Nadie sabe a quién se dirige la presidenta Cristina Fernández cuando llama al diálogo y a la unidad. ¿Será un mensaje para la oposición partidaria? Difícil, si tenemos en cuenta que su marido y jefe político sube a las tribunas y califica de “alianza residual que fundió a la Argentina” a cívicos, radicales y socialistas…
Por Alfredo Leuco
Nadie sabe a quién se dirige la presidenta Cristina Fernández cuando llama al diálogo y a la unidad. ¿Será un mensaje para la oposición partidaria? Difícil, si tenemos en cuenta que su marido y jefe político sube a las tribunas y califica de “alianza residual que fundió a la Argentina” a cívicos, radicales y socialistas y como “neomenemismo o neoduhaldismo” a la convergencia de Macri, Solá y De Narváez. ¿La promesa de abrir las puertas de la Casa de Gobierno es para la Mesa de Enlace? No parece, porque mientras tanto, con la complicidad ingenua de Hugo Biolcatti, le tienden una emboscada artera para tratar de dinamitarla, como dijo Carlos Reutemann. ¿Los discursos de buena voluntad serán un intento de recuperar la confianza del vicepresidente Julio Cobos? Nadie puede creer eso si, simultáneamente, continúan el operativo demolición del mendocino al que ya no saben qué zancadilla hacerle.
Le escamotean el avión, le niegan recursos para viajar a Ecuador a un encuentro de parlamentarios, le sacan los granaderos en Yapeyú aunque empañen el homenaje a San Martín y ordenan a Canal 7 que no lo enfoque en la próxima Fiesta de la Vendimia en Mendoza, tal como ocurrió en el Festival de Jesús María. Es incomprensible que un matrimonio presidencial que tiene que timonear el barco en medio de la tormenta más complicada de los últimos cien años, tal como dijo Néstor, pierda tiempo y energía en un chiquitaje mezquino y obsesivo que muestra parte de su personalidad intolerante y vengativa.
Hay como una histeria política en el Gobierno. Una especie de jueguito perverso de suma cero que dice te quiero pero no. Te invito pero te descalifico. Hablo por izquierda y actúo por derecha.
La histeria de angustia, que es un término introducido por Sigmund Freud, hoy se conoce como fobia. Ante una situación extrema se tiende a negar todo tipo de conflictos o buscar placer en situaciones peligrosas. La histeria de los Kirchner los lleva muchas veces a jugar al límite de la irresponsabilidad institucional con la obsesión de “poner de rodillas” a quienes se atrevieron a decirle no a su autoritarismo prepotente.
A veces parece que la decisión de Néstor como mariscal de la derrota en la 125 sigue siendo huir hacia adelante. Ahora es más evidente porque la parábola del Gobierno es descendente rumbo a las elecciones parlamentarias de octubre. Todos los días alguien pega un portazo hacia la derecha o la izquierda y los Kirchner quedan cada vez más aislados. Si hace unos días tomaron distancia Miguel Bonasso o Jorge Ceballos, quienes conformaban claramente el ala izquierda del populismo conservador kirchnerista, en estas horas les tocó el turno a dos ex gobernadores de los distritos más grandes, que tienen mucha intención de voto y la bendición de las clases medias rurales, como Felipe Solá y Carlos Reutemann. Ambos, aun en su moderación, desnudaron el maltrato al que fueron sometidos mientras tuvieron los pies dentro del plato patagónico. Lole, que no exagera y que se caracteriza por su parquedad, denunció en estos días que le querían comer la yugular y que cuando lo “recontraescracharon y me tuve que escapar por una ventana del ministerio, nadie me mandó ni una carta”.
Fue tan grande la paliza que le dio el campo al caprichoso autismo de Néstor Kirchner que todavía siguen pagando costos político por eso. Si hasta Alberto, que mantiene su fe kirchnerista y reinvindica a Néstor como el mejor presidente desde 1983, se arriesga a ser confinado en la Siberia por el poder central porque confiesa su preocupación por el éxodo de dirigentes y reclama diálogo y autocrítica.
Está de moda acusar de gorilas a los que señalan con firmeza los errores no forzados de los Kirchner, que siguen construyendo opositores con su falta de generosidad y amplitud. ¿Se puede decir que Bonasso, Solá, Reutemann o Alberto son antiperonistas? Es un argumento que se cae por su propio peso.
En los próximos días habrá más novedades en el rubro deserciones, tanto en senadores como en diputados. Y ya son varios los intendentes que cuando Néstor hace un acto en el Conurbano tratan de evitar que se publiquen esas fotos y no llaman, como era su costumbre, a los canales de cable de la zona para multiplicar las imágenes. Los intendentes del Conurbano que peor están en las encuestas miden el doble que Néstor y/o Cristina. La falta de credibilidad les fue carcomiendo sus posibilidades. La construcción del relato a través de los medios y periodistas amigos y de la comunicación directa con la gente desde las señales de noticias se les volvió en contra. Manipularon, dibujaron y ocultaron tanto que ahora se les hace cuesta arriba que se les reconozca lo bueno que hacen, como expulsar al obispo negacionista del Holocausto Richard Williamson o esa idea que van a llevar a la reunión del G-20 de refundar los organismos internacionales políticos y de crédito para que los países menos poderosos tengan más peso en las decisiones.
Los números de la economía auguran nuevas turbulencias. El superávit fiscal cayó casi un 41%, y si no hubieran tenido los fondos que manotearon a las AFJP habrían quedado en rojo. La actividad industrial se desplomó el 11%. Hay 700 mil cabezas de ganado muertas por la sequía. Argentina pasó de producir 97 millones de toneladas de cereales a 67. Son alertas rojos en el tablero de la gobernabilidad. Las provincias tienen multiplicados sus problemas.
Ahora la injusticia de la coparticipación federal aparece en toda su dimensión y deja de ser una abstracción de economistas. Lo planteó Reutemann como el gran tema que hay que discutir. Porque hoy la Nación se lleva la parte del león y después se da el gusto de abrir y cerrar el grifo para premiar o castigar a los gobernadores según sean amigos o enemigos. Esa discrecionalidad es el corazón del poder K. Roberto Lavagna está trabajando para hacer una propuesta seria en este sentido. Tal vez pueda tratarse en el Parlamento que viene, seguramente más plural y menos dominado por los Kirchner. El objetivo es darle transparencia, racionalidad y equidad al reparto de fondos. En ese proyecto todos los impuestos entran en la misma bolsa menos los aportes para los jubilados y los derechos de aduana, porque figuran en la Constitución. Después de una base común que respeta lo que fueron históricamente, esos ingresos deberán repartirse con nuevos coeficientes y las provincias se quedarán con el 60% del total. Reutemann está muy interesado en levantar la bandera del verdadero federalismo con una nueva ley de coparticipación. Tal vez eso lo lleve a compartir un café con foto incluida con Roberto Lavagna. Ambos se respetan y comparten el camino de la moderación que los aleja de la desmesura del kirchnerismo.
Y aquí surge otra vez la pregunta del principio:¿A quien le habla la Presidenta? ¿Cuál es su objetivo? El tantas veces postergado Acuerdo del Bicentenario reciclado como Consejo Económico Social sigue en veremos. No alcanza solamente con los aliados incondicionales de la CGT y la UIA. Y eso que los industriales de Juan Carlos Lascurain ya empezaron a criticar los números del INDEC. El instituto, convertido en coto de caza de Guillermo Moreno, en estas horas, sigue con su purga stalinista desplazando del instituto a directores y técnicos de excelencia que denuncian que se están cometiendo los delitos de malversación de estadísticas y violación de su carácter secreto.
Moyano todavía tiene espaldas para aguantar en su gremio, aunque a sus camioneros también empiezan a tener menos trabajo por la crisis y la falta de transpòrte de productos agropecuarios. Por ahora sigue vertical a las órdenes de Néstor Kirchner y descalifica a Reutemann por su presunta falta de coraje y decisión. Sin embargo, el espanto que le produce ver el deterioro de su provincia colocó a un Reutemann muy distinto sobre el escenario. Dijo que no se puede hacer campaña con la bandera del Frente para la Victoria en Santa Fe, se negó a viajar a España en el avión con Cristina, y entre otras definiciones fuertes se atrevió a renunciar al bloque y decir que el Gobierno no quiere solucionar el problema del campo.
Encima confesó su admiración por la honestidad y combatividad de Elisa Carrió. ¿Qué más podría haber hecho el Lole para potenciar los dolores gastrointestinales de Néstor? Santa Fe le plantea un fuerte desafío. Agustín Rossi no quiere bajarse de su pretensión de encabezar la lista de candidatos a diputados. Los que no lo quieren hablan de capricho. El lo explica como una defensa de la construcción política paralela a Reutemann que vienen haciendo con mucho esfuerzo. No quiere salvarse solo en un ministerio o una embajada y entregar a la militancia que lo acompaña. El problema es que si Rossi y María Eugenia Bielsa corren con la camiseta K y Reutemann con el sello del PJ o de Santa Fe Federal, dividen votos y fortalecen las posibilidades del socialismo.
La pelea de superestructura entre los Kirchner y el campo parece volver, igual que hace un año, con toda su carga de odios y chicanas. Eso es peligroso para la convivencia pacífica que tanto necesitamos. Sería terrible repetir como comedia lo que los argentinos vivimos como tragedia. El Gobierno debería sacarse de los ojos la venda de los prejuicios ideológicos. Cristina sigue con una mirada muy estrecha cuando responsabiliza de las medidas de fuerza a “los sectores privilegiados que no quieren pagar impuestos y se han beneficiado siempre con el trabajo de los otros”. Eso es mentira, y además una ofensa gratuita que enardece a miles de pequeños productores que están quebrados. Y mucho más si se arma una operación política berreta para entrampar a Biolcatti, que es el líder del sector que mejor representa simbólicamente lo que los Kirchner dicen combatir.
Cristina tiene un camino posible para liberarse del microclima que le produce la burbuja en la que vive con Néstor. Hacer lo que hizo en Tartagal.
Ir al terreno, mirar a los productores a los ojos, dialogar cara a cara, informarse sin intermediarios. Puede hablar con una larga lista de intendentes peronistas de cientos de pueblos del interior, sobre todo de Córdoba y Santa Fe, que la acompañaron con el voto, y se dará cuenta de que hay menos oligarcas y terratenientes de lo que cree.
Como Matías Almeyda, el ex jugador de River y la Selección nacional. Esta semana volvió a jugar en el Club Fénix de la mano del Beto Acosta y lo expulsaron. Pero contó algo más dramático vinculado al tambo modelo que instaló como producto de la inversión de parte de lo que ganó en el fútbol europeo. Lo hizo en sus pagos de Azul como un argentino bien nacido. “Tenía cinco familias trabajando ahí y tuve que quedarme sólo con dos, y no sé si lo voy a poder seguir manteniendo. Hace un año que esperamos soluciones. Y ahora dudo mucho en seguir invirtiendo acá.” Almeyda no está en la Mesa de Enlace ni es autoconvocado. Es un productor más que tuvo que asfaltar por su cuenta el camino que va de su campo a la ruta. No tiene nada con ni contra los Kirchner. Actúa con sentido común, como la mayoría de sus vecinos.
Ojalá los Kirchner tengan la lucidez y la grandeza de preguntarse qué les está pasando cuesta abajo en su rodada. De mirarse a sí mismos y tratar de explicarse sin ridículas teorías conspirativas por qué tantos se van cada vez más rápido de su lado.
La Cristina de los actos suena vacía, con palabras sin destinatario, hablando sólo para los convencidos y el público cautivo, que es cada vez más chico. Néstor Kirchner intentó fracturar a la Mesa de Enlace. Pero la realidad indica que salió más unida y cohesionada que nunca. Le salió el tiro por la culata.
Logró exactamente el resultado inverso al que buscaba. No es la primera vez.
El kirchnerismo residual se pregunta: ¿será la última?
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