Está muy claro cuál es la enfermedad institucional: hay una suprema injusticia y tu cuerpo lo sabe.
Por Alfredo Leuco
El doctor Carlos Rosenkrantz inauguró el año judicial con un diagnóstico inquietante y preciso. El presidente de la Corte Suprema de Justicia reconoció que “los argentinos están perdiendo la confianza en la justicia” y eso produce “una crisis de legitimidad”.
Está muy claro cuál es la enfermedad institucional: hay una suprema injusticia y tu cuerpo lo sabe. Hace tiempo que gran parte de los ciudadanos viene reclamando porque sin justicia equilibrada y transparente no hay república.
Necesitamos reconstruir uno de los pilares del estado de derecho. Para lograrlo hay que exterminar muchos virus que deterioran la imagen y la eficacia del Poder Judicial.
Lo más grave es el hartazgo que tiene la inmensa mayoría de la población al ver a los delincuentes de todo tipo caminar por la calle como si fueran personas honradas y decentes.
Y cuando digo delincuentes de todo tipo hablo de todos, desde los motochorros y los asesinos o violadores hasta los poderosos empresarios, ministros y la propia ex presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
La genialidad de María Elena Walsh nos ayuda a comprender lo que nos pasa y porque nos pasa: “Señora de ojos vendados/ que estás en los tribunales/ Quítate la venda y mira/ cuánta mentira”.
Los últimos datos que hemos conocido son escandalosos. El juez Luis Rodríguez recibió una coima de 10 millones de dólares de parte de Daniel Muñoz para no meterlo preso, según confesó su viuda, hoy arrepentida, Carolina Pochetti.
Ese testimonio luego fue confirmado por Víctor Manzanares, el contador de la familia Kirchner que además agregó que el abogado Miguel Plo que también está detenido, fue el encargado de llevar los billetes físicos y que se quedó con dos millones de dólares en el camino.
Estamos hablando de inmorales y mafiosos que primero robaron fortunas colosales al pueblo de la patria y luego se robaban entre ellos.
Como si esto fuera poco, Rodríguez, era un adorador de objetos nazis y en el concurso para ser juez copió el examen y ahora tiene un nivel de vida, viajes a lugares paradisíacos y autos de alta gama que no puede explicar.
Ojalá el Consejo de la Magistratura lo enjuicie y lo destituya pronto porque al igual que Norberto Oyarbide, Eduardo Freiler, Jorge Ballestero y Eduardo Farah, entre otros manchan la palabra justicia y la vacían de contenido.
Oyarbide, le recomendó a Manzanares a la actual vicedecana del cuerpo de peritos de la Corte Suprema, María del Carmen Penedo.
Hoy, ella tiene un sumario abierto en el máximo tribunal para establecer si el informe patrimonial que ella confeccionó, ayudó a Oyarbide para dictar a la velocidad de la luz el sobreseimiento del matrimonio Kirchner, que estaban acusados de enriquecimiento ilícito.
Esa operación repugnante fue armada por funcionarios judiciales y servicios de inteligencia que estaban a las órdenes de Néstor y Cristina. Todos haciendo trampa y poniendo sus conocimientos técnicos y sus cargos para dibujar pruebas y producir maniobras delictivas. Fueron cómplices de los delincuentes.
Es intolerable e indignante lo que viene pasando y no hay forma de construir el país que soñamos con semejante nivel de deshonestidad. Porque vamos a decirlo con todas las letras.
Hay jueces y fiscales que son delincuentes y que están al servicio de los delincuentes de todos los tamaños. Desde rateros peligrosos como los arrebatadores callejeros hasta millonarios estafadores como Cristina, Lázaro y Cristóbal, entre otros.
Su tarea principal es liberarlos lo antes posible. A contramano de toda lógica, siempre buscan el artilugio que les permita favorecer a los victimarios y humillar por segunda vez a las víctimas.
Algunos lo hacen a cambio de coimas y son unos ladrones peores que los ladrones que salpican con su mugre de corrupción a otros hombres de justicia que son honrados y de excelencia profesional.
Otros lo hacen por miedo y por pereza. Les da “fiaca” trabajar e investigar a fondo y/o sienten pánico ante la mínima posibilidad de que el delincuente en libertad, o alguno de sus familiares o cómplices se tome venganza.
Pero existen los fanáticos y militantes. Los que tienen como capanga a Cristina Fernández de Kirchher y como líder espiritual al ex integrante de la Corte, el doctor Eugenio Raúl Zaffaroni.
Está en marcha una operación sucia que tiene a la ex presidenta como autora intelectual y a su jefe de inteligencia informal, Horacio Verbitsky como autor material. El instrumento es el juez de La Cámpora Alejo Ramos Padilla que fue protagonista de dos noticias antagónicas.
Por un lado se pidió su juicio político en el Consejo de la Magistratura y por el otro, recibió el respaldo unánime de la Corte Suprema que le otorgó los recursos extras que solicitó para su juzgado de Dolores pese a que el fiscal dijo que debía excusarse de ese caso.
La mugre creció y la decadencia se aceleró en los tribunales porque es imposible probar la inocencia de Cristina ante semejante montaña de pruebas y testimonios de más de 30 arrepentidos, muchos de confianza de años de los K.
Ya tiene diez procesamientos y marcha a paso redoblado rumbo a los 4. Ya tiene 5 pedidos de prisión preventiva, uno de ellos confirmado por la Cámara Federal y por la Corte Suprema. No hay mejor defensa de Cristina que un buen ataque a sus investigadores.
Por eso el objetivo es claro: sacar a Stornelli de las causas que involucran a Cristina en la mega corrupción de estado y de esa manera poder zafar de la cárcel.
Por ahora Cristina informó que vuelve pasado mañana de Cuba y en 72 horas deberá notificarse de todas las malas nuevas de las últimas horas.
Su hija Florencia que tiene dos procesamientos se quedará, en principio, diez días más protegida por la dictadura jurásica cubana. Ella explica lo inexplicable al victimizarse y repetir todo el tiempo la misma cantinela mentirosa: me persigue Macri, Trump, Bonadio y los medios hegemónicos.
Obviamente, es una teoría conspirativa absolutamente delirante.
La mayoría de los jueces y fiscales militantes integra la mal llamada Justicia Legítima. Es la agrupación kirchnerista liderada en su momento por la doctora María Laura Garrigós de Rébori o por Alejandra Gils Carbó.
Ellos creen igual que Cristina y Diana Conti que la justicia debe ser elegida por el voto popular y es una de las propuestas que tienen para reformar la Constitución si llegan a ganar las elecciones en octubre.
Ellos están convencidos además que Cristina, casi todos sus familiares, casi todos sus ministros y casi todos sus secretarios se hicieron mega millonarios porque son unos genios de las finanzas y que la justicia los persigue por su ideología.
Hablan de los pobres y se hicieron magnates. Se llenan la boca con la redistribución de la riqueza y la redistribuyeron entre ellos.
Justicia Legítima que debería llamarse “Injusticia ilegítima”. Tienen la cara de piedra. Son rápidos para los mandados que les piden los amigos. A los enemigos ni justicia.
Pero a los amigos, todo. Esto deberían analizarlo los votantes.
Hay muchos que combaten de verdad al delito y otros que miran para otro lado incluso en situaciones gravísimas como estafas, crímenes, narcotraficantes, enriquecimientos colosales, asociaciones ilícitas para saquear al estado como la que lideró Cristina o simplemente en hechos menores como los motochorros que, por lo general, roban a chicos y a mujeres indefensas.
Hay muchos jueces y fiscales ejemplares, valientes, honrados y de gran capacidad intelectual pero estos otros dinamitaron la credibilidad de la justicia que ya venía muy deteriorada.
No tienen derecho. No hay derecho. No se ajustan a derecho. Es una burla a todos los ciudadanos de a pie, de carne y hueso, que hacen esfuerzos descomunales todos los días para trabajar honradamente, para educar a sus hijos y para pagar los impuestos feroces que, entre otras cosas, mantienen al Poder Judicial que no paga impuestos a las ganancias porque tienen coronita.
El jurista brasilero Ruy Barbosa de Oliveira, dolorosamente, dice que de tanto ver el triunfo de los corruptos, “el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra y a tener vergüenza de ser honesto”.
Es una vergüenza del tamaño del estado. Los ciudadanos honestos están hartos de que la impunidad les escupa en la cara. Son delitos de lesa indignidad. Injusticia ilegítima y está todo dicho. Suprema injusticia.
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