lunes, 23 de diciembre de 2019

EL CAMPO ESTÁ CALIENTE

El gobierno debería evitar mojarle la oreja al campo que, en su momento, le dio una paliza política a Cristina con la 125.

Por Alfredo Leuco

La gente que trabaja en el campo, está caliente porque les indigna que, una vez más, le metan la mano en el bolsillo a los que producen en forma innovadora y competitiva para subsidiar a muchos sectores que viven de las prebendas del estado. Otra vez sopa, dicen los chacareros de la patria.

Los economistas dicen que el mundo agro industrial, con la nueva ley, va a pasar a poner un promedio de 1.700 millones de dólares para pagar la deuda. Ese dinero podría destinarse a comprar maquinaria agrícola, insumos, camionetas, departamentos en Rosario, Córdoba o Pergamino y a generar más y mejor trabajo.

Sin embargo, se confisca esa fortuna para alimentar ese agujero negro que es un estado que no baja su gasto y castiga a los que mejor hacen las cosas, en lugar de potenciar a los que les va más o menos bien, para que les vaya mucho mejor.

Alberto Fernández mintió en dos ocasiones en estos temas decisivos. Primero cuando habló de segmentaciones y en realidad, se trata de compensaciones. No es lo mismo. Segmentar significa que por ley, los más pequeños y los que están más lejos de los puertos, paguen mucho menos que el 33% de la exportación de soja o el 15 del trigo.

Compensar es que todos paguen lo mismo y después de trámites burocráticos e insoportables, finalmente, mal y poco, le devuelvan algo del dinero que ya pusieron. No es lo mismo. Parecen sinónimos pero no lo son.

La otra gran falsedad de Alberto es que no aumentaron nada en el tema retenciones. Que lo único que hizo fue actualizar lo que Macri no había actualizado. Otra vez utilizó el lenguaje para ocultar y disfrazar la verdad.

La pregunta es si los productores ahora van a tener que pagar más o menos que hace una semana. Y la respuesta es que van a tener que pagar mucho más. Y la otra pregunta es ¿A que otro sector, Alberto le actualizó ese porcentaje? A nadie, solo al campo.

El gobierno debería evitar mojarle la oreja al campo que, en su momento, le dio una paliza política a Cristina con la 125. El campo derrotó a los K, en la calle, con movilizaciones multitudinarias en los monumentos a la Bandera de Rosario y a los Españoles, en Capital.

La victoria del campo también fue en las urnas cuando la lista encabezada por Néstor, Scioli y Massa perdió a manos de Francisco de Narváez. Y finalmente, el nocaut fue en el Congreso, con el voto no positivo de Cobos. Y le recuerdo que en ese momento la soja estaba a 600 dólares y ahora promedia los 300. El doble.

El gobierno debería evitar el riesgo de matar la gallina de los huevos de oro. La asfixia para el que trabaja y produce es letal: hay 108 impuestos.

La ley que sacaron en tiempo récord, fue bautizada por el presidente con un eufemismo gigante: “Ley de solidaridad social y reactivación productiva”. Un experto del campo, Sebastián Gavaldá, dijo que en realidad debería llamarse: “Ley de irresponsabilidad social y retroceso productivo”.
Los productores viven en el campo pero no son tontos. Y cada vez son menos mansos. Ya aprendieron a organizarse para defender lo suyo y para evitar atropellos. Por eso digo que las bases de las entidades agropecuarias están calientes y los dirigentes están tratando de poner paños fríos. Veremos si pueden.

Porque hay productores que ya están convocando a un paro de comercialización para dentro de unos días con presencia al borde de las rutas pero sin cortes. Las bases están desbordando a los dirigentes y ya se sabe que si esto se complica más se podría aplicar la máxima de Perón que dijo: “Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”.

Los procesos de protesta hoy son muy dinámicos gracias a la velocidad de las redes sociales y siempre se sabe cuándo empiezan, pero nunca, cuando terminan. Juan Garzón, el especialista de la Fundación Mediterránea, dijo que las retenciones, son como los dinosaurios porque se han extinguido en todo el mundo.

Esto es un golpe muy duro para los campesinos en general y para los que se dedican a la carne y al maíz en particular. Cuidado. No se puede jugar con fuego. Esto puede hacerle bajar los brazos a los productores y que desenchufen la máquina de producir y haya desinversión.

El tiro, al gobierno, le puede salir por la culata. Ojo con provocaciones como las de Juan Grabois que exigió una confusa reforma agraria y que además dijo que no iban a aceptar que unos pocos se enriquecieran “con los bienes naturales en forma excluyente e injusta”.

Como si la soja, la carne, el trigo, fuera producido por Dios y los chacareros solo tuvieran que levantarlo del suelo. Que falta de respeto al esfuerzo y al sacrificio cotidiano de nuestros hermanos del interior profundo.

Los muchachos de Cristina siguen creyendo en esa realidad jurásica de la oligarquía vacuna y mezquina que es anti popular. Pero la única realidad que es el Censo Nacional Agropecuario, confirma que más del 80% de las explotaciones agrícolas, tienen menos de 500 hectáreas y la mayoría son empresas familiares manejadas por un dueño. Si estas no son las pymes, las pymes donde están. Oligarquía, las pelucas.

Oligarquía son los gobernadores como Gildo Insfran o los intendentes como Fernando Espinoza que hace un siglo que gobiernan sus distritos y mantienen a los habitantes con altísimos niveles de pobreza, indigencia y desocupación.

Hoy Cristina y sus cómplices tienen más tierras y dólares que la gran mayoría de los productores del campo. No hay nadie más terrateniente que Lázaro Báez. La delegación de facultades más autoritaria desde 1983, le dio a Alberto poderes muy superiores a los que necesita un presidente democrático.

Y a esta altura deberíamos dejar de llamar retenciones (que es una palabra que connota algo pasajero, te retengo y después de devuelvo) y reemplazarla por captación o apropiación de fondos o directamente, confiscación. El estado te atrapa en el puerto cuando estás exportando y no le importa si ese productor ganó o perdió dinero. Directamente le sacan el 33% de la facturación.

Así fue como el campo le entregó al estado cerca de 200 mil millones de dólares en 15 años. ¿Dónde están? ¿A los bolsillos de quien fueron a parar? Si esa plata quedara en el campo ayudaría fuertemente a la reactivación.

Pagaría los sueldos de los puesteros, los peones rurales, los ingenieros agrónomos, los empleados de las concesionarias de camionetas, los de la maquinaria agrícola, los veterinarios, los de la proveeduría, los que venden insumos, el contador del campo, el tambero que ordeña, los camioneros que transportan, el que hace los silos, el escribano, el aduanero, los cooperativistas, el frigorífico.

Hay 250 mil productores diseminados en todo el país que exportan a los 5 continentes y que aportan desde la agro industria el 12% del PBI. Estados Unidos, Europa y Japón subsidian y premian a sus productores.

Solamente acá los castigan con más impuestos y con insultos. Hay algo que no funciona. Y no es precisamente el sector más competitivo del mundo que es el campo argentino. Humberto Volando, aquel líder histórico de la Federación Agraria decía que el país podía salir de las crisis, siempre con el campo y nunca contra el campo. Por eso en tierra adentro están muy calientes. Y tienen motivos.

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