la doctrina se sustentan en la organización para vencer al tiempo y a los fariseos que intentan desvirtuar la historia del pueblo en lucha tras la revolución en paz que nos legara Juan Perón.
Es crear la posibilidad de que quienes aún no descubrieron la verdad legada la incorporen a su existencia de forma tal que termine siendo significativa en sus presentes y sus imaginaciones de un futuro de felicidad, paz y dignificación, sin que los recuerdos abandonen las luchas, ni los mártires… porque somos lo que elegimos, no lo que nos dictan los recuerdos.
Buenos Aires, 11 de setiembre de 2008.
Arq. José Marcelino García Rozado.
Mesa Político Sindical José Ignacio Rucci
Regresar a la Nota Original
No hay comentarios:
Publicar un comentario