Primero en la conmovedora Grecia y ahora -acaso de un modo mucho más patético- en Hungría, se ha podido ver, cruda y claramente, el desastre que pueden llegar a provocar ciertos farsantes devenidos en políticos y puestos a conducir un Estado.
Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse
Se proponen un designio oblicuo… que es mezcla de inoperancia y malicia. Y así, decididos a desplegar su talento de baldío, arrojan de a poco a toda la ciudadanía a un vértigo placentero hacia la mediocridad.
La falsificación de los índices macroeconómicos y, por extensión, de todas las cuentas públicas de una Nación por parte de los gobernantes termina confirmando - fatalmente - la alegre teoría del genio de MARK TWAIN respecto de que padecemos en esta parte de América una muy grave decadencia en el arte de mentir.
Y en modo especial en los países que sufren el desdén ciudadano y la ocupación de su territorio por una masa amorfa de almas impertérritas.
Estoy describiendo a mi país, del que formo parte… con una vergüenza metafísica que ni me exime de responsabilidad por el hecho de estar usando la pluma casi como un juez… ni me pone por sobre ninguno de mis conciudadanos. Los argentinos somos los reyes del desdén.
He dicho aquí… una y mil veces que los gobernantes que tenemos son lo más parecido a un par de filibusteros. Especialistas ambos, en las tres artes más rudimentarias del totalitarismo rupestre:
a) LA POSTERGACIÓN
b) LA IMPROVISACIÓN
c) LA SIMULACIÓN.
Este trípode siniestro, sirve de base para el principal acto desesperado de la yunta del mal: HUIR HACIA ADELANTE.
Véase… muy especialmente… que, el mediocre clásico, suele huir hacia adelante, buscando tiempo… buscando oxígeno.
Tratando de poner distancia con el foco más temido de sus peligros inminentes y prolongando de ese modo, su propia agonía, en pos de que aparezca algún episodio salvador que le permita esquivar aquel peligro.
Apuesta ni más ni menos que al colapso de ese foco que siente, lo ha sentenciado a lo peor de su horizonte.
Pero además, el mediocre desesperado, huye, siempre, hacia peligros mucho peores de los que quiere librarse. Escapa hacia el fuego.
Huye de la realidad.
Falsifica una realidad sustituta… y configura otra, absolutamente ortopédica… acomodándola a sus fines, en general irregulares.
En palabras sencillas: No le da la razón a la realidad.
Pero fatalmente la realidad regresa… más temprano que tarde… a buscar su parte de razón… la que tenía.
Y allí se lleva esa parte de razón… pero también se lleva de paso, otra parte de razón… que seguramente… no tenía.
Es la conocida “venganza de la realidad”.
Con la falsificación de los índices Hungría hizo eso.
Dinamitó la realidad.
Y debería terminar aquí diciendo que Argentina hizo lo mismo que Hungría. Exactamente lo mismo.
Una arquitectura de farsa, suficientemente elevada, armada por estos dos filibusteros que nos gobiernan. El resultado ha de ser igual.
Y será tarde… cuando nos llegue… la larga sombra de Budapest.
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