lunes, 14 de febrero de 2011

CHE, SI TE PONES LA CAMISETA, DEBERÍAS SABER QUIEN FUE


El kirchnerismo propone a las escuelas un libro sobre el Che Guevara

Por Fabián Ferrante

El Ministerio de Educación de la Nación ha preaprobado para integrar a las bibliotecas de las escuelas primarias, estudiar y analizar, un libro sobre la vida de Ernesto Guevara llamado Che, la estrella de un revolucionario.

"Decidimos sacar una colección infantil sobre libros de personajes de la historia. Y qué mejor que empezar con el Che", manifestó Guido Indij, fundador de la editorial.

Vale decir que para este señor Indij, el Che Guevara es “el mejor” personaje de la historia para iniciar una colección. Gandhi, Luther King, Jesucristo, Borges y La Madre Teresa: agradecidos… Favaloro también, ¿para qué molestarse, no? Probablemente los próximos sean Stalin, Mao, Pol Pot... vaya uno a saber.

En palabras de sus autores el libro intenta reflejar "la aventura de un hombre que descubre su propia estrella. Esta estrella simboliza los valores que guiaron el largo camino del Che: valentía, compromiso, dedicación y lucha contra las injusticias".

Una sutileza que pretende maquillar que se trata de la estrella comunista, en nombre de la cual fueron asesinadas más de cien millones de personas en el mundo. ¿Se lo dirán a los chicos?

El gobierno pareciera pretender llevar a nuestros niños en forma de simpático personaje aventurero ingenuamente ilustrado, a uno de los íconos de un sistema que, a la luz de su salvajismo, hace aparecer al mismísimo nazismo de Adolfo Hitler como un divertido grupo de simpáticos borrachines.

Continúa diciendo su autor, "es un personaje polémico y su vida es compleja. Hemos procurado rescatar aquí sus aspectos más humanistas e idealistas. Los valores que cualquier padre progre quiere transmitirles a sus hijos".

Y aquí debemos suponer entonces que los "padres progres" desean transmitirles a sus hijos la conveniencia de asesinar personalmente o mandar a asesinar a un par de miles de personas por pensar distinto, o por ser cristianos... o por gusto, incluso.

Desde lo personal no conozco a ningún padre "progre" que le inculque a sus hijos las bondades del odio y el crimen en palabras del "ilustre" Che Guevara: "Odio como elemento de lucha; odio inquebrantable por el enemigo, el cual empuja al ser humano más allá de sus limitaciones naturales, convirtiéndolo en una efectiva, violenta, selectiva y despiadada máquina asesina.” ¿Usted sí? No lo denuncie por las dudas… por ahí termina preso usted.

Muchos se preguntan,"¿y qué hizo el Che Guevara por la Argentina"? Y antes de la rápida y lógica respuesta: "nada", hay que destacar que sí hizo algo. Lo que hizo fue mandar una avanzada guerrillera al norte del país en 1963, para iniciar la guerra revolucionaria en la Argentina durante el gobierno constitucional del presidente Dr. Arturo Humberto Illia.

Desde luego fracasaron: se fusilaron entre ellos, algunos se entregaron a las autoridades y otros murieron de hambre.

Pero no solamente su armada Brancaleone se autoextinguió en el norte argentino, sino que él mismo fue a luchar al Congo, fracasando estrepitosamente y debiendo huir, y más tarde partió a la selva boliviana con su asma a cuestas, donde sencillamente sucedió lo que era lógico que ocurriera: lo mataron. Porque, hay que decirlo, Guevara era un enfermizo amante de la muerte pero también un pésimo militar.

Guevara fue quien durante la crisis de los misiles de 1962 le propuso a Fidel Castro tomar el control de los misiles que la URSS había instalado y custodiaba en Cuba, y dispararlos contra las principales ciudades de los Estados Unidos.

No sólo era un asesino impiadoso, sino que además estaba rotundamente loco y deseaba desatar la tercera guerra mundial. ¿Explicarán también esto en el librito?

En esta Argentina donde las escuelas primarias continúan enseñando la historia de manera referencial sin detenerse demasiado en "los valores y los ideales" de José de San Martín, Mariano Moreno o Manuel Belgrano, el gobierno kirchnerista se viste de “padre progre” y trata de inculcar a nuestros chicos los ideales de un asesino demente que nada hizo por este país.

¿Cuál es el próximo paso? ¿Acaso uniformarlos y premiarlos por delatar padres opositores...? (Periodico Tribuna)

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sábado, 12 de febrero de 2011

Los peligros de falsificar el pasado


Demasiados desafíos nos acucian como para seguir revolviendo cenizas. Un pueblo que no sabe perdonar se arriesga a repetir su pasado.
 
Por Julio María Sanguinetti


No hace mucho tiempo, el ex presidente Duhalde, nuestro amigo, puso como ejemplo en un discurso político la moderación de los presidentes Bachelet, Lula da Silva y Pepe Mujica, afirmando del mandatario uruguayo que había padecido años de prisión "por luchar por la democracia".

Más allá de cualquier análisis político o ideológico, se trata de un claro error. El hoy presidente Mujica se sumó a la guerrilla tupamara en los años 60, fue capturado y herido en un episodio violento, participó -entre otras acciones terroristas- del asalto a la ciudad de Pando y se fugó de la cárcel dos veces, la última en septiembre de 1971, cuando con un centenar de sus compañeros construyeron un túnel bajo el muro de la vieja cárcel de Punta Carretas y dejaron al país enmudecido, a sesenta días de la elección presidencial.

Fue aquel un momento trágico para el país y para el propio movimiento subversivo porque el hecho es que la policía, en ocho años de sacrificada lucha, había logrado aprehender a toda la dirigencia tupamara, pero al producirse la fuga masiva, en un momento político tan peculiar, el gobierno no tuvo otro camino que movilizar a las Fuerzas Armadas.

Hasta entonces, el presidente Pacheco Areco había evitado la intervención militar, consciente de su eficacia tanto como de sus riesgos. Ambas cosas quedaron rápidamente en evidencia, a partir de marzo de 1972, en que pasada la elección e instalado el nuevo gobierno, las Fuerzas Armadas derrotaron en siete meses al movimiento subversivo y llevaron a prisión a todos los miembros que no huyeron del país. A esa eficacia militar le siguió su desafuero político, la embriaguez que llevó a esas Fuerzas Armadas, victoriosas dentro de la democracia, a desbordar el sistema y a partir de junio de 1973 instaurar una regresiva dictadura militar.

O sea que nuestro hoy presidente estaba preso cuando irrumpió la dictadura y en esa situación sobrevivió 11 años, hasta su liberación, en marzo de 1985, beneficiado de la amnistía que inauguró el retorno democrático que tuvimos el honor de presidir.

Queda claro, entonces, que él nunca se alzó en armas contra la dictadura y que su lucha fue, como la de todos los movimientos guerrilleros de la época, un intento por llevar adelante una revolución a la cubana en toda América latina. El propio presidente Mujica ha dicho públicamente que cuando vino el golpe "no estaba en la calle para pelear con el pueblo uruguayo, y de eso me voy a arrepentir toda la vida" (Clarín, 27 de mayo de 2007).

Bueno es reconocer -nobleza obliga- que, recuperadas las instituciones, el movimiento guerrillero se fue incorporando a la vida política, creció paso a paso y encontró finalmente en Mujica un líder que añadió, a una actitud moderada, la excepcionalísima capacidad de comunicación que lo llevó al poder. Por cierto, ello merece respeto y aunque se pueda discrepar con muchos de sus actos y dichos, no hay duda de que ha enterrado definitivamente aquella ideología leninista que apuntaba hacia el totalitarismo. Todo el respeto, entonces, a quien es presidente en buena lid democrática. No obstante, como dijera Platón, amigo de Sócrates, pero más amigo de la verdad, el mismo respeto se impone para una historia que nos habla de dos décadas sangrientas de lucha contra una democracia a la que se despreció por "burguesa" y unos derechos humanos que se ignoraron por "formales".

Reiterando ese error que se ha difundido peligrosamente, otro viejo amigo, el presidente peruano Alan García, al recibir la visita de nuestro mandatario, aludió estos días a sus "14 años de prisión por su ilusión en pro de la justicia, por su lucha en pro de la democracia y de la libertad". O sea que se vuelve a confundir la acción guerrillera contra la democracia con una lucha antidictatorial que no existió, porque el golpe de Estado ya lo encontró en la cárcel, juzgado por los tribunales de la democracia.

Es con pesar que formulamos estas aclaraciones. Demasiados desafíos nos acucian como para seguir revolviendo cenizas. Un pueblo que no sabe perdonar se arriesga a repetir su pasado. Como entidad nacional, lo ha sabido hacer Uruguay, que incluso ha ratificado con su voto, por dos veces, la amnistía a los militares. Desgraciadamente, hay demasiada gente empeñada en tergiversar la historia y hasta, como va dicho, han llevado la confusión nada menos que hasta a presidentes. Lo peor es que esta falsificación no queda librada al debate histórico, sino que es el fundamento de actitudes revanchistas que continúan no sólo en Uruguay sino en otros países (no en Brasil, donde Lula ha tenido la sabiduría de desalentar todo intento revisionista). Es más, el propio presidente Mujica ha sido enfático en condenar el sentimiento de revancha pero, desgraciadamente, él mismo sigue inspirando a muchos miembros de su gobierno y a algunos magistrados influidos por ese microclima enfermizo que confunde justicia con venganza.

El autor fue presidente de Uruguay

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La perinola del futbol: Todos ganan menos el policía

Hace pocos días ha finalizado en Mar del Plata la última edición de la llamada “Copa de Verano”, del fútbol argentino, según se comenta con amplia adhesión de público y el favor del clima que posibilitó la masiva concurrencia.

Por Miguel Ángel Reynoso (*)

Nadie ignora que en el montaje de dicho espectáculo comúnmente comercial enmascarado como “deportivo”, intervienen distintos sectores que se benefician con amplitud en lo económico, porque en el mismo se mueven cifras más que millonarias y en definitiva podría decirse que allí existen quienes ganan mucho pero mucho dinero.

Es más, podría alguien llegar a pensar que con tanta bonanza lograría existir la certeza de que todos los actores obtuvieran sus buenas ganancias medianamente en relación al esfuerzo e importancia del papel desempeñado en la puesta en escena.

Sin embargo nada más lejano a la realidad, ya que como siempre y a pesar de jugar en el reparto uno de los papeles más importantes para que pueda llevarse a cabo sin complicaciones, pudiéndose asegurar que inclusive sin su presencia lejos estaría la posibilidad siquiera de ponerlo en marcha, los trabajadores policiales que deben cubrir las necesidades de seguridad se encuentran obligados a hacerlo mediante una más que mezquina retribución que no alcanza a compensar el esfuerzo al que es sometido.

No es desconocido que el avance del espectáculo futbolero o mejor dicho sus suculentas ganancias, dan para que se armen campeonatos de todo pelo y laya con partidos todos los días de la semana, a cualquier hora, que demandan por supuesto el barato servicio de seguridad policial según parecer o capricho de sus millonarios dirigentes a los que el maná les cae del cielo, lo que ha llevado a las autoridades de la provincia de Buenos Aires a echar mano de personal policial de destinos muy alejados del lugar donde se llevan a cabo los encuentros, viajando cientos de kilómetros de ida y regreso, en incómodos transportes y cobrando una miserable compensación que mas que beneficio parece una burla ante tanto dinero en juego, mas todavía teniendo en cuenta las responsabilidades que caben a los funcionarios policiales y que ante cualquier eventualidad propia del mismo manejo institucional de las barras bravas y demás, es natural que deban pagar lo que periodísticamente no tiene otra alternativa que “exceso de represión”, o “pasividad policial”, con el consecuente resultado de imputación en lo penal y/o administrativo.

El hecho de que por ejemplo para cubrir a los partidos de la “Copa de Verano” se trasladara personal de infantería de La Plata (350 kilómetros), que debió presentarse en su destino a las 09,00 hs del día en que por la noche se realizaba el encuentro, que como todos sabemos finaliza después de la medianoche, siéndoles pagadas las horas de adicional solamente hasta ese momento y sin tener en cuenta que restaban por lo menos otras cinco o seis horas para regresar a su destino y de allí a sus domicilios si es que no entraban de servicio, resulta una verdadera vergüenza de abuso al trabajador. Ningún sindicato en ninguna circunstancia lo permitiría, como tampoco lo permiten las leyes laborales vigentes en nuestro país, sin embargo esto que ya resulta común escapa a la misma vista de las autoridades trabajo nacionales y provinciales que publicitan sus actuaciones en la misma zona.

Estos abusos, al igual que los miserables viáticos sin compensación por desarraigo, que se abona a los camaradas asignados al Operativo Sol, que no alcanza a compensar los gastos mínimos de alojamiento y comida en zonas turísticas deberían hacer abrir los ojos a quienes todavía dudan de la necesidad de que el derecho sindical previsto por la Constitución Nacional de los argentinos, para todos los habitantes del país, sea una realidad también para los policías, no solamente porque les corresponde sino también, sin ninguna duda, porque todo ello redundará en una mejora en la calidad de la prestación del servicio, como ya a esta altura debería advertirlo la sociedad.

(*) Secretario General APROPOBA

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400 abogados argentinos exigen liberación de Peña Esclusa

La Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia escribió ayer una carta abierta al Gobierno de la Venezuela mediante la cual exige "la inmediata libertad de Alejandro Peña Esclusa, ex candidato presidencial y presidente de UnoAmérica, quien está injustamente detenido desde el 12 de julio de 2010".
La Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia escribió ayer una carta abierta al Gobierno de la Venezuela mediante la cual exige "la inmediata libertad de Alejandro Peña Esclusa, ex candidato presidencial y presidente de UnoAmérica, quien está injustamente detenido en los calabozos de la Policía Política (SEBIN) desde el 12 de julio de 2010".

La asociación -compuesta por más de cuatrocientos juristas argentinos- dice en su carta que "la detención de Peña Esclusa y el proceso judicial en su contra presentan serias irregularidades que lesionan sus derechos y garantías constitucionales".

Los abogados acusan al gobierno de Chávez de intervenir indebidamente "en favor de las FARC, en la lucha que mantienen el pueblo y Gobierno de Colombia contra esa banda terrorista"; y añaden "tenemos sobradas razones para temer que el proceso contra Peña Esclusa no sea más que un pretexto para acallar a un opositor que denuncia verdades incómodas".

Los juristas argentinos concluyen que "la falta de garantías para Peña Esclusa y para todos quienes se atrevan a denunciar la política de apoyo a la subversión del Presidente Chávez, invalidan el juicio que se está siguiendo en su contra e imponen su inmediata libertad".

Entre las irregularidades detectadas por los abogados se encuentran las siguientes: Peña Esclusa fue inculpado por un testigo inasequible (Chávez Abarca), puesto que fue enviado a Cuba; el presunto testimonio de dicho testigo no aparece en el expediente; se impidió la asistencia del abogado defensor durante el allanamiento al hogar de Peña Esclusa; en dicho allanamiento participaron funcionarios policiales no autorizados, quienes además portaban bolsos tipo "koala", en los cuales pudieron esconder la evidencia que fue sembrada en el escritorio de la hija de Peña Esclusa; el expediente fue asignado a dedo para que cayera en manos de un juez chavista; y altos funcionarios del gobierno, incluyendo al propio Chávez, participaron una campaña de calumnias para criminalizar al acusado, mucho antes de ser detenido.

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La Cuba de Raúl Castro: lo peor de ambos mundos

Con el Sexto Congreso del Partido Comunista cubano a la vuelta de la esquina, Raúl Castro parece incapaz de explicar a los marxistas ortodoxos el sentido de sus muy acotadas reformas económicas.


Por Carlos Alberto Montaner

La Revolución, nos dice Montaner, ha perdido coherencia y revela más que nunca el absurdo de sus presupuestos. Raúl Castro ha convocado al Sexto Congreso del Partido Comunista cubano. Ya se siente firmemente en control para manejarlo a sus anchas. En Cuba no hay más poder que el suyo y, por delegación, el de la media docena de generales con los que controla la autoridad, toda la autoridad, auxiliado por su hijo Alejandro Castro Espín, un coronel de los servicios de inteligencia formado en la desaparecida Unión Soviética y presunto heredero de esta dinastía de militares.

Eso fue verdad en el pasado, pero ya no es así. Es una tragedia que les suele ocurrir a los ancianos cuando se deterioran ostensiblemente. Los que ayer se les subordinaban solícitos, dejan de hacerles caso. Periódicamente, sin embargo, Fidel suele reunirse con Hugo Chávez para aleccionarlo sobre técnicas de supervivencia política y para planear la conquista del planeta, como si fueran dos siniestros personajes escapados de un cómic de Batman. Chávez, al contrario de Raúl, mantiene su deslumbrada admiración por el comandante y se considera su hijo putativo y su heredero moral.

¿Y Fidel? Fidel solo conserva un rol simbólico y se entretiene jugando al gran estadista internacional, preocupado por el estallido de una guerra nuclear desatada por Estados Unidos e Israel contra Irán, o por el asesinato inminente de algún amiguete del socialismo del siglo XXI perpetrado por la cia. Convertido en una especie de Casandra caribeña, profetiza todas las catástrofes. Nadie le hace caso, pero se preocupa tiernamente por el bienestar de sus hijos revolucionarios. Raúl, mientras tanto, simula que lo obedece y, obsequiosamente, repite como un mantra que sus iniciativas, en realidad, son todas de Fidel, algo que, sin duda, es falso.
En todo caso, el Sexto Congreso se reunirá en la segunda quincena de abril de 2011. Su función será legitimar la voluntad de Raúl. Ya era hora. El Quinto se celebró hace 13 años, en 1997. El Cuarto transcurrió en 1991. De acuerdo con el reglamento del partido, esos congresos generales deben realizarse cada cinco años, pero los hermanos Castro los reúnen cuando les parece útil. ¿Qué va a suceder en el próximo? Es importante describir lo que ocurrió en los dos congresos previos para poder predecir qué sucederá en el siguiente. Al fin y al cabo, los actores y el guión son casi los mismos.

Los congresos previos

El congreso de 1991 coincidió con la debacle del marxismo-leninismo. Fue una ceremonia ritual contra la perestroika dedicada a ajustar el régimen cubano a la nueva realidad. En 1989 los alemanes habían derribado el muro de Berlín, mientras se resquebrajaba todo el mundo comunista surgido tras la Segunda Guerra Mundial. En ese congreso, celebrado hace dos décadas, Fidel Castro, tras declarar lo que desde entonces se llama Periodo Especial, enfrentado al callado criterio de la clase dirigente y de casi todo el país, ratificó su adhesión al comunismo ortodoxo y aseguró que Cuba “se hundiría en el mar” antes que abandonar esta ideología. Con la fiereza que lo caracteriza, al final del congreso dio los gritos rituales en favor del marxismo-leninismo, de la patria y de la muerte.

No obstante, el fin del subsidio soviético, entonces calculado en unos 5 mil millones de dólares anuales, obligaba al gobierno a hacer ciertas concesiones ante la crisis que atravesaba la isla: el colectivismo había demostrado ser desastroso y el nivel productivo del país era tremendamente bajo. ¿Qué se podía hacer? Decidieron aceptar ciertas inversiones capitalistas foráneas, pero en sociedad con el gobierno cubano. Si algún inversionista extranjero quería beneficiarse de la mano de obra cubana o de ese mercado cautivo, tendría que asociarse al Estado comunista para explotarlos conjuntamente. Con el objeto de premiar a sus partidarios más leales, y por su habitual paranoia política, el gobierno colocó como sus representantes en estas empresas mixtas a numerosos militares jubilados de los servicios de inteligencia.

En esa oportunidad, Fidel Castro aseguró que bajo su dirección la sociedad cubana no tardaría en recuperar los índices de consumo que le permitían sus privilegiadas relaciones con la Unión Soviética. Como entonces se acentuaba la falta de comida hasta el punto del hambre y la desnutrición, lo que provocó que unas 60,000 personas contrajeran neuritis óptica o neuritis periférica, y muchas quedaran ciegas, el comandante se puso personalmente al frente de un llamado “plan alimentario” que supuestamente solucionaría el gravísimo problema de la comida en apenas dos años. Entonces aseguraban que en un quinquenio Cuba habría superado la crisis y el país quedaba como reserva ideológica comunista para cuando el planeta recobrara el camino del socialismo. Fue entonces cuando la oposición describió el experimento como la creación de “un parque jurásico del marxismo-leninismo”.

Por lo demás, las líneas maestras del plan de desarrollo pasaban por potenciar la industria azucarera, explotar intensamente el níquel, crear una gran infraestructura hotelera para recibir millones de turistas (a lo que se habían opuesto durante décadas para evitar la contaminación moral) y exportar masivamente productos de alta tecnología médica creados en los laboratorios del Estado. Al mismo tiempo, fomentarían el envío de remesas desde el exterior, para lo cual despenalizaron la tenencia de dólares y facilitaron las visitas de los emigrantes que hasta ese momento habían sido considerados traidores.

Fue el parto de los montes. La industria azucarera cayó en picado, las exportaciones de níquel, concesionadas a una empresa canadiense, dependían del oscilante precio de ese mineral y no generaban los ingresos esperados, las ventas de productos biotecnológicos fueron decepcionantes, y el turismo, aunque creció gradualmente, no le dejaba grandes ganancias al país porque casi todos los insumos debían adquirirlos en el exterior con moneda dura. A veces, tenían que importar azúcar, bananos y otras frutas de República Dominicana, dado que la agricultura cubana ni siquiera podía servir esos productos tradicionales.

Simultáneamente, la falta de mantenimiento, los huracanes frecuentes y la incuria de unos funcionarios a los que parecía no importarles el deterioro creciente de las ciudades y el campo, iban demoliendo paulatinamente el paisaje nacional al extremo de que los viajeros solían hablar de “un país bombardeado en el que no había ocurrido ninguna guerra”. Un ensayista y narrador cubano, Antonio José Ponte, escribió un magnífico texto llamado Un arte de hacer ruinas que luego sirvió de idea central de un laureado documental sobre la destrucción progresiva del país. En 1997, cuando se celebró el Quinto Congreso, ya era evidente que la fórmula castrista para sostener el marxismo-leninismo no había dado resultados materiales. Seis años después del fin del subsidio soviético y de las nuevas directrices económicas, Cuba seguía empantanada en la miseria, aunque logró detener la caída de la ínfima calidad de vida que experimentaba la sociedad. Así que, poco antes de que se celebrase la reunión, el gobierno les pidió a los militantes que expresaran sus quejas, en lo que parecía ser un ejercicio del “centralismo democrático de abajo hacia arriba” que supuestamente norma las relaciones dentro del partido. Decenas de miles de militantes se atrevieron a dar sus opiniones, descalificando el capitalismo del Estado y pidiendo libertades para crear empresas o para salir y entrar del país sin necesidad de una autorización del gobierno. Si los extranjeros podían tener empresas en la isla, aunque estuvieran asociados al gobierno, ¿por qué ellos no podían hacer lo mismo?

Todo fue inútil. El Quinto Congreso del partido reiteró la línea ortodoxa, Fidel Castro insistió en que el país no se apartaría un milímetro del marxismo-leninismo, separó del poder a los militantes que habían exhibido tendencias reformistas con demasiada vehemencia, y vaticinó el próximo fin de las sociedades capitalistas como consecuencia de sus contradicciones internas. Ni siquiera se tomó el trabajo de explicar por qué había fracasado el plan alimentario, por qué se estaba hundiendo la industria azucarera y, en definitiva, qué había pasado con aquellas promesas de recuperación económica forjadas en 1991. La sociedad cubana en su conjunto y miles de militantes comunistas en particular se sintieron decepcionados y, en muchos casos, traicionados. Escapar del país de cualquier forma se convirtió en el objetivo principal de millones de jóvenes.

En el verano de 2006, Fidel Castro enfermó severamente y le entregó el poder con carácter provisional a su hermano Raúl, heredero designado desde 1959, segundo secretario del partido y eterno ministro de Defensa. Dos años más tarde, tras una zigzagueante agonía que lo colocó varias veces al borde de la muerte, Fidel aceptó que no podía retornar al poder y renunció a la presidencia, mas, supuestamente, mantendría una gran influencia en las grandes decisiones estratégicas del país.
Aparentemente, Raúl se ocuparía de administrar la dictadura, pero la definición ideológica seguiría siendo la que Fidel concibiera, algo que casi enseguida comenzó a desmentirse con la discreta persecución de algunos connotados fidelistas. Tres de los más importantes funcionarios del gobierno –Carlos Lage, segundo vicepresidente del Consejo de Estado, Felipe Pérez Roque, ministro de Relaciones Exteriores, y Fernando Remírez de Estenoz, su viceministro, los dos primeros del entorno íntimo de Fidel– fueron separados de sus cargos y humillados. A los tres, como trascendió públicamente, se les imputaban actitudes reformistas contrarias a las directrices del gobierno y comportamientos corruptos. En realidad, Raúl Castro quería manejar todos los hilos del poder con sus hombres de confianza: un puñado de militares de alta graduación que lo acompañaban desde hacía décadas. Los fidelistas eran un obstáculo para sus planes.

El congreso que viene

Y llegamos a la víspera del Sexto Congreso. ¿Qué va a pasar? Probablemente, nada significativo, pese a la alharaca desatada. Los mismos líderes con las mismas ideas producen siempre los mismos o parecidos resultados. Ya el gobierno ha hecho circular un documento de 32 páginas en el que describe los nuevos planes económicos, y en el que deja muy claramente fijada su posición con relación al modelo comunista: la esencia del sistema seguirá siendo el colectivismo, la propiedad estatal de los medios de producción, y la planificación centralizada por parte de los burócratas del partido. Explícitamente, ratifican la vieja estrategia enemiga de las libertades económicas. Ni siquiera se dignan mencionar las civiles y políticas.

Se permitirá, eso sí, el trabajo por cuenta propia, siempre que se ajuste a las 178 modalidades en las que tal cosa es posible: alquilar vestidos de novia, actuar como payaso de fiestas infantiles, reparar ruedas de autos, forrar botones y un largo y extraño etcétera. También se podrá montar ciertas microempresas familiares o con pocos trabajadores contratados, dado que el objetivo no es que crezcan y obtengan beneficios, sino que absorban la mano de obra desempleada que el gobierno planea echar próximamente de sus puestos de trabajo.

En los próximos meses, 500,000 trabajadores serán despedidos, pero en menos de tres años Raúl Castro planea aumentar ese número a 1,300,000, el 25 por ciento de la fuerza laboral. El general y sus seguidores alegan que las plantillas están sobredimensionadas con empleados innecesarios que obstaculizan la labor de las empresas, mientras la sociedad padece el “síndrome del pichón” y espera del papá Estado la solución a todos sus problemas, una acusación sorprendente tras medio siglo de implacable persecución a cualquier iniciativa individual. En definitiva, quiere que la economía sea productiva liberándola del peso muerto de estos obreros prescindibles.

Naturalmente, la idea de que en una sociedad aplastada por medio siglo de colectivismo, sin capital, sin insumos, sin experiencia, mediante un decreto presidencial, se puede crear súbitamente una franja importante de trabajadores por cuenta propia o adscritos a microempresas –todos sujetos a una severa presión fiscal y a limitaciones en el crecimiento para que no acumulen excedentes–, no tiene pies ni cabeza, pero forma parte de las nuevas fantasías revolucionarias de un señor que tiene una idea muy vaga sobre cómo se crea la riqueza, cómo se malgasta o cómo se conserva.

¿Qué se propone, en definitiva, Raúl Castro? El general presidente tiene dos objetivos fundamentales que están íntimamente ligados entre sí. El primero es asegurar la sucesión dentro del sistema y con su propia gente. Es falsa la idea de que a los Castro no les interesa el futuro de Cuba una vez que ellos hayan muerto. Los Castro tienen un claro sentido de la historia personal y del país. Han concebido una fantástica narración en la que vinculan la guerra de independencia de fines del siglo XIX con la aventura de la Sierra Maestra. Fidel se percibe como el único heredero de Martí y Raúl se ve como el único heredero de Fidel. Quieren que el gobierno revolucionario perdure. Pretenden que la generación de los hijos de los dirigentes recoja el bastón de mando y continúe la obra revolucionaria.

Pero, para lograr ese objetivo, Raúl cree que el gobierno tiene que lograr que la sociedad cubana sea más productiva y competitiva. Raúl no ignora que la situación económica del país es terrible, circunstancia que ha producido un absoluto distanciamiento entre la inmensa mayoría de la isla, la cúpula dirigente y la mitología revolucionaria. En su primer discurso como jefe del Estado, se preguntó enojado por qué la leche era tan poca que los niños cubanos solo podían tomarla hasta los siete años. Pero esa pregunta podía extenderla a los otros aspectos básicos de la convivencia civilizada en un país moderno: por qué son tan escasas y de tan baja calidad la alimentación, el agua potable, la ropa y el calzado, la vivienda, el transporte, el suministro de electricidad y las comunicaciones. Raúl teme, y con razón, que, muertos Fidel y él, nadie podrá evitar que quienes les sucedan en el poder, por las buenas o por las malas, echen abajo “la obra revolucionaria” como consecuencia de la miseria generalizada que padece la población.

¿Cómo se soluciona o alivia el inmenso inconveniente del fracaso material del país? Es obvio: con un sistema económico más productivo. Hasta Raúl Castro, tras medio siglo de absurdas chácharas revolucionarias, entiende que las sociedades desarrolladas y prósperas, dotadas de un buen nivel de vida, han alcanzado ese perfil como consecuencia de su aparato productivo. Viven mejor porque producen más y porque lo hacen a precios competitivos. El problema, pues, desde la perspectiva de Raúl y sus camaradas íntimos, consiste en hacer más eficiente el sistema comunista de manera que la sociedad cubana admita de buen grado la sucesión dentro de la revolución cuando haya desaparecido totalmente la generación de los padres fundadores.

El fracaso de la reforma

Pero eso es pedirle peras al olmo. El comunismo es improductivo por su propia naturaleza. La planificación centralizada, la propiedad estatal de los medios de producción, el control de los precios y la ausencia de libertades individuales para crear y acumular riqueza, inevitablemente conducen a la improductividad y la pobreza.

Además, el pacto social entre los gobiernos comunistas y las sociedades no está basado en la promesa de una gestión pública eficaz y resultados materiales apreciables, sino en una distribución igualitaria de los poquísimos bienes y servicios que se producen y en la condena y escarnio del que descuelle y posea mejores formas de vida. Sin duda es lamentable, pero el comunismo real es eso.

Cuando Fidel gobernaba, el país vivía miserablemente, mas la defensa retórica de su gestión administrativa contaba con tres ejes: todo el mundo tenía un trabajo, acceso a la educación y a los servicios de salud. A Fidel no le importaba que las empresas perdieran dinero y la producción y la productividad fueran mínimas, sino que todos los cubanos tuvieran un puesto de trabajo y recibieran un salario, aunque fuera casi simbólico. Tampoco le importaba que el sistema de salud se hundiera en hospitales sin anestesia o sin hilos de sutura, o que el educativo careciera de buenos maestros y útiles escolares. Los servicios podían ser pésimos, pero estaban ahí y él se ufanaba de esa presencia constantemente. La legitimidad de la dictadura dependía de ese discurso, convertido en un incesante instrumento propagandístico.

Por otra parte, en vista de que el tejido productivo era irremediablemente raquítico, había dos maneras de justificar esa forma abominable de vivir: el embargo económico de Estados Unidos y, paradójicamente, las bondades de la austeridad revolucionaria. ¿Para qué quería más bienes materiales un buen revolucionario? El consumismo dejaba de ser una aspiración legítima de los trabajadores y se convertía en un pecado propio de la pervertida codicia capitalista instigado por el imperialismo, las multinacionales y otros monstruos de parecido pelaje. Los consumidores, o quienes aspiraban a serlo, eran calificados como amantes de la pacotilla (“pacotilleros”) atontados por el capitalismo corruptor.

La propuesta de Fidel era cruel, pero al menos se sustentaba sobre un sofisma poseedor de una cierta coherencia. La de Raúl es un puro absurdo: quiere que una parte sustancial de los cubanos produzcan como capitalistas, dentro de un sistema esencialmente comunista, abandonando, de hecho, el pacto social entre el Estado y los individuos preconizado por la retórica marxista, mientras renuncia al igualitarismo y acepta el surgimiento de la desigualdad y el consumismo en la manera de vivir de los cubanos.

¿Para qué y por qué defender un modelo de Estado comunista si la forma de gobernar se aleja totalmente de los supuestos marxistas-leninistas? El comunismo tiene una lógica interna: el partido va a construir una espléndida sociedad, el paraíso del proletariado, en la que los medios de producción serán colectivos y las personas, cuando se logre, como profetiza Marx en la Crítica del programa de Gotha, “[trabajarán] cada cual, según sus capacidades, [y recibirán] cada cual según sus necesidades”. Para llegar a ese punto, naturalmente, hay que atravesar la incómoda fase de la “dictadura del proletariado”, hasta arrancar del corazón de las personas los malditos hábitos y costumbres arraigados en ellas tras varios siglos de feudalismo y capitalismo.

Nada de eso queda en pie con las reformas de Raúl. Según su razonamiento, tras renunciar al “síndrome del pichón”, muchos cubanos se ocuparán de ganarse la vida según su talento, suerte y recursos, al margen del Estado, y obtendrán por ello los mejores resultados que puedan, aunque su desempeño económico los aleje del modo de vida general de la nación.

La pregunta obligada que se desprende de todo esto es inocultable: si ya los objetivos no son edificar una sociedad comunista de acuerdo con los postulados de la secta, ¿para qué se conserva el modelo de Estado de partido único y dictadura del proletariado prescritos por el marxismo-leninismo como fórmula de construir ese modelo de convivencia?

No creo que en el Sexto Congreso del Partido Comunista Cubano nadie formule esas incómodas preguntas. Como hicieron en el Cuarto y en el Quinto, los delegados aplaudirán, repetirán consignas y respaldarán sin chistar lo que Raúl Castro decida que se debe aprobar, pero entre los asistentes y entre la sociedad cubana quedará muy claro que la revolución comunista fracasó totalmente y que será imposible mantenerla a flote de manera permanente tras la extinción de la generación de quienes la pusieron en marcha en 1959.

Con razón, los pocos comunistas ortodoxos que quedan en Cuba se sentirán traicionados por Raúl Castro, mientras la inmensa mayoría del pueblo pensará, también con razón, que el hermano de Fidel les ha venido a traer lo peor de ambos mundos: un comunismo sin dádivas clientelistas y un capitalismo maniatado que no permite, realmente, el desarrollo individual y colectivo. No hay un pueblo latinoamericano más desesperanzado y con menos ilusiones que el cubano. Eso es triste.

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El volver a vivir de los argentinos

  
Los problemas de Argentina de comienzos del Siglo XXI son similares a los que vivió la esperanza de nación a mediados del Siglo XIX, ello significa que poco se aprendió en los pasados 200 años, pero, al mismo tiempo, proporciona la experiencia de cómo se los soluciono en aquel entonces, es decir posibilita repetirlo, que llevara al éxito para bien del futuro de la Patria.
 
Por el Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila (*)
 
El gobierno patrio que nacía en aquel mayo de 1810 encontró como problema inicial determinar una forma de gobierno bajo la exigencia de la continuidad de un pasado y la necesidad de formular un futuro a un país que quería ser nación. El poder soberano, que había estado en el Rey de España, tenía que encontrar quien lo detentaría por derecho y sucesión natural. Las ideas que sustentaban la “democracia”, que asignaba el poder al “pueblo” (población), eran todavía germen que no contenía la certeza de su valor y se lo sentía como un cambio casi impensado. Los “cabildos” fueron, así, por su natural existencia, la raíz del poder, y, desde ellos comenzó a formarse la organización que configuraría los gobiernos patrios. Ese fue el principio rector, originado por el vinculo de la gente, que determino el como para aquellos que ejercerían su representación y gobierno.

Cuatro décadas de desencuentros marcaron el proceso, para dejar de ser “americanos” (españoles en América) y sabernos “argentinos”, como resultante de la unión de los “pueblos” (localidades) que contenían primariamente a salteños, puntanos, tucumanos, cuyanos, cochabambinos, orientales o porteños. Cuando la fuerza fue reemplazada por la razón, se llego al acuerdo, que sería la base de la nación. Argentina nació del consenso de los pueblos (provincias), que así lo decidieron, libre y lógicamente, en cumplimiento de los “pactos preexistentes” y por su expresa “voluntad”. Esa es la esencia medular que nos hizo Nación.

La libertad y el trabajo, se asociaron, sin barreras o condicionamientos, abriendo al Mundo, la posibilidad sincera y honesta de la realización individual, como su fruto. Esa es la característica que el país impuso a la Nación.. Pero, el mismo 25 de mayo de 1810, seguramente, sin que se lo percibiera en aquel entonces, comenzó una puja desconcertante, pero materialmente real: la prevalencia del Estado ante la sociedad. Los gobernantes usaron al Estado, primero en la elemental forma institucional y, más tarde, como la organización de la administración pública, comenzaron a competir, con su acción, sobre el destino de la riqueza, que una tierra poderosa brindaba, como respuesta a una sociedad dedicada. El habitante, que hacía, producía y ganaba, tenía que compartir su éxito con los funcionarios que actuaban, algunas veces sanamente y otras no, era los que diseñaban el bien común. Los políticos, actuando como gobernantes, convirtieron al Estado, no tan solo el competidor de la sociedad, sino, también, lamentablemente, en su rector, al dominarlo con la ley, conforme la finalidad de los objetivos que sus ideas o intereses les señalaban.

Para tener una idea del traslado de riqueza de la sociedad al estado, entre los muchos índices que se podrían utilizar, parece interesante, medirlo en relación al “valor de la moneda”, teniendo en cuenta que en cuatro oportunidades se emitió nuevos billetes, que significaban determinadas proporciones de los en curso en cada momento. Si se compara el “peso moneda nacional” (año 1881) con la moneda actual (año 2011) existe una relación de diez billones o sea que en esta cantidad equivale el inicialmente citado. La inflación, y su consecuente emisión, han marcado a lo largo del siglo XX, el proceso de empobrecimiento de la sociedad, trasladando capacidad financiera al estado, que ha sido dispuesta por los gobernantes, conforme sus ideologías, en extraños procesos de “redistribución”, bajo la cobertura de la “democracia” y con el justificativo de terminar con la pobreza.

Debemos recordar que, en nuestro proceso de estructuración como nación, privo siempre la idea de democracia, dado que:” La culminación del desarrollo de la libertad en la esfera política lo constituye el Estado democrático moderno, fundado sobre la igualdad de derechos de todos los ciudadanos para participar en el gobierno por medio de representantes libremente elegidos” (1) Pero hemos de saber que la democracia, tal como debe ser en su esencia, “puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y una expansión de la personalidad de los individuos, que los haga dueños de una voluntad y un pensamiento autentico” (1) “Hoy el votante se ve frente a partidos políticos enormes, tan grandiosos y lejanos como las gigantescas organizaciones industriales. Los problemas políticos, complicados ya por su naturaleza, se vuelven aun mas inextricables debido a la intervención de toda clase de recursos que tienden a oscurecerlos” (1) “Los métodos de propaganda política tienen sobre el votante el mismo efecto que los de la propaganda comercial sobre el consumidor, ya que tienden a aumentar su sentimiento de insignificancia.” (1) “Obligado a enfrentarse con el poder y la magnitud de los partidos, tal como se le aparecen a través de su propaganda, el votante no puede dejar de sentirse pequeño y poco importante” (1). Sin embargo, todo lo expresado, tanto en las ideas como las propuestas, fracasan cuando, el medio de unión entre la sociedad y su gobierno, no se concreta, aparece viciado o deformado, lo que lleva a la ruptura del vínculo.

Cuando se repiten las páginas de nuestra historia, en los sucesivos ensayos para encontrar una legislación constitucional que nos una, vemos, que, al chocar la voluntad de los dirigentes, que buscan la capacidad del poder centralizado, contra la aspiración de la sociedad, que teme a aquel y requiere su descentralización, son pasos que culminan en un fracaso. La dirigencia política ha creado un régimen institucional que se ajusta a ella, pero, desdice lo que determino la Constitución Nacional. La realidad es tan simple como concreta. Durante el periodo de organización nacional, cada localidad (provincia), que durante siglos había vivido en una muy particular autonomía, no quería crear nuevos lazos de dependencia. Se buscaba la unidad como nación dentro de la individualidad de sus componentes y a ello respondía el sistema federal territorial. Las palabras del Coronel Manuel Dorrego, en la Asamblea Constituyente de 1828, son de una claridad espectacular y, trasladada en el tiempo, de absoluta vigencia actual.

Si nos remontamos al periodo de gobierno de Rosas, que comparte su tiempo con los López, Quirogas y otros “caudillos”, vemos como a partir del “poder aduanero” de Buenos Aires, se intenta el dominio político de las ciudades interiores. Estos pueblos interiores encontraron en los caudillos su forma de sentir y actuar. “El secreto de esa adhesión era la afinidad entre el caudillo y las masas populares. El caudillo pertenecía casi siempre a esa misma masa social, participaba del mismo tipo de vida, y r4echazaba con la misma aversión las formas evolucionadas de convivencia que le quisieron imponer y en el seno de esa masa individualista, generalmente, por cierta excelencia en el ejercicio de las mismas virtudes que ella admiraba, era el más valiente, el más audaz, el más diestro” (2) “Esa autoridad se basaba no solo en las virtudes personales de hombre de combate y hombre de campo, se apoyaba asimismo, en cierta premeditada actitud mediante la cual las masas rurales llegaban a considerar a su caudillo como dotado de podres insólitos” (2) . Pero, seguramente, lo que se discutía no era la unión, ya que había concenso en lograrla, sino como se administraría la misma para bien de todos. La lucha entre los unitarios y federales era para determinar un poder político con un proyecto de gobierno, que satisficiera a la diversidad y la unidad. El centralismo estaba apoyado por los grupos que estaban vinculados con el poder del puerto y, el descentralismo, por los que buscaban la libertad de las imposiciones de aquel.

La realidad es que, transcurrido más de un siglo y medio, el tema parece no haberse solucionado. El federalismo, como fórmula legal, ha sido burlado por una centralización del poder basada ahora en la capacidad financiera oficial. Volver a la génesis de lo acordado es, seguramente, la solución al desequilibrio. Reafirmar el federalismo, no es solo redistribuir nuevamente algunas competencias o reasignar responsabilidades funcionales, sino reasumir el compromiso de asentar la convivencia futura sobre la base del respeto, la tolerancia y las garantías de igualdad de oportunidades de todas las partes que componen el estado nacional…….que la desfederalización del país es un problema cuya solución debe ser encarada efectivamente por el gobierno nacional y los gobiernos provinciales, mediante conductas que exterioricen una voluntad clara y concreta, en orden de revitalizar los principios federales sobre los que se asienta nuestro sistema institucional. (3). La forma de Estado federal declarada en el artículo 1 de la Constitución Nacional responde a una relación de `poder territorial referida a la manera en que la capacidad de gobierno y de coalición del Estado se distribuye en la geografía nacional por intermedio de una asignación definida de competencias (4). La consolidación de un federalismo solidario y eficiente debe visualizar la descentralización como una tendencia instrumental que favorece la autogestión y el autogobierno, pero sin perder de vista solo el federalismo respondiendo a una concepción autentica y fortalecida si se origina en la misma base del convivir social y en las unidades políticas que lo sustentan (4).

En nuestro tiempo, comienzos del Siglo XXI, el problema de la “desfederalización”, aparece con fuerza en los países en los que se está motivando nuevos ordenes de relación en la sociedad. En esta situación, además de nuestra Argentina, observamos con relativa similitud, ello en Venezuela y se lo indica así: El sistema electoral (Venezolano) instituido a partir de 1958, tiende al estado centralizado por los partidos políticos….sucintamente se comprueba que a mayor centralización de partidos, mas centralización en el diseño institucional federal. (5). La herramienta para la “centralización” es la legislación electoral que atribuye a los partidos políticos nacionales la capacidad de ser los medios legales para la determinación de las autoridades y representantes del país. Para seguir con la referencia Venezuela, observamos que su actual gobierno, se sostiene por un partido “único” nacional, que asigna su capacidad tras los intereses ideológicos y no en base a las necesidades y aspiraciones de sus localidades territoriales. Un modelo de hacer política muy similar al argentino, en el cual, cada gobierno intenta (y algunas veces lo logra), crear desde el oficialismo una fuerza partidaria que adquiere posición gravitatoria superior.

Lo llamativo del proceso actual, y que hace una suerte de coincidencia con el pasado, es que, como se dijo, ayer se buscaba el dominio para el manejo de las “rentas aduaneras” y, en nuestros días, se ejerce este por la aplicación centralizada de las rentas provenientes de los “ingresos fiscales generales”. Es interesante observar que, concretamente, la realidad centralizada o descentralizada, está directamente vinculada al poder financiero nacional o a los poderes de autonomía provinciales. La manipulación que se hace sobre el “Presupuesto Nacional” es tan evidente que su solo conocimiento muestra la evidencia de ello.

En la década del 1850, después de tantas diferencias, las provincias se unen bajo los supuestos de la Carta Magna que suscriben ansiosas para tener un objetivo común. Cuando se cambia la denominación “Confederación” por la de “Nación” se comienza a destruir lo tan afanosamente alcanzado y, ocultamente, se materializa la “desfederalizacion”. En la medida que la capacidad financiera se encuentre en un lugar de la estructura del país ello determinará el del poder para gobernar.

La experiencia de los primeros tiempos (con una moneda fija y estable), en los cuales el “poder electoral” estaba en la totalidad del territorio, muestra el éxito logrado. Cuando ese poder se comienza a centralizar (monedas cambiantes) y logra su estructura de dominio (partidos políticos nacionales), se entre en la turbulencia deprimente que, en fases sucesivas, lleva a la difícil situación actual. Como estamos viviendo en nuestros días un ambiente similar al previo a 1853/60, es posible pensar que se está repitiendo un proceso parecido y, por lo tanto, la salida genuina seria repetir lo que se hizo en aquel entonces y nos diera tiempos de exitoso bienestar. Es necesario que la dirigencia política despierte ante una realidad contundente que se origina de un régimen que tiende a la “centralización” y que restituyendo institucionalmente la forma “federal” se podrá corregir el desequilibrio y Argentina, pueda repetir sus tiempos de esplendor de principios del Siglo XX.

Referencias: (1) El miedo a la libertad (Erich Fromm). (2) Las ideas políticas en Argentina (José Luis Romero) (3) Comentarios a la Reforma Constitucional (Alberto Zarza Mensaque) (4) Actualidad del federalismo argentino (Alberto Ricardo Dalla Via). (5) Venezuela un federalismo centralizado y su efecto sobre el sistema partidario (Alexandra Lizbona)

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Aun no hay liderazgo ni conducción

Si las internas finalmente determinan quien tiene mayor representatividad y logran alianzas sólidas que alcancen acuerdos programáticos, se evitará la atomización.  

Por Juana Marco

Ni la viuda legal del ex presidente Kirchner, ni el hijo del líder radical Alfonsín los sustituyen ni los representan. Ya que no son ellos y no logran la adhesión de sus seguidores porque carecen de sus condiciones personales, trayectoria y militancia política Con lo cual aun no hay un liderazgo firme desde ningún partido político para las próximas elecciones...

Esta etapa inicial para definir las propuestas políticas partidarias para los próximos comicios resulta compleja de definir por la falta de liderazgos, Aunque, si las internas finalmente determinan quien tiene mayor representatividad y logran alianzas sólidas que alcancen acuerdos programáticos, se evitará la atomización.

Los jóvenes que no tienen conciencia de la trayectoria de cada dirigente son los que les permiten la posibilidad de construir una nueva imagen, o al menos inspiran la oportunidad de una transformación a antiguos referentes políticos que buscan ser candidatos a presidente, Con todo, las personas mayores son mas escépticas y no pueden borrar de su memoria lo que representó cada líder político en el pasado.

Dentro de esa composición generacional deberán presentar las propuestas los candidatos buscando lograr confianza y convencer de que verdaderamente van a lograr la transformación, Para alcanzar este objetivo será necesario restablecer la confianza en las Instituciones y combatir la inseguridad, que es el factor que más preocupa y que ocupa un lugar preponderante en la prioridad de los argentinos.

La corrupción es conductora de la inseguridad, del flagelo de la droga, de la descomposición social y finalmente de la inestabilidad económica por la falta de garantías y de inversión genuina.

Todos los partidos políticos en su conjunto son conscientes de la impunidad y el descontrol que existe, sin embargo aun nadie ha podido poner freno y la coerción es una herramienta que logra amedrentar a los que experimentan esas situaciones.

Si fuera un estado que en alguna medida se ve condicionado y limitado a causa del narcotráfico, como aseguran algunos, entonces quien asuma solo podría dar fin a este flagelo sino está comprometido y no tiene temor de combatirlo sin condicionamientos, sino con firmeza.

Legamos al 2011 con un compromiso que es, darle al país una nueva oportunidad de crecimiento definitivo Por otro lado, la deuda actual en lo político es la falta de propuestas alternativas quedando tan poco tiempo para que concretar posibles opciones, considerando que solo faltan 8 meses y deberían existir definiciones de candidatos ,

Aunque podríamos considerar lo que desde hace años originó la necesidad de "consensos o acuerdos de los grandes partidos políticos”, transformándose en muchos países en el fundamento central de las endebles democracias de nuestros tiempos. Esta forma de sostener y dar espacio al sufragio participativo no da suficiente posibilidades al pluralismo. Pero no cabe otra solución frente a situaciones extremas en las que se debe terminar con la anarquía o sustituir el totalitarismo de algunos dictadores que presumen de ser democráticos.

No hay que olvidar que cuando se termina en un desgobierno se corre el riesgo de que asuma un candidato que al tiempo pueda resultar ser tiránico, Cuba, Venezuela etc..., o que procure su propio beneficio y el de sus funcionarios., Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua etc...

Para lograr un nuevo rumbo hace falta una administración representativa, plural e incorruptible. Por lo tanto, quizás, debería ser el tiempo de los consensos para diseñar políticas de Estado que puedan dar lugar a un crecimiento sostenido a largo plazo, ya que este objetivo requiere de preparación, capacitación y de acuerdos...

Es de esperar que finalmente se logren liderazgos representativos que definan propuestas concretas y que no se atomicen dando nuevamente la oportunidad a la continuidad del actual modelo, si es que se lo puede considerar así...

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Por qué nadie protesta en La Habana

Los acontecimientos de los últimos 10 días de Egipto me hicieron acordar de Cuba. ¿Por qué una rebelión similar contra cinco décadas de represión sigue pareciendo un sueño lejano?


Por Mary Anastasia O'Grady

Parte de la respuesta es la relación entre los hermanos Castro, Fidel y Raúl, y los generales. El resto se explica por el modelo significativamente más represivo del régimen de la isla. En el arte de las dictaduras, Hosni Mubarak no les llega ni al talón a los Castro.

Que tantos egipcios hayan levantado sus voces en la plaza Tahrir es un testimonio del anhelo universal por la libertad. Pero es un error ignorar el rol clave que juegan los militares. Apostaría a que cuando se escriba la historia del levantamiento, sabremos que los altos mandos de las fuerzas armadas no aprobaban el plan del presidente de designar a su hijo como candidato en la próxima elección.

Castro compró la lealtad de la policía secreta y las fuerzas armadas al cederles el control de los tres sectores más rentables de la economía: las ventas minoristas, el turismo y los servicios. Los militares cubanos reciben cientos de millones de dólares al año. Si el sistema colapsa, también lo hacen esos ingresos. Los militares egipcios también son propietarios de empresas, claro está, pero no dependen de una economía enteramente en manos del Estado. Y como beneficiario de una significativa ayuda y capacitación de EE.UU. durante muchos años, las fuerzas armadas egipcias han cultivado una cultura de profesionalismo y de compromiso con el país por encima de cualquier individuo.

En Cuba no hay partidos políticos de oposición ni medios de comunicación que no pertenezcan al gobierno: brigadas de respuesta rápida aseguran que se acate la línea del partido. No se puede viajar fuera del país sin la autorización del gobierno. Los disidentes pacíficos con capacidad de liderazgo que no se quiebran son exiliados o asesinados.

La diferencia más impactante entre Cuba y Egipto es el acceso a Internet. En un informe elaborado por Freedom House en marzo de 2009 sobre Internet y la censura a los medios digitales en todo el mundo, Egipto ocupó el puesto 45 (de un total de 100 países), un poco por debajo de Turquía, pero por encima de Rusia. A Cuba le correspondió el lugar 90, con una censura mayor a la de Irán, China y Túnez. Mientras tanto, el servicio de telefonía celular en Cuba es demasiado caro para la mayoría de la población.

Sin embargo, la tecnología de alguna manera se filtra en Cuba. Cuando Fidel acabó con la vida del prisionero de conciencia Pedro Boitel en 1972 al negarle agua durante una huelga de hambre, el mundo apenas lo notó. En contraste, las noticias sobre la muerte a manos del régimen del prisionero de conciencia Orlando Zapata Tamayo en 2010 llegó a Internet casi inmediatamente y fue objeto de una condena mundial. La dictadura militar no pudo contener la publicidad negativa.

De manera similar, cuando las Damas de Blanco, un grupo de esposas, hermanas y madres de prisioneros políticos, fueron atacadas por la policía el año pasado cuando caminaban pacíficamente por La Habana, las imágenes fueron capturadas por teléfonos celulares e inmediatamente aparecieron en la red. Fue otro desastre de relaciones públicas para los hermanos Castro y sus amigos como el presidente mexicano Felipe Calderón y el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.

La presión internacional inducida por la tecnología está haciendo que el régimen se muestre más renuente a aplastar a sus críticos con los métodos tradicionales. En una entrevista del 27 de enero con el diario argentino Ámbito Financiero, la internacionalmente reconocida bloguera Yoani Sánchez dijo que el "estilo" de la represión del gobierno ha pasado de los arrestos agresivos y las largas condenas a los intentos focalizados de difamación y aislamiento. Agregó que la policía uniformada "fue distanciándose del tema político, no por órdenes de arriba, sino porque no quieren quedar asociados con la represión". Ahora, aseveró, la intimidación y los arrestos arbitrarios son realizados fundamentalmente por la policía secreta con indumentaria civil.

Un poco más de espacio ha envalentonado a la población. Sánchez manifestó en la entrevista que es "optimista respecto del proceso lento e irreversible en el interior de los cubanos, en el que la crítica ciudadana irá en aumento, habrá menos miedo, sentirán que la máscara es cada vez más innecesaria y que ya no se traduce en privilegios y subsidios".

La semana pasada se filtró en Internet un video de un seminario militar cubano respecto a cómo combatir la tecnología. Las imágenes muestran la preocupación de la dictadura con la web. El instructor advierte sobre los peligros que representan los jóvenes con un discurso atractivo que comparten información a través de la tecnología y que intentan organizarse. El "chat" en tiempo real, Twitter y la aparición de jóvenes líderes en el ciberespacio —llamado un "campo de batalla permanente"— son peligros descritos durante la charla de una hora de duración. El instructor también comparte sus preocupaciones respecto a los programas del gobierno de EE.UU. que intentan aumentar el acceso a Internet al margen de los canales oficiales en la isla.

El viernes, el régimen brindó una nueva muestra de su paranoia al acusar de espionaje a Alan Gross, el contratista de la Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU. Gross ha estado en la cárcel durante 14 meses por dar a los judíos cubanos equipos de computadoras para que se puedan conectar con la diáspora judía.

A pesar de un acceso muy limitado, los cubanos ya están recurriendo a Internet para compartir lo que hasta ahora habían mantenido en su cabeza: pensamientos contrarrevolucionarios. Si se extienden, incluso los bien alimentados militares no podrán salvar al régimen. Por ahora, sin embargo, los cubanos solamente pueden soñar con la libertad que los egipcios disfrutan mientras dan a conocer su descontento.

Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 7 de febrero de 2011.

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Los pasos del intruso

El diccionario dice que un intruso es quien ha entrado en un lugar sin derecho. Podría tratarse de un ratero o un polizón, según los casos, pero también de un ocupante de bienes ajenos, como una casa o un lote de tierra, en los que el intruso se establece con intenciones de permanecer en el lugar.
En todos los casos ese intruso comete un acto ilegal, exponiéndose a la represión y al castigo que corresponden, aunque en el acto de apropiación de viviendas deshabitadas o terrenos desiertos, la gravedad del hecho puede aparecer atenuada porque los transgresores son a menudo seres desposeídos (o por lo menos invocan esa condición), es decir individuos o grupos sin un techo ni un sitio donde vivir. Entonces el rechazo de la sociedad ante su conducta puede convertirse en una sensación colectiva de culpa o de compadecimiento, lo cual contribuye a que los intrusos permanezcan indefinidamente en el espacio que han invadido, como ha ocurrido infinidad de veces en los márgenes de las ciudades donde la apropiación de tierras públicas o privadas permite el desarrollo de asentamientos irregulares, cuyo desalojo -a partir de cierto punto de afianzamiento- ya puede ser inviable.

El fenómeno, acompañado de su poderosa raigambre social, ha cobrado actualidad en esta región del mundo durante los últimos meses. A mediados de diciembre, la ocupación del Parque Indoamericano en Villa Soldati (Buenos Aires) por parte de miles de intrusos, desencadenó un problema mayor y hasta un debate en torno a la situación de sectores indigentes, que se cerró de todas maneras con el desalojo. Pero esos desbordes tienen el mismo ímpetu de una inundación, de modo que el hecho se multiplicó, repitiéndose en varios puntos de la capital argentina (Villa Lugano, Parque Lezama) y luego en un extenso campo de la localidad suburbana de Esteban Echeverría. Lo inquietante es que el 17 de enero se produjo un brote similar en el Uruguay, en un predio privado de 4 hectáreas ubicado en el barrio Capra, cerca de Manga, donde los ocupantes marcaron la propiedad en parcelas para repartírsela, antes de ser desalojados por la Policía. Eso sucedía mientras en Brasil el Movimiento de los Sin Tierra invadía 39 haciendas (según ellos improductivas) en el oeste del estado de San Pablo.

Todos esos episodios reflejan la presión que ejercen las franjas más necesitadas de la población, pero en el marco constitucional son asimismo desafíos al derecho de propiedad y al equilibrio de un sistema legal que tambalea cuando se enfrenta a tales manifestaciones de violencia, detrás de las cuales consta una desigualdad que puede avergonzar al propio régimen encargado de reprimir esas apropiaciones. Allí radica justamente lo delicado del fenómeno, porque si se contemplan las carencias invocadas por los intrusos y se anteponen a la urgencia por restaurar el orden, se incurre en un temible precedente según el cual también deberían admitirse otros ilícitos (hurto, arrebato, rapiña) cuando los mueve una necesidad extrema de parte del infractor. En todo caso, la ocupación de propiedades puede ir expandiéndose y transformarse en una oleada de difícil contención. Si se toma en cuenta la ventaja demográfica que los sectores más pobres de la población le llevan al resto de la sociedad, y el volumen mayoritario que esa tendencia les conferirá en un futuro cercano, el riesgo de que proliferen los intrusos está a la vista, no solamente en parajes rurales sino además en ciudades como Montevideo, que por el momento tiene 25.000 casas deshabitadas.

Allí radica un dilema, motivado por la población ubicada debajo del umbral de la pobreza, cuyos reclamos no siempre son tomados en cuenta por los gobernantes, generando en muchos aspectos una tensión social que se agudiza con el paso del tiempo. Cuando esa tensión produce episodios violentos, y si falta en esos casos una solución inmediata y un enfoque riguroso por parte de las autoridades, el conjunto de síntomas señalados puede adquirir en cualquier momento la fuerza irreprimible de una pandemia, ante la cual no habrá prevención capaz de defender los derechos de la comunidad ante los invasores.

Editorial El País Digital

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La esclavitud del Siglo XXI

De la inmensa floresta que a diario nos ofrece la actualidad, aun a riesgo de reiterarme en el tema, he vuelto a elegir quizá el más lacerante para cualquier ser humano en edad laboral: El paro.


Por César Valdeolmillos Alonso

«No podemos pedir a los jóvenes ilusión y motivación si la sociedad no es capaz de ofrecerles las condiciones necesarias para que puedan planificar y desarrollar sus vidas y su trabajo con confianza y seguridad en el futuro.»
Felipe de Borbón y Grecia
Príncipe de Asturias y de Gerona


De la inmensa floresta que a diario nos ofrece la actualidad, aun a riesgo de reiterarme en el tema, he vuelto a elegir quizá el más lacerante para cualquier ser humano en edad laboral: El paro.
¿Cuántas veces se nos ha hablado de los brotes verdes? ¿Cuántas veces se nos ha dicho que la crisis estaba tocando fondo? ¿Cuántas veces hemos oído decir que empezábamos a remontar? ¿Cuántas veces se nos han hecho concebir falsas esperanzas? Y lo que es peor. ¿Cuántas veces hemos creído todo esto porque España no se merecía un gobierno que le mintiera?
Pero no hay nada más inapelable que la realidad. Y la realidad es que una vez más, el paro en España ha seguido creciendo, alcanzando las cifras más altas de su historia. En el pasado mes de enero, 130.930 trabajadores se fueron a sus casas con el drama dándoles dentelladas en el alma. Nos estamos acercando a los cinco millones de parados.
Podría enredarme en el laberinto de las cifras, hacer múltiples interpretaciones, argumentar lo que no es argumentable, pero no quiero perderme en la frialdad de los números o porcentajes. Es mucho más trascendente ahondar en la significación moral de los hechos, porque el parado es un ser humano, no un guarismo más perdido en el marasmo de las estadísticas; el parado tiene nombre y apellidos; es una persona con necesidades perentorias inexcusables, con proyectos de vida que ahora se ven truncados, en muchos casos para siempre; cada renglón relleno en las listas de desempleados, es una vida con ilusiones, con aspiraciones que no tienen que ser solamente económicas. Cada línea escrita en ese libro maldito que nunca se debió escribir, es una tragedia, un hogar hundido, una existencia mutilada, con frecuencia multiplicada por dos o por tres, porque cuando el miembro de una familia se ve sumido en esta terrible situación, no solo le afecta a él. Todos los integrantes de su hogar se ven afligidos por la desgracia, e incluso algunos, como los hijos en edad de formación, pueden ver amputados sus anhelos para toda la vida.
Nos lamentamos de los botellones; de la indiferencia que por los problemas sociales muestra una importante mayoría de nuestra juventud; de su alejamiento e incredulidad ante la política y los políticos; de su falta de ideales; de su pasividad ante la realidad general en la que están insertos. Ante un horizonte que vislumbran bastante más que incierto; ante los diarios ejemplos que una significativa parte de cínicos políticos que a diario solo les ofrecen engaños, ocultamientos, falsos proyectos y mentiras, ¿Nos puede extrañar que nuestra juventud, en medio del desánimo que les invade, dé la espalda a aquello que sus mayores les estamos dejando como herencia?
Afirma don Felipe de Borbón y Grecia, Príncipe de Asturias, que «No podemos pedir a los jóvenes ilusión y motivación si la sociedad no es capaz de ofrecerles las condiciones necesarias para que puedan planificar y desarrollar sus vidas y su trabajo con confianza y seguridad en el futuro.»
La juventud ama la vida y lo que tenemos que ofrecerle es la oportunidad de desarrollar sus aptitudes, de dar forma a su propio futuro, independizarse y madurar como personas. Al contrario de lo que por naturaleza ellos esperan, quienes rigen nuestros destinos se dedican a cerrarles todas las puertas. Un cuarenta por ciento de esos casi cinco millones de parados son jóvenes a los que se les ha hipotecado su futuro. El pacto de la reforma de pensiones supone la inviabilidad del mañana de la juventud española.
En vez buscar soluciones a los problemas que la evolución social nos está demandando claramente, los altos dirigentes se dedican a parchear en función de sus intereses personales y políticos consolidando el sistema y las desigualdades, haciéndolas aún más poderosas y estables. Los cuenta cuentos de turno, nos consideran analfabetos y utilizan grandilocuentes conceptos como el de "cohesionar a la sociedad", que no es más que un encubierto intento de embaucarnos para lograr la aceptación de sus consignas.
Quienes ejercen el poder, demuestran cada día su absoluto desprecio por cualquier otra forma de pensar que no sea la suya.
Como en tantas otras cosas, estamos a la cola de los estados occidentales en el rendimiento escolar, a causa de unos planes educativos fracasados hace muchos años en otros países. Planes que al prescindir de materias vitales en la formación total de la persona; al ignorar las bases y fundamentos de nuestra cultura, impiden el desarrollo integral del intelecto, convirtiéndonos en elementos aptos para conducirnos dócilmente a través de su propaganda falaz.
Como consecuencia de este proceder, nuestra juventud está pagando un impuesto muy alto, más doloroso y duro que la de las naciones más adelantadas. Un impuesto de soledad y pesimismo, que descorazona no solo a quienes la soportan y padecen, sino a los que con afecto nos miramos en ella, porque mañana habrá de ser la llamada a dirigirnos y protegernos.
Como consecuencia de la sectaria ambición de los políticos, nuestra juventud ha estudiado menos de lo que le era preciso para su perfeccionamiento. Y como está absolutamente demostrado que las cosas no se improvisan, que la formación del ser humano es el resultado del aprendizaje, de la dedicación, del estímulo y el esfuerzo; que no hay genios ignorados, ni milagros humanos detrás de las esquinas, ahora nos enfrentamos con una inmadurez cultural, cuyo costo habremos de pagar durante generaciones.
El más preciado patrimonio que puede atesorar un pueblo, es una culta juventud. Lo contrario le conducirá irremisiblemente a la carencia de recursos frente al progreso, situación que provocará —como ya se está demostrando— el éxodo de los más preparados. Todo ello conllevará la falta de puestos de trabajo y consecuentemente, indigencia, miseria y pobreza que nos situará a merced de los países más desarrollados. Una situación que asegura y perpetúa el estado de privilegio de una élite política que no conducirá a ciudadanos, pero sí tendrá a su merced a un sumiso rebaño de súbditos. Esta es la esclavitud del Siglo XXI. Y es que como decía el senador demócrata Robert Kennedy: “El futuro no es un regalo, es una conquista”.

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La historia oficial y la Historia


Los profesores de historia argentina en los establecimientos oficiales advierten desde hace años, un fenómeno perturbador: la indiferencia cada vez mayor de los alumnos ante las nociones que se le imparten.


Por Ernesto Palacio


Es inútil que aquellos engolen la voz, es inútil que apelen al patriotismo y pretendan comunicar a los oyentes un entusiasmo que juzgan saludable por las virtudes de Rivadavia y de Sarmiento: consiguen, a los sumo, un “succés d’ estime”. La historia que dictan NO INTERESA, interesa cada vez menos a la población escolar. Este es el hecho indiscutible, que suele atribuirse corrientemente a la influencia de doctrinas exóticas o al origen extranjero de gran parte de los estudiantes. “¡Hay que aprestarles las clavijas a estos hijos de gringos!” he oído exclamar de buena fe a un pedagogo, mientras aplicaba la represalia del aplazo. Esto no mejora las cosas. El fenómeno no sólo subsiste, sino que se agrava.

Si se tiene en cuenta que los estudiantes de historia argentina cursan el cuarto año y son ya adolescentes con capacidad para razonar; si se tiene en cuenta que esa es la edad en que la personalidad se forma y se definen las vocaciones, dicha indiferencia adquiere importancia excepcional. La interpretación xenófoba, con sus consecuencias de solapada guerra civil, no puede satisfacernos. No es verdad que nuestros muchachos, cualquiera sea su origen, se desinteresen por las cosas que atañen a la patria. Están, por el contrario, ávidos de verdades útiles y son sensibles a todas las influencias inteligentes y generosas. ¡Hay que ver la atención apasionada con que siguen, por ejemplo, cualquier explicación leal sobre nuestros problemas vitales de nuestro comercio exterior! Aquí toda indiferencia desaparece y la preocupación patriótica se advierte en la expresión reconcentrada, en la contracción de los músculos, en los gestos nerviosos, alusivos a la urgencia de los grandes remedios.

Si dicha indiferencia no puede atribuirse a la causa alegada, es indudable que debe achacarse a la materia misma, tal como hoy se dicta. Sabido es que, aparte de la guerra de la independencia, enseñada con acento antiespañolista, los motivos de exaltación que ofrecen nuestros manuales son la Asamblea del año XIII, con sus reformas ¡liberales!, el gobierno de Martín Rodríguez, la Asociación de Mayo ¡tan intelectual!, las campañas “libertadoras” de Lavalle, Caseros y –gloriosa coronación- las presidencias de Sarmiento y Avellaneda. Cuestiones de límites, no las hemos tenido; somos pacifistas. Guerra con Bolivia; pero ¿hubo tal guerra? En cuanto a la frontera oriental, es obvio que el Brasil sólo se ha ocupado de favorecernos, y que si alguna dificultad tuvimos, fue por culpa del “bárbaro” Artigas…Los alumnos se aburren mortalmente; no “le encuentran la vuelta a todo eso”. La historia argentina, “telle qu’on la parte”, no conserva ningún elemento estimulante, ninguna enseñanza actual. Los argumentos heredados para exaltar a unos y condenar a otros han perdido toda eficacia. Nada nos dicen frente a los problemas urgentes que la actualidad nos plantea.

Historia convencional, escrita para servir propósitos políticos ya perimidos, huele a cosa muerta para la inteligencia de las nuevas generaciones. El trabajo de restauración de la verdad, proseguido con entusiasmo por un grupo cada vez mayor de estudiosos, no ha llegado a conmover la versión oficial, que pronto se solemnizará en una veintena de volúmenes bajo la dirección del doctor Ricardo Levene. Será sin duda un monumento; pero un monumento sepulcral que encerrará un cadáver. No es posible obstinarse contra el espíritu de los tiempos. Ante el empeño de enseñar una historia dogmática, fundada en dogmas que ya nadie acepta, las nuevas generaciones han resuelto no estudiar historia, simplemente. Con lo que ya llevamos algo ganado. Nadie sabe historia, ni 1a verdadera ni la oficial. No hay un abogado, un médico, un ingeniero que (salvo casos de vocación especial) sepan historia. Y es porque, en las lecciones que recibieron, sospechan confusamente la existencia de una enorme mistificación.

No entraré a considerar las causas que dieron origen a lo que llamo versión oficial de nuestra historia ni la legitimidad de la misma, porque ello nos llevaría a enfrentarnos con los problemas fundamentales del conocimiento histórico. Diré solamente que dicha versión no se ha independizado, que sigue siendo tributaria de la escrita por los vencedores de Caseros, en una época en que se creía que el mundo marchaba, sin perturbaciones, hacia la felicidad universal bajo la égida del liberalismo y en que no sospechaban los conflictos que acarrearía la revolución industrial, ni la expansión del capitalismo, ni la lucha de clases, ni el fascismo, ni el comunismo. Impuesta por Mitre y por López tiene ahora por paladín al arriba citado doctor Levene, lo que, en mi entender, es altamente significativo.

Fraguada para servir los intereses de un partido dentro del país, llenó la misión a que se la destinaba; fue el antecedente y la justificación de la acción política de nuestras oligarquías gobernantes, o sea, el partido de la “civilización”. No se trataba de ser independientes, fuertes y dignos; se trataba de ser civilizados. No se trataba de hacernos, en cualquier forma, dueños de nuestro destino, sino de seguir dócilmente las huellas de Europa. No de imponernos, sino de someternos. No de ser heroicos, sino de ser ricos. No de ser una gran nación sino una colonia próspera. No de crear una cultura propia, sino de copiar la ajena. No de poseer nuestras industrias, nuestro comercio, nuestros navíos, sino entregarlo todo al extranjero y fundar, en cambio, muchas escuelas primarias donde se enseñara, precisamente que había que recurrir a ese expediente para suplir nuestra propia incapacidad. Y muchas Universidades, donde se profesara como dogma que el capital es intangible y que el Estado (sobre todo, el argentino) es “mal administrador”.

Era natural que, para imponer esas doctrinas, no bastara con falsificar los hechos históricos. Fue necesario subvertir también la jerarquía de los valores morales y políticos. Se sostuvo, con Alberdi, que no precisábamos héroes, por ser éstos un resabio de barbarie, y que nos serían más útiles los industriales y hasta los caballeros de industria; y que la libertad interna (¡sobre todo para el comercio!) era un bien superior a 1a independencia con respecto al extranjero. Se exaltó al prócer de levita frente a1 caudillo de lanza; al civilizador frente al “bárbaro”. Y todo esto se tradujo a la larga en la veneración del abogado como tipo representativo, y en la dominación efectiva de quienes contrataban al abogado.

Con este bagaje y sus consecuencias –un pacifismo sentimental y quimérico, un acentuado complejo de inferioridad nacional- nos encontramos ante un mundo en que todos estos principios han fracasado. La solidaridad universal por el intercambio, que postulaba el liberalismo, se ha roto definitivamente. Vivimos tiempos duros. El imperialismo del soborno ha sido suplantado por el imperialismo de presa. Hay que ser, o perecer. ¿Cómo no van a sonar a hueco los dogmas oficiales? ¿Cómo pretender que nuestros jóvenes se entusiasmen con una “enfiteusis” u otra genialidad por el estilo, cuando les está golpeando los ojos 1a realidad política de una crisis mundial, con surgimiento y caída de imperios?

Es la angustia por nuestro destino inmediato lo que explica el actual renacimiento de los estudios históricos en nuestro país, con su consecuencia natural: la exaltación de Rosas. Frente a las doctrinas de descastamiento, un anhelo de autenticidad; frente a las doctrinas de entrega, una voluntad de autonomía; frente al escepticismo, que niega las propias virtudes para simular las ajenas, una gran fe en nuestro pueblo y en sus posibilidades. Las condiciones del mundo actual demuestran que Rosas tenía razón y que las soluciones de nuestro futuro se encontrarán en los principios que él defendió hasta el heroísmo, y no en los principios de sus adversarios, que nos han traído al pantano moral en que hoy estamos hundidos hasta el eje.

Basta lo dicho para expresar que la nuestra no es una posición simplemente “historiográfica” y que nos interesan muy poco los pleitos por galletita más o menos que puede plantear un doctor Dellepiane. Los hechos son conocidos y en este terreno la batalla ha sido totalmente ganada con los trabajos de Saldías, Quesada, Ibarguren, Molinari, Font Ezcurra etc., que han puesto en descubierto la mistificación unitaria. Lo más importante, reside hoy, a mi entender, en la interpretación y valorización de los hechos ciertos, en la forma realizada por algunos de los citados y, principalmente, por Julio Irazusta en su breve pero admirable “Ensayo”. Nadie niega que Rosas defendió la integridad y la independencia de la República. Nadie niega que esa lucha fue una lucha desigual y heroica y que terminó con un triunfo para 1a patria. Nadie niega que durante las dos décadas de su dominación, debió resistir a la presión externa aliada con la traición interna y que, cuando cayó, había ya una nación argentina. Contra estos altos méritos sólo se invocan objeciones “ideológcas”, promovidas por los “speculatists" que, al decir de Burke, pretenden adecuar la realidad a sus teorías y cuyas objeciones son tan válidas contra el peor como contra el mejor gobierno, “porque no hacen cuestión de eficacia, sino de competencia y de título”. (1).

Frente a tal actitud, que implica -repito- una subversión de valores, se impone previamente una restauración de los valores menospreciados. Si fuera mejor, como opinaba A1berdi, la libertad interna que 1a independencia nacional; si fuera moralmente más sana la codicia que el heroísmo; si fuera más deseable la utilidad que el honor; si fuera más glorioso fundar escuelas que fundar una patria, tendría razón la historia oficial. Pero la filosofía política y la experiencia secular nos enseñan que los pueblos que pierden la independencia pierden también las libertades; que los pueblos que pierden el honor pierden también el provecho. Esto lo sabemos bien los argentinos. ¿Cómo no habríamos de volver los ojos angustiados al recuerdo del Restaurador?

Rosas representa el honor, la unidad, la independencia de la patria. Mirada a la luz de principios razonables, la historia argentina nos muestra tres fechas crucia1es: 1810; el año 20 que vió la reacción armada contra la tentativa colonizadora a base del príncipe de Luca, y la resistencia de Rosas contra una empresa análoga, pero más peligrosa. Si después del 53 seguimos siendo una nación, a Rosas se lo debemos, a la unión que se remachó durante su dictadura y que la ulterior tentativa secesionista no logro quebrar. Esto lo han reconocido hasta sus peones enemigos, empezando por el mismo Sarmiento.

Siendo así ¿cómo no guardarle gratitud, cómo no admirar su grandeza? Yo creo que ésta es evidente y que quienes no la perciben padecen de incapacidad para percibir la grandeza en general y permanecerían igualmente impasibles -salvo su sometimiento pasivo al juicio heredado- ante la de un Bismarck o un Cronwell. Prueba de ello es que no pasa inadvertida a los observadores extranjeros que se asoman a nuestra historia, como ocurre con el mejicano Carlos Pereyra y con el alemán Ostwald Spengler. La grandeza de Rosas pertenece al mismo orden que la reconocida por Carlyle a Federico II de Prusia, quien “ahorrando sus hombres y su pólvora, defendió a una pequeña Prusia contra toda Europa, año tras año durante siete años, hasta que Europa se cansó y abandonó la empresa como imposible” (2). Alemania le levanta estatuas a su héroe en todas las ciudades. Por eso es grande Alemania. Nosotros lo proscribimos al nuestro y tratamos de proscribir también su memoria, mientras les erigimos monumentos a quienes entregaron fracciones del territorio nacional y nos impusieron un estatuto de factoría. Porque era ¡un tirano!... Es decir, porque tuvo que sacrificar toda su energía y desplegar el máximo de su autoridad para salvar a la patria en el momento más crítico de su historia; porque persiguió como debía a quienes se empeñaban en fraccionar el territorio, y no obtuvo otro premio que la satisfacción de haber cumplido con su deber. Era, como dice Goethe, “el que DEBIA mandar y que en el mando mismo entra su felicidad”.

Wer befehlem soll
Muss im befehlem Seligkeit empfinlem.

La primera obligación de la inteligencia argentina hoy en la glorificación -no ya rehabilitación- del gran caudillo que decidió nuestro destino. Esta glorificación señalará el despertar definitivo de la conciencia nacional. Los tiempos están maduros para la restauración de la verdad, que será fecunda en consecuencias, porque entonces la historia volverá a despertar un eco en las almas, explicará los nuevos problemas y comunicará al corazón de nuestros adolescentes un legítimo orgullo patriótico. Esto es lo que hoy, trágicamente, falta. Los próceres de la historia heredada, los próceres CIVILES representan y hacen amar (cuando lo consiguen) conceptos abstractos: la civilización, la instrucción pública, el régimen constitucional. Rosas, en cambio, nos hace amar la patria misma, que podría prescindir de esas ventajas, pero no de su integridad ni de su honor.

(1) Reflexions on French Revolution, pág. 164.
(2) Frederick the Great. T. I, pág. 21.
(3) Fausto. 2a parte, 4º acto.

Artículo publicado por la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, Año I, Número I. Enero de 1939.

Centro de Estudios Cívicos

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Los infieles

La infidelidad casi siempre deja rastros, a veces se transforma en hijos sin apellido, ocultos, que crecen como va creciendo el temor a que se descubran.


Por Darío

La infidelidad, tragedia de las relaciones humanas que ha causado desilusiones, llantos, desesperanzas, venganzas, y hasta perdones en miles de parejas.
La infidelidad, sobre la que se han escrito cientos de libros, estudios, opiniones, en busca de sus motivaciones y consecuencias.
Desde el comienzo de la humanidad la infidelidad ha estado presente.
Luz y oscuridad, amor y odio, humildad y soberbia, lealtad e infidelidad.
Las pasiones humanas que transitan mezcladas entre el corazón y la razón.
En estos tiempos tormentosos de nuestro país hemos visto todo tipo de infidelidades, políticos cambiando de partido, gente traicionando al país, otros detrás de una bandera que no es la azul y blanca, soldados abandonando a sus camaradas a su suerte, nuevos Judas entregando a Jesús, pero hay una especie retorcida: el infiel hipócrita.
En esta oscura categoría las dos partes hacen de la hipocresía un provecho para su propio juego.
Las dos partes involucradas, victimario y víctima juegan según su conveniencia.
Las pruebas sobran en la infidelidad cometida, salvo los reproches del momento callan y siguen juntos cada cual en su vida.
El tiempo pasa, van viviendo la hipocresía ante el resto del mundo como una pareja feliz y amorosa.
Pero la infidelidad casi siempre deja rastros, a veces se transforma en hijos sin apellido, ocultos, que crecen como va creciendo el temor a que se descubran.
Cuando la muerte sorprende al infiel parece ser que el pecado le es perdonado, así la hipocresía alcanza su máximo nivel de locura.
El infiel se convierte en inspiración de fidelidad, en un modelo a seguir, en una hipocresía a copiar.
Cuando el destino juega a revelar los secretos humanos y el velo que oculta la traición es arrancado, queda desnuda la infidelidad ante los ojos curiosos de los hombres.
Mas la otra parte que jugó a cambiar infidelidades disfrazándolas para no ser descubiertas queda tan desnuda como la propia verdad.
Lágrimas, vaya a saber porqué, sobre el ataúd del que ya no podrá ser infiel.
Su muerte la libera de la propia pero no de la hipocresía.
Ambos han vivido una vida de engaños y mentiras, de verdades disimuladas o no.
Ella dijo a todos que seguirá con la tarea inconclusa del que ya no está, pero el hombre probo no es tal y la hipocresía reina ve a sus súbditos mortales rasgarse las vestiduras ante las pruebas de la infidelidad.
Una pregunta letal queda flotando sin respuesta para mal de los argentinos:
¿Los infieles son confiables?

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domingo, 6 de febrero de 2011

UNA SUPUESTA EX AMANTE DE NÉSTOR KIRCHNER DESATA EL ESCÁNDALO

Miriam Quiroga, ex secretaria de Kirchner, ha confesado que fue su amante. Cristina Fernández la ha echado. Los cimientos del kirchnerismo tiemblan.

La secretaria de Néstor Kirchner ha dado un buen disgusto a la presidenta. Elizabeth Miriam Quiroga, que acompañó hasta el último día al difunto ex presidente, ha confesado que fue su amante, aunque desmintió los rumores que apuntaban que era el padre de su última hija.

Cristina Fernández la echó hace un mes escaso, el miércoles 5 de enero. La explicación oficial reza que "Cristina conoció a una militante que le gustó y la quiere sumar a ese puesto", publica ABC. Quiroga conoce los entresijos del poder de los Kirchner desde principios de los noventa.

Quiroga no tardó en decidirse a hablar con los periodistas, aunque más tarde se arrepintió de haberlo hecho. Reconoció a la prensa que era "vox populi que era la amante de Kirchner", y que “su unión era muy fuerte. Dejé todo para venirme con él desde el sur, dejé mi familia..."

La amante despechada asegura tener "la llave para muchos de los secretos del kirchnerismo": "Si un juez decidiera citarla a declarar en alguna de las causas de corrupción que el Gobierno acumuló a lo largo de su gestión, su testimonio podría ser clave: en paralelo a su trabajo en el Centro de Documentación Presidencial se ocupaba de monitorear cualquier actividad del ex presidente", publica ABC a partir de la revista Noticias.

Y remata: "Ella era Kirchner. Controlaba todo, era su secretaria de confianza. Si no te llevabas bien con ella tampoco tenías acceso a él".

La confesión a la revista política Noticias, que tituló la información "La otra viuda de Kirchner, la dueña de los secretos". Eso sí, niega los rumores de una hija de 11 años con Néstor: "Están equivocados. La tuve con un novio que me duró muy poco y le puse mi apellido porque cuando quedé embarazada ya nos estábamos separando". Pero matiza: "¡Ojalá fuera de él! Así no tendría problemas de plata...Algunos llegaron a decir que Néstor me dejó una cuenta en Suiza. ¡Estoy esperando que me digan el número!".