Cuando las cámaras enfocan el rostro de algunos aplaudidores, está todo dicho: hechizados, boquiabiertos; bloqueada la razón por lo emocional. Es la prueba de que el plan maquiavélico dio resultado.
Por Lila Díaz
D´Onofrio
Es indudable que la televisión es el principal vehículo
de influencia cultural, incluyendo la ideológica. Con el agravante de que llega
a millones y millones de personas, acompañando la tremenda dupla: imagen y
sonido; por eso mismo se mete bien adentro de los cerebros que ni siquiera
advierten que los nutre ya engañándolos, ya confundiéndolos, ya
envileciéndolos. Una metáfora: una
esponja que tanto absorbe agua pura como la contaminada de un pantano
maloliente.
La presidente maneja la cadena nacional de
telecomunicaciones con el absolutismo que caracteriza todo lo que hace y lo que
no hace. Se diría que en lugar de
presidente del país es capataz de estancia. Además, es buena oradora, con la
peligrosa influencia de su TRASTORNO HISTRIÓNICO DE LA PERSONALIDAD: gesticula,
mueve manos y cabeza, acomoda su pelo, modifica el volumen y timbre de su voz,
todo confluye para calificar su discurso “convincente” para todo el que sea
susceptible al nefasto lavado de cerebro.
Acentuando el peso de sus arengas politiqueras, coincide
la circunstancia de que el público que la atiende, no escucha o no desea
escuchar otra campana. Todo obedece al mismo plan malévolo de distorsión de la realidad:
arrear la manada. Y la mente cerrada es tan inútil como un paracaídas que no se
abre.
Cuando las cámaras enfocan el rostro de algunos
aplaudidores, está todo dicho: hechizados, boquiabiertos; bloqueada la razón
por lo emocional. Es la prueba de que el
plan maquiavélico dio resultado.
Y lo dramático, casi trágico, es que esos también votan.
P.D.: Sugiero consultar el DSM IV, “la Biblia” de todo psiquiatra, psicólogo o
counselor (ver: Trastorno Histriónico de la Personalidad. Y ya que está,
Trastorno Narcisista de la Personalidad)
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