miércoles, 1 de mayo de 2019

UN SÍMBOLO DE NUESTRO ATRASO: INTOLERANCIA EN LA FERIA DEL LIBRO


Que el apriete y el escrache se trasladen al ámbito de un evento internacional que debería enorgullecernos habla de nuestra pobre cultura democrática.

Al igual que el año pasado, el acto inaugural de la Feria Internacional del Libro, desarrollado una semana atrás, se vio opacado por un golpe a la esperanza y la razón. Una vez más, se produjo un inconcebible acto de intolerancia cuando un grupo de asistentes interrumpió con silbidos y otras acciones reprochables el discurso de apertura que intentaba pronunciar el secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto.

De pronto, un evento cultural de magnitud internacional que debería enorgullecer a los argentinos sucumbió ante la barbarie. En un auténtico contrasentido con el pretendido progresismo del que se jactaba, el grupo de intolerantes, que reclamaban aborto legal y gratuito, bachilleratos populares y mejores salarios docentes, se creyó con la potestad de privar del uso de la palabra al funcionario y dio la nota en un encuentro que hasta ese momento transcurría en un clima de respeto y concordia.

No es una metodología novedosa en los últimos años ni es muy distinta de otros gestos propios de los cultores de un fanatismo cuya característica central es su incapacidad para escuchar al que piensa distinto.

Los actos de intolerancia encubren la falta de ideas tendientes a encontrar fórmulas a partir de la inteligencia y no de la fuerza, que es el derecho de las bestias, como refería Cicerón.

Durante los últimos años, bajo la égida del kirchnerismo, hemos asistido a numerosos actos signados por la lógica del fascismo que derivaron en descalificaciones virulentas, agravios soeces, escraches, difamaciones y hasta el escarnio público desde el atril presidencial contra quienes expresaran sus públicas disidencias con las políticas del gobierno de entonces, que no dudó en utilizar el poder para apropiarse del Estado e intentar imponer un pensamiento único.

Más recientemente, desde las redes sociales, la metodología del odio ha continuado diseminándose, movida por la intolerancia hacia simples juicios de valor, como si existiese el delito de opinión.

Lo sucedido en el acto inaugural de la tradicional Feria deja un desesperanzador mensaje que va más allá de cualquier posición ideológica. Da cuenta de que hay grupos decididos a militar activamente para que solo puedan escucharse determinadas voces y para que se censure a quienes disienten de sus posiciones.

Si no es factible que aceptemos las diferencias y convivamos pacíficamente en un evento cultural por excelencia que debería unir a los argentinos, como la Feria Internacional del Libro, cabe preguntarnos cómo podremos superar otras grietas y avanzar juntos por el camino de la búsqueda de consensos hacia políticas de Estado orientadas a resolver problemas que nos afligen desde hace mucho.

Que el apriete y el escrache se trasladen al ámbito de la cultura y que debamos ocuparnos de actos autoritarios como los ocurridos en el contexto de un evento internacional que debería constituir un festín de la literatura, donde se celebre la diversidad, solo habla de nuestro lamentable atraso como sociedad y de nuestra pobre cultura democrática.


Editorial La Nación


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