La decisión de la malviviente Cristina Kirchner consistente en poner como candidato presidenciable al mercenario de Alberto Fernández, no deja de ser lamentable para quienes abominamos de la runfla inmoral que gobernó el país por espacio de 12 años.
Por Nicolás Márquez
La noticia prima facie es mala porque el piso y el techo de CFK estaban casi con la misma marca y con grandes dificultades de soportar airosa un ballotage. Luego, esta jugada política de la ex déspota tiene por función lograr rapiñarle votos al “peronismo racional” (valga la contradicción), esperando además que por decantación el peronismo y sus varias metástasis se encolumnen tras esta rara fórmula y el kirchnerismo ensanche así su base electoral.
En efecto, mucha gente no ideologizada quizás vote eventualmente por Alberto Fernández dado que éste reconocido chanta, con su voz serena y psicoanalizada le brinde al gran público la sensación de estar votando no por la impunidad de la delincuente CFK sino por una versión “republicana” del peronismo.
Al fin y al cabo, Alberto Fernández es un rosquero profesional siempre presto a la componenda, la mentira, el engaño, la trampa, el oportunismo y la mutación ideológica: Cristina eligió a un elemento de su talla moral.
El tema fundamental consistirá en saber si esos rasgos del citado crápula son conocidos por el gran público o si el mandadero de CFK logrará simular y ocultar su reciente pasado: tanto sea comandando la jefatura de gabinetes del gobierno más corrupto de la historia patria y a la par hablando pésimo de su indecorosa mandante.
A lo dicho, se le suma el desastre que constituye el gobierno socialista de Cambiemos, cuya economía estatista hace aguas por todos lados y encima tenderá a explotar de acá a octubre.
Justamente, Macri tuvo la opción de ser un duro Presidente de derecha y efectuar reformas de fondo quedando en la historia como un estadista, o un intrascendente timorato estilo radical/socialdemócrata: eligió esto último.
Así le va y así nos va.
Prensa Republicana
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