Por Arturo C. Larrabure
Apelando a ese compromiso le escribí entonces una carta solicitando nos ayudara precisamente a curar las heridas que la dolorosa década del 70 generó en los deudos de las víctimas de la guerrilla.
Formalmente le solicité nos concediera una audiencia, a la que asistiría junto a María Cristina Picón, viuda de Viola, quien, el 1° de diciembre de l974, embarazada de cinco meses, vio cómo un comando del ERP asesinaba por la espalda a su marido, el capitán Humberto Viola, a su hija MaríaCristina, de tan solo tres años, y dejaba gravemente herida a María Fernanda Viola, de cinco.
Mi padre, el coronel Argentino del Valle Larrabure, fue secuestrado, torturado y asesinado por el ERP, en pleno gobierno constitucional.
Dije en mi carta que no defendíamos al Proceso, porque a nuestros familiares los asesinaron antes de que este comenzara. Tampoco albergamos odio en nuestro corazón. Propiciamos la cultura del encuentro que rescate el sagrado valor de todas las vidas, el que es negado por el falso relato de la memoria, que llama"ajusticiamientos" a los asesinatos asignando subliminalmente a los guerrilleros el derecho de secuestrar, torturar y matar.
Creía que en el año de la misericordia y del bicentenario de nuestra dolida patria era fundamental generar gestos que evidenciaran que para el dolor de una madre no hay ideologías.
Francisco, al recibir a Hebe de Bonafini, había remarcado que ante un dolor semejante uno debe inclinarse y dejar de lado los agravios.
Las víctimas de la guerrilla integran una nueva clase de desaparecidos: los desaparecidos de la memoria pública.
Pese a ello -afirmé entonces-, desde muy joven he intentado honrar el mandato que mi padre dio a nuestra familia poco antes de morir: "Aunque suceda lo peor, no deben odiar a nadie y devolver la bofetada poniendo la otra mejilla".
Francisco nos ha hablado de las periferias existenciales adonde deben llegar los pastores con olor a oveja para llevar el consuelo y la voz del Evangelio.
Situados en la periferia existencial donde han sido colocados los deudos de las víctimas del terrorismo guerrillero, aguardo aún su respuesta.
Arturo C. Larrabure
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