viernes, 20 de febrero de 2009

Anticatolicismo

No hay punto de comparación en la gravedad de los ataques sacrílegos contra Cristo y su Iglesia y emitir una opinión acerca de un hecho histórico.

Por Guillermo Díaz Aguirre

Hace unos días un obispo católico expresó su opinión acerca del llamado holocausto judío, opinando que no fueron más de 300.000 muertos en la última guerra y que los mismos no murieron en cámaras de gas.

La judíada internacional, incluyendo la doméstica, medios de difusión, gobiernos, se indignaron ante estas opiniones, a las que se agregó también nuestro gobierno a través de la inefable Lubertino que pretende expulsarlo del país al obispo Williamson.

Mientras el mundo liberal y democrático proclama a viva voz la libertad de expresión, este tema parece tabú, es decir, no se puede opinar en contra del llamado holocausto judío; tiene fuerza de ley y cualquier opinión no coincidente con la universal es considerada delito y como muestra de ello hay personas que han escrito o declarado su duda o negación del mismo y han sufrido la cárcel.

No obstante, hay algunos historiadores revisionistas, como ser Paul Rasinier, que han estudiado el tema llegando a la misma conclusión que el mencionado obispo.

Ahora bien, los judíos usan cualquier situación para transformarse en víctimas utilizando la famosa palabra “antisemitismo”, apoyados, en general, por políticos y multimedios, mientras ellos no cesan de injuriar a Cristo, a su Cruz y por ende a la Santa Iglesia Católica.

De todas maneras, hay una diferencia abismal entre dudar o negar el llamado holocausto judío, pues es este un acontecimiento histórico, y las injurias proferidas contra el Hijo de Dios hecho Hombre.

Acerca de esto último comentaremos algunos ejemplos.

El diario “La Prensa” publicó el 25/2/99 que el principal rabino de los ashkenazi hizo las siguientes declaraciones: “Los crucifijos y los arbolitos de Navidad están prohibidos en los vestíbulos de los hoteles israelíes durante la celebración del milenio porque son ofensivos para los judíos”.

El mismo rabino, Meir Lau, expresó también que “la cruz es contraria a la religión judía” y “la vista de una cruz y de un árbol de navidad está prohibida para un judío”.

No es necesario ser muy perspicaz para notar que estas declaraciones destilan odio hacia la Cruz y todo lo que ella representa: Cristo y el catolicismo.

El rabinato nunca se rectificó de estos dichos. Esto fue a nivel internacional pero también tenemos actitudes a nivel nacional.

En diciembre de 1999 se incorporó a la Constitución de Catamarca el artículo 270 que imponía la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas de la provincia. A principios del 2001, bajo la presión de la D.A.I.A., el gobernador de la provincia implementó un decreto mediante el cual derogaba el artículo 270 y por lo tanto, quedaba en la nada la enseñanza religiosa. Cabe aclara que en Catamarca el catolicismo representa una absoluta mayoría.

La D.A.I.A. es una organización judía y por lo tanto, este hecho demuestra con las enseñanzas de Meir Lau el odio hacia Cristo. Aparte de la presión que ejerció la D.A.I.A. en este caso como en tantos otros, este acontecimiento demuestra que hay en nuestro país funcionarios que se venden al mejor postor.

El semanario católico “Cristo Hoy” en su edición de la semana que va del 8 al 14 de julio de 1999 informa acerca de la “demanda de algunas minorías religiosas, especialmente la judía, de retirar la Cruz inserta en la bandera de la provincia de Tucumán “agregando que el símbolo del cristianismo los discrimina”, agregándose a los que se oponen a la Cruz el embajador de Israel en esa época, Yitshak Aviran, quien opinó que con esa bandera “se vuelve a la Inquisición”.

La bandera mencionada que llevaba inserta una gran Cruz blanca fue instaurada en 1995 y según informó el diario Nueva Provincia el 17/2/2000 “fue aprobada unánimemente en la legislatura provincial teniendo en cuenta el carácter sagrado de la Cruz a cuyos pies fue fundad la capital de Tucumán, que contiene un llamado a la salvación válido para todos los pueblos”.

De lo anterior cabe deducir que el Estado de Israel promovió a través de su representante en nuestro país la supresión de la Cruz en la bandera de Tucumán.

Cabe agregar que el entonces gobernador de Tucumán elaboró un proyecto para la supresión de la Cruz en la bandera y con el tiempo la misma fue suprimida.

Otro ejemplo de funcionario anticatólico

Como regalo a los judíos ahora tenemos un gobernador en Tucumán, Alperovich judío él, que en su jura lo hizo por la tora.

En es oportunidad monseñor Aguer denunció los ataques, burlas y humillaciones por parte de los medios hacia la Iglesia Católica, incluyendo a Nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre; esto se repite ahora con asiduidad.

A todo lo anterior hay que agregar ataques de tipo personal contra la Iglesia, Juan Pablo II y Pío II provenientes de prominentes judíos. Sería cosa de nunca acabar.

Esta campaña no ha disminuido, más bien diría que se ha acentuado.

Por todo lo antedicho es que hemos titulado a este escrito “anticatolicismo”. No hay punto de comparación en la gravedad de estos ataques sacrílegos contra Cristo y su Iglesia y emitir una opinión acerca de un hecho histórico.

No me cabe duda acerca de la influencia de la judíada a nivel nacional e internacional y tampoco de la sumisión de muchos no judíos hacia los judíos.

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