Por Nicolás Márquez
Miguel Mateos muy probablemente sea el mejor exponente de habla hispana en la historia del rock, aunque por su bajo perfil y giras en el extranjero (que lo mantienen alejado del país por meses) no suela ser mostrado de ese modo por la prensa vernácula.
Pero esta semana fue protagonista y noticia a modo de boom, ascendiendo hasta el tope en el trending topic de twitter durante varias horas: “Macri la reputa madre que te re parió” gritó el rockstar ante una multitud desde el escenario en la ciudad de Paraná (festival organizado por el gobierno nacional), al sonar los primeros acordes de uno de sus himnos más emblemáticos: Un Poco de Satisfacción.
Que el des-gobierno de Macri sea un desastre no es novedad. Lo curioso es que Mateos no sólo no se refirió en análogos términos mientras el kirchnerismo saqueaba el país a cuatro manos, sino que hasta se dio el gusto de tocar en la Casa Rosada siendo a la sazón anfitrionado por el presidiario Amado Boudou.
En verdad, el problema del episodio no lo constituyó el exabrupto ni tampoco el “daño a la investidura” (que no la respetan ni los que la detentan). El problema es que si el autor de Tirá para Arriba se siente tan a disgusto con la actual gestión (y argumentos tiene de sobra), ¿entonces por qué no se negó a participar de un evento en el cuál él cobra sus honorarios del mismísimo gobierno nacional?
Negarse a participar hubiese sido un gesto de dignidad, pues el ídolo no lo tuvo.
Tema complementario. En el día de ayer todos los canales de TV debatieron el fenómeno, y a ninguno de los múltiples panelistas se le ocurrió decir que tenemos que cerrar cuanto antes esa parasitaria usina llamada Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos (que preside el burócrata radical Hernán Lombardi y fue la organizadora de todos los eventos de este tenor), milésima dependencia administrativa utilizada con los impuestos de los contribuyentes para financiar espectáculos “gratuitos”, máxime en un país cuyas carencias gravísimas hacen notar que los entretenimientos no deberían ser en modo alguno un asunto de Estado.
Miguel Mateos disparó una puteada a destiempo para con la misma gente que lo contrató. Un desatino doble, habidas cuentas de que tras el escándalo brindó una explicación en las redes sociales en la cual no sólo no pidió perdón ni se retractó, sino que en su difuso circunloquio se dedicó a redondear la nada: extraña actitud en quien no sólo es un eximio músico sino además un buen letrista. Sería entonces una sana actitud de su parte no salirse del papel de cantautor en el cual brilla de manera inversamente proporcional a cuando incurre en menesteres políticos e ideológicos.
Prensa Republicana
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