Por Alfredo Leuco
Alberto Fernández se sacó la careta. Ya no necesita fingir de moderado ni prudente. Ya ganó las elecciones y en 35 días asumirá la presidencia. Alberto se sacó la careta y abajo estaba el rostro de Cristina. Ya lo había dicho con toda claridad: “Cristina y yo somos lo mismo”. Muchos eligieron no escuchar o mirar para otro lado. Pero no hay peor sordo que el que no quiere oír.
Muchos empresarios obsecuentes y genuflexos le hacían propaganda diciendo que Alberto venía a poner racionalidad democrática al autoritarismo feroz de Cristina y respeto a la división de poderes republicana.
Era toda una ficción. Era lo que estos empresarios querían creer. Una expresión de deseo que no va en línea con la historia de Alberto. Incluso, muchos colegas que quiero y aprecio, con honestidad pero demasiada ingenuidad, también compraron el discurso del Alberto bueno que viene a limitar a la Cristina mala.
Algunos periodistas incluso, entrevistaron a Alberto como quien habla con Charles De Gaulle o Winston Churchill. Y se equivocaron. Porque Alberto es Alberto. Y Alberto es Cristina. Son lo mismo. Creo que es la verdad más grande que Alberto dijo. Somos lo mismo.
Ayer quedó demostrado en México que quien dice haberse formado con Bob Dylan y Los Beatles tiene la misma mirada jurásica que en los 70.
Responsabiliza al imperialismo cultural de todos los dramas de América Latina, sataniza a Bugs Bunny al tratarlo de estafador, pese a que está rodeado de estafadores que no están dibujados y se suma con el “Eje bolivariano” que apuesta a la censura más antidemocrática y al nacional populismo más cleptocrático.
Tal vez en las formas, Alberto trata de no parecerse a Cristina. Pero ayer compró a libro cerrado toda la teoría de la mentira que es el Lawfare. Los principales impulsores en nuestro país son Eugenio Zaffaroni que convenció al mismísimo papa Francisco para que repitiera esas mismas falsedades.
Ese intento de que los ladrones tengan coronita y que la impunidad se instale en la región, es básicamente una visión conspirativa. ¿Cuál es el corazón de esta ficción que destruye la justicia y la credibilidad en las instituciones?
Estos muchachos dicen alegremente que hay un supra poder mundial, integrado por los yanquis, los medios y la oligarquía que inventó una forma de perseguir a los líderes populares que están representando a las grandes mayorías postergadas en América Latina. Como no los pueden vencer en las urnas, los quieren vencer en los tribunales y meterlos presos acusados falsamente de corrupción.
Ayer Alberto lo dijo clarito. Al comienzo de la columna lo escuchamos de su propia boca. Con esos misiles de falsedades que disparan los medios, lograron impactar en Rafael Correa, en Lula y en Cristina. Correa integra con Nicolás Maduro y el cubano Raúl Castro, el trípode donde se apoyan Rusia, Corea del Norte e Irán y hasta grupos de narcotraficantes para instalarse en la región.
Los mueve un objetivo geopolítico pero también el interés económico de conformar un bloque que pueda sumar a China en su pelea con los Estados Unidos y el mundo occidental y republicano.
Cualquiera puede googlear la información y certificar que aviones rusos llegaron cargados con cientos de millones de dólares en efectivo para asistir a Maduro. Y también llegaron armas de última generación.
Maduro es tristemente muy conocido. Narco dictador y terrorista de estado. Produjo más de 6 mil crímenes de lesa humanidad según el informe de Michelle Bachellet. Ya se lo dije pero lo repito.
Bachellet lo informó. La heredera del socialismo de Salvador Allende en Chile. No fue Bolsonaro ni Trump. No la pueden acusar de derechista oligárquica. Y como si esto fuera poco, la demagogia payasesca de Maduro, metió a los venezolanos en un exilio que se acerca a los 5 millones que se fueron del país y a los que se quedaron a una crisis humanitaria donde alimentos y medicamentos son una joya difícil de encontrar.
Raúl, el hermano de Fidel es el faro que ilumina a los revolucionarios del continente desde que bajaron de la Sierra Maestra. Esto explica que Correa tenga un programa en la televisión rusa y haya entrevistado tanto a Cristina como a Alberto. Y ambos hayan repetido el mismo discurso mentiroso de la Lawfare.
Correa vive en Bélgica, lejos de la justicia ecuatoriana, acusado de haber cobrado coimas de Odebrecht por Lenin Moreno quien era su vice y ahora es el presidente de Ecuador elegido por la soberanía popular. Repito: Lenin Moreno no es Bolsonaro ni Trump.
Pero lo más grave que dijo Alberto fue que Cristina es una perseguida política y que no pudo ser condenada porque no hay pruebas. En ese momento se le cayó la careta. Es una mentira grande como la Patagonia.
Cristina fue la jefa de una asociación ilícita dedicada a saquear al estado. Lo dice la justicia que la tiene procesada por 10 causas y con 5 pedidos de prisión preventiva, uno de ellos confirmado por Corte Suprema de Justicia que tiene mayoría peronista, no mayoría gorila. Hay pilas de pruebas. Cruces telefónicos, papeles y evidencias contundentes.
Hay 31 testigos arrepentidos de haber participado del festival de la coima y la corrupción. Víctor Manzanares, el propio contador de los Kirchner, confesó todo y aportó libros contables que certifican el robo del siglo y el monumental enriquecimiento ilícito de la familia Kichner y su cártel de los Pinguinos. Ayer se lo comenté.
Daniel Muñoz era un secretario con presencia y actividad de secretario. Murió ultra millonario con propiedades en Estados Unidos como un departamento en el hotel Plaza de Nueva York. Pero Fabián Gutiérrez fue poco más que un cadete, que un che pibe.
Y se le descubrieron 36 propiedades. Si los secretarios y los cadetes robaron tanto, todos no podemos imaginar la colosal fortuna que se llevaron Néstor, Cristina y Máximo. Alberto dijo que no hay pruebas. Es la confirmación de que el cemento que la unió nuevamente con Cristina es la impunidad para todos y todas. No hay otra explicación.
No quiero exagerar mi pesimismo ni ser agorero. Pero temo que si Alberto dijo que Cristina es víctima de un sistema judicial que persigue a los líderes populares con el apoyo del periodismo, pronto van a estar todos libres. Ya todos están repitiendo el mismo discurso. Lázaro Báez, Cristóbal, De Vido, Boudou.
Todos son angelitos perseguidos por sus ideas revolucionarias y jamás se quedaron con un vuelto. Todos dicen que los que se arrepintieron fueron extorsionados por el gobierno de Macri que logró quebrarlos. No solamente van a salir en libertad todos los ladrones de estado.
También van a perseguir a los funcionarios políticos, jueces, fiscales y periodistas que hicieron su trabajo de denuncia e investigación y no se arrodillaron ante el altar de Cristina.
La sociedad republicana debería estar alerta. Todavía no asumieron y ya atropellan a la justicia y agreden e insultan con el criterio patotero de Hugo Moyano y los talibanes que La Cámpora dejó en el estado durante estos cuatro años.
Volveremos para ser mejores, dijo Alberto. Tengo mis serias dudas. Estamos seguros que volvieron. Se nota en el clima crispado y hostil. Pero todo indica que volvieron para encubrir y disfrazar todos sus pecados y delitos.
Sergio Massa, José Luis Gioja, dos dirigentes insultados por Cristina, recorrieron los medios instalando la irresponsable idea de que el gobierno de Macri había metido la mano en el escrutinio provisorio y que los números definitivos iban a mostrar una victoria más amplia de los Fernández. Eso también fue mentira. Los números son casi los mismos.
Fernández ganó por 8 puntos y se quedó con las ganas de hacer una elección arrasadora que le diera una paliza aleccionadora a Cambiemos. Varios tiranos con lenguaje guevarista y metodología fascista están celebrando los incendios que están fogoneando en América Latina y este fin de semana se van a reunir en Argentina con Alberto como anfitrión.
El huracán chavista que destruye todo a su paso en Argentina tiene relaciones carnales con el cristinismo. De eso no hay duda. También se enorgullecen de eso. Fueron Néstor y Julio de Vido los que manejaron la embajada paralela con Venezuela que les posibilitó hacer negocios corruptos con la energía, la bicicleta del mercado negro de dólares sucios, entre otros casos.
El propio Claudio Uberti ante la justicia confesó que hubo una coima de 50 millones de dólares que se dividieron entre Chávez y Néstor. Y que 25 palos verdes en efectivo llegaron en un avión fletado a tal efecto. Así es la Plata Grande que produjo la Patria Grande.
¿O todo esto también será invento de la justicia y los medios para perseguir a Cristina? ¿Quién tiene tanto poder de convencer a jueces, fiscales, periodistas, colaboradores muy cercanos de los Kirchner para que todos lleguen al mismo diagnóstico?
Podemos discutir de ideologías. Podemos polemizar sobre la pesificación, la inflación o la desocupación y cuáles son los mejores caminos para salir de la profunda crisis económica. Pero es inaceptable que nos mientan en la cara.
No podemos quedarnos callado cuando Alberto Fernández dice que todas las causas contra Cristina son un invento y que no hay pruebas. A Alberto se le cayó la careta. Pero no se le cayó la cara de vergüenza.
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