Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse
“En el verdadero mediocre, la cabeza es un simple adorno en el cuerpo. Si uno de ellos nos oyera decir que sirve para pensar, creería que estamos locos”.
“Su miopía moral les impide comprender el equilibrio supremo entre la elegancia y la fuerza, la belleza y la sabiduría”.
José Ingenieros
Acaso tengan que borrar parte de su soberbia, si se les empieza a complicar apenas un poco más, el país.
Y hacer un pronóstico de complicación del país no es un ejercicio demasiado arriesgado, teniendo a la vista todo lo que han acumulado en estos 5 años.
Y lo que ocurre en el mundo, aquí no importa un bledo.
Pueden verse las respuestas internas que se han diseñado, todas las cuales, en lugar de prevenir estructuralmente, sólo dañan u omiten.
Con muy poco, se pueden extrapolar con sencillez, las consecuencias más pequeñas.
Las graves complicaciones que han empezado inundar la sentina del barco no son por los motivos que se creen.
No es el atisbo de inflación en medio de la recesión que se les deslizó como un virus y que controlan en modo absolutamente artificial.
No es tampoco la pobreza ó la indigencia cuyos índices fabricados por ellos mismos, mejoran cada día.
No es la intranquilidad social de las clases bajas que pueda ampliar su perímetro por esta contaminación de precios, ni tampoco el rebrote de la protesta social que se trata de conjurar cada media hora.
El problema es toda la estructura del Estado.
Es un “todo” que falta hacer en el país, y es la nada que yace impávida por lo erróneo, lo mediocre, lo efímero y lo improvisado que se ha hecho.
Es la base del Estado que nadie ve… y que tambalea todavía sin que nadie atine a conmoverse por la carcoma sutil de todas las instituciones republicanas.
Es la vergüenza metafísica irradiada desde el poder a través de su repugnancia por el capital, por la inversión y por el lucro ó la rentabilidad. Su apuesta por mantener la incertidumbre a toda costa.
Es la catalepsia increíble en la que se halla la seguridad jurídica y es también la extinción del estado de derecho propiciada desde el seno Gobierno.
El estancamiento y la parálisis de las cien reformas estructurales pendientes e imprescindibles que está fomentando una conducción, embelesada como un narcisista en el espejo y anestesiada por los vapores de un poder acumulado que les permite someter a propios y extraños.
La educación pública subsumida y postrada, la vergüenza por el mérito propio y el horror por la sospecha de pensar diferente.
La cultura de la dádiva en lugar del esfuerzo y el mérito.
Es algo esencial, “de fondo”, que no puede quedarse enmascarado eternamente.
Una especie de septicemia que se propaga sin pausa con el incentivo permanente de la dirigencia política para que todo dependa solamente de sus designios. Y se sufrague con la “caja”.
Ni siquiera la puja preelectoral para octubre debería ser responsable de ningún sobresalto si acaso estuviésemos en condiciones normales.
Esa puja es totalmente inocua en un Estado sano.
Aquí no.
Aquí pone al desnudo el desquicio del sistema que les brinda espacio y andamiento, convirtiéndose en una danza obscena que lo único que logra es profundizar la repugnancia por la dirigencia política.
Resulta entonces, que las condiciones básicas para que el escenario de corto plazo se complique sustancialmente, están dadas en todos los órdenes del Estado.
Y la velocidad con que eso tenga lugar, no depende en absoluto de nada que pueda hacer la ciudadanía, toda vez que se han puesto a andar las cosas hacia direcciones impredecibles que van a resultar sólo del rumbo de la mediocridad que nos imponen.
El único rumbo que conocen los que están conduciendo hoy a la Nación Argentina. Hacia una gran calamidad
Y allá va, la primer mandataria, a rodar por el mundo sin ningún plan y también sin un rumbo serio, creyendo que hay que “agredir para agradar” y suplicando inversiones que jamás, jamás han asomado ni asomarán la nariz por estas tierras.
Mañosamente, ha hecho el intento mediocre de explicar a quienes tuvieron la amabilidad de escucharlo, cuál era exactamente el conjunto de parches implementados ahora para resolver las imprevisiones y para amortiguar la crisis internacional.
Es simple: Cada 48 horas, un parche.
Les dice a todos casi admonitoriamente que necesita sus inversiones.
El oxígeno artificial para ganar en octubre no fue difícil de lograr para este gobierno frente a una ciudadanía que está completamente ajena e ignorante de todo el escenario de improvisaciones que se ha elegido transitar. Enmascarados en la caja no han de temer en absoluto seguir andando así… a los tumbos y sin plan.
Sin contrapoderes, con su capricho plebiscitado y cuando estén más cerca ya del final que del principio, no habrá problemas para seguir improvisando de la manera más antojadiza que se cuadre.
La irresponsabilidad colectiva es sin duda la esencia para que florezca la mediocracia.
Acaso debamos seguir viviendo así durante muchos años al acecho, revolcándonos una y mil veces en sucesivos desencantos, mirando con perplejidad el burdel de los políticos y los aventureros que llegan en oleadas al poder sin la menor noción de respeto por su propia dignidad.
Acaso jamás llegaremos a vernos a nosotros mismos con alguna virtud ó con la más pequeña gallardía.
Seguiremos siendo expertos en el arte suicida de la más resignada pasividad. En ignorar las acechanzas de las calamidades.
En burlarnos graciosamente de una enorme sombra de una colisión.
Y en la manía de preferir, primero que nada, borrar culpas que dar batalla.
Y así habremos de ver… empantanados en otro nuevo desencanto, que… en realidad, nos falta una vida para hallar la clave que nos permita salir de esta mediocracia.
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