No creo equivocarme si digo que esta es una de las primeras notas o escritos, sino el primero que habla sobre el tema que ahora lo tenemos encima y es el de los PRESOS POLÍTICOS (militares y civiles, hombres y mujeres) de la loca venganza de los TERRORISTAS de ayer que fueron derrotados por los militares, esta derrota no se perdona, hoy son vilipendiados y juzgados en parodias de juicios donde los testigos están preparados con el mismo discurso y, se da el caso que en algunas salas los testigos NO conocen al acusado y son señalados por personas del publico... No lo hace desde un enfoque estratégico, ni militar, ni jurídico, si desde la filosofía y el humanismo bien entendido.... - Luis Quiroga
UN FRAGMENTO DE HISTORIA
Parecería que la fatalidad hubiera querido ponernos a prueba en este momento de la historia, mostrándonos la patria como un gran enterramiento en las ruinas de la violencia desatada por el terrorismo.
Ante un antagonismo ideológico, la lucha tenía que estallar y estalló entre la subversión de la izquierda más radicalizada y depredadora que quería arrebatar el poder y el exceso de los que tenían el deber de defenderlo.
La historia de ese pasado inmediato, casi presente, muestra ese perfil a pesar de la prolijidad con que el sectarismo quiso disimular la imagen de una sociedad encorvada sobre un charco de sangre.
Toda acción provoca reacción y cuando se trata de la sociedad, la mano que la defiende se va haciendo más dura a medida que la agresión se acrecienta.
Las causas, son las mismas de todas las revoluciones marxistas que urgen la impaciencia de los pueblos con promesas que luego olvidarán en el poder.
La subversión se reconoce como el proceso armado para la toma del poder por una minoría que no repara en medios para conseguir sus fines.
En la Argentina la agresión terrorista apareció fomentando resentimientos, como un hecho nuevo, inusitado, sin que se contara con la legislación pertinente, ni tribunales adecuados.
No obstante, ni la historia, ni la sociología admitirán que esta tragedia fue un hecho aislado ni repentino, porque en la mentalidad del terrorismo organizado, hay siempre siniestras intenciones que aguardan el momento psicológico, para dar el golpe.
Por razones éticas el crimen no debe quedar impune. Pero las legalidades se vuelven arbitrarias cuando la intención es enlodar una institución por un egoísta interés proselitista.
Sin la perspectiva que da la distancia en el tiempo para apreciar los hechos con serenidad, por los medios de comunicación de masas excitaron las mentes predisponiendo las voluntades a atender el grito de venganza de quienes antes habían suplicado clemencia por sus actos terroristas.
La literatura nacional tendrá nuevos motivos para alimentar enfrentamientos internos que conspiran contra la unidad nacional.
Aún no superamos los enconos que dejaron las luchas memorables del pasado, que la poesía las hizo imperecederas, como esta estrofa de Ricardo Gutiérrez que quedó flotando sobre la historia patria:
Ah! No levantes canto de victoria en el día sin sol de la batalla, ni el santo templo del Señor profanes con plegaria de triunfo y de matanza.
La historia no descansa y si no es repensada en cada nueva circunstancia, quedará en la penumbra de la leyenda que justifica por igual al héroe y al bandido.
Será siempre loable el esclarecimiento de los hechos que debe juzgar la historia, pero impropias y bastardas las minuciosidades legalistas que ponen bajo la misma lupa al que ataca y al que defiende la patria.
El valor moral implícito en la investigación de la verdad, no puede depender del aplauso de las barras que sienten el placer del terror.
La vana erudición con que se somete la ética a la ley que no es inmutable ni absoluta, no se compadece con las meditaciones gnoseológicas del derecho.
Los servidores del extremismo invasor no pueden ser iguales a los que combatieron desde las trincheras de la patria.
Oponer violencia a la violencia puede ser un mal ocasionalmente necesario cuando peligra la fe en la justicia y la libertad está amenazada.
Esta premisa no tuvo en cuenta para elevarse sobre la incomprensión de la ley, los que medraron con el exceso propio de toda contienda.
Acatar la ley es un acto de conducta, pero puede constituir una inmoralidad porque en toda ciencia hay leyes verdaderas y leyes que son falsas.
Por esa incomprensión se atribuyó terrorismo a una institución donde la conciencia del deber es superior a los códigos legales.
Liberando terroristas y protegiendo fugitivos obtuvieron lucimiento y resonancia afectiva en las filas de la violencia ilícita.
No se buscó el equilibrio entre el derecho y la ética que está por encima de la ley y omitieron los móviles y fines de una y otra violencia, disimulando las intenciones de la guerrilla que en el futuro aparecería con más virulencia en La Tablada.
La conciencia del deber, sin ser ley escrita, es el compromiso de honor del soldado que vela las armas de la patria en defensa de la sociedad y su incumplimiento fue siempre trágico en toda época y en cualquier lugar.
En la medida que la justicia consagre derechos humanos, debe imponer deberes que son su complemento natural.
Un enemigo que no presenta línea de frontera y ataca por la espalda, mal puede pretender la protección de la sociedad porque es nocivo a la humanidad.
El fin del terror es aterrorizar decía Lenin y el odio el elemento apto para matar fría, violenta y eficazmente.
En el libro "El Terrorismo" de Clire Sterling se analiza la capacidad de ataque de la guerrilla a través de equipos electrónicos que pueden contactarlos por TV vía satélite con cualquier lugar del globo, derribar aviones, interceptar proyectiles, sintonizar la frecuencia de la policía, con sólo apretar un botón.
En el libro del Gral. Alberto Marini "De Clausewitz a Mao Tsé Tunó", se citan las explicaciones del Mariscal Foch y Ludenforff, quienes advierten que la guerra subversiva es integral porque supera a los Estados y es de responsabilidad del pueblo. Considera asimismo que cada país debe elaborar su propia filosofía y una codificación especial de acuerdo al Derecho Internacional Público en tiempo de guerra y a la Convención de La Haya en materia de guerra convencional.
En el área doctrinaria, la voz más autorizada de Jacques Maritain señala al respecto: "Yo creo en la efectividad de los métodos de Ghandi, pero en ciertos campos de la actividad política. En el caso de la guerra deben emplearse otros medios. En el caso de la guerra desatada por el maquiavelismo total, donde el agresor nada respeta, obligan a la humanidad a recurrir a la ley terrible de las represalias justas, a dejar a un lado momentáneamente - si un superior concepto de justicia nos obliga a hacerlo- ciertas reglas jurídicas que la bárbara conducta del adversario ha hecho ineficaces para la justicia".
Algunos aspectos de lo que fue el episodio de la guerrilla se están aclarando. En la obra citada de Sterling a la década del setenta se la distingue como "la década del terror" destinada a desestabilizar la democracia donde se encontrará, con un calendario que abarcó a más de cuarenta países de distintos continentes.
En nuestros avatares, el autobombo de algunos buscadores de bronce, secundando por un grupo de mujeres enfurecidas de signo invisible pero fácil de identificar, cuyos alaridos estridentes son el sarcasmo para encubrir la escoria del rencor, doblegó el sentimiento patrio de dirigentes políticos que analizaron los hechos según sus influencias.
La masa puede ignorar que el sentimiento de unidad nacional es la fuerza más poderosa ante un enemigo externo o interno. El político como el sociólogo no pueden ignorarlo.
La masa puede confundir la consigna del soldado con la insignia de sangre encarnada en el guerrillero. El político como el historiador, no pueden confundirlo.
El revisionismo histórico nos enseñó que derramando ácido y pintando telones se consigue el veredicto de las muchedumbres. En el siglo XIX, Edgar Poe ya había descubierto que la frase más impactante para el oído humano es "Nunca más" y se la aplicó para ganancia de votos y de odios.
El culto reconcentrado del "yo" de los buscadores de bronce de ahora, sopla la misma cantilena del siglo pasado.
En su mensaje, las cabriolas literarias descuidaron intencionalmente el centro del drama de distinguir los buenos de los malos principios y con astucia temeraria, impulsaron la voluntad popular a menospreciar el fervor que despierta el deber de defender la patria.
Los arabescos legalistas subordinaron la ética arrastrando las masas a secundar planes tendenciosos contra la institución que custodia la soberanía de la Nación.
Las páginas más negras de la historia se escribieron cuando los gobiernos se doblegaron bajo la presión de los gritos de rencor y de la prédica de la venganza.
Tal vez la opinión de Jean Kirkpatrick: "Los gobiernos son más temibles que las guerras", tenga que ver con nuestros avatares.
El mentado principio de la pluralidad del diálogo, en una sociedad dividida e infiltrada de extremismos irracionales y nihilistas que creen en el poder redentor de la sangre del crimen, se parece más a una babélica confusión prestando aliento a sus prédicas tenebrosas.
No existe por cierto un fundamento ético que pueda consagrar el crimen y si hubo excesos, se debe aplicar la ley con todo su rigor. Pero es necesario considerar las circunstancias en que se plantean los hechos para justipreciarlos, porque mantener una constante agitación terrorista en el terreno de la acción por hordas vandálicas que quieren apoderarse de la sociedad, acaparar el poder e imponer un régimen de opresión, provoca reacciones que suscitan los excesos censurables en quienes la defienden.
Siguiendo con el desarrollo de los hechos, en tanto el amor y los valores reales de justicia no superen el concepto de lucha de clases y la injusticia social, ese drama tendrá un cordón conductor y el clima apropiado para su desarrollo.
El malestar aumenta cuando la democracia se convierta en el negocio de unos cuantos, enceguecidos en el rancio triunfalismo partidario que defiende privilegios injustos en contra del bien común.
La primavera de los políticos, el can can de las dietas y las extras de los funcionarios, mueven a repulsión y a la protesta generalizada.
Como lo enseña Ortega y Gasset: "La nueva política no necesita criticar la vieja ni darle tantas batallas".
Las democracias anárquicas, aunque consagradas por el sufragio popular, llevan en sí el germen de su destrucción.
Hay en el electorado quienes empiezan a dudar que es menos malo, si las minorías ilustradas que sazonaban las fórmulas en las salas confortables de los clubes, en un ambiente apacible que el pueblo miraba indiferente o el gobierno de las agresiones partidarias y del reparto de privilegios que subvierten valores sociales.
Al respecto Chateubriand afirmaba: "Las diferentes formas de gobierno - excepto el despotismo - pueden resultar eficientes si respetan las leyes morales y religiosas que son el fondo permanente de las sociedades y el verdadero gobierno de los hombres".
La evolución del progreso no se detiene nunca. Avanza o retrocede conservando su fin. Pero la guerrilla como reapareció en La Tablada, amenaza sepultar para siempre la tradición de los hombres".
Lic. Oscar E. Quiroga Galíndez - Formador de generaciones...
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