jueves, 21 de febrero de 2019

MARX, ENGELS Y LA PRIMERA PUBLICACIÓN DEL “MANIFIESTO COMUNISTA”



Por Fernando Del Corro

El 21 de febrero de 1848 se publicó en Londres la primera edición del “Manifiesto del Partido Comunista”, la obra que más efectos políticos, económicos y sociales ha tenido en la historia de la humanidad al punto de que a lo largo de la mayor parte del Siglo XX se planteara la perspectiva de una transformación global que hiciera del socialismo la forma de una convivencia sin explotadores ni explotados en la que todos tuviesen los mismos derechos civiles y un equilibrado acceso a los bienes materiales.


Manifiesto Comunista

Fueron sus autores los grandes pensadores Karl Heinrich Marx, nacido en Renania-Palatinado, y Friedrich Engels, de Renania del Norte-Westfalia, ambos hoy alemanes, y su título original en alemán es “Manifest der Kommunistischen Partei”. Se trata de un trabajo de 23 páginas que les fuera encargado por la “Liga de los Comunistas”, de donde deviene el nombre. Dicha organización, surgida en Londres en 1847 originalmente como “Liga de los Justos”, cambió luego su denominación cuando se incorporó a ella el “Comité Comunista de Correspondencia” que surgiera en Bruselas en 1846.

El libro fue impreso por la Workers Educational Association y tres veces reeditado, también en alemán, por el periódico Deutsche Londoner Zeitung que tenía como lectora a la comunidad de inmigrantes germanos radicados en la capital británica. Originalmente se había pensado en lanzar impresiones en danés, flamenco, francés, inglés e italiano pero ello no se concretó y recién tiempo más tarde aparecieron en francés, inglés y sueco, hasta que el 2 de noviembre de 1872 se hiciese pública su traducción al castellano lo que estuvo a cargo de José Mesa y Leompart, un periodista marroquí oriundo de la isla de Alhucemas, quién fuera principal introductor en España de las ideas socialistas.

Al referirse a la obra, en 1888, Engels escribió: “… en cada época histórica el modo predominante de producción económica y de cambio y la organización social que de él se deriva necesariamente, forman la base sobre la cual se levanta, y la única que explica, la historia política e intelectual de dicha época; que, por tanto (después de la disolución de la sociedad gentilicia primitiva con su propiedad comunal de la tierra), toda la historia de la humanidad ha sido una historia de lucha de clases, de lucha entre explotadores y explotados, entre clases dominantes y clases oprimidas; que la historia de esas luchas de clases es una serie de evoluciones, que ha alcanzado en el presente un grado tal de desarrollo en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no-puede ya emanciparse del yugo de la clase explotadora y dominante -la burguesía- sin emancipar al mismo tiempo, y para siempre, a toda la sociedad de toda explotación, opresión, división en clases y lucha de clases”.

El pequeño libro está compuesto por una introducción y cuatro capítulos denominados “Burgueses y proletarios”, “Proletarios y comunistas”, “Literatura socialista y comunista” y “Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición”. A medida que se fueron concretando reediciones entre 1872 y 1893 se fueron agregando prólogos de Marx, hasta su fallecimiento en 1883, y de Engels, quién viviera hasta 1895, por lo que quedó como único responsable a cargo de los nuevos prefacios.

En “Burgueses y proletarios” los autores desarrollaron una síntesis de la evolución histórica de la lucha de clases donde se destaca el rol de la burguesía como generadora de las nuevas formas de producción que dieron origen al proletariado. En “Proletarios y comunistas” desarrollaron un plan de diez puntos sobre lo que debiera ser la política de un gobierno revolucionario en una primera etapa, aunque advirtiendo que con el devenir del tiempo los mismos debieran ser revisados. Ellos eran: expropiación de la propiedad de la tierra y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado; fuertes impuestos progresivos; supresión del derecho de herencia; confiscación de la propiedad de todos los emigrantes y sediciosos, centralización del crédito en manos del Estado por medio de un banco nacional con capital estatal y monopolio exclusivo; centralización del transporte en manos del Estado; multiplicación de las fábricas nacionales, de los medios de producción, roturación y mejora de terrenos con arreglo a un plan colectivo; proclamación del deber general de trabajar; creación de ejércitos industriales, principalmente en el campo; articulación de las explotaciones agrícolas e industriales; tendencia a ir borrando gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad, y educación pública y gratuita de todos los niños. Abolición del trabajo infantil fabril en su forma actual. Unificación de la educación con la producción material, etc.


Vladimir Lenin
En “Literatura socialista y comunista” los autores destacaron las diferentes alternativas que se fueron planteando hasta entonces que calificaron como “socialismo reaccionario” y cuyo mayor exponente fue el suizo Jean Charles Léonard Simonde de Sismondi, una suerte de precursor de la socialdemocracia contemporánea. También se refirieron al “socialismo conservador”, o burgués, que se expresa a través de “… los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficencia, las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya”, pero sin modificar la estructura social. Por último se refirieron al “Socialismo y comunismo crítico-utópico” promotor de “un ascetismo universal y un torpe y vago igualitarismo”.

El último capítulo, el titulado “Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición” sirve para analizar la postura a tener sobre eventuales alianzas con los mismos y concluye: “Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!”

Pasaron 69 años hasta que sus ideas pudieron comenzar a plasmarse con la Revolución Bolchevique de 1917 cuya gran impulsora fuera Aleksandra “Shura” Mijáilovna Kollontaj, la que encabezó la marcha de 130.000 mujeres que el 8 de marzo de 1917 derrocara al zar Nicolás II y que, también ante su propuesta, hizo que se concretara la toma del poder encabezada por Vladimir Illich Ulianov (Lenin).



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