sábado, 8 de junio de 2019
LA INSOPORTABLE VULGARIDAD DE LA POLÍTICA ARGENTINA
A medida que se acerca la fecha en que vence el registro de la puja por las candidaturas, en los diarios sólo se ven caras que pertenecen a la única clase admitida por esos dueños de la fama, que son los medios de comunicación masiva, es decir, las de los políticos profesionales, raza despreciable que ostenta el monopolio de los cargos en los tres poderes.
Por Cosme Beccar Varela
Macri, la ex usurpadora Kirchner, Massa, ex jefe de gabinete de la antedicha, Lavagna, ex ministro de economía del “marido” de la ya mencionada y una runfla de peronistas que no se distinguen entre sí por ninguna cosa que valga la pena mencionar.
Todos tienen en común la vulgaridad más agresiva, la total carencia de ideas dignas de ser consideradas como tales y exhiben con total desparpajo su codicia de poder y de plata mal habida como motor exclusivo de sus aventuras políticas.
Lo peor del asunto es que lo que se disputan entre sí es nada más y nada menos que la fuerza pública que les permite obligarnos a hacer lo que ellos quieran o no hacer lo que ellos no quieran, es decir, la supresión de todas las libertades legítimas y el dominio indiscutido de farsantes privilegiados en todos los órdenes de la vida, en las artes, los negocios y hasta en la jerarquía religiosa.
Es inútil tratar de encontrar en su palabrerío hueco una chispa de inteligencia o de verdadera moral. Sólo se ve la impúdica pretensión de imponerse para gozar de los cargos y sus prebendas, entre las cuales están los enormes sueldos que reciben y los aún más enormes botines que la corrupción convertida en hábito aceptado les ofrece.
Todos ellos son peronistas (o sea, ladrones y resentidos sociales, pues esa es la materia prima con que se fabrica un peronista) o de izquierda atea y asesina (con el aborto incluido).
Los gobiernos existen, en teoría, para servir el bien común de todos los habitantes con amor a la Justicia que exige premiar a los buenos y castigar a los malos según los principios elementales de la ley natural cuyo fiel reflejo es la moral cristiana. Es decir, el gobernante debe estar al servicio del Derecho y favorecer el trabajo honesto tratando de que el Estado sea lo menos gravoso posible. Sin embargo, estas nociones simples y benéficas están muy lejos de las intenciones de los delincuentes coaligados que se disputan hoy los cargos públicos en los tres poderes. Ni siquiera puede esperarse de ellos el mínimo de pudor que les haría fingir alguna virtud o alguna capacidad intelectual. Son descaradamente inmorales y abrumadoramente obtusos.
Tampoco dejan asomar ni una gota de buen gusto. Lo que hacen o dicen es exclusivamente vulgar y feo. Todos sabemos que cualquiera de ellos que llegue al poder hará más o menos el mismo daño que los otros y todos deberemos sufrir las injusticias que ellos cometan con la misma naturalidad con que respiran. No existe defensa alguna contra la avalancha de torpezas que son su “habitat” compartido con los que adoptan el título vano de “opositores”. Son todos de la misma banda y todos son cómplices necesarios en los mismos delitos.
Lo peor es que afuera de ese círculo cerrado de favoritos, hay una población que no resiste ni está dispuesta organizarse para resistir este monopolio infame. Es decir, un pueblo que no merece otra cosa que lo que tiene arriba de la cabeza y lo tendrá “hasta que la muerte nos separe”, como dice el rito nupcial. La vulgaridad de la política es congruente con la vulgaridad de los “argentinos”. Es muy triste decirlo pero más triste es padecerla sin avergonzarse por la parte que nos toca a cada uno de nosotros en esta comedia bufa e insoportable. Parafraseando al Dante y el anuncio que supone a la entrada del infierno, podríamos decir de los que ya entramos en esta parodia infernal: “Lasciate ogni speranza voi qui state qui” (Dejad toda esperanza vosotros que aquí estáis).
Prensa Republicana
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