Por María
Celsa Rodríguez
La felicidad es un estado de ánimo que
produce bienestar, una sensación de alegría y
de satisfacción frente a la vida.
Pero ¿se puede ser feliz siempre? Muchos
han estudiado e investigado sobre el tema pero hasta ahora nadie ha encontrado
la fórmula de la eterna felicidad. Esa llave mágica que nos conduzca hacia las
puertas del paraíso.
Solo se puede decir que es un estado
interno que nos mantiene en una actitud positiva, mirando la vida con una sonrisa, disfrutando cada día de las
pequeñas cosas. Viviendo todo con satisfacción y estando en un estado de
complacencia frente a nuestras circunstancias.
Pero ¿somos todos felices los argentinos?
Irónicamente en el ranking del "El Happy Planet Index", la Argentina está
en el puesto 17 de los países más felices. Y utilizan para medirlo parámetros
como la esperanza de vida, el bienestar y el manejo de la ecología" entre
otras cosas.
Pero ¿todos los 40 millones nos sentimos
felices?
Si bien los malos momentos pueden golpear a
nuestra puerta, como, los problemas económicos, la inflación, la familia, los
negocios, las cuentas que no cierran, los problemas de salud, el estrés, la
inseguridad, la corrupción, etc., entonces en esos momentos los pensamientos
negativos pueden convertirse en salvavidas de plomo que afectará nuestra
aptitud frente a la realidad, debilitándonos ante los cotidianos embates que
nos acosan. Y esto luego puede influir en nuestras decisiones y al final terminan
por afectarnos internamente y reaccionamos equivocadamente.
Pero ¿qué pasa cuando es el sustento diario
el único problema que preocupa a un ser humano? Si se carece del alimento
necesario para vivir, y se es un niño que no tiene posibilidades de tener un
plato de comida cada día ¿Se puede ser feliz con hambre?
¿Puede aceptar un funcionario, legislador, ministro,
intendente, gobernador, vicepresidente y presidente de Argentina sin
revolvérseles las entrañas que un
niño de su país no tenga que comer y que
solo cene una taza de té?
Y teniendo en cuenta que
desde la Fundación Conin (Cooperadora para la Nutrición Infantil) dice
que en el país mueren por desnutrición 20 chicos cada 1000, y 2.100.000 no
tienen asegurado el acceso a una alimentación diaria, mientras 260.000 niños
menores de 5 años sufren algún grado de desnutrición. Entonces ¿podemos
sentirnos bien, con niños con hambre, sin expectativa de vida, sin bienestar y
sin fuerzas para jugar, para sonreír, para tener una infancia feliz?
¿Qué le pasará por la cabeza a la Presidente
cuando ve en la televisión y en las calles de la República Argentina a su
pueblo con carencia de alimentos? ¿Cuando dice que gobierna para 40 millones de argentinos,
acaso esos niños no son parte de esos 40 millones? ¿Qué siente cuando ve gente
sufriendo y viviendo en la más cruda pobreza? ¿Qué sentirá cuando ve a familias
que se alimentan de la basura? ¿Qué piensa cuando ve niños desnutridos y con
poco desarrollo? ¿Cómo se sienten sus funcionarios, y ministros cuando
despilfarra el dinero del pueblo en cosas que no son tan prioritarias como es
la comida?
Los millones que se gastan en Aerolíneas
-que está mal administrada- manteniendo aeronaves por las que pagan fortunas,
dinero que pueden ser destinado para dar de comer a tantos pequeños pero que se
gastan en aviones que están abandonados en las pistas y sin cumplir sus
funciones. O cuando se pagan millones en programas o en proyectos que terminan truncos pero que
sirvieron para favorecer a unos pocos, o cuando se dilapida en publicidad y no
en alimentar a los niños de su país.
Es verdad, el hambre duele, pero más duele
cuando se ve como se manipula a esa gente que carece de todo y que no tiene lo más
básico que es un plato de comida diario y el poder se aprovecha de sus
necesidades utilizándolos como comodines para sus fines electorales.
Pero mientras ellos se engalanen de
soberbia y vanidad seguirán sordos y ciegos y los niños del país dormirán con
hambre. Pero sus aplaudidores obsecuentes que nada les importa, dirán que todo
es mentira.
Más información www.politicaydesarrollo.com.ar
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