Laurence Debray
Por Enrique Guillermo Avogadro
Dos pedidos de disculpas: 1) a los muchos a quienes aún no he podido responder sus comentarios de la nota del sábado; lo haré durante la semana; y 2) a todos, por saturarlos con dos envíos tan cercanos, pero creo que la situación lo amerita.
Cuando el viernes a la noche escribí mi columna habitual, obviamente no imaginaba que nuestra prestidigitadora egipcia lanzaría a la mañana siguiente el anuncio de su decisión de designar a Alberto "Camaleón" Fernández como candidato a Presidente de la Nación por Unión Ciudadana, reservándose el segundo puesto. Los integrantes del sello del PJ que encabeza José Luis Gioja y se apelotonaron para la foto con ella, agotaron los stocks de hilo quirúrgico para suturarse el o... y se sumaron alegremente a la movida.
A mi modo de ver, se trata de una confesa muestra de clarísima debilidad. Todas las recientes encuestas que tanto nos han alegrado o preocupado -dependiendo del lado de la grieta en que nos encontremos- anunciando su triunfo son falsas, a punto tal que ni siquiera Cristina cree en ellas. ¿Alguien puede ser tan ingenuo, después de haberla soportado durante doce años, que renunciaría al más alto cargo si hubiera creído en una ventaja de ocho puntos sobre Mauricio Macri en un ballotage?
Su ego es tal que ni siquiera permitió que fuera su Instituto Patria quien hiciera el anuncio de la fórmula que competiría y, por primera vez en la trayectoria mundial de la democracia, un precandidato a vice designó a quien encabeza la fórmula. La lectura no puede ser más clara: soy yo quien decide.
Es decir, está convencida de que, como están las cosas, perderá otra elección -en 2017, esta genial mujer lo hizo contra dos "cuatro de copas" políticos, Esteban Bullrich y Gladys González- e intenta ahora evitar ser nuevamente la cara oficial de la derrota y ensayar alguna apertura en pos de votos ajenos. Pero su neo y fiel amigo no podrá de arrimarle nada.
Aún cuando tuviera éxito en la misión de atraer a Sergio Massa al redil abandonado, en modo alguno significaría que los escasos votos que éste conserva pudieran trasvasarse al binomio pretendiente; las sociedades ya no son aquéllas sobre las cuales podía usar el dedo elector. Pregúnteselo nada menos que a Luiz Inácio Lula da Silva, que no pudo hacerlo a favor de Fernando Haddad y permitió así el triunfo de Jair Bolsonaro.
Es cierto que Alberto Fernández tiene buenas relaciones con casi todo el espectro económico y político del país y del extranjero, puesto que ha usado todas las camisetas (cavallismo, menemismo, duhaldismo, nestorismo, massismo y, ahora, cristinismo) con buenos modales, pero nadie come vidrio.
No basta para convencer al círculo rojo que se haya desmarcado de la gestión de Cristina a punto de criticarla, hasta hace muy poco, agriamente; nadie cree en su capacidad de influir sobre el temperamento natural de ella. Si la fórmula tuviera éxito, el comando estaría en manos de la viuda y volveríamos al "socialismo del siglo XXI"; los mercados lo saben y los precios de todos los activos argentinos -moneda, bonos, acciones, campos, industrias, inmuebles, etc.- se depreciarían a la velocidad del rayo y todos esos eventuales amigos perderían en consecuencia.
Tampoco olvidan que, como todos los jefes de Gabinete kirchneristas, padeció de una ceguera localizada que le impidió ver el trasiego de bolsos en el despacho presidencial y, en una muestra clara de su nueva conducta enumeró él mismo, en un reciente sincericidio, quiénes son los jueces que deberán cuidar sus espaldas para no ser convertidos inmediatamente en nuevos Alberto Nisman. ¿Se asustarán tanto los nombrados como para paralizar los juicios?
Además, conviene pensar que, a contramano de la historia del kirchnerismo, esto se produce a un mes largo de la fecha de cierre de las candidaturas; entonces, hasta que éstas se oficialicen, no es más que un amague exploratorio y la fórmula podrá cambiar, o invertirse, sin que a nadie asombre.
Ante la declinación de Felipe Solá y Agustín Rossi a sus respectivas postulaciones a la precandidatura y dado que ambos tenían parecida intención de voto que yo en los Estados Unidos, para no ser menos también desisto irrevocablemente de competir contra Donald Trump. En cambio, Daniel Scioli informó que sostendrá la suya, para legitimar una PASO de ese espacio político; no era cosa de dejar solo al binomio inversamente ungido.
Se especuló que el anuncio pretende preparar el terreno para un indulto. Me parece un disparate adjudicar el "patriótico renunciamiento" que Cristina escenificó el sábado a esta causa: de triunfar, siempre podría confiar en la generalizada cobardía o complicidad de los jueces para obtener la impunidad. Por otra parte, los juicios por los zafarranchos del kirchnerismo aún no han comenzado y el trámite de la etapa oral de cada uno se extenderá, como mínimo, más de dos años. Luego la Cámara Federal de Casación revisará cada fallo y, finalmente, éste irá a la Corte Suprema, que no tiene plazos para expedirse. En resumen, estamos a años de una sentencia definitiva que habilitara, en caso de resultar condenatoria, un perdón presidencial.
Para no abusar más de usted, terminaré recomendando al Gobierno convencerse de que se trata de una buena noticia, y que debe abstenerse de reaccionar con precipitación o realizar cambios en sus propias fórmulas electorales. Cristina Elisabet Fernández está buscando precisamente esto, y sería una inigualable torpeza permitirle que marque el paso del proceso.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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